En un reciente editorial, titulado “Nada es más fácil que estar triste”, decíamos que acostumbramos a vincular nuestro bienestar psíquico (tono, autonomía, perspectiva… motivación) con circunstancias ajenas a nosotros mismos.
Defendíamos la hipótesis de que nuestro
estado mental (por llamarle de algún
modo) no habría de depender
fundamentalmente del entorno, sino de la persona y de la movilización de sus propios
recursos, de la actitud pro-activa;
porque la pereza –o la demora en la
acción- conducen casi invariablemente a la tristeza/desmotivación.
Hoy ratificamos esa
hipótesis de que querer es poder (con independencia del entorno), aunque la matizaremos. En cualquier
caso, de lo que no cabe duda es que para
estar motivado hay que esforzarse, y hay hábitos que nos ayudarán en la tarea.
Precursores de la
motivación
Corren por internet
listas de hábitos (12, hasta 19) que adornarían a las personas motivadas. Como esa literatura desprende un tufo de psicología casera y bricolaje emocional
para adeptos de la auto-ayuda, sólo reescribiremos
brevemente esos buenos hábitos. Cualquier persona que poseyera los 19 hábitos
tendría una motivación a toda prueba, sobrenatural y sobre-humana, algo que es tan
irreal como utópico. De todos modos, si queremos ser personas motivadas deberemos potenciar actitudes como las que se citan:
-Convicción. Para
hacer algo, primero hemos de creérnoslo y desearlo nosotros mismos.
-No juzgar. Se
aprende de los aciertos/errores ajenos, pero no se someten a escrutinio.
-Humildad. Reconocer
los errores (Errare humanum est) y
rectificar es de sabios (Sapientes est
mutare consilium).
-Perspectiva.
Tomar distancia con el trabajo para valorar con mayor objetividad los errores y
los aciertos.
-Autenticidad.
Valorar las opiniones ajenas sin dejar de ser fiel a uno mismo y a los
principios propios.
-Confianza en las
propias fuerzas. Hay que salir de la zona de confort para perseguir la meta
anhelada; sólo arriesgando podemos ganar.
-Aprendizaje
permanente. Cada día podemos enriquecer el conocimiento y ser más eficaces
a posteriori gracias al bagaje de experiencias.
-Metas claras.
Conviene tener muy definidos los objetivos a medio-largo plazo.
-Sin desaliento.
Los tropezones del camino son una gran escuela de mejora, no un motivo para
abandonar.
-Auto-crítica. Saber
reconocer los errores propios y no culpabilizar a otros ni buscar chivos
expiatorios.
-Tiempo de calidad.
Conciliar tiempo de trabajo y tiempo de ocio para mejorar la atención personal
y las relaciones sociales/familiares.
-Relaciones selectas.
La motivación se aprende / imita / ‘contagia’ por el contacto con otros
motivados, que actuarán como motivadores.
Las dolencias más frecuentes en personas sumidas en la negatividad/desmotivación suelen ser las mismas que se derivan del estrés
Trabajar desmotivado
Trabajar desmotivado perjudica la
salud. Las emociones (actitud), son determinantes. Incluso con trabajos que
no gustan, la clave no está en el
trabajo, sino en la actitud del
trabajador. Un empleo que no aporta
felicidad al trabajador se convierte en una fuente indeseable de emociones negativas que, mantenidas en
el tiempo, generan desórdenes
emocionales y, como consecuencia, una drástica merma del sistema inmune. Un
estado emocional negativo producido por el ámbito laboral, teniendo en cuenta
la cantidad de horas y días que pasamos en el trabajo, puede ser un potenciador
de enfermedades psicosomáticas o de
otra índole. Las dolencias más frecuentes en personas sumidas en la negatividad/desmotivación suelen ser
las mismas que se derivan del estrés.
La falta de motivación también afecta al sistema muscular, pudiendo somatizarse en forma de migrañas y cefaleas
tensionales, así como problemas dermatológicos.
El talón de Aquiles
La motivación
depende de factores internos –lista ya
citada-, pero está sujeta a multitud de
factores aleatorios. Simplemente la astenia
(fatiga) provoca que el magnífico edificio de la motivación tenga los pies de
barro y acabe por venirse abajo.
Y la astenia es un mal de muchos
españoles. El 73% la padece por dormir
poco y trabajar mucho, según concluyó el Estudio Vtytal (vida laboral,
familiar y social), conducido por la Sociedad
Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).
La falta de vitalidad
y energía (astenia) tiene un largo recorrido que pasa por el burn-out (estar quemado) y la desmotivación. Agotamiento psíquico, fatiga emocional,
desgaste personal, frustración de las expectativas, contradicción entre la
realidad y el deseo, ruptura del equilibrio psicológico... Este vendría
a ser un posible cuadro “clínico” del trabajador “quemado”, antítesis del
trabajador motivado.
Un reciente estudio (Steelcase) asegura que los españoles estamos a la cabeza de los trabajadores desmotivados
en el mundo, por detrás de los franceses. Parece obvio, pues, que la motivación, siendo una cuestión de hábitos,
tiene unas condiciones necesarias para
poder desarrollarse, condiciones que, muchas veces, escapan a nuestro
control.
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