El argumento es siempre el mismo: una empresa
–comunidad o lobby- ve amenazados sus intereses y, como respuesta defensiva,
recurre a echar
tierra sobre el asunto en un claro ejemplo de táctica oscurantista las
más de las veces. Es como si negando-ocultando la magnitud de un problema, y
distrayendo la opinión pública mundial, el problema se disolviese en el océano.
Pero los problemas no suelen disolverse espontáneamente,
más bien se agravan cuando no hay actuaciones transparentes y rápidas para
atajarlos.
Este aserto inicial puede aplicarse al ‘affaire’ Fukushima. En los últimos
días hemos sabido más sobre dicho culebrón
nuclear de regusto ácido: la central –o sus intermediarios- está
contratando a mendigos para
convertirlos en limpiadores kamikaze
de la contaminación radiactiva que liberó (libera o liberará) la central.
Una vez más la historia se repite. Los desdichados
limpiadores pobres actuarán cual liquidadores
que, liquidando y liquidando el veneno de la radiación inmanente en la zona,
ejecutarán su propia liquidación por
un cicatero puñado de yenes. Mientras haya personal necesitado,
desinformado o simplemente ingenuo, los malos gestores siempre encontrarán
carne de cañón fresca para minimizar el alcance de su impericia salpicada de
egoísmo y desprecio de las vidas ajenas.
Unas cuantas comidas calientes
El país del sol naciente no se libra de las bolsas
de pobreza con sus inevitables legiones
de indigentes. Los inventores del Just-In-Time
(JIT) han visto en sus menesterosos locales la solución logística a sus problemas. ¡Eso es aprovechamiento de
recursos, a precio de saldo, justo a tiempo!
Los limpiadores
kamikaze de Fukushima cobrarán menos de 80 euros diarios por su ‘performance’
temeraria, con los que habrán de sufragarse los gastos de comida y
alojamiento. Escaso es el rendimiento económico de tan descomunal riesgo.
Durante un tiempo imposible de precisar esta nueva hornada de liquidadores en liquidación al
más puro estilo Chernobiliano podrán, al menos, comer caliente. Algunos
incluso se comportarán como estómagos agradecidos que encontraron la ‘salida’ a
su situación de penuria. Pero, una inmensa mayoría –nos tememos- morirá víctima
de esa pestilencia moderna
descubierta industrialmente por Madame Curie.
Mientras haya personal necesitado, desinformado o simplemente ingenuo, los malos gestores siempre encontrarán carne de cañón fresca para minimizar el alcance de su impericia
El cesio en el agua… y la RSC sólo como escaparate
El goteo de errores de Fukushima será desconocido
porque la ocultación es la norma. Así, no sabremos ni el número, alcance y
medio de propagación de los escapes. Sin embargo hay evidencias que son difíciles de obviar: el cesio 137 sigue imparable su viaje hacia las costas del continente
americano. En su camino y destino final alterará la biología de los seres
vivos –dicho de una manera eufemística- en la gran ‘huerta’ del futuro que es
el mar. ¿Quizás la evolución futura del planeta pase por la mutagénesis de las
especies, ser humano incluido? No es una posibilidad remota, pues nos
alimentamos del resto… y bio-acumulamos las toxinas que ingerimos.
La RSC
(Responsabilidad Social Corporativa) es una política que luce muy bien en
las memorias que editan las empresas, o publican en sus páginas web aireando
sus logros. Sin embargo, es una política
difícil de aplicar con coherencia, especialmente cuando la empresa tiene
que gestionar sus crisis.
Tepco, operador de Fukushima, está ofreciendo su
grotesca reinterpretación de lo que es su sentido de la responsabilidad (RSC) ante el mundo.
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