jueves, 24 de diciembre de 2020

La globalización de las toxinas

Las enfermedades infecciosas amenazan a los trabajadores de todo el mundo. Un efecto adverso de la globalización es la propagación de epidemias de antiguos y modernos patógenos: tuberculosis, hepatitis, SIDA, SRAS, gripe aviar, o fiebre hemorrágica (ébola). Más de trescientos mil trabajadores mueren anualmente en el mundo por estas plagas, procedentes mayoritariamente de zoonosis.
Este post reproduce parcialmente el artículo del mismo título, publicado en una revista sectorial el ya lejano 2015.

 

Leer artículo completo publicado en revista (formato pdf)



La alta densidad de animales en espacios confinados en contacto con humanos provoca casos de zoonosis (enfermedades que, saltando la barrera entre especies, pasan de los animales a los humanos). Simultáneamente, la alta densidad de población y la elevada movilidad (viajes, turismo, inmigración) contribuyen a la rápida expansión mundial de las zoonosis y otras enfermedades infecciosas, causando una mortandad anual.


Nuevas amenazas para la salud
Se estima que, cada año, fallecen alrededor de 320.000 trabajadores en todo el mundo debido a enfermedades transmisibles causadas por riesgos biológicos: virus, bacterias, insectos u otras especies animales. Aunque la mayor parte de las muertes se producen en países en desarrollo, unas 5.000 víctimas de estas enfermedades pertenecen a la Unión Europea. La exposición femenina es mayor al desempeñar trabajos con riesgos biológicos y exposición más elevada.

La lista de infecciones de alcance mundial incluye el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), la gripe aviar y el ébola, sin olvidar la reaparición de otras enfermedades ‘clásicas’ como el cólera y la fiebre amarilla. La velocidad y el volumen del tráfico y el comercio internacionales posibilitan la expansión de los patógenos por todo el mundo. Ya en 2007, el Observatorio Europeo de Riesgos advertía sobre los riesgos biológicos emergentes y sus efectos en la población laboral de la UE, “especialmente –citaban- sobre los agricultores, el personal sanitario o a las personas que trabajan en sectores como el del tratamiento de residuos”. El informe también indicaba que “se conoce poco sobre estas amenazas, y en muchos lugares de trabajo los riesgos biológicos no se analizan ni se previenen adecuadamente”. Por ello, proponía “adoptar un enfoque global y multidisciplinario en relación con la salud y la seguridad en el trabajo, la salud pública, la protección medioambiental y la seguridad alimentaria”.

Epidemias globales
Con frecuencia, los riesgos biológicos han sido subestimados, y sólo los brotes más virulentos –y con repercusión mediática- generan alarma social y cierta reacción político-sanitaria (actual ‘crisis’ del ébola en España, a raíz de la infección de la enfermera del hospital Carlos III).

En el siglo XXI han aparecido nuevos microorganismos patógenos, toxinas que viajan en la economía globalizada (gran volumen de tráfico y comercio internacional). Dado que muchas de estas enfermedades son zoonosis (enfermedades transmitidas de los animales al ser humano), los trabajadores en situación de mayor riesgo son los que están en contacto con animales infectados, o con aerosoles, polvo o superficies contaminadas por sus secreciones. Los trabajadores relacionados con el comercio internacional y los expuestos a personas infectadas, como los profesionales sanitarios y las tripulaciones de aviones y otros medios de transporte, constituyen otros grupos de alto riesgo.

Una investigación de la OMS, la FAO y la World Organisation for Animal Health (salud animal) identificó las siguientes enfermedades zoonóticas claves en Europa:
-Agentes zoonóticos con repercusión en la salud pública. Destacan el virus de la gripe aviar, patógenos resistentes a los medicamentos y las cepas más virulentas de la bacterias de transmisión alimentaria.
-Zoonosis con impacto actual y crecimiento potencial. Se encuentran las encefalopatías espongiformes (vacas locas), el virus Hanta, la rabia, el virus de orthopox, la encefalitis transmitida por garrapatas, la hepatitis E (porcinos), la enfermedad de Lyme, Rickettsia spp., tuberculosis (bovina / aviar), tularemia, Brucella melitensis, marina brucelosis, echinococcusmultilocularis, echinococcus granulosus, leishmaniosis, taenia solium, triquinelosis, baylisascaris ascaris (larva migrans), toxoplasmosis y criptosporidiosis / giardiasis.
-Agentes zoonóticos importados de fuera de Europa: la fiebre de Rift Valley, virus del dengue, virus del Nilo Occidental, virus alfa, la influenza pandémica, el SRAS, coronavirus, la viruela del simio, paratuberculosis, virus Borna, patógenos transmitidos a través de sangre y productos sanguíneos, patógenos de los ambientes marinos (Vibrio spp., la gripe A / B, el virus de Calici, Brucella spp., nematodos) etc. En definitiva, una lista que puede producir pavor.
La alta densidad de población y la elevada movilidad (viajes, turismo, inmigración) contribuyen a la rápida expansión mundial de las zoonosis y otras enfermedades infecciosas, causando una mortandad anual
El mycobacterium tuberculosis campa por el orbe
Erradicada aparentemente en España (años 70), actualmente asistimos a la reactivación de la infección ocasionada por la transmisión de la bacteria Mycobacterium tuberculosis desde portadores enfermos a personas sanas cuando se produce el contacto durante el tiempo suficiente (entorno familiar, laboral, de ocio…).

El mayor riesgo de desarrollar la enfermedad lo tienen niños y ancianos y las personas con inmunodepresión, en especial los infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Es una enfermedad infecciosa que puede ser letal si no se diagnostica y trata.

Ningún país ha conseguido todavía erradicar esta patología, aunque el 80% de los nuevos casos, según la Organización Mundial de la Salud, se producen en 22 países –la mayoría del África subsahariana y Asia– y el 95% de las personas que fallecen por su causa viven en países en vías de desarrollo. En la actualidad no se dispone de una vacuna completamente eficaz, y la aparición de multi-resistencias a los fármacos que habitualmente se emplean en su tratamiento es uno de los principales retos a los que se enfrenta la medicina.

En Barcelona, en 2008 la incidencia de la enfermedad subió un 15% respecto al año anterior. Este dato está en consonancia con el alarmante incremento en otras ciudades europeas, como París y Londres, que llegan a cuadriplicar la incidencia barcelonesa (que es de 29 casos por 100.000 habitantes). La progresión de la enfermedad tiene que ver con sus cepas multi-resistentes, la duración del tratamiento, pero sobre todo, la pobreza y el descuido.

Zoonosis 

Más de tres cuartos de las enfermedades humanas (emergentes o re-emergentes) en la actualidad son zoonosis, causadas por patógenos de animales o sus productos derivados. La mayoría de estas enfermedades emergentes pasan de reservorios de la vida salvaje a humanos tanto directamente como a través de animales domésticos. La aparición de estas zoonosis cada vez es más reconocida como un problema global con un potencial impacto grave en la salud humana, y una tendencia alcista. 


Cuando aparece un virus contagioso, su diseminación global se considera inevitable y, con toda probabilidad, rápida. Las pandemias del último siglo rodearon el mundo en 6-9 meses, incluso en una época en que la mayoría de los viajes transcontinentales eran por barco. Actualmente, la estimación es que los virus emergentes pueden alcanzar todos los continentes en menos de tres meses. Por ejemplo, el SRAS se propagó rápidamente a 30 países, pese a no ser un virus muy infeccioso.

La combinación de factores provoca la aparición y propagación de zoonosis, entre éstos:
-La intensidad y volumen del transporte internacional de personas, animales y productos.
-La intensificación de la agricultura, así como nuevas prácticas en la cría de animales y producción alimentaria para satisfacer la demanda proteica del mercado.
-La demografía y el número creciente de personas con deficiencias inmunitarias a causa del envejecimiento poblacional.
-Factores ecológicos como el cambio climático, urbanización, uso (abuso) del territorio y deforestación, lo que incrementa el contacto entre humanos, animales domésticos y fauna salvaje, aumentando el riesgo de contagio animales-humanos.
-Factores relacionados con el agente causal de enfermedades, como el aumento de su virulencia y resistencia a los medicamentos, la adaptación a los nuevos vectores y huéspedes, así como la mutación y la recombinación en los seres humanos y otros animales después de la exposición a múltiples agentes patógenos (por ejemplo, los virus transmitidos por los alimentos o la gripe).

El cierre de fronteras y restricciones de la movilidad pueden retrasar pero no frenar la entrada de microorganismos en los países, pues ya sabemos que, por ejemplo, no es posible controlar las migraciones de las aves salvajes, que pueden ser portadoras transnacionales de los agentes patógenos.
Hasta la fecha, la investigación sobre riesgos biológicos en el ambiente de trabajo ha sido limitada, pudiendo afirmarse que ha estado bastante relajada la vigilancia de las infecciones y enfermedades de transmisión.

Medidas de control ambientales 

La OMS aconseja mantener a los infecciosos en habitaciones cerradas, separadas del resto del hospital y con presión negativa respecto al espacio circundante de forma que el aire contaminado no escape de la habitación al resto del hospital.

La ventilación creará un flujo de aire unidireccional, evitando la recirculación del mismo (entrada y salida diferenciadas). Si es necesario, por motivos arquitectónicos, pueden emplearse sistemas cerrados de filtración y recirculación (con filtros HEPA).

Las habitaciones deben limpiarse por personal protegido con EPI, con agentes antivirales de amplio espectro y probada eficacia frente a los virus. La lencería utilizada debe eliminarse colocándola en contenedores de material biológico peligroso.

La gestión de los residuos y especialmente la ropa contaminada merecerían un capítulo aparte. En muchas ocasiones, es al quitarse la ropa y desecharla cuando se produce la infección, siendo además un foco posible de contaminación cruzada.

miércoles, 5 de agosto de 2020

¿Analfabetismo digital o Big… big data?

Para empezar, diré que ambos conceptos son excluyentes el uno del otro. Estamos lejos de la situación ideal, que entiendo es el big data. Seguramente en las grandes empresas de distribución comercial (las propietarias de las grandes superficies) han oído hablar del concepto. Puede que incluso proclamen sus beneficios. Sin embargo no usan los datos tanto como debieran, y la gestión que realizan está seriamente desfasada; es del siglo pasado. 


Esta falta de actualización se explica por varios motivos: las nuevas herramientas producen pereza (o miedo), lo que enlentece su introducción y, en segundo lugar, los directivos encargados de la transición se encuentran en su edad media, por lo que la mayoría empieza a pensar más en su futuro inmediato (jubilación) que en el futuro de la compañía. Hasta que los ‘millennials’ no lleguen a copar el poder de decisión, el modelo permanecerá estancado en lo que hoy es. La gestión anticuada que padecen los hipermercados les perjudica y les hace perder potencial y clientes. Trataré de explicarlo a partir de mi propia experiencia. 

La bombilla que no quiso alumbrar
Hace unos meses compre una bombilla LED (diodo emisor de luz), de marca ‘blanca’ y que, indefectiblemente, procedía de PRC, o la fábrica del mundo. La duración teórica del artefacto, de clase A+ (cercana, por tanto, a la máxima eficiencia energética) era de 25.000 horas. Pensé que me estaba despidiendo de esas molestas bombillas convencionales que no paran de fundir el filamento. Además, con solo 25 vatios de consumo (también teórico) hacía más sostenible mi manía de no alumbrarme las noches con la luz de una vela. Mi gesto, optando por aquella lámpara LED, beneficiaba –a medio plazo- al bolsillo y al planeta.

Utilicé la bombilla esporádicamente por no ser parte de la iluminación nocturna habitual. Pero, con unas pocas horas de funcionamiento (probablemente menos de 100) mi bombilla LED china “decidió” unilateralmente dejar de funcionar, robándome aquellos miles de horas de compañía prometida por el fabricante. En décimas de segundo la bombilla cambió su luz blanca por unos intentos fallidos de iluminar. Cuando la tomé en las manos para analizarla, el casquillo quemaba y lo tuve que soltar rápidamente. Literalmente aquel ingenio portador de luz de clase A+ se había frito, lo que me hizo dudar de la eficiencia energética anunciada en el envase.
La decisión fue automática: llevaría la bombilla de vuelta al hiper, ellos me la sustituirían, o reembolsarían el importe que había pagado. Solo había un problema, no conservaba el ticket de la compra. ¿Quién guarda los tickets de supermercado de compras hechas tres meses antes?

Confié en mis dotes persuasivas y, un lunes por la mañana cuando los hipermercados languidecen por la falta de movimiento comercial, me planté ante el mostrador de atención al cliente. Explicado brevemente el problema, la joven que me atendía aplicó el desfasado protocolo de la etapa pre-data, el protocolo de la era analógica, donde todo era papel: “¿Ha traído el ticket?”, preguntó.
-“Mire, yo no guardo los tickets de compras de hace tres meses”, le respondí.
-“Pues debe hacerlo a efectos de la garantía”, me enmendó con suficiencia aquella empleada bien instruida en una política obsoleta según la cual el cliente es un presunto timador mientras no demuestre lo contrario (con su ticket).

El trámite del ticket es una verdad a medias, una rémora del pasado que el comercio utiliza para eludir, siempre que pueden, sus responsabilidades ante un cliente descontento. Además, la doctrina en materia de consumo –comúnmente aceptada- sostiene que el ticket es innecesario como documento probatorio de la transacción, máxime cuando ésta se haya llevado a cabo mediante una tarjeta (crédito o débito) como medio de pago.
Yo me resistía numantinamente en mis trece. La ausencia de un innecesario ticket no iba a hacer que aquéllos se quedasen con el dinero de una lámpara inservible, que me empezaba a causar molestias añadidas a la primera molestia, que fue apagarse muchísimo antes de cumplir sus 25.000 horas de trabajo prometidas.


 Sin ánimo de faltar al respeto, hay que puntualizar que aquellas empresas que no gestionan –y aprovechan- el big data merecen el apelativo cariñoso de analfabetos digitales

La jefa de la joven que me atendía terció en el pre-litigio y, sumándose al grupo, no mostró ningún ánimo resolutorio, simplemente empezó a barrer para su casa (la empresa). Con mis datos de tarjeta de cliente pudieron corroborar que, en las fechas que yo indicaba, se habían producido varias compras. Pero, el problema era que dichas compras no estaban documentadas o detalladas por artículos. Eran solo un apunte contable en mi cuenta de cliente, una cantidad en euros que ya se había pagado.

Pedí hablar con una persona de más autoridad en el escalafón para aliviar la presión de aquellas acólitas del sistema analógico, que defendían por obediencia debida a su empleador. El supuesto jefe resultó ser otro acérrimo del ticket. Sin necesidad de palabras, su actitud ya proclamaba con rotundidad el mensaje, que habría estado utilizando durante las últimas tres décadas, de que “toda compra sin ticket no existía como tal”. O que “el cliente (sin ticket) es un ‘chorizo’ por definición”, dicho en términos más coloquiales. Fue, pues, un diálogo de sordos inservible y asfixiante, fuente de irritación.
El empecinamiento de los empleados en su protocolo 100% analógico me hizo desistir (a posteriori he ensayado un canal de comunicación directo con el servicio central de atención al cliente, a través de chat, y me han dado un número de incidencia, que ya es algo).

La reflexión mientras volvía a casa con las manos vacías (y una bombilla que quiso dejar de serlo prematuramente) me llevó a reparar en la gestión poco fina que hace el distribuidor del que hablo. ¿Realmente están aprovechando los datos que ofrecen los escáneres de la línea de cajas? Rotundamente no. Y eso que el escaning de supermercado es ya una técnica madura que nace en la década de los 80 del siglo pasado con la lectura óptica de los códigos de los productos al pasar por la caja de pago.

En resumen, la gran superficie me vende diversos productos cada mes, sus escáneres leen las referencias, pero (al parecer) el sistema informático no memoriza mis compras (con pelos y señales; es decir, el ticket).
Y si no memorizan mis compras; esto es, no recogen mis datos de compra, ¿qué tipo de big data pueden hacer? Pues, ninguno.
¿Puede el hipermercado conocerme a través de mis compras y hacerme ofertas específicas, personalizadas (o ‘ciblées’, como diría la casa madre) en función de mi patrón/perfil de consumo? De ninguna manera, porque no recogen mis datos (minería de datos) y, por tanto, pese a la información valiosa que les facilito, no me conocen en materia de preferencias, tendencias, hábitos…

¿Qué está pasando pues? Sencillamente estamos ante ‘analfabetos digitales’ que no son capaces de servirse de las herramientas que tienen a su disposición. Sin ánimo de faltar al respeto, hay que puntualizar que aquellas empresas que no gestionan –y aprovechan- el big data merecen el apelativo cariñoso de analfabetos digitales, unos prisioneros atascados por motivos varios en la era analógica. Los perjuicios son para tales empresas, pero también nos afectan a los clientes.


En el sector bancario circula una idea marketiniana que alude al ‘fresh-banking’ (la gestión bancaria tiene frescura, pero no es precisamente en el área de innovación donde se manifiesta). En la gestión de la distribución comercial también se necesita un soplo nuevo que erradique prácticas viejas y anti-comerciales, cuando no insultantes. Para ofrecer un servicio de calidad, las grandes superficies deben abrazar el ‘fresh-hipermarketing’ y olvidar el coñazo –interesado- de pedir el ticket, pues hoy tenemos ordenadores y bancos de memoria para crear (y almacenar) registros digitales de las operaciones que se hacen en la sala de venta del hiper. 
Entre analfabetismo digital o big data (bien hecho) yo me quedo con lo segundo.

viernes, 24 de abril de 2020

Dame con la porra...

Las manifestaciones callejeras forman parte del paisaje urbano. La tendencia es airear y amplificar los problemas en la calle, hay que darles dimensión pública e, incluso, hacer rehenes a otros, así los reivindicantes se hacen notar. Supongo que es una disciplina de la guerrilla urbana que va adquiriendo predicamento en las últimas décadas. 

Bien mirado, a la postre todo es ruido y desorden y, como siempre ha pasado con casi todos los manifestantes, a las hordas vociferantes se les va la fuerza precisamente por el ‘vociferio’ o por la boca. Y, con el tiempo, nada queda de su reivindicación, sino un vago recuerdo o las fotos, notarios fieles de momentos estelares y avatares patéticos; en fin, las luces y las sombras que acompañan la existencia de todo ser humano.

La foto adjunta, “Dame con la porra” entró en mi vida por el whatsapp. En primera instancia pensé tirarla, pero antes de hacerlo reparé en que la instantánea tenía tirón semántico (para mí) y que, como en los tiempos de Facultad, analizaría aquella composición y bucearía en sus significados. Es decir lo que me sugería. Y no fueron pocas las evocaciones que me pasaron por la cabeza, que apunté, a modo de etiquetas en un trozo de papel de reciclaje. Hoy todo lo etiquetamos, y éstos que siguen fueron algunos de los ‘hashtags’ que se me ocurrieron para esta foto de guerreros urbanitas: mayo francés, algarada callejera, hippies (ociosos, acomodados), progres de salón, manipulación, tarro de las esencias, espigadas figuras, ocio urbano...

No hace falta ser muy detallista para captar que el eslogan completo, “Dame con la porra hasta que me corra”, es un pareado sencillo y funcional. Aunque su ideador/a no se devanó lo sesos pensando una máxima que pasara a los anales de la historia revolucionaria de los pueblos, sí que esconde un cierto matiz de humor negro, adobado con leve connotación sexual. Es cierto que una ‘mani’ acompañada con destellos de humor y alusiones sexuales es menos aburrida que una ‘mani’ protagonizada por robots gritando consignas machaconas y mecánicas. Por tanto, puestos a hacer lecturas significantes y significativas, considero que la foto tiene contenido humorístico, invita al humor e, incluso, podría haber sido hecha en clave humorística.

Cuando los protagonistas de estas fotos (o sus familias) las vuelvan a ver dentro de una década no tendrán más remedio que volver a reír o sonreír (quizás con nostalgia) 

Estos jóvenes manifestantes coinciden en varios aspectos con los manifestantes del mayor francés (1968). Además de la juventud, difunden unos ideales y, con el correr de los años, el germen pseudo-revolucionario se adocenará, como pasó con los revoltosillos de Francia, que fueron serenándose a medida que maduraban, echaban las primeras canitas, se casaban, montaban negocios o, en definitiva, se aburguesaban, porque siempre estos abanderados de los movimientos sociales suelen tener orígenes acomodados (pocas veces son lumpen-proletariado). A buen seguro, en una década, la niña del “dame con la porra” estará cursando un máster en el extranjero, opositando a un cuerpo de alta gestión del Estado, o mirando de casarse bien y que la mantengan. Lo de las “manis” con consignas subversivas, pancartas mitad humor y mitad provocación y el devaneo ocioso por los campus universitarios habrá sido un episodio -convulso y divertido- de juventud; agua pasada que ya sólo mueve el molino del recuerdo.

La algarada callejera ya no es la seña de identidad de una clase oprimida, más bien todo lo contrario. Hoy, los “revolu-hippies” del iphone (revolu-pijos) se vierten por la calles de forma lúdica como una marea que todo lo inunda; es decir, se divierten, rompen sus monótonas existencias de ciber-agobio, relaciones virtuales y presencia en redes sociales (RRSS) saliendo a las calles a dar lecciones de democracia impostada, cuando muchos de ellos no saben por qué están en las calles, desconociéndolo todo de la democracia, desde el aspecto etimológico al empírico. En el mejor de los casos, una mayoría de jóvenes revoltosos asocian democracia con su propio libertinaje, que les sale a coste cero.  Por supuesto, estas jóvenes hornadas de revolu-pijos del iphone (véase el dispositivo al cinto, adherido a la barriguita) están a la olla y a las tajadas, viven su “revolución de la señorita Pepis” y su adicción tecnológica y tecno-dependiente de forma simultánea. Por eso, avanzando el mediodía, se volatilizan de la mani (hacen un break), pues toca ir a casita a cargar el iphone y, de paso, tomar una ducha refrescante, cambiarse los jeans, almorzar y, cómo no, tener una necesaria sesión de asueto en su doméstica “rest-room”; es decir, sestear al menos una horita, concepto que parece menos revolucionario que el de pasar por la “rest-room” a cuidar el ‘body’.

Dueños de la calle
Y es que las “manis” causan agotamiento físico a estos progres de salón. Hijos de la España opulenta de principios del milenio, son más hábiles con la dialéctica que doblando el espinazo, más diestros haciendo revoluciones sobre el papel (con sus tesis, antítesis y síntesis de la dinámica histórica) que sudando la camiseta como precio simbólico pagado por sus causas. Los progres de salón se manejan bien en el terreno de las ideas, pero dejan la carga de trabajo para las bases proletarias.
Definitivamente, la foto tiene mucha carga humorística e ironía. Los que aluden a la porra no son mejores que los que golpean (aporrean). Hay mucha manipulación en todo: la violencia emana de las porras, pero también de grupos de jóvenes manifestantes que, de forma lúdica y festiva, cortan calles, tráfico… coartan la libertad de otros ciudadanos para reivindicar la suya (y la de otros convidados de piedra). Se puede ejercer la violencia sin blandir la porra, sólo con la actitud, con pasear las calles al estilo del mayo francés, a cuerpo gentil y con pancartas tan absurdas como pesudo-revolucionarias.


En estos días, por política o por pura comedia, buena parte del tarro de las esencias de nuestra población está revuelta, se ha puesto en modo contestatario (y temporal, pues la constancia no suele ser la virtud de los más jóvenes). Ahora es muy ‘trendy’ hacer ruido, protestar…, y estas espigadas figuras, que crecen en altura gracias a su buena alimentación, a que jamás pegaron sello y, en algunos casos, al liviano peso de sus cerebros, aprovechan su toma de las calles para hacerse ‘selfies’ conmemorativas y otras fotos humorísticas que pasarán a la historia de la guerrilla urbana con vocación de charlotada de calle.
También tiene humor (posiblemente negro) que estas generaciones jóvenes, que nacieron entre algodones y han sido beneficiarias netas del Estado del Bienestar, se muestren como auténticos represaliados resentidos, cuando sólo recibieron mimos de la cuna a la Universidad. Pareciera que esta sociedad ha creado monstruos y verdugos, una generación maligna que, a golpe de juventud e inconsciencia, se dispone a devolver los golpes de porra (a razón de 2 x 1, si es posible y después de haber experimentado algún hipotético orgasmo, por aquello de la forzada rima entre ‘porra’ y ‘corra’).

A los ojos de sus familias esta generación, que irónicamente insinúa capacidad de gozarse con golpes de porra, también arranca sonrisas que, probablemente, mezcladas con lágrimas, serán sonrisas de estupefacción. Cuando los protagonistas de estas fotos (o sus familias) las vuelvan a ver dentro de una década no tendrán más remedio que volver a reír o sonreír (quizás con nostalgia). Hasta que la sonrisa se les quede helada y se pregunten ¿pero ése/ésa era yo? (o… aquesta era la nena?). Éramos los dueños de la calle. Lo dicho: la foto rezuma humor intrínseco, con efectos inmediatos y diferidos, humor que podrán evaluar generaciones venideras; juicios que llegarán. La foto es humorística; no podría ser de otra manera siendo una foto de la llamada ‘revolución de la sonrisa’. Ojalá esta sonrisa no se troque en algo menos festivo.

La vida cambia con velocidad y compromete nuestra felicidad. Puedes leer mi artículo adhoc: La ‘felocidad’, neologismo imposible, tan imposible como volver a ver la Avinguda Meridiana con esa densidad de almas. En adelante, el distanciamiento social podría ser nuestro virus más mortal.

martes, 18 de febrero de 2020

Silencio y buenos alimentos


La calidad de vida es una meta irrenunciable. Y se necesitan pocos recursos, al contrario de lo que cabría esperar. Actualmente, cualquier persona puede mejorar sustancialmente su mente y su cuerpo con dos elementos ancestrales: silencio y alimentación saludable. 
El silencio, ‘hierba’ de cualquier desarrollo que se precie, nos aparta del ajetreo diario para buscar paz y recomponer el equilibrio. Los buenos alimentos, elegidos a partir de un criterio piramidal que prima el agua, promueven la salud corporal, necesaria para la anímica.

Sin que sean la panacea, el silencio deseado, que aporta paz, y una alimentación equilibrada, que nos proporciona todos los nutrientes para un buen funcionamiento bioquímico de nuestro organismo, son el fundamento de una vida plena, que podemos complementar con coadyuvantes como el ejercicio físico, el crecimiento personal-profesional y la vida familiar y social.  Son ingredientes sencillos para ‘cocinar’ una vida suculenta.

Los múltiples beneficios que nos aporta el silencio
Existen multitud de dichos que ponen en valor el silencio. Por ejemplo: “para toda clase de males hay dos remedios; el tiempo y el silencio”. El filósofo Thomas Carlyle entendía el silencio como “el elemento en el que se forman todas las cosas grandes”. El silencio tiene un tipo de energía que no tiene ninguna otra fuente. Hace que la gente piense y actúe, ayuda a calmar una mente agitada y es un poderoso aliado del que medita. Desafortunadamente, muchas personas no lo soportan y lo cambian por barullo y ruido de fondo. Sin embargo, cuando hay silencio a nuestro alrededor, podemos dirigir nuestros pensamientos y enfocarlos hacia el interior, ponemos en pausa nuestro natural egocentrismo para ver el mundo real que nos envuelve. Es lo que conocemos como introspección (mirada interior).
Veamos algunas formas beneficiosas, sabias o educadas de usar el silencio:
-En las discusiones. Dos no se pelean si uno no quiere. Nada desarma más al contrario en una discusión que mantenernos en silencio. Hacer lo contrario no será otra cosa que echar leña al fuego y enconar el enfrentamiento. Es un ejercicio difícil, pero nuestro silencio nos hará superiores al contrario.
-Ante el chismorreo. Debemos detener el virus de la maledicencia: la lengua es como un veneno mortal. Hagamos caso del proverbio bíblico que dice: “el que mucho habla mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua”.
-Cuando alguien habla. No sabemos escuchar. Es importante dejar hablar a los demás y escucharles adecuadamente, mostrando gestos fáticos o de contacto, incluso, repitiendo alguna expresión del otro, lo que demuestra nuestra implicación.
-Cuando la casa está vacía. No pongas ruidos de fondo. Recréate en el silencio (quizás los sonidos de ese mismo silencio) para recargar tu mente dándole pausas en lo tocante al ruido (contaminante físico) y poder pensar libremente.
-Facilitar la relajación. Resérvate 15 minutos de tranquilidad centrado en tu respiración en silencio. Ello te propiciará un sentimiento de paz interior y posibilitará la conexión con tu mente profunda.

Cuando hay silencio a nuestro alrededor, podemos dirigir nuestros pensamientos y enfocarlos hacia el interior para poner en práctica la introspección, ejercicio que nos facilita el auto-conocimiento

Pirámide de la alimentación saludable: hacia la vida sana
La pirámide de la alimentación saludable aspira a convertirse en el icono-decálogo de las recomendaciones de alimentación. El sentido común establece que una buena alimentación requiere seguir una dieta equilibrada, con alimentos ricos en fibra y antioxidantes. Curiosamente, en la base de la pirámide de la alimentación no figura ningún alimento, sólo agua (4-6 vasos diarios), técnicas culinarias saludables (adiós a los fritos), equilibrio emocional y actividad física diaria (1 hora o 10.000 pasos).
Se trata de conseguir el balance energético, el equilibrio entre la ingesta energética (lo que comemos) y el consumo energético (lo que gastamos a través del metabolismo basal, la termogénesis y la actividad física). En este equilibrio influyen factores como el tamaño de la ración, la frecuencia de consumo (es aconsejable fraccionar la ingesta total en 5 tomas diarias) o la cronobiología (el momento en que comemos). Existe evidencia de que la ingesta tiene mayor rendimiento metabólico a primera hora de día, de ahí la importancia del desayuno.

La parte media de la pirámide nutricional muestra los alimentos que debemos tomar diariamente, como los hidratos de carbono (pan, pasta, arroz, harinas, legumbres) que, como novedad, se aconsejan en su variante integral, mientras que las patatas son mejor hervidas o al vapor. Este grupo de consumo preferente es lo que conocemos por dieta mediterránea, un seguro delicioso contra la obesidad (sin pasarse en hidratos de carbono).
Basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar que la “epidemia de la obesidad no deja de engordar” (un titular que utilizamos hace tiempo en este blog). Desde los 80, el sobrepeso y la obesidad mórbida se han multiplicado por cuatro. Actualmente, una de cada tres personas (33%) tiene sobrepeso (Índice de Masa Corporal superior a 25). Las personas obesas ven incrementadas sus posibilidades de padecer un accidente laboral hasta en un 31%, con tasas inferiores de supervivencia en accidentes de tráfico.

Información elaborada con el patrocinio de Mape Salud Laboral

martes, 4 de febrero de 2020

Abordar y combatir el tabú del cáncer desde la empresa



Un trabajador pasa buena parte de su jornada laboral en su empresa, que deviene no sólo el lugar para hacer salud, sino el ámbito para brindar apoyo cuando ésta se deteriora, especialmente en el caso de enfermedades tabú como el cáncer.
La Gestión de la Prevención del Cáncer pasa por aplicar buenas prácticas y conocimiento por parte de la empresa cuando se diagnostica un cáncer, enfermedad que puede llegar a padecer alrededor del 50% de la población adulta. En muchos casos, la enfermedad puede tener un origen claramente laboral.

La buena noticia es la mejora del diagnóstico de la enfermedad y el alto porcentaje de supervivencia que, en España, se ha multiplicado por tres desde los años setenta.

Enfocando la enfermedad
La prevención tiene su gran aliado en el conocimiento. He aquí algunas lecturas interesantes que hacen los expertos:
-La Asociación Española contra el Cáncer (AECC) pone el acento en la prevención y el apoyo psicológico. “Todos somos –dicen desde AECC- agentes del cambio trabajando para la prevención. Un millón y medio de españoles padecen esta enfermedad. Gestionar intangibles como la prevención tiene un retorno importante para la sociedad. De ahí que la Asociación, que promueve la prevención y el apoyo de los enfermos, sea un aliado en temas de empresa saludable y, por tanto, abierta a colaborar con los responsables de prevención de las empresas”.
-Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el cáncer es la primera causa de mortalidad. La incidencia (casos nuevos de cáncer) en España en 2012 fue de 215.534 casos (alrededor de 2/3 partes en pacientes ≥ 65 años), con una tasa estandarizada por edad de 215,5 casos por 100.000 habitantes y año, y un riesgo de presentar cáncer antes de los 75 años del 25,1%. La predicción para 2015 fue de 227.076 casos, con un crecimiento que afectaba especialmente a la franja de edad por encima de los 65 años.
En 2017, los nuevos casos estimados de cáncer en España fueron 228.482 y para 2035 se estima que habrá 315.413 nuevos casos de cáncer. En España, el cáncer es una de las principales causas de morbilidad. Uno de cada tres españoles desarrollará un cáncer a lo largo de su vida.
Con datos de 2010-2011, la OIT estimó que se produjeron 2,3 millones de fallecimientos anuales en el mundo atribuibles a la actividad laboral, de los cuales, el 29% (666.000) se debieron a cánceres de origen laboral.

La vertiente médica, psicológica y socio-laboral
La psico-oncología nos muestra una constante derivada de la casuística: el cáncer causa muchas víctimas directas e indirectas. Veamos los frentes que abre la enfermedad:

·Aspectos médicos
Cada día se diagnostican en España más de 500 casos (227.000 anuales), con un gran impacto por víctimas directas e indirectas (familiares). Las localizaciones más frecuentes son: próstata, pulmón, colon-recto (hombres), mama, colon-recto, útero (mujeres), siendo el cáncer colo-rectal el más prevalente en ambos sexos.
El cáncer abarca más de 200 enfermedades cuyo denominador común es la multiplicación celular anómala y su diseminación por el resto del organismo, lo que puede ocasionar la metástasis. El origen de la enfermedad cabe atribuirlo en un 75-80% de los casos a agentes externos, siendo factores de riesgo las exposiciones físicas, químicas y biológicas. Los tratamientos (cirugía, quimio, radioterapia u otros) pueden llevar de un año y medio a dos años, transcurridos los cuales sólo algunos de los pacientes podrán volver a trabajar.

·Área psicológica
El miedo, la incertidumbre y la angustia acompañan a esta enfermedad en la que el paciente se pregunta también cómo le afectará en su trabajo. Los diagnosticados pasan por distintas fases, que incluyen indefectiblemente la negación de la enfermedad y un sentimiento posterior de ruptura o truncamiento del proyecto de vida. La psico-oncología recomienda que el trato de los pacientes por parte de sus compañeros siga siendo el mismo que observaban antes de que se produjera el diagnóstico. La persona no ha cambiado, por lo tanto hay que mantener la normalidad: escuchar, llamar, visitar, evitando en lo posible el distanciamiento. La reincorporación es delicada; una enfermedad de este tipo cambia la vida/valores, los enfermos no se sienten igual que antes en el trabajo, se esfuerzan por rendir pero no pueden (quimioterapia y capacidad cognitiva mermada); aparecen sentimientos de tristeza y percepción de no ser entendido y de que nadie sabe por lo que está pasando. Por todo ello, es necesaria una intervención temprana en la reincorporación siempre sobre la base de una buena acogida del reincorporado al puesto de trabajo. La sensibilidad y el tacto de las empresas son fundamentales en este momento delicado: el trabajador debe sentirse respaldado, pero no atosigado, hecho que ha conducido, en ocasiones, a la interposición de demandas.

·El problema socio-laboral
En este ámbito, un diagnóstico de cáncer desencadena situaciones que son fuente de malestar añadido:
-Angustia de compartir el diagnóstico, miedo al despido (o ser marginados en la empresa)
-Impacto económico negativo de la baja laboral sobre la economía familiar
-Incertidumbre ante la reincorporación por las posibles limitaciones físicas, entre otras múltiples razones
-Seguimiento y revisiones periódicas (con la angustia que puede generar una mala evolución de la enfermedad)
-Estigmatización que produce el grado de discapacidad resultante de la enfermedad
-Sentimiento de angustia familiar cuando no se puede acompañar al paciente durante el proceso (visitas de seguimiento, cambio de pronóstico).

Cáncer laboral, un drama poco reconocido
El cáncer es ya la principal causa de la muerte “por las condiciones de trabajo” en Europa. Según UGT, en nuestro país “los cánceres de origen laboral son invisibles. Hasta el mes de noviembre de 2017, únicamente se han declarado 50 enfermedades profesionales causadas por agentes cancerígenos, hay, por tanto, una clara infradeclaración, lo que ocasiona un grave perjuicio, no sólo para la persona trabajadora afectada y sus familias, sino para la sociedad en su conjunto”.
El panorama en España en este capítulo muestra luces y sombras:
·Cáncer de pulmón, admitida en el cuadro de  EPs
En junio de 2018, el Consejo de Ministros aprobaba el Real Decreto 257/2018 (cuadro de Enfermedades Profesionales -EP- del sistema de la Seguridad Social) con el objeto de incorporar al mismo el cáncer de pulmón en trabajos expuestos a la inhalación de polvo de sílice. La inclusión entre las EP supone la aceptación de las evidencias científicas de que el polvo respirable de sílice libre es susceptible de provocar cáncer de pulmón.
En su tramitación, el RD fue informado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y por la Comisión Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo. Además, se sometió al trámite de audiencia e información pública mediante su publicación en la web del Ministerio de Empleo y Seguridad Social y de audiencia directa a los agentes sociales.
La sílice cristalina, que se encuentra en la arena, grava, arcilla, piedra, etc.,  y se libera en numerosas operaciones de construcción, es una de las causas pre-valentes de cáncer de pulmón. Casi el 20% de la fuerza laboral en la industria de la construcción y afines está expuesta regularmente al polvo de sílice cristalina. En contacto con la piel provoca abrasión mecánica, daño a los ojos y lesiones oculares. Su inhalación puede causar irritación de la nariz, la garganta y las vías respiratorias. La exposición crónica a partículas de polvo inhalables (se depositan en los pulmones) puede producir silicosis, dolencia incluida en la lista de E. P. Cabe puntualizar que estudios recientes han llevado a la IARC a clasificar el polvo de sílice como carcinogénico del grupo 1. De hecho, la sílice cristalina está considerada como el tercer agente carcinogénico más frecuente en el trabajo según CAREX (CARcinogen EXposure).
·El 40% de los españoles llegará a desarrollar un cáncer de piel
Cada año se diagnostican 150.000 casos nuevos de cáncer de piel, enfermedad que causó 600 muertes en 2016. “Cuatro de cada diez españoles sufrirá de cáncer de piel a lo largo de su vida”, advierte el director del Instituto Médico Ricart.
El facultativo explica que el melanoma, el tumor más extendido, es también el tipo de cáncer de piel más maligno, habiéndose constatado un incremento en los diagnósticos del mismo en torno al 40% en los últimos cuatro años. La exposición al sol es el principal factor de riesgo. Haber padecido más de tres quemaduras solares durante la infancia multiplica el riesgo de aparición de melanoma maligno. También aumenta la probabilidad de riesgo en personas con múltiples lunares o con antecedentes familiares de melanoma.
Para evitar el foto-envejecimiento y la fotodermatosis (y, en última instancia, el cáncer de piel, el más frecuente por su creciente incidencia), debemos recurrir a cremas solares que, como foto-protectores, tienen la consideración de EPI sujetos al Reglamento (CE) 1223/2009 del Parlamento Europeo. El factor de protección solar (FPS) mínimo será el 15, debiendo aplicar la crema de forma correcta (35 gramos). Y no olvidemos que las cremas solares envejecen y caducan porque pierden su eficacia.

Información elaborada con el patrocinio de Mape Seguridad Laboral

viernes, 17 de enero de 2020

Siniestralidad dormida



Es prematuro sacar conclusiones sobre el accidente de la planta de óxido de etileno de la petroquímica de Tarragona. La investigación pertinente establecerá las causas del siniestro. En cualquier caso, a bote pronto, se puede intuir que el accidente es el resultado necesario de un fallo de seguridad, dicho sea sin ánimo de prejuzgar a los responsables.
Es pura obviedad que la industria química afronta, entre otros muchos, el riesgo de explosión. Los peligros son muy diversos: palabras como sensibilizante, neurotóxico, carcinogénico, mutagénico, teratogénico, disruptor endocrino, etc. son elocuentes adjetivos que –si pensamos un poco- nos habrían de producir miedo.

Aunque solemos ver el peligro como algo lejano o ajeno a nosotros mismos, el 15% de los trabajadores de la UE diariamente se enfrenta al riesgo químico. A los prevencionistas del sector químico les pone de los nervios que se hable de “siniestralidad dormida”… Les pido disculpas, pero ¿quién puede negar que el riesgo está ahí agazapado esperando a causar víctimas, y convertirse en siniestralidad despierta? El último evento explosivo del Camp de Tarragona corrobora la tesis anterior y hace evidente que en PRL nunca se puede relajar el celo preventivo.
Bien es cierto que el riesgo es inherente a la vida (nacer es un riesgo en sí mismo). Si el riesgo es inevitable, y hasta necesario… entonces, lo importante es la prevención. Gran palabra, aunque un poco gastada. Prevenir es esa praxis destinada a eliminar, minimizar, controlar el riesgo; es decir, mantener dormido el riesgo y que nunca despierte. 


Y no se trata sólo de evitar los accidentes, la empresa moderna tiene que plantearse ser líder en seguridad. No podemos estar a verlas venir, porque, como decía un pensador español, “toda realidad ignorada prepara su propia venganza”

Más allá del EPI
La prevención en el campo laboral pasa por diferentes etapas. Existe una prevención primaria, basada en la evaluación del riesgo y la implantación de medidas correctoras (donde los EPI juegan un papel protagonista). También existe una prevención más evolucionada –digamos que secundaria- y que algunos convinieron en etiquetar como ‘Prevención 2.0’ que, superada la actitud reactiva ante el accidente, lo que busca es el confort, bienestar e, incluso, la felicidad laboral; la auto-realización personal a través del trabajo; el trabajo no ya como maldición bíblica, sino todo lo contrario, como fuente de múltiples bendiciones.
Nuestras empresas se mueven entre ambas prevenciones, aunque la tozuda realidad muestra que una amplia mayoría aún suspende en prevención primaria; y que solo una minoría selecta se ha tomado en serio la prevención secundaria (y para algunos de éstos, el cacareado bienestar de sus trabajadores es más una declaración de intenciones y un instrumento propagandístico de RSC que una realidad consolidada y fructífera).
La ‘aristocracia’ de las empresas que practican la Prevención 2.0 sigue una política de liderazgo en materia de Prevención de Riesgos Laborales que, grosso modo, contempla unos principios como: no comprometer nunca la seguridad, ni omitir la corrección de actitudes inseguras; buscar el compromiso de las partes, aprovechando las cualidades de las personas y proporcionándoles formación; fomentar un clima de confianza orientado a construir entornos de trabajo seguros y productivos, inspirados en un pensamiento positivo. Por supuesto, los cuadros empresariales –y los responsables de prevención- deben poseer las pertinentes habilidades directivas y, entre muchos otros cometidos, velarán por una actuación contumaz contra la ‘siniestralidad dormida’, esa ‘bestia parda’ que hay que mantener a raya.
Sobre el papel, la teoría es fácil. Sin embargo, la realidad que  nos devuelven las estadísticas y los estudios nos muestra la auténtica fisonomía de nuestra prevención que, en muchos casos, no está más allá del EPI, sino todo lo contrario, y con los deberes por hacer. La situación es universal: el informe ‘Injury Impact Report’ (EEUU) identifica las causas más comunes de accidentes y lesiones laborales (considera una muestra de 1,5 millones de indemnizaciones). La siniestralidad más frecuente se debe a: manejo de materiales, resbalones, tropezones y caídas; golpes o colisiones con objetos; accidentes con herramientas; sobreesfuerzos y traumatismos acumulativos. El resultado, una letanía de torceduras, esguinces, cortes, pinchazos, contusiones, fracturas, inflamación o enfermedades crónicas.
Mientras ésta sea la ‘cosecha’ (que incluye, puntualmente, la muerte en el puesto de trabajo), el bienestar laboral y la Prevención 2.0 seguirán teniendo un alto contenido ético y estético, pero no podremos decir que hemos superado la etapa EPI o de prevención primaria.


Pautas de seguridad al manejar químicos
Los productos químicos comportan riesgos y, dada su siniestralidad dormida, pueden producir reacciones peligrosas y accidentes laborales. De ahí la importancia de una gestión correcta. Conviene recordar algunas pautas básicas para la gestión en la escala ‘micro’, pautas que cobran gran importancia cuando se trabaja con productos químicos a escala industrial.
-Cantidad almacenada. Guardar las cantidades que sean estrictamente necesarias, lo que permite aislar y disminuir el peligro potencial.
-Clasificar para aislar riesgos. Atendiendo a posibles incompatibilidades.
-Evitar derrames. De esta manera no se produce contaminación ni reacciones indeseadas.
-Escoger el material adecuado en contacto con los productos. Teniendo en cuenta el posible efecto corrosivo sobre el material
-Prever los cambios bruscos de temperatura. Para algunas sustancias cabe prever un almacenamiento a temperatura controlada.
-Sistemas de ventilación. Es una medida básica para evitar incendios y explosiones. Se recurrirá a la extracción forzada si es necesario.
-Sectorizar. Las secciones distanciadas, en caso de una fuga, derrame o incendio, permitirán conocer con precisión la naturaleza de los productos almacenados para actuar con los medios adecuados. Deben despejarse los accesos a las puertas y señalizar las vías de tránsito y evacuación.
-Cuidar los procesos de soldadura (Zonas ATEX). Evitar trabajos que puedan producir calor o chispas en zonas potencialmente explosivas.
-Resistencia al fuego (REI). Los almacenes de inflamables tendrán resistencia homologada al fuego (REI 120), instalación eléctrica antiexplosiva (ATEX) y medios de detección y protección anti-incendios.
-Formación del personal. Incluye información y formación sobre los riesgos permanente, ya que la normativa está en continuo cambio y adaptación.