Lo dicho ya constituye una motivación
para arrostrar las dificultades, pero hay
más recursos, como:
-Autoconfianza. Los tropiezos forman parte de nuestro
propio aprendizaje. Caemos, pero nos
levantamos (siendo algo más sabios). No importa el número de ‘fracasos’ en tu
camino hacia el éxito, sino que seas
capaz de comenzar de nuevo habiendo aprendido de los errores.
-Redefinir
estrategias/objetivos. Cuando una estrategia no funciona, hay que
probar con otra. Después de todo intento fallido conviene analizar nuestros objetivos y estrategias por si necesitan algún ajuste. Ya sabemos que “rectificar es
de sabios”.
-Tiempo y
paciencia. La impaciencia es un mal compañero de viaje. Las metas no se conquistan inmediatamente,
requieren tesón y constancia. En el
camino buscaremos inspiración y motivación con el convencimiento de que “cuanto
mayor sea la meta, mayor será nuestra victoria” (“The higher the goal, the bigger the victory”).
-El error es un
gran ‘maestro’. Los errores son una vía necesaria de perfeccionamiento. Los reveses sufridos
son experiencia y aprendizaje: después
de cometer un error sabremos qué es lo que no hay que hacer y el porqué. Toda
persona sabia deja un rico rastro de errores tras de sí.
Y, al margen de los ‘tips’ indicados, todos debemos
considerar que hay tiempos de bonanza y
tiempos críticos. Sin estos últimos no seríamos capaces de saborear debidamente las mieles del éxito.
El ‘cuarteto de la
felicidad’: endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina
La felicidad,
meta de los humanos, no deja de ser un ‘estado
de ánimo’ bioquímico. La neuro-ciencia
enfoca su investigación en descubrir qué sucede en el organismo cuando la alegría se activa y cómo “forzar” la aparición de tal sentimiento.
En la bioquímica de los humanos cuatro sustancias naturales (endorfinas, serotonina, dopamina y
oxitocina) parecen actuar como activadores y reguladores, siendo conocidos
como el cuarteto de la felicidad. La
investigadora Loretta G. Breuning, autora del libro ‘Habits of a happy brain’ (Hábitos de un cerebro feliz),
explica que “cuando tu cerebro emite uno
de estos químicos, te sientes bien”. Cada una de estas sustancias se
‘apaga’ cuando ha realizado su cometido. Pero hay formas de activarlas.
Es un error condicionar nuestra felicidad a factores externos a nosotros mismos. El primer trabajo en pos de la felicidad (meta universal) es modificar cuerpo/mente
-Endorfinas.
Nuestra morfina natural, son la “breve euforia que enmascara el dolor
físico", escribe Breuning. Ingerir comida
extremadamente picante es una de las formas de liberar estos opiáceos
naturales, lo cual induce una sensación
de felicidad. Hay otras formas de activación/aumento de las endorfinas: ver
películas tristes, tener unidad grupal (cantar, bailar o trabajar en equipo).
-Serotonina. Es
nuestro antidepresivo natural. La
farmacopea (benzodiacepinas) intenta manipular el sistema serotoninérgico para
el tratamiento de la depresión, una pandemia mundial que causa discapacidad. “Podemos activarla evocando recuerdos
felices”, escribe el neurocientífico
Alex Korb en el portal Psychology Today. Uno de los síntomas de la depresión es
no recordar momentos felices. Además de las buenas evocaciones, podemos exponernos a la luz y hacer ejercicio
físico aeróbico (running, bicicleta, etc.).
-Dopamina.
Mediadora del placer, tiene que ver con la motivación y la relación de coste y
beneficio. Podemos subirla estableciendo
objetivos a corto plazo y celebrar su consecución (‘metas volante’ de la
etapa completa).
-Oxitocina. Se la
conoce como la “hormona de los vínculos emocionales” y “la hormona del abrazo”.
Construye nuestra confianza. La
exclusión social es su mayor enemigo. Abrazar
es una forma sencilla de conseguir un aumento de oxitocina. Dar o recibir
un regalo, ser solidario, amar... nos darán el ‘subidón’ de oxitocina.
‘Dolce far niente’ (no pegar ni sello)
El ejercicio,
como sabemos, activa nuestra neuro-química
relacionada con el placer. De ahí su
conveniencia. Sin embargo, no es contradictorio recomendar ejercicio y, al mismo tiempo, sugerir descanso. Ambas actividades son compatibles y deben ir
alternándose para configurar una vida tan saludable como plena.
He aquí algunos consejos
para cultivar el necesario ‘no-hacer-nada’, no dar palo al agua, en
términos coloquiales:
-Apagar el teléfono
de trabajo / desactivar el correo. Es la manera de asegurar y acelerar la
desconexión. El mundo no se detendrá porque nosotros lo hicimos (para recuperar
el aliento). Conviene silenciar cualquier grupo de Whatsapp que tenga relación
con nuestro trabajo.
-Ejercicio físico.
Nada mejor para enfocar nuestro
‘ego-cogitans’ (yo pensante) en lo inmediato, apartando otras pensamientos.
Seguro que una sesión de buceo, o de bicicleta de montaña por una pista
forestal, nos abstraerán de pensar
en la confección del próximo catálogo general de nuestra empresa, etc.
-Networking sí, pero
en familia. No podemos robar un tiempo
de calidad a la familia estando físicamente con ellos pero mentalmente
ausentes. La red familiar y de amistades tiene la preferencia durante las
pausas del trabajo.
-Stop dictadura del
reloj. Conviene relajarse en materia de horarios. Correr todo un año nos
autoriza a olvidar el reloj un mes (el vacacional), o de vez en cuando.
¡Atrévete. Es mucho lo que ganarás! Hay que empezar a perder ese lastre de
ansiedad que condiciona nuestras vidas sin aportar beneficio alguno.
Nota: Este post no pretende ser un ‘tratado
sucinto de psicología’ barata de auto-consumo, sino ofrecer ideas básicas, que
serán de utilidad cuando andamos espesos, malhumorados, aturdidos o con la
moral baja, condiciones de las que nadie está exento. El texto combina varias informaciones elaboradas para Mape Seguridad Laboral.