Nuestra sociedad no puede menospreciar la
calidad-cantidad de sueño, por más que ésta no tenga consecuencias dramáticas
inmediatas, pero sí a medio y largo plazo.
Cuestión capital
El dormir bien no es un
asunto de la esfera privada. Hace años, Francia, convirtió el tema en una ‘Cuestión de Estado’. Numerosos
estudios apuntan que en España dormimos poco y, además, con poca calidad
(descanso no reparador). Veamos algunos de los riesgos de la privación de sueño.
-Disminución del
rendimiento. Esto conlleva un sobre-esfuerzo para desarrollar las actividades
laborales normales, disminución del nivel de alerta general y dilatación del
tiempo de respuesta.
-Aumento del
número de errores. El perjuicio cognitivo paralelo a la privación de sueño hace que
cualquier actividad esté sujeta a numerosos errores (en la doble vertiente de
comisión y omisión). Estos errores pueden causar auténticos estragos en
actividades sometidas a un ritmo de trabajo, o que entrañen riesgo para la
seguridad.
-Incapacidad para
conducir. Es consecuencia del aumento de la posibilidad de error. En este
apartado no solo se incluyen los vehículos, sino toda la maquinaria cuyo manejo
entrañe riesgos para el usuario, o su entorno.
-Merma de la
capacidad de asimilación y memoria. Una disminución de la memoria de trabajo (o
memoria reciente) implica pérdida de capacidad para desarrollar o actualizar
sobre la marcha estrategias basadas en información nueva, junto con la
incapacidad para recordar una secuencia temporal de eventos recientes.
-Estado de ánimo
inadecuado. Un mal estado de ánimo puede provocar estallidos emocionales como
irritabilidad, impaciencia, comportamiento inmaduro, falta de respeto por las
convenciones sociales, alteración de la relación con otras personas, etc.
Conviene que el mundo de la prevención sea consciente de la importancia que tiene el sueño, que ha sido declarado ‘Cuestión de Estado’ en países de nuestro entorno
-Aumento de la
temeridad. Los estudios de imágenes cerebrales muestran que la falta de sueño provoca
una activación de regiones cerebrales responsables de la toma de decisiones
arriesgadas, mientras que las regiones que regulan el control racional y lógico
muestran una menor activación. En definitiva, se produce una desinhibición, en
la que la percepción subjetiva de ‘ganancia’ supera a la de potencial
‘pérdida’.
-Incapacidad para
reaccionar-rectificar. La falta de sueño actúa negativamente sobre el
pensamiento flexible, la contención de pensamiento o acción, la actualización
estratégica a partir de nueva información, la capacidad para introducir una
divergencia de pensamiento, o la innovación sobre la marcha.
-Sumatorio de
efectos negativos. Cuatro o más noches de privación parcial de sueño (menos de 7 horas de
sueño/noche) pueden equiparse a una noche completa en blanco. Esta privación
total de sueño puede afectar la funcionalidad de las personas durante un
periodo de hasta 2 semanas. El cerebro es un buen contable y no lo podemos engañar.
Por todo ello, es fácil concluir que la mala calidad del sueño se
perfila como un riesgo emergente en el ámbito preventivo laboral. En marzo, el viernes anterior al equinoccio, ha quedado instituido como Día Mundial del Sueño (World
Sleep Day).
¡La vida es sueño!
Con un enfoque diferente al de Calderón de la Barca, podemos
asumir la sentencia de que “la vida es
sueño” o, precisando aún más, decir que la calidad de vida depende de la calidad
del sueño. Y así podemos inferir otros razonamientos en el campo laboral:
¿Depende la seguridad de la calidad del sueño? Rotundamente, sí. De hecho,
existe una relación inversamente proporcional. Es decir, a menor calidad del sueño, mayor probabilidad de que se produzcan
accidentes. Así pues, conviene que el mundo de la prevención sea consciente
de la importancia que tiene el sueño, que ha sido declarado ‘Asunto de Estado’
en países de nuestro entorno. Y es que la vida es sueño e, indiscutiblemente, ¡el sueño es vida!
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