Organismos solventes informan de un crecimiento sostenido en el consumo de sustancias dopantes, por razones no médicas, como potenciadores de la capacidad mental. El hábito se expande y normaliza entre estudiantes y ciertos grupos de trabajadores. En el contexto de una sociedad y entorno laboral más competitivos se prevé que el uso de estas ayudas químicas va a seguir creciendo, mientras sus efectos a largo plazo continúan siendo desconocidos.
Los consumidores obtienen estas drogas por medios irregulares. El marketing y la disponibilidad de tales productos en internet ha cambiado la cultura de adquisición y consumo de sustancias: la apariencia de seguridad es frecuentemente una ficción que solo consigue evitar el estigma del sórdido trapicheo callejero de sustancias.
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