El 23 de marzo fue el Día Mundial de la Meteorología. Ello justifica un post apuntando que el clima, como otras muchas cosas, condiciona nuestra salud y capacidad laboral.
La climatología
médica (o meteoropatología) considera el clima como un factor determinante de
efectos favorables o desfavorables. Todos los trabajadores son, en mayor o
menor medida, meteoro-sensibles.
Nos hallamos inmersos
en un entorno físico-químico (atmósfera), con características peculiares según
la zona geográfica. Un trabajador no puede sustraerse a la atmósfera que le
rodea como si estuviera encerrado en una campana de cristal. Por ello, la
evaluación del riesgo no puede desentenderse de la meteoro-patología. Las meteoropatías (enfermedades del tiempo), son una dolencia añadida a la actividad laboral.
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La meteoropatía (enfermedades del tiempo) es otra cara más del poliédrico riesgo laboral |
El análisis ergonómico de las condiciones de trabajo no
puede pasar por alto todo lo relativo al entorno climatológico en que se
desenvuelven los trabajadores. Nos sobran evidencias de los efectos de los
golpes de calor, que cada año siegan la vida de varios trabajadores en España.
Ello motiva este artículo, cuyo propósito es advertir que –además del calor-
existen otros factores relacionados con la climatología (presión atmosférica,
humedad, ionización, truenos, viento, radiación ultravioleta) que son
determinantes para las condiciones de trabajo, y pueden representar un cierto
grado de incapacidad puntual (meteoropatía) dependiendo de la sensibilidad del
trabajador a los fenómenos atmosféricos. En este sentido, cabe indicar que la
evaluación de los puestos de trabajo debería contemplar todo lo relativo al
puesto, sin obviar el área de lo meteoro-patológico que, por efectos de una
climatología de cambios abruptos, pone a prueba a muchos trabajadores.
Como ejemplos, citaremos los casos de los trabajadores de
servicios de emergencias: los bomberos, sanitarios, socorristas, pilotos de
hidroaviones, etc. pueden estar luchando en su tajo mientras se enfrentan a un
episodio de meteoropatía en sus propias carnes. Los huracanes sin precedente de
este año en el Caribe (Harvey e Irma) –con vientos de 300 kilómetros/hora-
suponen una agresión añadida a los trabajadores que han intervenido, con
independencia de su susceptibilidad individual ante los fenómenos
meteorológicos.
Michael Crane, profesor de medicina preventiva en la Escuela
Monte Sinaí (Nueva York), cree que es imposible predecir quién se enfermará
trabajando en un servicio de emergencia, puesto que “la ciencia –dice- aún no
es capaz de usar la información genética, los bio-marcadores o el historial
familiar como herramienta predictiva”.
Adaptación permanente
El cuerpo humano debe adaptarse (homeostasia) a las
variaciones que le afectan. Y, como consecuencia de ello, está sujeto a
trastornos y enfermedades, cuyo estudio es importante para la salud general y
la laboral. Ya Hipócrates observó que el sol, el agua, los vientos y otros
factores climáticos tenían un peso importante en el mantenimiento y en la
recuperación de la salud. De hecho, es innegable que la composición de la
atmósfera más cercana es trascendente para todo ser vivo por su contenido en oxígeno,
carbono, nitrógeno, gases inertes, ionización, temperatura, humedad, nieblas y
nubes, precipitaciones, vientos… A lo que cabe añadir parámetros geológicos o
telúricos, como la constitución del suelo, configuración, latitud, altitud,
distribución de mares y tierras, vegetación, geo-magnetismo, etc. Los seres
humanos nos desenvolvemos en ese marasmo de factores ambientales, que
condicionan nuestra salud y desempeño laboral.
Las variables meteorológicas tienen una repercusión en el cuerpo, lo que explica que ciertas personas actúen como ‘barómetros meteorológicos’
No es lo mismo trabajar en un
campo de experimentación de la Antártida que en una plantación agrícola del
trópico; en una estación de montaña de los Alpes o en una mina a cientos de
metros en las entrañas de la tierra.
En su ensayo “Distrés meteorológico”, el Dr. Antonio
Paolasso argumenta la interrelación del cuerpo humano y los fenómenos
atmosféricos a partir de la afirmación de Petersen de que “si hay un organismo
construido para actuar como caja de resonancia de los fenómenos cósmicos, éste es
el cuerpo humano”.
El entorno que nos
rodea en el trabajo
A efectos de la meteoropatología y su enfoque clínico cabe
considerar los siguientes factores relacionados con el aire y nuestro entorno
vital:
·Presión atmosférica
La presión aumenta durante los anticiclones afectando a las
neumo-patologías o enfermedades respiratorias (dificultad para respirar,
aumento de la polución). En cambio, las bajas presiones aceleran el ritmo
respiratorio y aumentan el volumen de aire inspirado, produciéndose una
hiperventilación. Se incrementa el ritmo cardíaco y el flujo de salida de la
sangre. Las personas con alteración de los sistemas respiratorio y
cardiovascular no deben vivir a grandes altitudes, porque no pueden llevar a
cabo las adaptaciones requeridas. En el ámbito laboral se contempla una
dolencia como el disbarismo, que puede afectar a personas que trabajan en
lugares de baja presión atmosférica (estaciones de esquí, por ejemplo).
·Temperatura
Sabemos que el calor excesivo incrementa la sudoración, con
la consiguiente pérdida de agua y electrólitos. El frío, compensado con pilo-erección,
temblores y trabajo muscular, tiene también repercusiones claras y concretas en
el organismo. Nuestro
cuerpo, que es homeotermo (temperatura estable), necesita un sistema de
regulación para mantener la temperatura dentro de unos márgenes muy reducidos.
La comodidad térmica (ISO 7730) se definiría como una ‘condición mental que
expresa satisfacción’.
·Humedad
Está estrechamente relacionada con la temperatura, ya que la
saturación del vapor de agua viene determinada por la temperatura del aire. El
aumento de la humedad interfiere con la termorregulación y agrava la
sintomatología del acaloramiento. El ambiente excesivamente seco conduce, por
el contrario, a la pérdida de agua y sal, con la consiguiente deshidratación. El
grado de humedad modula el medio interno y la dinámica circulatoria. La humedad
afecta a huesos y articulaciones. Además, vivir en ambientes húmedos
(especialmente en interiores) expone a las personas a enfermedades del tracto
respiratorio que se manifiestan con tos, asma, etc.
·Ionización de la atmósfera. El
predominio de iones positivos causa malestar general, cansancio, congestión
nasal, migraña, congestión laríngea. Por el contrario, el predominio de iones
negativos se traduce en sensación de bienestar, aumento de la capacidad de
trabajo y efecto sedante. De ahí la instalación de ionizadores de aire para
mejorar el rendimiento laboral y coadyuvar en el tratamiento de trastornos funcionales
(asma, hipertensión, ansiedad, cefaleas, rinopatías).
“La ionización atmosférica parece tener más importancia de
la que hasta el momento se le ha dado. Cada vez existen más indicios que
relacionan la ionización positiva de la atmósfera con disfunciones psíquicas.
Algunas reacciones neuroquímicas parecen modificarse y algunos investigadores
han atribuido estas disfunciones a descargas serotoninérgicas con una fase
previa de euforia que se sigue de depresión, depresión sin euforia previa,
insomnio, crisis migrañosa, aumento de la incidencia de dolor anginoso e incluso
accidentes cerebrovasculares”, indica el estudio de P. A. Martínez-Carpio “Biometeorología
y bioclimatología clínica: fundamentos, aplicaciones clínicas y estado actual
de estas ciencias” (Elsevier).
·Precipitaciones
Son otro factor atmosférico omnipresente en nuestras vidas
(y salud). La lluvia puede afectar a las vías respiratorias, siendo una de las
principales causas de morbilidad, que se manifiesta en infecciones (gripe
común, sinusitis, faringitis, amigdalitis o laringitis, pulmonía y
bronconeumonía). Los efectos se agravan cuando se trata de las conocidas como
lluvias ácidas (lluvia que arrastra contaminantes dispersos en la atmósfera,
como los óxidos nitrosos de la quema de combustibles fósiles, y otros metales
pesados que contaminan la atmósfera).
También causan síntomas meteoropáticos, que son objeto de
estudio de la meteoro-patología, la radiación ultravioleta, los truenos, el viento,
la radiación electromagnética, etc. Más información en "El frío como riesgo laboral".
Algunos meteoro-síntomas
Las variables meteorológicas tienen una repercusión en el cuerpo, lo que explica que ciertas personas actúen como
‘barómetros meteorológicos’, prediciendo con sus molestias fisiológicas la
inminente entrada en escena de un fenómeno atmosférico. Estos síntomas ocurren
entre 24-48 horas antes del cambio de tiempo, influyendo sobre la calidad de
vida del afectado y, obviamente, sobre su desempeño laboral.
Entre las meteoropatías físicas encontramos las migrañas,
dolores de cabeza, mareos, náuseas, desmayos, dolores de antiguas lesiones,
dolores reumáticos y dolores musculares. Algunos de los síntomas mentales son
fatiga, irritabilidad, cambios de humor, apatía, letargo, disminución de la
concentración, coordinación y pensamiento, y trastornos del sueño.
Los enfermos coronarios pueden experimentar un aumento de la
presión arterial, latidos irregulares, taquicardia y molestias en el pecho. Algunos
estudios constatan mayor incidencia de accidentes cerebrovasculares y ataques
cardíacos debido a la isquemia (restricción del riego sanguíneo).
En personas con problemas abdominales, aparece dolor de
estómago y el agravamiento de la gastritis por úlcera gástrica o duodenal.
Otras personas meteoro-sensibles sufren bajada de presión arterial en paralelo
a la disminución de la presión barométrica (provoca visión borrosa, mareo,
desmayos). En otros casos, la baja presión atmosférica cursa con exacerbación
de las migrañas. Las variaciones de presión (aproximación de frentes
borrascosos) desencadenan las respuestas de dolor en las terminaciones
nerviosas del sistema musculo-esquelético (dolor articular).
Estamos en definitiva ante un conjunto de síntomas que
requieren atención, máxime cuando afectan al desempeño de personas en su puesto
de trabajo, lo que compromete su propia seguridad y la de otras personas.
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Todos los trabajadores son, en mayor o menor medida, meteoro-sensibles, algo que afecta al comportamiento y la prestación laboral |
·Depresión, melancolía, apatía
La meteorología afecta al cuerpo y también a la mente. La
meteoropatología psiquiátrica ha estudiado profusamente la relación entre el
fenómeno depresivo (y sus posibles consecuencias) y las condiciones meteorológicas.
Antes de contar con el soporte estadístico, se creía que la mayoría de los
suicidios tenían lugar en otoño. Esta creencia se basaba en la noción de que el
tiempo “oscuro y pesado” que caracteriza a la estación otoñal hacía que la
mente humana cayera en la melancolía. En el siglo XIX ya se demostró que las
estaciones que concentraban los suicidios eran la primavera y el verano.
Es cierto que, con independencia de la estación del año, la
meteorología induce cambios de humor, que pueden tener consecuencias graves en
personas que padecen desequilibrios nerviosos.
La meteoro-patología,
un asunto muy serio
El tema de las ‘dolencias climatológicas’ provoca en no
pocos casos suspicacia e hilaridad. Sin embargo, la ciencia está demostrando que
no hay razón para reírse. La meteoropatía empieza a verse como una verdadera
enfermedad entre la comunidad médica. A ello contribuye que en los últimos años,
y debido al triste agujero de la capa de ozono, las condiciones meteorológicas están
cambiando con frecuencia e intensidad inusitadas. De ahí que se empiece a dar
más importancia a este fenómeno. La medicina también se está actualizando en el
conocimiento de las enfermedades asociadas a la meteorología. La prevención
básica de las meteoropatías requiere:
-Pasar tiempo al aire libre para mejorar la capacidad
fisiológica de hacer frente a los cambios climáticos (efecto vacuna).
-Aceptar fenómenos que consideramos molestos, como el frío y
la humedad, o saber disfrutar de una nevada, huyendo de nuestro sentimiento
innato de buscar seguridad y comodidad.
-Entrenar el cuerpo para adaptarse a los cambios del clima.
Se recomienda ir a la sauna o tomar duchas frías y calientes, especialmente
para personas con presión arterial baja, que son especialmente sensibles a los
cambios de tiempo.
Pese a todo, hay quienes –lejos de culpar al tiempo-
únicamente creen que la meteoropatía es una nueva enfermedad producto de
nuestra propia conducta. Quizás sea sólo eso.