En la década de los 80 se dio a conocer una pareja cómica que adoptó
el nombre de Dúo Sacapuntas. Uno era alto, el otro bajito. El primero iba de
sabihondo. Su compañero adoptaba el papel de simplón de luces escasas, actitud
que tenía más que ver con una pose de conveniencia que con la largura
intelectual del sujeto. La pareja humorística estuvo unida hasta la muerte
prematura del ‘simplón’.
El humor patrio que circula por las redes sociales ha querido rescatar
el nombre del Dúo y, adaptándolo a las circunstancias de la coyuntura, ha dado
vida a una nueva pareja que trapichea en el serio negocio del humor (y la
política). Su nombre “artístico” es Dúo Sacatumbas, y apuntan muy buenas
maneras en el cuestionable arte del humor negro. Por tanto, no hay duda de que
estamos ante dos “artistas” que prometen generar momentos de decadencia
esplendorosa en el circo de la política española.
El Dúo Sacatumbas condensa la psicología aviesa de dos personajes
ambiciosos, que no confían excesivamente en su arte ni sus tablas, pero que
saben crearse oportunidades para su brillo y notoriedad personal. Y, sobre
todo, destacan en que, descubierta la oportunidad de provecho personal, se
fajan a tope en su ambición de convertir el sueño en realidad. Se diría que son
muestras vivientes de la ambición primaria de todo ser humano, según describe
la Pirámide de Maslow. En fin, esa clase de personas que no reparan en precio,
siendo capaces de vender su alma con tal de alcanzar sus quimeras y dar
tangibilidad a sus sueños. Pero no sólo se venden a sí mismos, también están
dispuestos a despejar el camino de obstáculos, aunque estos obstáculos sean
varios millones de personas que no les votaron (ni les votarían) y que
representan, por lo menos, a la mitad numérica del país.
La obsesión del Dúo –que es lo que les ha dado su nombre- es hacer
aflorar las tumbas, que yacen bajo el polvo y las criptas de un país que
derramó su sangre décadas atrás. Sacar las tumbas es justo. Ningún cadáver debe
estar en una fosa común en una cuneta perdida de una carretera infame; ni el
techo de un golpista prevaricador puede ser una basílica o lugar consagrado.
Humanamente, el agravio comparativo expuesto (tumbas de primera e infra-tumbas)
atenta contra la decencia, la equidad y la dignidad humana. Pero convendría
pensar más en los vivos que en los muertos. En términos trascendentales, los restos
mortales (depositados en fosas comunes perdidas, o en fosos basilicales) han
vuelto al polvo del que un día se formaron.
Hecha la precisión sobre la importancia de preservar la dignidad
humana, retomo lo de sacar las tumbas para meterlas de lleno en el circo
mediático. Poner a los muertos en el primer plano de la actualidad demuestra un
dudoso gusto por el humor negro, o que se carece de mejores ideas para ejercer
la política de la España del 2018. Y es que el Dúo Sacatumbas se ha percatado
de que andan muy escasos de inspiración, que el auditorio (país) está cansado,
expectante, crítico y hasta exasperado con el espectáculo y panorama nacional.
Así, carentes de mejores y más inspiradas ideas, han optado por el circo, un
circo sin pan, deslucido y patético que no satisface a nadie. Y ya que he
mencionado el pan (eran los ciudadanos romanos los que reclamaban a sus gobernantes
pan y circo), conviene apuntar aquí que el circo del Dúo Sacatumbas lo único
que va a conseguir es que suba el pan, simbolismo de un empeoramiento de las
condiciones económicas del país. Una crisis cerrada en falso, que arrastra más
de tres millones de parados, puede provocar un enfriamiento de la economía
española, un dañino repunte del paro. De hecho, estos días el humor – sorna –
cabreo patrio ha puesto en circulación una especie de eslogan que dice: “No se
trata de sacar muertos de las tumbas, sino vivos del paro”.
No le falta razón a la criatura que ha acuñado la frase. Quizás habría
que priorizar las vidas de los vivos por delante de las muertes de los muertos.
El sentido común pide que no nos hipotequemos más a cuenta de un pasado que no tiene
remedio. Sin embargo, el Dúo Sacatumbas se debe a su quimérica función y a su
público, compuesto por los correligionarios de sus respectivos partidos y la
adhesión temporal y condicionada de algunos colectivos de vascos, nacionalistas
e independentistas catalanes. Todos se caracterizan por un gusto en materia
humorística más que censurable. De ahí que el espectáculo que nos han preparado
tenga poco de humor y mucho de entraña negra y visceralidad.
El Dúo Sacatumbas no tiene la capacidad humorística a la altura de su
ambición. Confían en obtener un beneplácito efímero de su público y jaleadores.
No están en política para redimir a sus compatriotas dolientes. Están en
política porque se han hecho devotos del “Ande yo caliente, y ríase la gente”.
Tanto es así que el alto cambió su coche –con el que iba a recorrer toda España
buscando concordia- por una ‘okupación’ interina de la Moncloa y el uso a
hurtadillas del avión oficial. El bajito, comedido por el momento, cambió una
tienda de campaña de “indignado” por un chalet de alto standing al más puro
estilo “casta”.
Sin duda, este par de bromistas –que no humoristas- se han asegurado
el confort temporal, dentro de un espectáculo triste y patético que pretendería
el contento y la risa de la gente con algo tan poco chistoso como son las
tumbas. El circo de las tumbas es algo
macabro, deprimente, un paripé de humor negro que no busca tanto la paz de los
muertos como el goce de dos vivos. El alto y el bajo, el listillo y el corto
(en apariencia), humoristas de saldo, temen el fracaso de su ‘performance’.
Ellos saben que están torturando con un ‘espectáculo’ bronco a todo un país,
gentes sufridas que casi nunca nos hemos desternillado de risa con políticos o
con payasos, ni con la síntesis de ambos. Lejos de hacernos reír, el Dúo
Sacatumbas induce el llanto de un país que ve cómo lo introducen y pierden en nuevos laberintos. Este país no
necesita más oportunistas que instrumentalicen causas dolorosas. Hemos pasado
página. Ahora nos conviene un poquito de buen humor y risa, que es el
amortiguador de la vida.
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