No hay trabajo fácil. El de los trabajadores de Emergencias es uno de los más complejos al afrontar
desafíos excepcionales por su
intervención en incidentes críticos.
El trabajo de respuesta de
emergencia es estresante e impredecible.
Los trabajadores de emergencia deben tener los recursos emocionales para efectuar múltiples tareas sin perder el control frente a las amenazas físicas.
La complejidad de su trabajo les exige “ejercitar habilidades considerables, tomar decisiones delicadas con consecuencias fatales y resolver una amplia gama de problemas
interpersonales, sin criterios rígidos sobre la corrección o incorrección de
las soluciones. Así, deben vivir con dudas
e incertidumbre sobre su trabajo, lo que puede hacerles cuestionar su
propia idoneidad o competencia y socavar su autoestima” (Toch, 2002, pp.
55-56). Necesitan mostrar liderazgo,
control y asertividad; pensar claramente bajo presión (Anderson, Swenson y
Clay, 1995). En resumen, los trabajadores de Emergencias responden y se zambullen
a diario en el caos y la confusión de la vida de otras personas
y al hacerlo corren el riesgo de
convertirse ellos mismos en víctimas.
La lista de incidentes
críticos de un trabajador de emergencias contempla:
-Estar en primera línea, con peligro mortal para la propia
vida
-Lesión grave en el cumplimiento del deber
-Suicidio (o pérdida) de un compañero de trabajo
-Lesión o muerte de un niño
-Contacto personal prolongado con una víctima que muere
-Accidente múltiple con muchas víctimas
-La víctima es conocida por el trabajador de emergencias
-Cualquier incidente en el que la seguridad personal esté en
peligro, incluido el trabajo menos conocido asociado al puesto
-Exposición a enfermedades infecciosas
-Atención inusual de los medios y escrutinio permanente por
parte de la opinión pública
-Falta de lealtad administrativa y / o de compañero de
trabajo.
Transmitir confianza
pase lo que pase
Los equipos de emergencia están desplegados sobre el terreno
o en cualquier escenario de crisis
para ayudar, y la mejor manera es transmitiendo
confianza mientras hacen su trabajo.
A la primera fila de respuesta en emergencias (respondedores, en adelante) se les
enseña a rechazar, negar y / o suprimir
las “reacciones normales” a eventos. La creencia cultural es que las reacciones no son apropiadas para
alguien en las profesiones de emergencia. El respondedor de emergencia en
dificultades puede proyectar una imagen de
competencia mientras se siente invadido por una sensación de inseguridad, miedo, vergüenza, etc. La
falta de reconocimiento de sentimientos como la tristeza y la ira puede conducir
a dos situaciones contrapuestas, un desempeño laboral deficiente, o bien que se
efectúe el trabajo tal y como se esperaba.
En cualquier caso, la exposición
no es inocua y, dependiendo de factores individuales, suele pasar factura y dejar mella en el respondedor.
Los respondedores se zambullen a diario en el caos y la confusión de la vida de otras personas y al hacerlo corren el riesgo de convertirse ellos mismos en víctimas
Referiremos aquí el caso de un periodista que, pese a no ser un trabajador de emergencias, se
encontraba también en la primera línea
por motivos obvios; y la dantesca vivencia de un bombero en el espeluznante accidente de Los Rodeos.
Cuando el huracán
Katrina cargó contra la costa de Luisiana y los residentes de Nueva Orleans
colapsaron las autopistas para huir, John
McCusker lo vivió todo en directo. Fotógrafo del Times-Picayune durante más
de dos décadas, McCusker vagó por las fangosas aguas en un kayak durante días documentando la destrucción. Como
muchos de los habitantes, había perdido su casa y todos sus bienes. El 8 de
agosto de 2006, casi un año después de documentar el trauma colectivo del Katrina, McCusker fue visto conduciendo
erráticamente por la ciudad. Cuando la policía lo detuvo, pidió a los agentes
que acabaran con su vida. Pero huyó atropelladamente y condujo chocando contra
vehículos y señales. Hubo que reducirle con una pistola paralizante. McCusker despertó atado a una cama en
un pabellón psiquiátrico.
Las impresiones de un bombero,
llamado José Musse, al llegar al escenario de Los Rodeos se han vuelto indelebles
e, inevitablemente, patológicas. Dos
jumbos (KLM y PANAM), con un pasaje
global de más de 600 personas, colisionaron
en la pista de aterrizaje del
aeropuerto tinerfeño, en 1977. José Musse ha explicado que en aquella confusión indescriptible –se
superponían el caos exterior y el interno, mientras su mente empezaba a
asimilar el alcance del suceso- no
sabía qué hacer o por dónde empezar. Lo primero que tocó fue el cuerpo de una niña de unos cuatro años, la edad de su
hija. En estado de shock, el bombero tuvo fuerzas para recogerla y entregarla a los sanitarios. José Musse lleva más de 30
años digiriendo aquella impresión feroz,
que le ha causado no pocas pesadillas y
llanto, cuando rememora la infernal escena.
ERES, el síndrome de
los respondedores
Los respondedores
de emergencias presentan síntomas
clínicos como depresión, trastorno de estrés postraumático, ansiedad,
trastornos del sueño y trastornos por abuso de sustancias. Son algunas ‘señas de identidad’ del ERES (Emergency
Responder Exhaustion Syndrome – Síndrome de Agotamiento de los Trabajadores de
Emergencias). “ERES puede incluir síntomas físicos, emocionales, espirituales,
mentales o relacionales de cualquiera o todos estos diagnósticos” (Anderson et
al., 1995).
Los respondedores de emergencia tienden a rechazar el diagnóstico formal. A
menudo, son reacios a buscar y
permanecer en tratamiento. En un
estudio de soldados de combate estadounidenses en Iraq y Afganistán, se
encontró reticencia al tratamiento por prejuicios
sobre lo que pensarían conocidos y superiores. Las razones aludidas fueron: ser
percibido como débil (65%), pensar que recibirían un trato diferente de sus
superiores (63%), perder la confianza de sus compañeros (59%), percepción de
que podía empeorar sus carreras (50%).
Por tanto, los respondedores menos afortunados pueden
asistir a eventos que nadie debiera
vivir y, a posteriori, cargar con una
incómoda mochila de malas emociones, durante el resto de sus vidas.