Con un enfoque
diferente al de Calderón de la Barca, podemos asumir la sentencia de que “la
vida es sueño” o, precisando aún más, decir que la calidad de vida depende de
la calidad del sueño. Y así podemos inferir otros razonamientos en el campo
laboral: ¿Depende la seguridad de la calidad del sueño? Rotundamente, sí. De
hecho, existe una relación inversamente proporcional. Es decir, a menor calidad
del sueño, mayor probabilidad de que se produzcan accidentes. Así pues,
conviene que el mundo de la prevención sea consciente de la importancia que
tiene el sueño, que ha sido declarado ‘problema de Estado’ en países de nuestro
entorno. Y es que la vida es sueño e, indiscutiblemente, ¡el sueño es vida! De ahí que celebremos el Día Mundial del Sueño.
La mala calidad del sueño se perfila como un riesgo emergente en el ámbito preventivo. Prueba evidente de la gravedad del problema –que ha llevado a algunos países a ir tomando iniciativas- es que se haya instituido el 19 de marzo como el “Día mundial del Sueño”, que aboga por el sueño de calidad para “vivir plenamente despierto”.
La catalepsia es un ataque repentino e incontrolable de sueño, que puede ir acompañado de cataplejia (pérdida del tono muscular)La literatura médica documenta más de ochenta patologías del sueño, entre las que son prevalentes trastornos como el insomnio, apnea del sueño, turnos de trabajo rotatorios, síndrome de piernas inquietas, etc). En España, donde aproximadamente un 10% de la población sufre de insomnio crónico, y un porcentaje similar necesita medicación para dormir, se constata un incremento progresivo de los trastornos del sueño entre la población, trastornos que pueden derivarse de otros desórdenes (como la obesidad) y que producen manifestaciones como la apnea del sueño, que afectaría a un 6% de la población.
El Día Mundial del Sueño se instituye para recordarnos la importancia
que tiene el sueño en la vida del ser humano. Simultáneamente, es una llamada
de atención a la sociedad sobre los asuntos pendientes en este campo y que
incluyen aspectos sanitarios, educación para la salud y seguridad vial. El Día
Mundial del Sueño, organizado por la World Association of Sleep Medicine, está
promovido en España por la Sociedad Española del Sueño.
El sueño (problema de ir mal dormido) no tiene una solución mecánica
como la que podría administrar un EPI (imaginemos que existiera un casco, o
algo más sutil: un parche para adherir a la piel, susceptibles de inhibir la
somnolencia ¡Sin drogas, ni efectos indeseables!). Lamentable –o
afortunadamente-, hoy el sueño no se puede combatir con el uso de los EPI. La
manera más natural de combatirlo es durmiendo bien las preceptivas 8 horas de
nuestro periodo de descanso.
¿Qué es el sueño?
El sueño es una actividad fisiológica agradable y reparadora. Las
alteraciones del sueño, que se manifiestan en exceso o defecto, afectan
negativamente a diversas funciones fisiológicas y psicológicas, lo que tiene
consecuencias para el organismo. Así, la falta de descanso cursa, en el ámbito
físico, con manifestaciones como el cansancio; en el ámbito emocional, con
marcados cuadros de irritabilidad o irascibilidad; y en el ámbito psicológico
con estados de dispersión mental y falta de concentración. Mayoritariamente,
los trastornos del sueño aparecen en cuadros de morbilidad general, riesgo
cardiovascular o diabetes. Por otra parte, la somnolencia excesiva es uno de
los factores principales de accidentalidad y está vinculada a uno de cada
cuatro siniestros en carretera.
Jorge Iriarte, investigador del Centro de Investigación Médica Aplicada
(CIMA) y neuro-fisiólogo de la Clínica Universitaria de Navarra, apunta que
“dormir es un proceso fisiológico necesario para el ser humano. No sabemos por
qué ni para qué dormimos, pero sí sabemos las consecuencias de dormir poco o
mal. Aunque no sepamos cómo, sabemos sus efectos: dormir es descansar,
recuperar. Una de las torturas en campos de concentración era imposibilitar el
sueño. De hecho, se ha demostrado que algunos animales mueren tras varios días
sin dormir”.
El dormir es algo cíclico, que no siempre conseguimos. Dormir mal no
mata pero sí deteriora las condiciones de vida en todas las edades. Influyen
los factores psicológicos, físicos y ambientales. Las píldoras para el insomnio
sólo atacan el síntoma, pero no la causa. La terapia pasa por descubrir la
causa o causas y seguir pautas de conducta durante el día: organizar los
horarios de comida con regularidad, evitar el café y las bebidas excitantes a
partir de media tarde, hacer ejercicio físico ligero diariamente, pero no
inmediatamente antes de acostarse. Evitar cenas copiosas o la ingesta de
alcohol, dejando un intervalo de tiempo antes de acostarse. Evitar alimentos
susceptibles de provocar ardor gástrico o excesiva diuresis, que pueden obligar
a levantarse durante la noche. Es conveniente meterse en la cama sólo cuando
empecemos a sentir sueño, no habrá en la habitación luz o ruido, estando ésta a
temperatura moderada (ni frío ni calor). La estabilidad horaria (acostarse y
levantarse a la misma hora) favorece el sueño.
En caso de insomnio, la auto-medicación es un grave error: como
cualquier otra anomalía funcional, el trastorno del sueño requiere un
diagnóstico para hallar la causa e instaurar el mejor tratamiento posible.
Combatir los síntomas no supone acabar con el problema.
Por experiencia, sabemos que no todo el sueño es bueno. Durante el sueño
nocturno (normal) alternamos dos estadios diferentes, que se conocen como sueño
REM (abreviatura de ‘Rapid Eyes Movements’ – ‘Movimientos Rápidos de los Ojos’)
y sueño no-REM (NREM), en ciclos de 90 a 120 minutos. Así, una noche normal
consta de 4-5 ciclos, progresando el sueño ordenadamente desde la vigilia, a
través de las cuatro etapas del sueño NREM, hasta el inicio del primer periodo
REM.
Las fases del sueño NREM, que representa las dos terceras partes de todo
el sueño son:
-Estadio 1 (5%). Sueño superficial o de adormecimiento. La actividad
cerebral disminuye y los ojos se mueven lentamente, disminuyendo la frecuencia
cardíaca y respiratoria. No obstante, es fácil despertar.
-Estadio 2 (50%). Sueño ligero, sin movimientos oculares y
enlentecimiento de la frecuencia cardíaca.
-Estadio 3 y 4. Corresponden al sueño profundo y se caracterizan por
frecuencias cardíaca y respiratoria muy lentas. Ausencia de sueños.
El sueño REM tiene su primer episodio a los 60-90 minutos del sueño.
Durante este estado fisiológico el cerebro se activa eléctricamente con
frecuencias similares al estado de vigilia, aumenta el flujo sanguíneo
cerebral, el metabolismo y los movimientos de los ojos. Aparecen los sueños,
que pueden ser muy vívidos y extraños.
Insomnio
De todos los desórdenes que afectan al sueño, el insomnio es el más
común, además de ser complejo y difícil de tratar. Los expertos (clínicas del
sueño) distinguen entre la dificultad para quedarse dormido, o conciliar el
sueño y la dificultad para permanecer dormido. Las causas son diversas,
destacando entre las más frecuentes:
-Conflictos emocionales como la ansiedad y la depresión.
-Conflictos emocionales como la ansiedad y la depresión.
-El repaso mental de los sucesos del día, o la preocupación acerca de lo
que deberemos afrontar al día siguiente.
-Cuestiones fisiológicas como dolores corporales, hambre, frío, calor,
tos,… cualquier situación que provoque incomodidad y que impedirá la
conciliación del sueño o provocará una vigilia anticipada (y no deseada). En
ocasiones, es el mismo temor al insomnio el que provoca la situación.
Ya hemos dicho que el uso de medicamentos de forma permanente no es la
respuesta al insomnio. Además, las drogas y sedantes también pueden ser causa
de insomnio. Y la droga más comúnmente usada –y la que más contribuye al
insomnio- es la cafeína.
Las personas que sufren de insomnio en forma constante o frecuente,
deben hacerse un examen médico completo, incluyendo una evaluación
psiquiátrica, pues la mayor parte de los casos de insomnio se debe a factores
psiquiátricos y psicológicos.
El trabajo también es causa de insomnio o, como titulaba un diario, “el
trabajo quita el sueño a los españoles”. Se estima que hasta un 75% de la
población activa duerme mal o descansa menos horas de las necesarias. Las
jornadas de trabajo rígidas y prolongadas nos llevan a recortar las horas de
sueño para poder dedicarlas a otros menesteres (ocio, familia, tareas
domésticas). Según la Sociedad Española del Sueño (SES), más de la mitad de la
población activa duerme menos de siete horas, cuando se debería dedicar un
tercio del día a descansar. Otro 25% sufre trastornos del sueño.
Las consecuencias se acaban reflejando en la salud. “Una hora de sueño
menos al día, -señala la SES- disminuye el rendimiento cognitivo, la
memorización, el control de las emociones y causa alteraciones metabólicas,
diabetes, obesidad y riesgo cardiovascular. En los niños y adolescentes se
traduce en un déficit de rendimiento escolar”.
Y, además de restarnos horas de sueño, el trabajo también nos quita el
sueño debido a los múltiples conflictos que acarrea en sí mismo: estrés,
sobrecarga, o miedo a perderlo en una coyuntura, como la actual, de crisis
económica.
El uso de drogas no ataca las causas de los trastornos del sueño, sino los síntomas. Debe evitarse la auto-medicación y acudir a un especialistaAl hablar del insomnio habría que referirse a una modalidad que, por fortuna, sólo afecta en España a 40 pacientes, aunque no se descarta la existencia de casos aislados no diagnosticados o con diagnóstico erróneo. Nos referimos al Insomnio Letal Familiar. Se trata de una enfermedad rara (afecta a muy pocas personas), producida por una mutación genética. Es un síndrome tan extraño que sólo hay 97 casos documentados en todo el mundo. De los 40 casos registrados en España, el 50% están localizados en el sur de Euskadi, donde la enfermedad viene transmitiéndose de padres a hijos desde el siglo XVII. Alucinaciones, visión doble, atrofia en las piernas, temblores, taquicardias, depresión profunda y pérdida de memoria son algunos de los síntomas que experimentan los enfermos de insomnio letal familiar. Durante siglos, los síntomas fueron confundidos con trastornos mentales. A raíz de la epidemia de las “vacas locas” se pudo comprobar la existencia del mismo gen en ambas patologías. Las autopsias revelaron alteraciones cerebrales similares en enfermos del mal de las vacas locas y enfermos del insomnio letal familiar. Como su nombre indica, el ILF acaba provocando la muerte por degeneración neurológica. Esta enfermedad se presenta entre los 50 y 60 años, de un día para otro los síntomas son devastadores. La persona no puede dormir, logra un estado de letargo que no permite descanso. El enfermo llega a un estado de agotamiento donde pierde la homeostasis (equilibrio interno), no puede hablar, ni caminar. Pero su mente es capaz de pensar y darse cuenta de lo que pasa a su alrededor. Después de ocho meses, la fase final del insomnio lleva a un coma profundo y sin retorno.
Nos hemos referido a este síndrome para ilustrar la gravedad de la privación
del sueño, hecho conocido y que se ha utilizado como instrumento de tortura en
la historia reciente.
La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica declaró 2006 año
de la Apnea del Sueño con el fin de dar a conocer esta patología a la población
general y mejorar su conocimiento en el colectivo sanitario. Se considera que
en España hay entre 1.200.000 y 2.150.000 portadores de un síndrome relevante
de apnea del sueño (SAS). Actualmente estarían diagnosticados y tratados entre
el 5 y el 9% de esta población.
El SAS consiste en la aparición de episodios repetidos de pausas
respiratorias (apneas) como consecuencia del colapso de la vía aérea superior
durante el sueño. Este síndrome produce un aumento en la tensión arterial y,
por tanto, favorece la aparición de arteriosclerosis, accidentes
cerebro-vasculares, infarto de miocardio y empeoramiento de la función
cardiaca. La calidad de vida de los pacientes con SAS puede verse muy afectada
por la somnolencia que les puede llegar a incapacitar para la vida laboral y
social. Asimismo, los pacientes con síndrome de apnea del sueño tienen un
riesgo de siniestralidad en accidentes laborales y de tráfico superior a la
población general (hasta 6 veces más que las personas sin SAS, proporción que
sube hasta 10 veces más si se asocia con la ingesta de alcohol).
La apnea (pausas anormales de la respiración) es uno de los trastornos del sueño más frecuentes que interfiere con el descanso reparadorEl perfil clínico clásico del paciente con apnea del sueño es el de un varón obeso, de edad media que ronca intensamente y se duerme con frecuencia durante el día, incluso conduciendo. En las mujeres se da con mayor frecuencia en la menopausia y el síntoma más relevante es la astenia.
Los médicos de familia juegan un papel fundamental en el manejo, cuidado
y seguimiento de estos pacientes, puesto que es a quien primero acuden. Por
ello, deben conocer bien las repercusiones la enfermedad y los criterios de
derivación al especialista.
SPI (Síndrome de
las Piernas Inquietas)
Más de cuatro millones de españoles sufren el Síndrome de Piernas
Inquietas, otra patología del sueño que impide a quienes la padecen dormir las
7-8 horas necesarias, siendo su media de sólo tres horas. La causa son las
molestias que sufren en las extremidades inferiores, que es lo que da el nombre
al síndrome.
El SPI es una enfermedad neurológica crónica que afectaría al 2-4% de la
población adulta española y se caracteriza por la aparición de pinchazos,
hormigueos, inquietud, dolor, tirantez, sensación de que algo estuviese
deslizándose sobre las piernas (insecto o animal pequeño), sensaciones
distérmicas (quemazón, frío), lo que provoca la necesidad imperiosa de moverlas
para aliviar momentáneamente las crisis.
Estas molestias suelen aparecer a última hora de la tarde o durante la
noche, lo que desencadena un estado de inquietud y gran dificultad para
conciliar el sueño, pudiendo dar lugar a situaciones de incapacidad temporal o
permanente del paciente. El deterioro del sueño reparador suele desencadenar
otras dolencias como son la depresión, la ansiedad, alteraciones cardiacas,
hipertensión arterial e insuficiencia renal.
La Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas (AESPI) advierte
que “el alto grado de desconocimiento social sobre esta enfermedad determina
que sólo el 5% de los pacientes esté diagnosticado. De ahí la importancia de
realizar un diagnóstico temprano y un tratamiento correcto que prevenga la
aparición o el agravamiento de esta enfermedad”.
Con independencia de la patología de base (frecuentemente genética y,
por tanto, hereditaria), el SPI es causante de insomnio o, en el mejor de los
casos, de un sueño interrumpido y poco reparador. Al respecto, AESPI señala que
“aproximadamente el 80% de las personas con SPI realizan movimientos periódicos
de las extremidades durante el sueño. Estas sacudidas se producen habitualmente
con una frecuencia de 20 a 30 segundos durante la noche, causando, por lo
general, continuas interrupciones del sueño.
Los síntomas del SPI afectan en gran medida a la calidad de vida de los
pacientes. La privación crónica del sueño provoca cansancio y disminución de la
capacidad de concentración durante el día. Esto influye enormemente, tanto en
la vida profesional como familiar de estas personas, así como en su estado de
ánimo”.
El síndrome de las piernas inquietas también se encuentra en la
literatura médica asociado al de Acatisia, cuyo significado literal es
incapacidad para estar quieto (inquietud motora). En este sentido, el SPI es
una forma de acatisia.
Narcolepsia
Como decían los clásicos, “virtus in medio” (lo mejor, el término
medio). El sueño puede convertirse en enfermedad ya sea por defecto (descanso
deficitario) como por exceso (somnolencia y, en el caso extremo, narcolepsia).
Entre los diferentes trastornos asociados al sueño, nada más peligroso en el
puesto de trabajo que la narcolepsia. Conocida también como epilepsia del
sueño, es un trastorno poco frecuente que se caracteriza por sus accesos de
somnolencia súbitos e irresistibles durante el día.
Las implicaciones laborales de los trastornos del sueño han involucrado
a las Mutuas en la lucha contra este desarreglo (que va camino de convertirse
en pandemia). Ibermutuamur, en su revista BIP, número 53, incluye en la sección
Tribunas Médicas, el artículo “Trastornos del sueño”. En el mismo se refiere
también a la narcolepsia y, pese a que esta patología afectaría sólo al 0,06%
de la población general, Ibermutuamur advierte que “es dos veces más común que
la Esclerosis Múltiple y sólo un 50% menos frecuente que la Enfermedad de
Parkinson). La enfermedad aparece en la adolescencia, entre los 15-30 años y,
una vez instaurada, tiene un curso no progresivo, pero incurable. Presenta un
factor genético (…). La sintomatología principal es la excesiva somnolencia
diurna (100% de los pacientes) en forma de ataques sueño, inesperados e
irresistibles, en situaciones de actividad, de duración variable (de minutos
hasta una hora), repetidos y con efecto reparador. El inicio suele ser gradual.
El 50% de los pacientes ha tenido episodios mientras conducía”.
·Cataplejia
La manifestación puede tener diferentes grados de severidad, siendo la
más grave la que conocemos como cataplejia. Ésta afectaría al 70% de los
pacientes narcolépticos. El artículo ya citado de la revista BIP explica que la
cataplejía (o cataplexia) “consiste en la pérdida súbita y reversible del tono
muscular, habitualmente parcial (musculatura de cara y cuello), de duración muy
breve (<1 min), desencadenada por una emoción intensa (risa, llanto, ira) y
sin compromiso de la consciencia ni de la respiración”.
Junto a la cataplejia, otras manifestaciones anormales del sueño REM
son, según nos recuerda BIP:
-“La parálisis del sueño (25% de los pacientes). Se caracteriza por una
súbita imposibilidad de realizar ningún movimiento en las transiciones entre el
sueño y la vigilia, estando totalmente consciente y despierto.
-Alucinaciones del sueño (30% de los pacientes). Corresponden con
terroríficas sensaciones visuales, auditivas o somáticas, muy vívidas y
simples, de pocos minutos de duración, que se presentan en la transición
sueño-vigilia o al despertar”.
La prueba diagnóstica de estos trastornos se hace mediante una
polisomnografía nocturna. Pero, imaginemos las complicaciones que supone en la
vida ordinaria esta enfermedad: ¿tratemos de imaginar cómo puede afrontar una
jornada de trabajo una persona que, de forma reiterada e inevitable, se queda
dormida?… (narcoléptica, catapléjica o cataléptica), ‘palabros’ que definen
esta patología.
Después de haber hecho un somero repaso de las patologías del sueño más
comunes, nos referiremos a la modificación de los ritmos biológicos del sueño,
que inducen trastornos de sueño y, según se presume, pueden ser agentes
catalizadores de otras dolencias. En este apartado influye notablemente el
estilo de vida de cada persona y, por motivos laborales, la causa de alteración
del sueño más frecuente es el trabajo durante la noche y el trabajo por turnos
(turnicidad).
Alteración del ritmo del sueño
En el sueño influyen las patologías, pero también los estilos de vida de
las personas y las formas de organización del trabajo. Veamos algunas conclusiones
al respecto:
·Trabajo nocturno
y cáncer
No es herejía científica ni aberración alarmista establecer vínculos causa-efecto entre trabajo nocturno y cáncer. Aunque la idea ha venido siendo rechazada, finalmente, la Agencia Internacional de Investigaciones de Cáncer (IARC), ha concluido que el trabajo nocturno y el trabajo en horarios irregulares (cambio de turnos) pueden catalogarse entre los agentes “probablemente cancerígenos”, equiparándolos a riesgos indiscutibles, de la misma naturaleza, como la radiación ultravioleta, o los gases y micro-partículas generados por los motores diesel. El problema tiene unas proporciones abrumadoras, ya que, actualmente, en torno al 20% de la población laboral de los países desarrollados trabajaría de noche.
No es herejía científica ni aberración alarmista establecer vínculos causa-efecto entre trabajo nocturno y cáncer. Aunque la idea ha venido siendo rechazada, finalmente, la Agencia Internacional de Investigaciones de Cáncer (IARC), ha concluido que el trabajo nocturno y el trabajo en horarios irregulares (cambio de turnos) pueden catalogarse entre los agentes “probablemente cancerígenos”, equiparándolos a riesgos indiscutibles, de la misma naturaleza, como la radiación ultravioleta, o los gases y micro-partículas generados por los motores diesel. El problema tiene unas proporciones abrumadoras, ya que, actualmente, en torno al 20% de la población laboral de los países desarrollados trabajaría de noche.
El primer antecedente conocido de esta hipótesis se remonta a 1987, cuando el epidemiólogo de cáncer, Richard Stevens, publicó una ponencia sugiriendo un vínculo entre la luz en la noche y el cáncer de mama. Según los científicos, el problema radica en que el trabajo nocturno interfiere con el reloj biológico del cuerpo humano. Precisamente, la melatonina, hormona que impide la creación de tumores, se produce normalmente durante la noche, por lo que interrumpir este proceso supone un debilitamiento de nuestro sistema inmunitario y de defensas. O, dicho de otro modo, cuanto más bajo es el nivel de dicha hormona, mayor posibilidad de desarrollar cáncer. A esta probabilidad hay que añadir otros riesgos, conductas de riesgo, exposiciones, etc. del sujeto.
Por supuesto, que detrás de un problema de salud suele haber un agregado
o cóctel de causas (incluyendo los factores personales del individuo), y que la
nocturnidad y el trabajo por turnos –que podríamos sintetizar en el neologismo
“nocturnicidad”- por sí solos deben tener un efecto cancerígeno moderado. Sin
embargo, existen evidencias para recelar, pues el cáncer de mama aumentó
repentinamente a comienzos de los años 30 del siglo pasado en las sociedades
industrializadas con la intensificación del trabajo nocturno. Más recientemente,
otros estudios han hallado que las mujeres que trabajan de noche son más
propensas al cáncer de seno, y que los animales que se someten a pruebas en las
que los períodos de luz y oscuridad se alteran artificialmente desarrollan más
tumores cancerosos y mueren más jóvenes.
Cada vez son más habituales las clínicas y las unidades de diagnosis que estudian los trastornos del sueño, problema muy generalizadoEn 2007, Schwartzbaum, Ahlbom y Feychting, publicaron el estudio “Cohort Study of Cancer Risk among Male and Female Shift Workers” (Estudio de cohorte del riesgo de cáncer en trabajadores y trabajadoras a turnos), que se suma a la hipótesis de que la melatonina, hormona que inhibe los cánceres inducidos de forma experimental, es suprimida por la exposición a luz durante la noche. De esta manera, los trabajadores nocturnos podrían estar expuestos a un riesgo mayor de desarrollar cáncer.
·Turnicidad
En la revista “Por Experiencia”, de ISTAS,
podemos leer que “bajos niveles de serotonina explican la fatiga y alteraciones del sueño
de los trabajadores a turnos”.
Comparando los niveles de serotonina de trabajadores de jornada diurna y
trabajadores con turnos rotativos, se ha demostrado (revista Sleep) que los
trabajadores a turnos tienen bajos niveles de serotonina, una sustancia
presente en nuestro sistema nervioso y que regula los patrones de sueño y
vigilia.
Vemos pues que interferir en la biología del sueño supone modificar la
bioquímica del organismo, creando déficits que pueden conducir a la aparición
de enfermedades.
Los riesgos del
déficit de sueño
Según la estadística, los españoles duermen una media ligeramente
superior a las 7 horas diarias, aunque casi un 40% considera que no ha
descansado lo suficiente cuando se levanta. Entre los peor dormidos se
encuentran canarios, catalanes y madrileños (tasa del 30% con problemas
relacionados con el sueño). Las comunidades con mayor calidad del sueño de la
población son Aragón y Galicia.
¿En qué nos afecta no dormir lo suficiente? Los investigadores aseguran
que un descanso insuficiente acarrea problemas de salud, problemas laborales, y
también sociales. Al dormir se segregan hormonas importantes como la del
crecimiento, o la de la saciedad. Así, quienes duermen menos tiempo del
requerido, producen menos hormona de la saciedad, por lo que no tienen el
estímulo que les indica que hay que dejar de comer, y comen más de lo necesario.
Ello produce un sobrepeso, aumentando la posibilidad de desarrollar
hipertensión arterial, o trastornos metabólicos como la diabetes.
Laboralmente, el trabajador que ha dormido mal carece de energía y
comete errores. El sueño nos brinda la posibilidad de consolidar la memoria. Es
un mecanismo parecido al de los ordenadores, que necesitan reiniciarse después
de instalar un programa. Junto con un menor rendimiento, hay también una mayor
probabilidad de tener un accidente. A finales de enero, en un reportaje acerca
de la “Nueva ciencia del sueño”, Time publicaba los últimos hallazgos en torno
a tan necesaria función. Entre éstos, que conducir con sueño equivale a tener
un nivel de alcoholemia de 0,08, una condición que se sanciona en el caso de la
alcoholemia, pero que no se detecta en su forma de somnolencia. Por si ello
fuera poco, dormir menos hará que el dolor de cabeza, la irritabilidad, la
neurosis, la depresión y el cansancio sean nuestros incómodos compañeros de
viaje.
Y lo importante, según nos recuerdan los especialistas, es que el sueño
solamente se compensa durmiendo. No debe suplirse la falta de sueño con
estimulantes o drogas, que deteriora más la calidad de vida. Sólo hay un
camino: dormir bien para vivir mejor (y también más).
Dormir, una
función vital imprescindible
“Necesitamos dormir no sólo para descansar, también dormimos para
recuperar funciones mentales, físicas, para fortalecer nuestro sistema
inmunológico. Si una persona no duerme bien va a estar fatigada, va a tener
problemas cognoscitivos, dificultades en la toma de decisiones, pensamientos,
lenguaje. Su estado de alerta duerme”, asegura Reyes Haro Valencia, director de
la Clínica de Trastorno del Sueño de la UNAM y presidente de la Sociedad
Mexicana del Sueño.
Hoy en día, los trastornos del sueño son un problema de salud pública.
Una de cada tres personas los padece y pueden causar incapacidad. Reyes Haro
advierte que en la era cibernética el 10% de los jóvenes tienen malos hábitos
de sueño por la vida social y el uso nocturno y exacerbado de las nuevas
tecnologías. Esto puede provocar el Síndrome de Fase Retrasada del Sueño u
otros trastornos crónicos que repercuten en su rendimiento escolar y aumentan
el riesgo de accidentes.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que
el adulto joven, en edad productiva, duerma como mínimo siete horas. En la
práctica, la mayor parte de la población duerme sólo entre cinco y seis horas.
La siesta, un
hábito cardio-saludable
El descanso tras el almuerzo es un hábito antiguo heredado de la cultura
grecolatina. Un reciente estudio epidemiológico realizado por médicos del
Liverpool John Moores University de Gran Bretaña, efectuado sobre una población
de más de 23.000 griegos que durmieron siesta durante varias semanas, demostró
que quienes descansaban de manera cotidiana después de la comida, tenían una
reducción del 37 por ciento de sufrir algún episodio cardíaco fatal.
“Un descanso de treinta minutos es altamente recomendable y está
demostrado que produce grandes beneficios en el organismo y en la psique
humana. Se reduce el riesgo de infarto y se elimina el estrés. La persona se
despierta renovada y fresca, apta para seguir enfrentando el resto del día con
las ideas renovadas y con una capacidad creativa y de razonamiento diferentes.
Después de una ligera siesta el rostro refleja luminosidad y frescura”, comenta
Juan Ernesto Zuviría, especialista chileno del Centro Médico del Sueño.
Sobre la siesta conviene observar lo siguiente:
-No debe durar más de treinta minutos para no entrar en un sueño
profundo y alterar el ritmo biológico.
-No es recomendable para personas que padecen insomnio o tienen
hipertensión.
-Resulta muy aconsejable para las personas que realizan trabajos de
fuerza e intensidad.
Sestear, costumbre
pan-europea
La siesta no es una costumbre típica de España (donde no siempre ha
gozado de buena reputación). Un estudio estadístico realizado en el continente europeo
revela que uno de cada cuatro alemanes duerme la siesta. La encuesta, efectuada
sobre una muestra de 19.000 personas, sorprendió al situarse Alemania en primer
lugar de los adeptos al descanso post-comida, por encima de Italia (16%), Gran
Bretaña (15%), España (9%) y Portugal (8%).
Se creía que la siesta era una consecuencia inevitable del proceso
digestivo, pero los científicos aseguran que el cerebro pide un tiempo de
descanso que se presenta cuando se inicia la tarde. La importancia de la siesta
radica en que supone un período de descanso que, sin ser profundo, permite una
desconexión de la conciencia antes de reanudar la actividad. Así, la práctica
de la siesta debe asumirse como otra rutina. Durante este descanso de
transición, la presión arterial disminuye (los cambios metabólicos que se
producen conllevan la reducción de la frecuencia de los latidos cardíacos y la
tensión arterial).
Los especialistas recomiendan ciertas pautas para que la siesta no sea
perjudicial. Debe evitarse dormir más de media hora de siesta y echarla después
de las cinco de la tarde, ya que puede perjudicar el ritmo biológico del sueño
y ocasionar insomnio, menos capacidad de concentración durante el día e,
incluso, favorecer accidentes de trabajo y de tráfico, según aseguran los
especialistas.
Los norteamericanos tampoco le hacen ascos a sestear. Los estudios
revelan que los estadunidenses no duermen lo suficiente, por lo que un tercio
de ellos aprovecha sus horas de trabajo para echarse una siesta. La Fundación
Nacional del Sueño, especializada en estudios sobre el sueño y los trastornos
asociados concluye que cerca de 70 millones de estadounidenses tienen problemas
relacionados con el sueño.
© Manuel Domene Cintas. Periodista
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