lunes, 30 de diciembre de 2013

Chernobil-Leaks, el goteo de errores perdura Chernobyl-Leaks, the errors' leaking goes on and on

Los malos cocineros tapan sus errores con salsas. Los malos médicos, con tierra; y los malos gestores nucleares con plomo y hormigón armado. Así es como se intentó echar tierra sobre el fiasco de Chernobil tapando el reactor 4 con lo que conocemos por sarcófago, como si de un enterramiento se tratase. La chatarra nuclear (foto) perpetua la memoria.



Bad cooks cover their mistakes with sauces. Bad doctors, with soil; and bad nuclear managers with lead and reinforced concrete. This is how the Chernobyl’s fiasco was hushed covering reactor number 4 with what we know as sarcophagus, as if it was a burial. The nuclear scrap (picture) perpetuates the memory.

“Chernobyl-Leaks”, errors’ leaking goes on and on

Bad cooks cover their mistakes with sauces. Bad doctors, with soil; and bad nuclear managers with lead and reinforced concrete. This is how the Chernobyl’s fiasco was hushed covering reactor number 4 with what we know as sarcophagus, as if it was a burial.

Macro-graveyard of vehicles used for the liquidation of Chernobyl




The material mass of the sarcophagus is not time-proof. Neither has succeeded to bury the social alarm and scandal nor radiation leaking, which is even worse.
Twenty seven years after the accident we notice what we could call as “Chernobyl-Leaks” (with leaky-release of radioactivity included), which will perpetuate the consequences of an errors’ chain for millennia, also revealing the scarce control of current technology over the atomic energy. Currently our handling of nuclear energy would be similar to that performed by a Neanderthal with a butane stove.
The Chernobyl’s dripping of errors can be seen on many fronts: the precariousness of the sarcophagus, the ruins of Prypiat, the city of the plant workers, and the opencast graveyard for the many types of vehicles used to achieve the liquidation.

The sarcophagus needs retirement
Built in despaired emergency, the sarcophagus was not an effective ‘grave-cloth’ even just finished, with an area not enough tight against radioactive emission of the reactor. Into the bowels of that lethal magma would still remain more than 95% of the nuclear fuel, since the accident was not a nuclear explosion but a steam one, which would have released only 5% of the fuel. Therefore, the ‘bomb’ is still alive. What’s more, in February 2013, the snow weight caused part of the roof structure to fall on the turbines section. Currently, work is done to build a second sarcophagus: 20.000 tons of steel that ought to shroud the error for, at least, other century.

Prypiat , the “city of the future”
Planned and executed in the 70s as the ‘city of the future’ by the authorities, Prypiat was an exemplary and pretty town. Today it is a monument to human stupidity stopped in a time capsule (with the symbolism of the former Soviet Union still exposed in its avenues).
Many stories are circulating about this damned city, which, logically, it’s been again colonized by the wild nature, among which a local fauna appears with evidences of genetic mutations and carrying stratospheric levels of radioactivity.
Although visited by curious people (Geiger counter in hand), radiation levels make it unviable as human settlement over the next millennia.
The paradoxes of history have wanted Prypiat to become –as its founders one day wished- the city of the future, just the prototype of what might be a city after the nuclear apocalypse.

Opencast nuclear graveyard
Last but not least, about 15 km from the zone 0 builds up what is perhaps the largest mass of radioactive scrap metal, consisting of thousands of vehicles that were used in the liquidation, spread over an area of more than 1 km in length. Twenty-seven years after the accident, this nuclear graveyard still emits over 30 roetgens radiation per hour, about a third of the radiation considered deadly.
Some helicopters -highly contaminated- were buried, but the rest of the material is corroding abandoned to the elements, it is scrapped by unconscious or feeds the speculation of unscrupulous people that sought to seize a giant helicopter to turn it into a fashionable cafe.
Chernobyl errors are still leaking, deriving into a ‘Chernobyl-Leaks’ which will last for centuries. The multiple liquidations performed have only done patching. However, what has been liquidated is the confidence of society in certain energies, their managers and the politicians, who use to hush their huge mistakes with patches no tight or credible at all.


“Chernobil-Leaks”, el goteo de errores perdura

Los malos cocineros tapan sus errores con salsas. Los malos médicos, con tierra; y los malos gestores nucleares con plomo y hormigón armado. Así es como se intentó echar tierra sobre el fiasco de Chernobil tapando el reactor 4 con lo que conocemos por sarcófago, como si de un enterramiento se tratase.


Macro-cementerio de vehículos empleados en la liquidación de Chernobil




La mole de materiales del sarcófago no es indemne al paso del tiempo. Tampoco ha conseguido enterrar la alarma-escándalo social ni las fugas radiactivas, cosa que aún es peor.
Veintisiete años después del accidente constatamos que aún existe un “Chernobil-Leaks” (con filtraciones-liberación de radiactividad incluidos), que perpetuará durante milenios las consecuencias de una cadena de errores, revelando además el escaso control de la tecnología actual sobre la energía atómica. Actualmente, nuestro manejo de la energía nuclear sería equiparable al que haría un neandertal de una estufa de butano.
El goteo de errores de Chernobil se hace evidente en múltiples frentes: la precariedad del sarcófago, la ruina de Prypiat, la ciudad de los trabajadores de la central, y el cementerio a cielo abierto de los vehículos de todo tipo empleados en la liquidación.


El sarcófago pide la jubilación
Construido con la lógica emergencia, el sarcófago no fue una ‘mortaja’ eficaz ni aún recién acabado, con una superficie poco estanca a la emisión radiactiva del reactor. En las entrañas de aquel magma mortal aún quedaría más del 95% del combustible nuclear, pues el accidente no fue una explosión nuclear, sino una explosión de vapor, que sólo habría liberado el 5% del combustible. Por tanto, la ‘bomba’ está viva. Por si fuera poco, en febrero de 2013, debido al peso de la nieve, parte del techo de la estructura cayó sobre la sección de turbinas. Actualmente, se trabaja en la construcción de un segundo sarcófago:20.000 toneladas de acero, que habrían de amortajar el error durante, al menos, otros cien años.

Prypiat, la “ciudad del futuro”
Planeada y ejecutada en los años 70 como la ‘ciudad del futuro’, por las autoridades, Prypiat fue modélica y bonita. Hoy es un monumento a la estupidez humana anclada en la cápsula del tiempo (con la simbología de la extinta Unión Soviética aún expuesta en sus avenidas).
Circulan muchas historias sobre esta ciudad maldita que, en buena lógica, vuelve a ser colonizada por la naturaleza salvaje, en la que no falta una fauna local con evidencias de mutaciones genéticas y niveles estratosféricos de radiactividad.
Aunque es visitada por curiosos (medidor geiger en mano), los niveles de radiación la hacen inviable como asentamiento humano durante los próximos milenios. La paradoja de la historia ha querido que Prypiat sea –como desearon sus fundadores- la ciudad del futuro, el prototipo de lo que puede ser una ciudad después de un apocalipsis nuclear. 

Cementerio nuclear a cielo abierto
Por último y no por ello menos importante, a unos 15 km de la zona 0 se acumula la que quizás sea la mayor masa de chatarra radiactiva, constituida por los miles de vehículos que se emplearon en la liquidación, diseminados en un área de más de 1 km de longitud. Veintisiete años después del accidente, este cementerio nuclear aún emitía más de 30 roetgens de radiación a la hora, aproximadamente un tercio de la radiación considerada letal.
Algunos helicópteros –muy contaminados- fueron enterrados, pero el resto del material se corroe a merced de los elementos atmosféricos, es desguazado por inconscientes, o alimenta la especulación de desaprensivos que pretendieron hacerse con un gigantesco helicóptero para convertirlo en un café de moda.
Los errores de Chernobil siguen goteando en un ‘Chernobil-Leaks’ que será secular. Las múltiples liquidaciones ejecutadas sólo han puesto parches. Ahora bien, lo que sí han liquidado es la confianza de la sociedad en ciertas energías, sus gestores y los responsables políticos, que suelen tapar sus monumentales errores con parches nada estancos ni creíbles.

viernes, 27 de diciembre de 2013

"Liquidador", mucho más que un término coloquial "Liquidator", much more than a colloquial term

La palabra liquidador apareció como un término coloquial. Sin embargo, pronto adquirió contenido, siendo la palabra exacta que aparece grabada en las medallas soviéticas y distintivos que se entregaron al personal involucrado en la liquidación del desastre. Cabe decir que fue un personal heterogéneo. Este post abundará en el alcance que debe dársele a la denominación ‘liquidador’ a partir del recuento -no exhaustivo- de los oficios que intervinieron en la infernal liquidación de Chernobil y sus efectos colaterales.

The liquidator word appeared as a colloquialism. However, soon it acquired content, being the exact word engraved in Soviet medals and badges that were given to people involved in the liquidation of the disaster. It must be said that it was a diverse workforce. This post will abound in the scope to be given to the term ‘liquidador’ from the scrutiny -not exhaustive- of the roles who participated in the infernal liquidation of Chernobyl and its collateral effects.

“Liquidator”, much more than a colloquial term

The liquidator word appeared as a colloquialism. However, soon it acquired content, being the exact word engraved in Soviet medals and badges that were given to people involved in the liquidation of the disaster. It must be said that it was a diverse workforce. This post will abound in the scope to be given to the term ‘liquidador’ from the scrutiny -not exhaustive- of the roles who participated in the infernal liquidation of Chernobyl and its collateral effects.



Nuclear Emergency… working all together
The management of the Chernobyl nuclear emergency involved many jobs with different levels of responsibility. The first to confront the reality without a clear awareness of the seriousness and depth of the accident were the technicians working in the reactors, led by Anatoly Dyatlov.
When they got to knowledge that the catastrophe was imminent and unstoppable, the plant staff was seconded by firefighters and the brigades of civil defense of the Soviet Armed Forces, who worked intensively in removing contaminating materials and deactivation of the reactor itself.
Also offered a helping hand the internal brigades and police in charge of security, access control and evacuation of the civilian people from the population centers closest to the plant (since then Prypiat is a ghost town).



Likewise, the Soviet air force and civil aviation took part in the assistance running critical flight operations with helicopters, transportation and monitoring of radioactive contamination.
The emergence also attracted many civilians with scientific training, engineers and industrial and construction workers. Carriers also did their work by providing supplies and staff mobility, in addition to make it possible the evacuation of Prypiat in record time, which at the time of the accident, had a population of around 50,000.
A team of coal miners built a huge barrier to protect the aquifer beneath the damaged reactor from contamination.
Finally, were involved in the Chernobyl nuclear chaos the professionals of the mass media, who provided information on the field, or those photographers who took snapshots of that gruesome operations theater and of the liquidators themselves while were performing their lethal operations.
Carcinogenicity rate of Liquidators was calculated as four times higher than that of the rest of population. The drip of deaths, ceaseless.

Collateral damage and casualties
In the houses of the exclusion area the health personnel –civilians and military- played their role. They were helped by legions of female-cleaners whose mission was to eliminate food left in the houses evacuated to prevent an epidemic outbreak of unseen proportions. One detail not minor was the need for a few squadrons concentrating in the extermination of all domestic animals, left behind in abandoned homes on the run for a sinister exodus.

“Never again”
The lesson of the catastrophe impels the Western society to proclaim a ‘Never again’, thanking the liquidators their self-denying sacrifice. There were thousands of anonymous and heroic workers, and a few who escaped to anonymity. Among these, the deputy Volodymyr Pravik, head of a fire brigade, has been one of the most popular and also an immediate victim of the disaster.
Better luck had Anatoly Stepanovich Dyatlov, nuclear technician who supervised the reactor 4 test the fateful day of the accident. He was accused of “criminal bad management of potentially explosive industry” and was sentenced to 10 years in prison, of which he served just 5. He wrote the book “Chernobyl. How it happened” in which he proclaims that deficiencies in plant design, maintenance conditions, along with obsolete technology, were the main causes of the accident instead of staff’s human errors. Dyatlov received a radiation dose of 550 rem (5.5 sievert). He died of heart failure in 1995.

Read Spanish version

“Liquidador”, mucho más que un término coloquial

La palabra liquidador apareció como un término coloquial. Sin embargo, pronto adquirió contenido, siendo la palabra exacta que aparece grabada en las medallas soviéticas y distintivos que se entregaron al personal involucrado en la liquidación del desastre. Cabe decir que fue un personal heterogéneo. Este post abundará en el alcance que debe dársele a la denominación ‘liquidador’ a partir del recuento -no exhaustivo- de los oficios que intervinieron en la infernal liquidación de Chernobil y sus efectos colaterales.

Emergencia nuclear… todos a una
La gestión de la emergencia nuclear de Chernobil involucró a muchos oficios con diferentes niveles de responsabilidad. Los primeros que debieron enfrentarse a la realidad sin una consciencia clara de la gravedad y el calado del accidente fueron los técnicos que trabajaban en los reactores, al mando de Anatoly Dyatlov.
Cuando hubo constancia de que la catástrofe era inminente e imparable, el personal de la planta fue secundado por los bomberos y por los cuerpos de defensa civil de las Fuerzas Armadas Soviéticas, que trabajaron intensamente en la retirada de materiales contaminantes y la desactivación del propio reactor.
Colaboraron asimismo las brigadas internas y la policía, encargándose de la seguridad, el control de los accesos y la evacuación de la población civil de los núcleos poblados más cercanos a la central (Prypiat es desde entonces una ciudad fantasma).


Del mismo modo, la fuerza aérea y la aviación civil soviética también pusieron su granito de arena ejecutando críticas operaciones de vuelo con helicópteros, transporte y monitorizado de la contaminación radiactiva.
La emergencia también atrajo a numerosos civiles con formación científica, ingenieros y trabajadores industriales y de la construcción. Los transportistas hicieron asimismo su trabajo aportando suministros y facilitando la movilidad del personal, además de hacer posible la evacuación en tiempo récord de Prypiat que, en el momento del accidente, albergaba una población en torno a las 50.000 habitantes.
Un equipo de mineros del carbón construyó una enorme barrera para proteger de la contaminación al acuífero situado debajo del reactor siniestrado.
Finalmente, intervinieron en el caos nuclear de Chernobil los profesionales de los medios de comunicación, que ofrecieron información sobre el terreno; o los fotógrafos que tomaron instantáneas de aquel teatro de operaciones dantesco y de los propios liquidadores efectuando sus peligrosas operaciones.
La tasa de carcinogenicidad de los liquidadores se estimó como cuatro veces superior a la del resto de la población. El goteo de muertes, imparable.
Daños y víctimas colaterales
En las casas del área de exclusión intervinieron los sanitarios –civiles y militares- ayudados por legiones de limpiadoras, cuya misión fue eliminar los alimentos dejados en las casas evacuadas para impedir un brote infeccioso de proporciones nunca vistas. Un detalle que no es intrascendente fue la necesidad de que unas escuadrillas se concentrasen en la liquidación de todos los animales domésticos, dejados atrás en los hogares abandonados de prisa y corriendo durante un éxodo siniestro. 

“Nunca mais”
La lección de la catástrofe impulsa a la sociedad occidental a proclamar un ‘Nunca mais’, agradeciendo a los liquidadores su sacrificio. Fueron miles de trabajadores heroicos y anónimos, y unos pocos que escaparon al anonimato. Entre éstos, el lugarteniente Volodymyr Pravik, jefe de una brigada de bomberos, ha sido uno de los liquidadores más conocidos, además de víctima inmediata del desastre.
Más suerte tuvo Anatoly Stepanovich Dyatlov, técnico nuclear que supervisaba el test del reactor 4 el día del fatídico accidente. Se le acusó de “mala gestión criminal de empresa potencialmente explosiva” y fue sentenciado a 10 años de cárcel, de los que cumplió sólo 5. Escribió el libro “Chernobil. Cómo ocurrió” en el que proclama que las deficiencias de diseño de la planta, las condiciones de mantenimiento, junto con una tecnología obsoleta, fueron los principales causantes del accidente por encima de los fallos humanos del personal. Dyatlov recibió una dosis de radiación de 550 rem (5,5 sievert). Murió de un fallo cardíaco en 1995.

Leer versión inglesa

jueves, 26 de diciembre de 2013

"Liquidadores", voluntarios para morir / "Clean-up" workers, volunteers to die

Los ‘liquidadores’ son el primer frente de choque en cualquier catástrofe. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra ‘liquidar’ tiene, entre otros significados, el de ‘acabar con algo, suprimirlo o hacerlo desaparecer’.
El impacto de la actividad humana sobre su entorno no adquirió unos tintes realmente dramáticos hasta el siglo pasado. No fueron necesarios, por tanto, los ‘liquidadores’, esas primeras personas que tratan de contrarrestar los efectos de una catástrofe, con riesgo de sus vidas.



The ‘liquidators’ (clean-up workers) are the first forefront at any catastrophe. According to the dictionary of the Real Academia de la Lengua Española, the word ‘liquidate’ has, among other meanings, that of ‘stopping something from going on, remove it or make it disappear’.
The human activity impact on the environment did not acquire a really dramatic scope until the last century. Therefore, ‘liquidators’, those people who firstly try to counteract the effects of a disaster, risking their lives, were not necessary.

“Clean-up workers”, volunteers to die

The ‘liquidators’ (clean-up workers) are the first forefront at any catastrophe. According to the dictionary of the Real Academia de la Lengua Española, the word ‘liquidate’ has, among other meanings, that of ‘stopping something from going on, remove it or make it disappear’.
The human activity impact on the environment did not acquire a really dramatic scope until the last century. Therefore, ‘liquidators’, those people who firstly try to counteract the effects of a disaster, risking their lives, were not necessary.





From Chernobyl… with fear
There seems to be consensus that the term ‘liquidator’ was created by Russians to refer to those people, poorly equipped, who faced the hell of fire and radiation untied after the accident of a reactor in the nuclear plant of Chernobyl (Ukraine), in 1986.
The cinematographic precedent of the film “From Russia with love” has been followed years later with a happening –not fictitious- that we could synthesize as “From Chernobyl with fear”. Obviously, the undeniable fear of European nations, near or far to the scene of the tragedy, that were bathed in a radioactive cloud, surely unprecedented in the history of mankind.
We’ll never be able to assess the environmental and human lives cost of the poisoning cloud. However, we can say that if it did not acquire apocalyptic proportions was due to the self-denying work of the liquidators, volunteers mostly, who faced radiation and fought it precariously with a mass of concrete that was dropped upon the stricken reactor, and that the world came to call the Chernobyl sarcophagus. Many of those liquidators of the collective mistake that was the Ukrainian plant were themselves liquidated in turn by the effect of the lethal doses of radiation received. It was an act of generosity and dedication that has been repeated recently in Japan.

Fukushima and the silence of the Japanese
Life is beautiful, even in Fukushima despite the devastating effect of the earthquake, combined with a tsunami that hit the Japanese nuclear plant. The Japanese authorities have sought to keep a prudent silence for minimizing the severity of the loss and the pain of its wounded national pride. Again in this nuclear emergency liquidators played their role, although in a limited number. Official figures established a quantity of 50 (The 50 of Fukushima), who would have been working in shifts. The total figure would be between 180 and 800 brigade-liquidators. Nonetheless, the actual number will never be known, since it seems that there had also been the selfless collaboration of civilians. And among those helpers, most people would be elderly, who sacrificing themselves, tried to prevent other young people helping the emergency from suffering the effects of exposure to lethal doses of radiation. The director of the stricken plant died two years after the accident.
Chernobyl and Fukushima show the paradigm of self-sacrifice on the part of the liquidators. Though the word seems to be reserved for major emergencies brigades, we believe that should be extended. Liquidators, according to dictionaries and evidences, are all those contributing to stop an emergency, whether it is a nuclear accident or an oil spill, earthquake, cyclone or hurricane, floods, terrorist attacks, major fire…, endangering their own lives.

Read the Spanish version

miércoles, 25 de diciembre de 2013

"Liquidadores", voluntarios para morir

Los ‘liquidadores’ son el primer frente de choque en cualquier catástrofe. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra ‘liquidar’ tiene, entre otros significados, el de ‘acabar con algo, suprimirlo o hacerlo desaparecer’.
El impacto de la actividad humana sobre su entorno no adquirió unos tintes realmente dramáticos hasta el siglo pasado. No fueron necesarios, por tanto, los ‘liquidadores’, esas primeras personas que tratan de contrarrestar los efectos de una catástrofe, con riesgo de sus vidas.



Desde Chernobil… con temor
Parece haber consenso en que el término ‘liquidador’ lo acuñaron los rusos para referirse a aquella legión de personas que, con medios escasos, se enfrentaron al infierno de fuego y radiación desatados tras el accidente de un reactor en la central nuclear de Chernobil (Ucrania), en 1986.
Al precedente cinematográfico que fue “Desde Rusia con Amor” podemos decir que, años más tarde, siguió un acontecimiento –nada ficticio- que hemos querido sintetizar como “Desde Chernobil con temor”. El temor obvio de las naciones europeas que, próximas o lejanas al lugar de la tragedia, fueron bañadas por una nube radiactiva, seguramente sin precedentes en la historia de la humanidad.
Nunca podremos evaluar el coste medioambiental y en vidas humanas de esta nube. Sin embargo, podemos afirmar que si la nube no adquirió unas proporciones apocalípticas fue debido al trabajo abnegado de los liquidadoresvoluntarios en su mayoría, que se enfrentaron a la radiación, atajándola precariamente con una mole de hormigón que se lanzó sobre el reactor siniestrado, y que el mundo dio en llamar sarcófago de Chernobil. Buena parte de aquellos liquidadores del error colectivo que fue la central ucraniana fueron a su vez liquidados por el efecto de las dosis mortales de radiación recibida. Fue un acto de generosidad y entrega que se ha repetido recientemente en Japón.

Fukushima y el silencio de los japoneses
La vida es bella, incluso en Fukushima pese al devastador efecto del terremoto, combinado con un tsunami, que afectó a la central nuclear japonesa. Las autoridades niponas han querido mantener un silencio prudente para minimizar la gravedad del siniestro y el dolor de su orgullo nacional herido. Nuevamente en esta emergencia nuclear actuaron los liquidadores, aunque en un número limitado. Los datos oficiales han manejado cifras de 50 (Los 50 de Fukushima), que trabajaron en turnos rotatorios. La cifra oscilaría entre los 180 y los 800 brigadistas-liquidadores. Aunque el número real nunca será conocido, pues parece que también se dio la colaboración altruista de la población civil y, entre los colaboradores, serían mayoría las personas de edad avanzada que, con su sacrificio, intentaban impedir que otras personas jóvenes socorrieran la emergencia y padeciesen los efectos de la exposición a dosis mortales de radiación. El director de la central siniestrada sólo sobrevivió dos años al accidente.
Chernobil y Fukushima ponen de manifiesto el paradigma del auto-sacrificio por parte de los liquidadores. Aunque el término parece reservado para los brigadistas de grandes emergencias, consideramos que debe ampliarse. Liquidadores, según el diccionario y la evidencia, son todos los que contribuyen a poner término a una emergencia, sea accidente nuclear, o sea un vertido de petróleo, un terremoto, un ciclón o huracán, unas inundaciones, atentado terrorista, gran incendio…, poniendo en peligro sus propias vidas.

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