El manejo de máquinas
entraña riesgos, y el vehículo privado es una máquina más. El
desplazamiento se ha convertido en
un elemento indispensable en el entorno
laboral y, hoy por hoy, el transporte
por carretera con vehículo es uno de los medios más utilizados. La realidad
cambiante, no sólo en las ciudades sino en todo el territorio, con unos núcleos
urbanos diseñados para el peatón y la velocidad reducida, y con una actividad industrial que se deslocaliza
progresivamente lejos de estos centros de población, impacta de lleno en
los desplazamientos de los trabajadores.
La seguridad del trabajador en los desplazamientos trasciende el área de lo
privado para devenir un asunto de alcance social.
Estamos ante un problema
importante: el 36% de los accidentes de tráfico con víctimas son por
motivos laborales. El 15% de los accidentes laborales son debidos al tráfico, y
necesitamos reducir esta siniestralidad
por muchas razones, que sintetizamos en la palabra bienestar, y cuya clave está muchas veces en las propias infraestructuras viales.
Responsabilidad
colectiva
La seguridad del tráfico en general, y de los desplazamiento
laborales en particular, nos interpela a todos: necesitamos planes de movilidad, transporte público, comedores de
empresa, políticas de car-sharing (compartir vehículo). El conductor también tiene
responsabilidad: estado del vehículo, actitud y estado para la conducción (las
autopsias revelan que en el 49% de las muertes al volante se había producido un
consumo de alcohol, drogas o fármacos, sustancias incompatibles con la
conducción).
Entre los problemas, cabe destacar a los usuarios de las motos (el 50% de las
víctimas se produce por distracción, y la siniestralidad no desciende). Otro
problema es la ingesta de sustancias
que modifican la atención (alcohol, psicofármacos y drogas, por este orden).
Ello hace que algunos de los usuarios
de las vías (especialmente los ciclistas) se conviertan en víctimas en una época en que se extiende el uso de la bicicleta –por deporte, pero también
como medio de transporte para desplazarse al lugar de trabajo.
Se necesita una estrategia global, unificada por parte de todas las instituciones/agentes implicados, que ponga el énfasis en la movilidad segura
Reducir la siniestralidad vial-laboral tiene un decálogo más
o menos extenso que contempla aspectos como:
-Impulsar en las empresas el diseño de planes de movilidad.
-Potenciar el transporte
público para que los trabajadores no se vean obligados a usar el transporte
privado en áreas no comunicadas.
-Fomentar las modalidades
activas (y alternativas) al transporte convencional
como es el uso de la bicicleta.
-Seguridad vial. Se necesita una estrategia global, unificada por parte de todas las
instituciones/agentes implicados, que ponga el énfasis en la movilidad segura.
Y no hay movilidad segura sin infraestructuras adecuadas. Al respecto,
repasamos algunas de las medidas del
gobierno para reducir la siniestralidad vial.
-Refuerzos en zonas
de adelantamiento, incluye repintado y refuerzo de señalización vertical,
con balizamiento de determinados tramos para impedir la maniobra.
-Cruces inteligentes.
Se activa un panel luminoso alertando al conductor de la presencia de otros
vehículos en la intersección.
-Avisadores de
velocidad que advierten cuando un vehículo excede el máximo fijado. Esta
medida se complementa con los “tramos con avisadores de velocidad” (sólo 15
tramos). Los paneles mostrarán la matrícula del vehículo junto al mensaje
“modere su velocidad”.
-Nuevo estudio de los
puntos negros para mejorar su identificación y eliminación.
-Señalización de
nuevas rutas ciclistas seguras.
-Guías sonoras
longitudinales para evitar salidas de la vía e invasiones del carril de
sentido contrario en carreteras convencionales.
Medidas discutibles
Toda mejora de las vías por las que circulamos redundará en
un aumento intrínseco de la seguridad. Lo que ya no parece tan efectivo es la campaña de la DGT para transmitir el
peligro de las distracciones al volante, con testimonios reales de víctimas, que causan pánico. Sensibilizar a la sociedad de la movilidad con vehículo
privado utilizando el miedo no es la mejor estrategia.
También se echa de menos en los planes gubernamentales la pedagogía (de autoescuela, si es
preciso): en un país que se ha sembrado con rotondas, pocos circulan adecuadamente por las mismas. Unos las
cruzan más que rodearlas; otros las sortean como pueden. Sería hora de que las autoridades de tráfico recordasen a los
usuarios algo básico: que la salida de la rotonda se gestiona por el carril
exterior, no por el interior (muchos usuarios lo hacen desde el interior,
provocando cruces peligrosos con otros vehículos, cortes de paso o,
directamente, colisiones en la rotonda).
La medida estrella suele ser la punitiva, o la mera instalación de nuevos radares (fijos, móviles, camuflados) de velocidad, algo que, más que mejorar la seguridad del tráfico, asegura la recaudación del Estado por
la vía de la multa. Si los radares fuesen realmente efectivos para la seguridad
del tráfico, conseguirían una reducción del número de sanciones. Sin embargo,
lo que es previsible es que dichos radares aumenten su ‘productividad’ mes a
mes con la imposición de multas, algo que aporta bien poco a la movilidad
segura.
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