Los ‘liquidadores’ son el primer frente de choque en cualquier catástrofe. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra ‘liquidar’ tiene, entre otros significados, el de ‘acabar con algo, suprimirlo o hacerlo desaparecer’.
El impacto de la actividad humana sobre su entorno no adquirió unos tintes realmente dramáticos hasta el siglo pasado. No fueron necesarios, por tanto, los ‘liquidadores’, esas primeras personas que tratan de contrarrestar los efectos de una catástrofe, con riesgo de sus vidas.
El impacto de la actividad humana sobre su entorno no adquirió unos tintes realmente dramáticos hasta el siglo pasado. No fueron necesarios, por tanto, los ‘liquidadores’, esas primeras personas que tratan de contrarrestar los efectos de una catástrofe, con riesgo de sus vidas.
Desde Chernobil… con
temor
Parece haber consenso
en que el término ‘liquidador’ lo acuñaron los rusos para
referirse a aquella legión de personas que, con medios escasos, se enfrentaron
al infierno de fuego y radiación desatados tras el accidente de un reactor en
la central nuclear de Chernobil (Ucrania), en 1986.
Al precedente
cinematográfico que fue “Desde Rusia con Amor” podemos
decir que, años más tarde, siguió un acontecimiento –nada ficticio- que hemos
querido sintetizar como “Desde Chernobil con temor”.
El temor obvio de las naciones europeas que, próximas o lejanas al lugar de la
tragedia, fueron bañadas por una nube radiactiva,
seguramente sin precedentes en la historia de la humanidad.
Nunca podremos
evaluar el coste medioambiental y en vidas humanas de esta nube. Sin embargo, podemos
afirmar que si la nube no adquirió unas proporciones apocalípticas fue debido
al trabajo abnegado de los liquidadores, voluntarios en su mayoría, que se enfrentaron a la
radiación, atajándola precariamente con una mole de hormigón que se lanzó sobre
el reactor siniestrado, y que el mundo dio en llamar sarcófago de Chernobil. Buena parte de aquellos liquidadores del error colectivo que fue la central ucraniana
fueron a su vez liquidados por el efecto de las dosis
mortales de radiación recibida. Fue un acto de generosidad y
entrega que se ha repetido recientemente en Japón.
Fukushima y el
silencio de los japoneses
La vida es bella,
incluso en Fukushima pese al devastador efecto del terremoto, combinado con un tsunami, que afectó a
la central nuclear japonesa. Las autoridades niponas han
querido mantener un silencio prudente para minimizar la gravedad del siniestro
y el dolor de su orgullo nacional herido. Nuevamente en esta emergencia nuclear
actuaron los liquidadores, aunque en un número
limitado. Los datos oficiales han manejado cifras de 50 (Los 50 de Fukushima),
que trabajaron en turnos rotatorios. La cifra oscilaría entre los 180 y los 800 brigadistas-liquidadores. Aunque el
número real nunca será conocido, pues parece que también se dio la colaboración
altruista de la población civil y, entre los
colaboradores, serían mayoría las personas de edad avanzada que,
con su sacrificio, intentaban impedir que otras personas jóvenes socorrieran la
emergencia y padeciesen los efectos de la exposición a dosis mortales de
radiación. El director de la central siniestrada sólo sobrevivió dos
años al accidente.
Chernobil y Fukushima ponen
de manifiesto el paradigma del
auto-sacrificio por parte de los liquidadores. Aunque
el término parece reservado para los brigadistas de grandes emergencias,
consideramos que debe ampliarse. Liquidadores, según el
diccionario y la evidencia, son todos los que contribuyen a poner término a una
emergencia, sea accidente nuclear, o sea un vertido de petróleo, un
terremoto, un ciclón o huracán, unas inundaciones, atentado terrorista, gran
incendio…, poniendo en peligro sus propias vidas.
Leer la versión inglesa
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