La palabra liquidador apareció
como un término coloquial. Sin embargo, pronto adquirió contenido, siendo la palabra exacta que aparece grabada en las medallas soviéticas y
distintivos que se entregaron al personal involucrado en la
liquidación del desastre. Cabe decir que fue un personal heterogéneo. Este post
abundará en el alcance que debe dársele a la denominación ‘liquidador’ a partir del recuento -no exhaustivo-
de los oficios que intervinieron en la infernal liquidación de Chernobil y sus efectos colaterales.
La gestión de la
emergencia nuclear de Chernobil involucró a muchos oficios con
diferentes niveles de responsabilidad. Los primeros que debieron enfrentarse a
la realidad sin una consciencia clara de la gravedad y el calado del accidente
fueron los técnicos que trabajaban en los reactores, al
mando de Anatoly Dyatlov.
Cuando hubo
constancia de que la catástrofe era inminente e imparable, el personal de la
planta fue secundado por los bomberos y por los cuerpos
de defensa civil de las Fuerzas Armadas Soviéticas, que
trabajaron intensamente en la retirada de materiales contaminantes y la
desactivación del propio reactor.
Colaboraron asimismo
las brigadas internas y la policía, encargándose de la
seguridad, el control de los accesos y la evacuación de la población civil de
los núcleos poblados más cercanos a la central (Prypiat es desde entonces una ciudad fantasma).
Del mismo modo, la fuerza aérea y la aviación civil soviética también
pusieron su granito de arena ejecutando críticas operaciones de vuelo con
helicópteros, transporte y monitorizado de la contaminación radiactiva.
La emergencia también
atrajo a numerosos civiles con formación científica, ingenieros y
trabajadores industriales y de la construcción. Los transportistas hicieron asimismo su trabajo
aportando suministros y facilitando la movilidad del personal, además de hacer
posible la evacuación en tiempo récord de Prypiat que, en
el momento del accidente, albergaba una población en torno a las 50.000
habitantes.
Un equipo de mineros del carbón construyó una enorme
barrera para proteger de la contaminación al acuífero situado debajo del
reactor siniestrado.
Finalmente, intervinieron
en el caos nuclear de Chernobil los profesionales de los medios de comunicación, que
ofrecieron información sobre el terreno; o los fotógrafos que
tomaron instantáneas de aquel teatro de operaciones dantesco y de los propios
liquidadores efectuando sus peligrosas operaciones.
La
tasa de carcinogenicidad de los liquidadores se estimó como cuatro veces
superior a la del resto de la población. El goteo de muertes, imparable.
Daños y víctimas
colaterales
En las casas del área
de exclusión intervinieron los sanitarios –civiles
y militares- ayudados por legiones de limpiadoras,
cuya misión fue eliminar los alimentos dejados en las casas evacuadas para
impedir un brote infeccioso de proporciones nunca vistas. Un detalle que no es
intrascendente fue la necesidad de que unas escuadrillas se concentrasen en
la liquidación de todos los animales domésticos, dejados atrás
en los hogares abandonados de prisa y corriendo durante un éxodo siniestro.
“Nunca mais”
La lección de la
catástrofe impulsa a la sociedad occidental a proclamar un ‘Nunca mais’, agradeciendo a los liquidadores su
sacrificio. Fueron miles de trabajadores heroicos y
anónimos, y unos pocos que escaparon al anonimato. Entre éstos, el
lugarteniente Volodymyr Pravik, jefe de una brigada de bomberos, ha sido uno de
los liquidadores más conocidos, además de víctima inmediata del desastre.
Más suerte tuvo Anatoly Stepanovich Dyatlov, técnico nuclear que
supervisaba el test del reactor 4 el día del fatídico accidente. Se le acusó de
“mala gestión criminal de empresa potencialmente explosiva” y fue sentenciado a
10 años de cárcel, de los que cumplió sólo 5. Escribió el libro “Chernobil. Cómo ocurrió” en el que proclama que
las deficiencias de diseño de la planta, las condiciones de
mantenimiento, junto con una tecnología obsoleta, fueron los principales
causantes del accidente por encima de los fallos humanos del personal. Dyatlov
recibió una dosis de radiación de 550 rem (5,5 sievert). Murió de un fallo
cardíaco en 1995.
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