La nano-bioelectrónica lleva
la monitorización de las constantes
vitales y otras funciones biológicas a una dimensión
inédita hasta ahora. Las condiciones de una persona, un paciente, o un
trabajador pueden conocerse por un simple
tatuaje. Simple en apariencia –no difiere mucho de cualquier tatuaje o
‘sticker’ convencional-, sin embargo actúa como un bio-sensor que recoge y transmite información vital sobre su
portador.
Bio-wearable avanzado
Si los wearables
(dispositivos portátiles, como pulseras, relojes, etc.) ya causaban cierto asombro, los bio-wearables van más allá. Es una carrera que, según los expertos,
conduce a una fusión hombre-máquina
(o tecnología) gracias al incesante avance de la nanotecnología, o ciencia de lo diminuto (donde 1 nanómetro
equivale a la mil-millonésima parte de 1
metro).
Estos bio-tatuajes de la era
‘nano’ recogen, almacenan y envían datos biológicos del portador (temperatura,
pulso, constantes vitales), lo que permite la monitorización de su estado de salud.
Se basan en un pigmento conductor de la electricidad que incluye, además, los
bio-sensores y el controlador, todos en la escala nanométrica, cuya
equivalencia se ha citado.
Pasan
desapercibidos
Sin duda, estos bio-wearables
encontrarán su lugar en el campo de la protección de los trabajadores. Hoy por
hoy es más fácil imaginar las aplicaciones
médicas de estos ingenios. Por ejemplo, cuando un paciente deja el hospital,
la tecnología convencional de monitorizado es muy voluminosa, invasiva y
molesta. Sin embargo, llevar una pegatina
adherida a la piel como un tatuaje temporal rompe los esquemas de lo que
hasta ahora conocíamos como monitorizado médico. Nada que ver con los sistemas
tradicionales de frecuencia cardíaca o actividad cerebral, que precisan de
voluminosos equipos electrónicos y la conexión mediante electrodos que se fijan
a la piel con geles adhesivos, por sí solos causantes de restricción del
movimiento, o de potencial irritación dérmica (en el caso de los geles).
Nacidos de la nano-bioelectrónica, estos diminutos bio-sensores utilizan
el silicio y el arseniuro de galio
–materiales típicos de la industria electrónica- en versión ‘nano’; es decir, nano-compuestos de silicio y arseniuro
con los que se crean los circuitos que caben en un diminuto parche (como un
sello de correos) de unos 40 micrómetros de espesor. Para aplicarlo basta con
colocarlo sobre la piel, frotar con un dedo húmedo para disolver la hoja
protectora y dejar secar.
Los bio-tatuajes de la era ‘nano’ recogen, almacenan y envían datos biológicos del portador (temperatura, pulso, constantes vitales), lo que permite la monitorización de su estado de salud
Dado que el circuito es suave y lo suficientemente elástico para
ajustarse a la textura de la piel, el contacto entre las dos superficies es suficiente
para mantener el dispositivo en su lugar durante varios días. La primera
generación de parches médicos puede monitorizar
las señales electrofisiológicas asociadas con el corazón, otros músculos y la
actividad cerebral. Pero en el futuro encontraremos nuevas aplicaciones para los parches que van más allá de la mera
función pasiva.
Puestos a imaginar
Hace tiempo hablábamos en este blog de la píldora
Jonah que ingerían los bomberos
australianos, lo último en telemetría avanzada para monitorizar, desde un centro de control, el estrés general del bombero en una intervención.
La industria decidirá las aplicaciones del tatuaje de seguridad, pero no
es difícil imaginar que pueda emplearse para monitorizar a trabajadores en
actividades de riesgo. Por ejemplo, un pocero
que trabaja en el subsuelo, un minero,
un trabajador encerrado en un espacio
confinado seguramente serán seguidos desde el exterior (sistema de rastreo,
telemetría, GPS, etc.), pero, con el monitorizado biológico del trabajador el centro de control siempre conocerá las
constantes vitales del operario, pudiendo actuar de forma pro-activa antes de
que sobrevenga un fallo vital y, por consiguiente, un accidente laboral.
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