domingo, 19 de junio de 2011

¿Todos contra el fuego?

(PL 64) EDITORIAL. Edito64.doc. Manuel Domene. Palabras: 691

El fuego es dual: encarna la vida, pero también la muerte, cuando escapa a nuestro control. Como vimos en el editorial pasado (El estrés térmico del bombero), el fuego es causa de riesgos laborales como la sobrecarga térmica, la asfixia y las quemaduras. Son muchos los trabajadores expuestos al fuego, especialmente los bomberos forestales, que deben trabajar de forma maratoniana durante las campañas de verano.

La lucha contra un fuego forestal –o cualquier otro- exige mucha cautela. La actuación de los bomberos en semejante emergencia no se puede improvisar. Tenemos varios ejemplos recientes de accidentes fatales (Castilla-La Mancha, Cataluña, Pontevedra) fruto de un déficit en la gestión y la coordinación. Cuando las cosas se ponen al rojo vivo, los bomberos deben poder ofrecer una respuesta casi inmediata a situaciones cambiantes en función de la evolución del fuego. En el caos de la emergencia, la respuesta idónea sólo es posible si se cuenta con un amplio protocolo de actuación, una ‘guía’ que no sólo persigue la eficiencia, sino que salva vidas en riesgo.

Para evitar víctimas por fuego entre los efectivos de bomberos, varias Comunidades Autónomas ya han suscrito un nuevo Protocolo de actuación en Incendios Forestales. Una de las líneas maestras de dicho protocolo es la continua y amplia asistencia remota de las unidades que, desplegadas sobre el terreno, luchan para sofocar cualquier fuego. Dicho de otro modo, el nuevo protocolo está pensado, entre otras cosas, para impedir que cualquier brigada de bomberos quede incomunicada (aislada o desasistida) mientras ejecuta la arriesgada y penosa labor de luchar contra las llamas.

Una concreción práctica del nuevo protocolo la encontramos, por ejemplo, en el SISCOM (Sistema de Comandament de Bombers -Sistema de Mando de Bomberos), estrenado este verano por la Generalitat de Catalunya, y que viene a paliar déficits recientes, de amarga memoria por cuanto segaron las vidas de varios bomberos en Horta de Sant Joan (Tarragona), en 2009.

Consideramos un avance importante la creación de este Protocolo, cuya eficacia dependerá de su correcta aplicación, cosa no siempre fácil en medio de una emergencia (brigadistas muertos en Pontevedra, este verano). ¡Es preceptivo contar con una vía de escape en cualquier incendio! Los gestores de efectivos forestales tendrán que pulir muchos otros aspectos, como la temporalidad o la insuficiente formación de parte del personal, junto con el desarrollo de interminables jornadas de trabajo. De todos modos, hay más maneras de combatir el fuego. Muchos recordarán el slogan institucional de “Todos contra el fuego”. Esa es la clave: movilizar a la sociedad en contra de un siniestro que podemos evitar.

La estadística revela que detrás del 95% de los incendios forestales está la mano del hombre. La actuación preventiva, en este caso, pasa por la formación y la sensibilización para crear una cultura contra el fuego. Ello acompañado, naturalmente, del endurecimiento de las penas impuestas a los pirómanos, auténticos enemigos públicos.

Por otra parte, no debemos confiar excesivamente en la climatología –y menos en la providencia. El bosque es un ente vivo que debe ordenarse y gestionarse. El manejo forestal y silvícola le resta combustible. En cambio, la suciedad y la maleza aumentan la posibilidad de inicio y propagación del fuego.

Aunque las competencias en materia de lucha contra incendios están transferidas a las CCAA, al gobierno de la nación le compete coordinar las actuaciones –especialmente, en grandes siniestros. En este sentido, el ciudadano reclama una planificación estatal mejor coordinada, ya que el fuego no entiende de límites político-administrativos. También se impone que las distintas administraciones (central, autonómica y local) trabajen en la prevención del fuego con una mentalidad pro-activa, y no reactiva, como viene siendo hasta la fecha.

Si la sociedad se implica en la lucha contra el fuego, el slogan “Todos contra el fuego” dejará de ser una simple declaración de intenciones. Reduciremos el número de siniestros, la envergadura de los que sean inevitables y el goteo de víctimas laborales. Sólo tenemos que ampliar nuestra escasa cultura preventiva y consolidar como hábito ciudadano el “Todos contra el fuego”, porque, cuando un bosque arde, algo nuestro se quema, y todos somos perdedores.
 
© Manuel Domene Cintas

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