domingo, 31 de diciembre de 2017

La motivación, ¿cuestión de hábitos?

En un reciente editorial, titulado “Nada es más fácil que estar triste”, decíamos que acostumbramos a vincular nuestro bienestar psíquico (tono, autonomía, perspectiva… motivación) con circunstancias ajenas a nosotros mismos. Defendíamos la hipótesis de que nuestro estado mental (por llamarle de algún modo) no habría de depender fundamentalmente del entorno, sino de la persona y de la movilización de sus propios recursos, de la actitud pro-activa; porque la pereza –o la demora en la acción- conducen casi invariablemente a la tristeza/desmotivación.



Hoy ratificamos esa hipótesis de que querer es poder (con independencia del entorno), aunque la matizaremos. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es que para estar motivado hay que esforzarse, y hay hábitos que nos ayudarán en la tarea.

Precursores de la motivación
Corren por internet listas de hábitos (12, hasta 19) que adornarían a las personas motivadas. Como esa literatura desprende un tufo de psicología casera y bricolaje emocional para adeptos de la auto-ayuda, sólo reescribiremos brevemente esos buenos hábitos. Cualquier persona que poseyera los 19 hábitos tendría una motivación a toda prueba, sobrenatural y sobre-humana, algo que es tan irreal como utópico. De todos modos, si queremos ser personas motivadas deberemos potenciar actitudes como las que se citan:
-Convicción. Para hacer algo, primero hemos de creérnoslo y desearlo nosotros mismos.
-No juzgar. Se aprende de los aciertos/errores ajenos, pero no se someten a escrutinio.
-Humildad. Reconocer los errores (Errare humanum est) y rectificar es de sabios (Sapientes est mutare consilium).
-Perspectiva. Tomar distancia con el trabajo para valorar con mayor objetividad los errores y los aciertos.
-Autenticidad. Valorar las opiniones ajenas sin dejar de ser fiel a uno mismo y a los principios propios.
-Confianza en las propias fuerzas. Hay que salir de la zona de confort para perseguir la meta anhelada; sólo arriesgando podemos ganar.
-Aprendizaje permanente. Cada día podemos enriquecer el conocimiento y ser más eficaces a posteriori gracias al bagaje de experiencias.
-Metas claras. Conviene tener muy definidos los objetivos a medio-largo plazo.
-Sin desaliento. Los tropezones del camino son una gran escuela de mejora, no un motivo para abandonar.
-Auto-crítica. Saber reconocer los errores propios y no culpabilizar a otros ni buscar chivos expiatorios.
-Tiempo de calidad. Conciliar tiempo de trabajo y tiempo de ocio para mejorar la atención personal y las relaciones sociales/familiares.
-Relaciones selectas. La motivación se aprende / imita / ‘contagia’ por el contacto con otros motivados, que actuarán como motivadores. 
Las dolencias más frecuentes en personas sumidas en la negatividad/desmotivación suelen ser las mismas que se derivan del estrés
 La lista de hábitos de las personas extraordinariamente motivadas –máquinas inverosímiles del crecimiento personal y la ambición sin límites- se completa con: reflexión sobre los verdaderos anhelos y aspiraciones, utilización de la fisiología de manera poderosa, empleo de un lenguaje positivo e inspirador, creación de visualizaciones atractivas de los sueños, voluntad de crear impacto positivo, utilización de la gratificación retardada como estímulo, mantenimiento diario de las rutinas de éxito…

Trabajar desmotivado
Trabajar desmotivado perjudica la salud. Las emociones (actitud), son determinantes. Incluso con trabajos que no gustan, la clave no está en el trabajo, sino en la actitud del trabajador. Un empleo que no aporta felicidad al trabajador se convierte en una fuente indeseable de emociones negativas que, mantenidas en el tiempo, generan desórdenes emocionales y, como consecuencia, una drástica merma del sistema inmune. Un estado emocional negativo producido por el ámbito laboral, teniendo en cuenta la cantidad de horas y días que pasamos en el trabajo, puede ser un potenciador de enfermedades psicosomáticas o de otra índole. Las dolencias más frecuentes en personas sumidas en la negatividad/desmotivación suelen ser las mismas que se derivan del estrés. La falta de motivación también afecta al sistema muscular, pudiendo somatizarse en forma de migrañas y cefaleas tensionales, así como problemas dermatológicos.

El talón de Aquiles
La motivación depende de factores internos –lista ya citada-, pero está sujeta a multitud de factores aleatorios. Simplemente la astenia (fatiga) provoca que el magnífico edificio de la motivación tenga los pies de barro y acabe por venirse abajo. Y la astenia es un mal de muchos españoles. El 73% la padece por dormir poco y trabajar mucho, según concluyó el Estudio Vtytal (vida laboral, familiar y social), conducido por la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
La falta de vitalidad y energía (astenia) tiene un largo recorrido que pasa por el burn-out (estar quemado) y la desmotivación. Agotamiento psíquico, fatiga emocional, desgaste personal, frustración de las expectativas, contradicción entre la realidad y el deseo, ruptura del equilibrio psicológico... Este vendría a ser un posible cuadro “clínico” del trabajador “quemado”, antítesis del trabajador motivado.

Un reciente estudio (Steelcase) asegura que los españoles estamos a la cabeza de los trabajadores desmotivados en el mundo, por detrás de los franceses. Parece obvio, pues, que la motivación, siendo una cuestión de hábitos, tiene unas condiciones necesarias para poder desarrollarse, condiciones que, muchas veces, escapan a nuestro control.

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