Sin duda, el enfoque de ‘hacer salud’ mientras se trabaja es ambicioso
y, por eso, supera al concepto de prevención de la siniestralidad. Ir a
trabajar –siempre que se trabaje en una organización saludable- puede
convertirse en una oportunidad para mejorar la salud del trabajador. Las buenas
prácticas que se están llevando a cabo en este campo por las empresas
saludables del siglo XXI incluyen programas de prevención de las lesiones
músculo-esqueléticas, salud cardiovascular, dolor de espalda, actividad física
e higiene postural, rehabilitación, alimentación saludable, deshabituación
tabáquica, alcohólica y de drogas y sustancias, programas de ejercicio físico
regular.
Las empresas saludables también promueven iniciativas como el “Taller de Felicidad” para atender
problemas psicosociales y evitar su somatización; o promueven la máxima clásica
del ‘mens sana in corpore sano’, conocedoras
de que un empleado sano y con hábitos saludables es una persona que goza de
bienestar y, por añadidura, es un empleado que aporta valor a la compañía.
La inversión empresarial en la salud de la plantilla produce retornos
importantes no sólo para la compañía, también para el PIB del país. Algunas estimaciones
apuntan que con la reducción del absentismo por baja laboral, la productividad
puede crecer hasta en un 52%. Entre trabajadores que practican ejercicio físico
moderado, pero regular, las bajas laborales caen hasta en un 32%, mientras que
los costes médicos se abaratan un 50%. A esto hay que añadir la reducción de
otros costes indirectos.
Hábitos nocivos al margen, el mayor riesgo entre los trabajadores es la
falta de ejercicio físico, lo que provoca una falta de fuerza y la consiguiente
inadaptación del sistema muscular. Cuando el trabajador con baja forma física
se enfrenta a solicitaciones que superan a su sistema muscular se producen los
sobreesfuerzos, que suelen conducir a la aparición de trastornos ergonómicos o
lesiones musculo-esqueléticas. Los trabajadores sedentarios tienen una tasa de
absentismo un 18% superior a la de los activos. Así pues, resulta obvia la
relación causa-efecto entre la falta de condición física en el trabajo y las
lesiones, que ocasionan bajas y, por consiguiente, disminución de la
productividad.
En el contexto laboral actual de nuestro país, el fomento de la salud en
el trabajo es algo más que cumplir simplemente los requisitos legales en
materia de salud y seguridad. Los empresarios pueden ayudar activamente a sus empleados
a mejorar su estado de salud general y su bienestar con sencillos programas. Las
herramientas las sirve el marco legal a través del derecho de participación,
formación e información que tienen los trabajadores. Las empresas saludables
con planes de PSLT son más rentables, además de gozar de un clima laboral
distendido, porque invierten en bienes intangibles llamados bienestar y
felicidad. La empresa saludable genera riqueza en un entorno más ‘feliz’.
© Manuel Domene Cintas. Periodista. Gaceta de la Protección Laboral (www.proteccion-laboral.com)
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