El 28 de abril, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el
Trabajo, es el momento para el análisis y la posterior reflexión. Este día se
instituyó como parte de una campaña mundial para promover el trabajo seguro,
saludable y decente. ¿Qué podemos decir al respecto? ¿Progresamos adecuadamente, o suspendemos en calidad laboral? Como
en toda norma, encontramos cumplimientos
responsables, e incumplimientos dolosos, cuando no criminales.
VERSIÓN INGLESA
VERSIÓN INGLESA
Que cada uno saque sus propias conclusiones.
En materia de seguridad, salud y
bienestar laboral, la hipocresía es
sistémica y da pie a una doble moral.
En España contamos con empresas que declaran entre sus principios que el capital humano es su primer activo,
situando la seguridad y la salud de los trabajadores en el ranking de
prioridades, al nivel de la competitividad
empresarial. Algunas compañías promueven,
incluso, la salud y calidad de vida más allá del ámbito estrictamente laboral. También
tenemos otras empresas que lo ignoran
todo sobre seguridad, salud, bienestar y prevención de riesgos laborales. Dicho
sin eufemismos, pisotean la seguridad/salud/bienestar en el ámbito laboral. En
el resto del mundo el panorama
también presenta muchas sombras.
No es fácil discernir si progresamos o suspendemos en seguridad, salud y
bienestar laboral. Ahora bien, una cosa es cierta, tenemos demasiadas evidencias de que no corren buenos tiempos para los
trabajadores… porque la calidad de
vida laboral parece cotizar a la baja año tras año.
Varapalo a la
información sobre PRL
Los medios de prensa –particularmente
los especializados en PRL- deben denunciar
las situaciones flagrantes ya citadas. Pero, ¿qué pasa cuando son los
propios gestores de algunos de estos
medios especializados incumplidores en
materia de protección laboral, entre otras contradicciones?
Hay formas de violencia laboral encubierta, pero que son más perversas que la propia agresión física
Analicemos el caso de la revista
Protección Laboral, que ha sido la decana de la información de PRL en
España, y que ha entrado en una deriva que
nadie sabe en qué acabará.
En febrero de 2018, Protección Laboral cambió de dueño. Con pésimo criterio, el vendedor enajenó su mejor activo. Al vender la cabecera también se deshacía del personal que elaboraba la
revista. En pocas palabras, el vendedor abandonó a este periodista y a mis compañeros a nuestra suerte, negando
derechos laborales y pretendiendo –interesadamente- que el comprador de la
revista nos restituyese a los trabajadores los derechos de los que cicatera e
ilegalmente se nos estaba privando.
Hay que ser retorcido para pensar que otro cumplirá con tus obligaciones
legales-morales. Obviamente, el comprador,
empresa oportunista curtida en la apropiación
del talento ajeno a coste cero, sólo está motivado por su interés económico, no por la subrogación de los
derechos laborales ni el discurso teórico de la revista que va a editar.
Hay formas de violencia laboral
encubierta, pero que son más perversas
que la propia agresión física. Este post denuncia que vendedor y comprador –cómplices en la conculcación de los derechos de
los trabajadores- han ejercido violencia laboral bajo otra apariencia.
¿Acaso cabe alguna duda de que ambas empresas han vulnerado los derechos
laborales, y que tal vulneración es una
forma confusa pero genuina de violencia? Concurre en este caso la paradoja
de que ambos defienden el discurso
teórico del bienestar laboral. Pero, en la práctica diaria, lo que mejor saben hacer es pisotear el bienestar laboral con prácticas tan insolidarias como
ilegales, que deben ser perseguidas si no queremos dar aliento a algo tan
viejo como la explotación del hombre por
el hombre.
Además de violar el derecho
laboral, tanto el antiguo como el nuevo editor de la revista Protección
Laboral no creen en el mensaje de la
prevención, siendo desconocedores integrales de la temática. Para ambos, Protección Laboral sólo es afán de lucro y
ambición de plusvalía, una ‘ubre que ordeñar’ sañudamente hasta dejarla seca.
Los perjudicados hemos sido
los trabajadores y, próximamente, lo
serán todos aquellos anunciantes que
confíen en una revista, gestionada por neófitos en PRL, y cuyo único credo es
hacer dinero –mucho dinero- con el mínimo coste; maximizar el beneficio
económico sin contrapartidas.
Estamos a punto de ver una revista
Protección Laboral descafeinada y
sin alma. Esto es lo que ocurre cuando en la actividad económica se impone
el economicismo de plusvalía salvaje
a cualquier otro principio legal o ético. Escrito está con rotundidad
implacable: “raíz de todos los males es el amor al dinero”.
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