sábado, 18 de junio de 2011

Un río de aguas revueltas


Mucho antes de que en el siglo XIX pensadores y teóricos se obsesionasen con hallar el ‘motor de la historia’, los griegos habían formulado sus teorías al respecto. Los libros de filosofía lo etiquetan como “Sistemas monistas del ser y del devenir”. Lo de monistas viene a cuento de que son sistemas únicos (pensamiento único y excluyente).
Huelga aclarar que son dos conceptos del ser y del mundo diametralmente opuestos. Heráclito de Éfeso decía que todo fluye, el famoso (πάντα ρει - Panta rei). Es decir, que lo permanente es el cambio. Y ejemplificaba el fluir continuo del ser-mundo con la imagen de un río que, bajo la apariencia de la quietud, siempre fluye (las cosas no son lo que parecen, y el bañista de ese líquido elemento nunca se bañará en las mismas aguas, aunque el río permanece aparentemente inmutable en el tiempo).
Es un pensamiento de una finura magistral: aunque la historia parece no moverse (como el río que siempre lleva agua), existe un flujo continuo, una corriente que actúa de motor histórico. La antítesis de Heráclito la personalizaba Parménides, quien afirmaba todo lo contrario: lo permanente es el ser-mundo, nada cambia, todo permanece; el ser es, y el no ser no es.
Sin ánimo de entrar en disquisiciones filosóficas, descalificar la teoría del ser-mundo inmutable, o aburrir a los lectores, nosotros nos quedamos con la teoría del flujo que no cesa, como el rayo que no cesa, del poeta cabrero de Alicante. Y después de distraernos con filosofías, pensadores y poetas, que nos han dado la introducción al tema, vamos al meollo, estableciendo las concomitancias entre la filosofía y la realidad.
Si Heráclito fuera testigo de nuestro tiempo se ratificaría en su tesis de que España y su economía están bañándose en el río de la historia, fluyendo y cambiando continuamente. ¿Qué pruebas tenemos de ello? Hace unos años, no teníamos, por ejemplo, Ley de Prevención de Riesgos Laborales, y ahora sí. Todos cuantos tenemos alguna relación con la prevención somos conscientes de los cambios que se han producido. Todo ha fluido –seguramente para mejor. Sin embargo, dentro de ese flujo se observan resistencias, son ‘seres’ que parece que quisieran permanecer en el tiempo, como le ocurre a la siniestralidad laboral.
Apeados ya de filosofía y metáforas, hace falta proclamar que la vida no se ha parado, sino que sigue imparable, que cada día hay que ir al tajo, que es una pésima tentación ampararse en la crisis para pegarle el tijeretazo a la prevención, a la inversión, al flujo de ideas y capitales. Sería triste que el cambio fuera involutivo y se saldara con una desinversión en la PRL.
Los fabricantes de EPI están más vivos e ilusionados que nunca –tenemos una prueba en su masiva respuesta a nuestro monográfico EPIs y Confort. Por ello, aprovechamos esta tribuna para infundir ánimo al sector: la prevención no puede pararse, hay que frenar la siniestralidad, tenemos que avanzar en el desenmascaramiento de enfermedades profesionales, catalogación y prevención de riesgos emergentes, promoción, sin duda, de la salud en el puesto de trabajo... Hay tanto camino que andar que, ahora más que nunca, tenemos que fluir en lugar de quedarnos parados como Parménides. Fluyamos con el cambio, aprovechémoslo para cambiarnos a nosotros mismos, aligerar nuestros lastres e inercias, aprestarnos al futuro, fuertes, pero ligeros de equipaje. Este es el momento de coger el timón con firmeza. Este es el momento para una raza de ‘titanes’ del día a día, que creen en el ‘panta rei’ como motor de nuestra historia. Este es un momento de selección natural, un instante de oportunidades, una ventaja competitiva para quienes saben colaborar con lo inevitable para mejorar. Esto es el cambio... un rayo que no cesa, un río de aguas revueltas. ¡Quien no se moje el culo, no pesca!

Manuel Domene Cintas ®

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