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jueves, 7 de febrero de 2019

Médicos a pesar de todo



¿Hacia dónde va el mundo del trabajo? El destino final no lo conocemos. Lo que sí podemos contestar es que la tendencia del trabajo es hacia la precarización, y los médicos no escapan a tal circunstancia. “El médico a palos”, comedia de Molière (Le médecin malgré lui), pudiera parecer un anticipo premonitorio de la suerte de este colectivo, necesario para la sociedad, pero infravalorado (cuando no apaleado). Los médicos no paran de protestar y denunciar su situación, que les perjudica a ellos como trabajadores, y al resto de la sociedad como usuarios de los servicios de salud.

Si el personaje de Molière fue médico a su pesar, los galenos de hoy día son médicos a pesar de todo, lo que habla de vocación, algo que no tenía el médico de la ficción. Solo por vocación se puede cursar una carrera larga, que exige mucho sacrificio y entrega, y que ofrece a quienes la completan con éxito incertidumbre, infra-empleo, precariedad, estrés y exposición a las explosiones de violencia de algunos usuarios. Y, lejos de serlo a su pesar, estos profesionales aman lo que hacen y, en su inmensa mayoría, no entienden la vida sin ejercer la medicina. 
Veamos algunas de las cruces de la profesión médica en tanto que trabajadores a través de la problemática de los médicos (y personal sanitario en general) de los servicios de urgencias (intra y extra-hospitalarias), esa primera línea de trato con el usuario, que a veces es como un frente donde se libran ‘batallas’ a diario.

Estrés postraumático entre trabajadores de urgencias
Uno de los riesgos psicosociales de los trabajadores de servicios de urgencias es el de la agresión física o verbal (normalmente protagonizada por pacientes o familiares). Dichas agresiones dejan un rosario de secuelas. Un estudio –pionero- conducido por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), y con el foco puesto en los profesionales de urgencias extra-hospitalarias, ha revelado que el 89% de los trabajadores del SUMMA 112 (Madrid) que habían sufrido agresiones presentó síntomas de estrés postraumático con posterioridad.
La muestra del estudio abarcó a los profesionales que intervienen fuera de los hospitales, como son los domicilios, la vía urbana y los Servicios de Urgencias de Atención Primaria. Contempló 358 casos (médicos, enfermeros y técnicos) que refirieron haber experimentado alguna agresión a lo largo de su vida profesional. La mayoría tenía un contrato de trabajo estable y una media de experiencia de 18 años. El 63,7% eran hombres, el 36,3%, mujeres y la media de edad era de 44 años.

Convivir con el insulto
Según el estudio de la UCM, el 34,5% de las víctimas había sufrido algún tipo de agresión física, y el 76,2% había sido objeto de insultos o calumnias. “Este hecho se considera como un aspecto más de su trabajo”, admite Mónica Bernaldo de Quirós, investigadora y profesora de la Facultad de Psicología de la UCM. Los autores del trabajo alertan de que la mayor parte de las agresiones no son denunciadas por no ser consideradas graves, al tiempo que advierten de que “la atención psicológica a los profesionales es prácticamente inexistente”.
Es obvio que un trabajo en semejantes circunstancias no es saludable. “Las amenazas, insultos y comportamientos desafiantes –corrobora el estudio- fueron las que más angustia originaron, constatándose en un 85% de los casos”. El desarrollo de un trastorno de estrés postraumático parecía estar relacionado con la percepción de severidad de la agresión. El estudio no identificó ningún perfil que se asocie a un mayor riesgo de padecer la patología. 
El 76,2% del personal sanitario agredido ha sido objeto de insultos o calumnias, un hecho que se considera como un aspecto más de su trabajo
 A vueltas con el conflicto
Pese a no ser agresiones graves, son situaciones habituales –y hasta reiterativas- para estos trabajadores, susceptibles de desarrollar cuadros de estrés postraumático. La Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) considera que el mismo se origina “tras haber sufrido u observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, violación, asalto, secuestro, accidente, etc.), en el que está en juego la vida de las personas. Las imágenes de la situación traumática vuelven a re-experimentarse una y otra vez (flashback), en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo, imaginándolo con todo lujo de detalles, acompañado de intensas reacciones de ansiedad (preocupación, miedo intenso, falta de control, alta activación fisiológica, evitación de situaciones relacionadas, etc.)”.
El daño se intensifica cuando la víctima no puede pasar página y cerrar el suceso lesivo. Al respecto, SEAS advierte que “las imágenes y las sensaciones pueden volverse intrusivas (vuelven una y otra vez a la mente, produciendo malestar), especialmente si se pretende evitarlas”.
De producirse las situaciones descritas, la calidad de la vida laboral de las víctimas se derrumba, pudiendo abrir la puerta a situaciones diversas de estrés, alteración de la conducta, psicosis y desequilibrios mentales. Según SEAS, “se produce un estado emocional en el que predominan la ansiedad, la culpa, la ira, la rabia, la hostilidad, a veces la vergüenza, y con mucha frecuencia la tristeza e incluso la depresión. Este estado emocional produce un fuerte malestar psicológico, alta activación fisiológica y problemas de conducta a la hora de re-adaptarse a las distintas facetas de la vida cotidiana”.
Como corolario, basta apuntar que el colectivo de profesionales de la sanidad –encargado de velar por la salud de los usuarios- se ve abocado a situaciones en que hace abstracción de su propia salud. Lo vemos en el riesgo de las agresiones, la exposición al contagio a partir de los pacientes, las infrahumanas y anti-ergonómicas jornadas de guardia, etc. No es de recibo, porque el derecho que asiste a todo trabajador es el de no perder su salud a causa del trabajo que desempeña como medio de vida.

En España tenemos 4 políticos por cada médico, lo que condiciona la calidad del servicio asistencial. ¿Por dónde recortarías tú?

miércoles, 6 de febrero de 2019

“He tenido que aprender a vivir de nuevo”

Conviene empezar el año con prudencia redoblada y la lección de entereza de un electricista que ha quedado lisiado para el resto de su vida tras sufrir amputaciones fatales por una descarga de 15.000 voltios. Este breve post se hace eco de sus sobrecogedoras manifestaciones.



Antonio, el protagonista del suceso trabajaba en la instalación del tendido de alta tensión en Santaella (Córdoba). El encargado de la obra le ordenó que subiera a una de los torres y que “cerrara un puente” (conectar el cableado). Antonio creía que su encargado había supervisado que la torre no estuviera bajo tensión (era una línea que sustituía a otra vieja), pero no fue así. Por eso, cuando tocó el cable, un fuerte latigazo le recorrió todo el cuerpo, quedó colgado del arnés y perdió el conocimiento. Un helicóptero de emergencias lo trasladó al centro sanitario Virgen del Rocío de Sevilla. “Desperté en el hospital –dice Antonio. Fue entonces cuando noté que no tenía los dos brazos, ni la pierna derecha. Nadie me lo dijo. Me di cuenta yo. Lo único que se me pasó por la cabeza es que estaba vivo y que si un atleta puede correr, yo también podré”.
Antonio ha pasado 26 días en la UCI, 15 en una planta de hospital y 249 en el Hospital Universitario Jiménez Díaz (Madrid), para ponerle las prótesis y hacer rehabilitación. “La empresa en la que trabajaba no me ha ayudado en casi nada. Solo uno de los jefes me llamó para preguntarme cómo me encontraba. Es increíble como en una milésima de segundo te puede cambiar la vida”, reflexiona el joven. “He tenido que aprender a vivir de nuevo”, asegura. Un juzgado de Montilla (Córdoba), que investiga si se produjo neligencia por parte de la empresa, está a la espera del acta de la Inspección de Trabajo. 
En la proximidad de líneas eléctricas se producen accidentes que pueden afectar a empleados de las compañías eléctricas como a empresas de construcción o instaladoras
Posibles consecuencias de un accidente eléctrico
Grosso modo, el choque eléctrico se da en condiciones de diferencia de potencial, cierre del circuito, contacto con material conductor; ello ocasiona lo que conocemos por accidente eléctrico, que puede ser por contacto y por arco eléctrico. Las consecuencias pueden ser:
-Fibrilación ventricular. Es la más temida, por cuanto constituye la principal causa de muerte por trastorno o arritmia de la frecuencia cardíaca de la víctima.
-Asfixia. Si la corriente atraviesa el tórax puede impedir la contracción de los músculos del sistema respiratorio, ocasionando un paro del mismo.
-Tetanización muscular. Es una contracción incontrolada de los músculos como consecuencia del paso de corriente, que anula la capacidad de control muscular e impide, en ocasiones, a la persona separarse del punto de contacto.
-Quemaduras. Se producen por la energía que libera el paso de la corriente (Efecto Joule). Las de peor pronóstico son las que afectan a órganos internos, y cuya gravedad depende del órgano afectado.
-Fallo renal. Sobreviene por los efectos tóxicos de las quemaduras, que paralizan la acción metabólica de los riñones.
-Embolia. Es la consecuencia del efecto electrolítico en la sangre.
El alcance de los daños a la salud viene determinado por factores como la intensidad de la corriente (amperaje), la duración del contacto eléctrico, la impedancia (resistencia) del cuerpo humano (variable según la humedad de la piel, la superficie y la presión de contacto), el recorrido de la corriente a través del cuerpo, la tensión (voltaje) y la frecuencia de la corriente.
La deflagración del arco eléctrico tiene un elevado potencial destructivo (ver ensayos 'Arc-man', de DuPont, en el enlace previo). Cuando se produce este accidente eléctrico, la suerte del trabajador es directamente proporcional a la calidad –y correcto mantenimiento- de su equipo de protección.

No hay segundas oportunidades
Huelga insistir en la importancia de evitar la descarga eléctrica sobre el cuerpo humano. Cuando la fatalidad ocurre, los rescatadores deben proporcionar los primeros auxilios, cuya regla de oro, antes de atender a la víctima, es cortar el fluido eléctrico.
El plan de trabajo y su preparación evitarán males mayores. La preparación del trabajo implica determinar la viabilidad del mismo, tras lo cual se han de adoptar las medidas de seguridad necesarias para reducir al mínimo posible tanto el número de elementos en tensión como las zonas de peligro de los elementos que continúen en tensión mediante la colocación de pantallas, barreras o protectores aislantes. En el caso de trabajos cerca de elementos en tensión, particularmente si tienen lugar fuera del centro de trabajo, el empresario ha de asegurarse que los trabajadores tienen conocimientos que les permiten identificar las instalaciones eléctricas, detectar los posibles riesgos y actuar en consecuencia.