No todas las jefaturas están ejercidas por incompetentes. El jefe-líder, con visión a largo
plazo, vive con coherencia aquello
que predica, enseña, delega funciones y
crea oportunidades. Sus habilidades se manifiestan en el autocontrol y las decisiones eficientes en coyunturas críticas. Valora el factor humano per se (y porque sabe que no hay barco sin
tripulantes). Está motivado
y, por encima de todo, transmite
motivación, el mayor activo de cualquier empresa.
El clima laboral ideal es
definido por algunos expertos como un estado
óptimo de las relaciones entre las personas. El fracaso de la gestión conduce a la desmotivación del personal. Las causas más frecuentes son:
-Autoritarismo de los
mandos intermedios o superiores. El estilo de dirección es determinante,
pudiendo detectarse sus errores mediante encuestas de clima laboral.
-Déficit o errores de
comunicación. Los empleados necesitan conocer sin ambigüedad sus funciones,
autonomía (si la tienen), a quién pueden recurrir cuando surge un problema y a
quién dar las explicaciones, llegado el caso.
-Falta de
reconocimiento. El trabajador necesita verse valorado, sentir la empresa
como un equipo al que pertenece y le necesita (compensación o retribución
emocional).
La desmotivación
puede acabar hundiendo el clima laboral, con elevado coste para la empresa
por pérdida de productividad,
absentismo, rotación de personal, errores en el trabajo, o fuga de talento.
La desmotivación puede revertirse
ejerciendo un liderazgo positivo, un concepto en boga, pero difícil de
convertir en realidad. Desafortunadamente, uno de los factores con mayor peso en la
desmotivación de los trabajadores es el
jefe y sus habilidades directivas. El psicólogo Robert Hogan (Universidad
de Tulsa) es rotundo al asegurar que “siete de cada diez directores o gerentes son incompetentes,
irritables, dominantes, explotadores o indignos de confianza, tienen pocas
habilidades de toma de decisiones y se niegan a delegar su autoridad”.
El mal jefe es tóxico
para el trabajador y su familia
Existe una correlación, probada por los investigadores,
entre el estrés de los padres y el
de sus hijos. Los gerentes y los
supervisores son una fuente importante de apoyo en el trabajo… pero también de estrés para los trabajadores y sus familias.
Según la psicóloga Leslie Hammer (Universidad Estatal de Portland, Oregón), “la
falta de respaldo o las conductas abusivas por parte del supervisor pueden afectar a la vida en el hogar, tanto en
términos del tiempo y la energía que roba a las personas, como
por su efecto sobre el estado de ánimo”.
Siete de cada diez directores o gerentes son incompetentes, irritables, dominantes, explotadores o indignos de confianza, tienen pocas habilidades directivas y no saben delegar
“Cuando las personas están estresadas en el trabajo el
equilibrio en el matrimonio se resiente.
La calidad de la relación se reduce, también aumentan la incidencia de la depresión, las enfermedades cardiovasculares, así como los problemas de obesidad y salud en general. La
psicóloga entrena a directivos para
que sepan apoyar y empatizar con sus
empleados, creando atmósferas laborales saludables, que no ‘exporten’
problemas al ámbito familiar
El check-list del líder ideal
ha de incluir competencias como:
-Comunicación. Un directivo debe
saber transmitir la estrategia de la compañía, por lo que debe ser claro y
conciso. El flujo informativo no puede
ser unilateral, también ha de admitir el retorno.
-Predicar con el
ejemplo. Siendo objeto de observación, el directivo es considerado
frecuentemente como un modelo a seguir,
lo que exige mucha coherencia.
-Espíritu de
equipo. El trabajo es colaborativo: un buen jefe sabe cuándo delegar ciertas responsabilidades.
-Motivación. El líder espolea
a su “tropa”, inspira y fomenta el
entusiasmo.
-Reconocer e
incentivar el talento. Supone valorar las aptitudes de los colaboradores,
capitalizándolas y reteniéndolas para la empresa.
-Capacidad de
empatía. El líder no puede ser distante, sino ‘ponerse en la piel’ de sus colaboradores y conectar.
-Tolerar errores. Errar es humano.
No es líder quien no es capaz de aceptar
el error y mostrar capacidad de reacción.
-Establecer metas
y expectativas (realistas). Los objetivos inalcanzables sólo provocan
desmotivación en los colaboradores.
-Auto-reflexión. Antes de juzgar a
terceros, el líder debe conocer sus
fortalezas y debilidades (Conócete a ti mismo). Además, el líder que juzga,
también se verá sometido al juicio de las personas de su entorno.
-Autenticidad. No valen las
imposturas ni la ocultación de la personalidad, que generan desconfianza. El directivo debe hallar su estilo de
liderazgo y ser consecuente con el mismo. Los ‘veletas’ no tienen capacidad para liderar personas y equipos.
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