Hoy, 25 de noviembre, la red está ‘incendiada’ con proclamas contra la violencia de género. Yo me quedé con ésta: “el amor deja huella en el corazón, nunca en la piel”.
Sus postulados básicos, que no escapan a la influencia freudiana según
diversos autores, plantean que la
agresión es siempre consecuencia directa de una frustración previa, la
existencia de una frustración siempre conduce a alguna forma de agresión
(Dollard y col. 1939). En 1941, Miller modifica la hipótesis original al
reconocer que muchas personas han aprendido a responder a sus frustraciones de
forma no agresiva; es decir, reprimen una respuesta violenta automática ante la
frustración.
-Teoría de
la transferencia de excitación (Zillmann)
Una situación emocional previa (una discusión de
tráfico, por ejemplo) puede transferirse a una nueva situación (castigo del
niño al llegar a casa) por una activación inespecífica (el niño no ha hecho los
deberes). Cuanto más excitados estamos,
más agresivamente respondemos, transfiriendo la excitación de unas
situaciones a otras.
Hay otras hipótesis sobre la agresión:
-Teoría de
los instintos. Antigua y polémica, sostiene que la agresión es una conducta heredada más
que aprendida. Freud concluyó que los
humanos nacen con el instinto de la agresión, impulso que no es posible
erradicar. En esta línea dialéctica, Konrad Lorenz (1968) concebía la agresión
como un recurso de adaptación esencial para la supervivencia.
-Teoría
del aprendizaje social. El comportamiento agresivo tendría un importante componente biológico, cuyos moduladores (forma, momento,
intensidad, circunstancias de la agresión) dependen de conductas aprendidas a
través de vivencias previas.
-Hipótesis
temperatura-agresión. Existen varias hipótesis sobre este particular, que vinculan la temperatura y la agresión,
siendo el disconfort térmico o un déficit termo-regulador los resortes capaces
de desencadenar respuestas violentas. El aumento de la temperatura basal no
sólo tiene repercusiones fisiológicas sino también conductuales.
Hoy día, la violencia no sería una condición necesaria para sobrevivir sino más bien “el recurso de los incompetentes, el miedo a las ideas de los demás, y la poca fe en las propias”
El hombre, lobo para el hombre
Sea por la causa que fuere, vivimos inmersos en la
violencia, que parece ser un rasgo muy humano. ¿Cuántas veces hemos oído
aquella sentencia de los clásicos del pensamiento político moderno de que “el hombre es un lobo para el hombre”?
Este concepto ya no necesita demostración, basta con observar lo que ocurre a
nuestro alrededor.
Haciendo un ejercicio de antropología recreativa,
algunos pensadores intentan localizar el origen de la violencia humana. Dicen
que nuestra especie nació en la barbarie
y aprendió a sobrevivir con el uso de la fuerza, tanto bruta como racional.
La violencia en los albores de la humanidad sería como una respuesta de
adaptación a ultranza a un medio muy hostil. Sin embargo, conquistadas cotas de
seguridad razonables, el hombre persistió en el ejercicio de la violencia. Esta
vez no contra las fuerzas de la naturaleza o las fieras, sino contra el propio
hombre. El ejercicio de la violencia
sería, para quienes formulan estas teorías, una reminiscencia ancestral, cultural o ‘lúdica’ que no se ha erradicado
del comportamiento humano, y cuya manifestación más civilizada sería nuestra
afición a la competición deportiva,
por ejemplo. El enfrentamiento deportivo es una concesión regulada a nuestro
ánimo belicoso. Ya sabemos que más de una competición exacerbada en el terreno
deportivo ha acabado saldándose como batalla campal, con heridos, contusionados
y hasta muertos. Pese a la evolución de la especie –quizás habría que decir
involución-, la fiera “dormita” en
nuestro interior y tiene abruptos despertares en los lugares de trabajo, la
cola del supermercado, una gasolinera o la oficina de empleo (antiguo INEM),
basta con que el agresor sienta frustración y no controle sus impulsos más
primarios.
Afortunadamente existen alegatos brillantes contra la violencia, entre éstos proponemos el que dice: “la violencia es el recurso de los incompetentes, el miedo a las ideas de los demás, y la poca fe en las propias”.
Con independencia de sus causas, la sociedad
actual debe neutralizar la violencia y promover la prevención y erradicación de
las conductas violentas, en el trabajo y en otros ámbitos de nuestras vidas.
Son muchas las instancias que promueven el
pacifismo (religiones y otros movimientos), pero en días en los que reflexionamos sobre la violencia, justo es reivindicar la figura de Mahatma Gandhi,
que no en vano se ganó el sobrenombre de ‘Apóstol
de la No Violencia’.
Información elaborada con el patrocinio de Mape Seguridad Laboral www.mape.es
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