Teléfonos móviles y dispositivos empleados en las ‘TIC’,
auténticos escollos para la salud laboral
El problema ha
llegado para quedarse: vivimos en la sociedad de la información, o ‘TIC’ (Tecnología
de la Información y del Conocimiento) que, mal gestionada, se convierte en
infobesidad (inflación de información), adicción-dependencia y problemas de
salud, tanto física como mental.
Muchos ya no entienden
la vida sin internet ni telefonía móvil, cuando hace 20 años vivíamos en la
galaxia pre-internet. Sin embargo, el uso de estas tecnologías debe hacerse con
prudencia y moderación, pues pueden convertirse en un arma de doble filo.
No hay rosa sin espinas. El axioma funciona con los avances
tecnológicos. La gasolina propició la motorización, el transporte y la
autonomía personal. Ahora padecemos contaminación y calentamiento global. Los
móviles y las TIC (Tecnologías de la Información y el Conocimiento) dan alas a
nuestra comunicación. Sin embargo, encierran un lado oscuro que, muchas veces,
está aún por descubrir.
Con sus avances tecnológicos, la industria –y su aliada, la sociedad
consumista- primero crean los problemas y, muy a posteriori, aceptan buscar
soluciones ‘ad-hoc’ para problemas que se arrastraron previamente durante
décadas.
‘Yo no estoy
contra el progreso…’
Lo entonó con mucha elocuencia un cantante brasileño: nadie
se opone al progreso, si éste no encierra trampas. En el resto de casos, el
principio de cautela o desconfianza resulta elemental. A las pruebas nos
remitimos.
Un estudio de Dynamic Markets, para la empresa de productos
ergonómicos Fellowes, sostiene que “casi un 90% de españoles ha sufrido en los
últimos tres años diversas dolencias debido al tiempo empleado delante del
ordenador, el portátil o la tableta”.
La conclusión no sorprende al promotor del estudio por
cuanto constata que “los usuarios españoles permanecen un promedio de 7,2 horas
diarias delante de dispositivos, lo que representa la cifra más alta de Europa.
Asimismo, un 15% de estos usuarios trabaja de un modo nómada permanentemente, mientras
que la mayoría sigue un estilo itinerante de trabajo (o semi-nómada), lo que
provoca la adopción de posturas inadecuadas en puestos y lugares de trabajo tan
improvisados como inadecuados.
Pegados al móvil y
otros ‘gadgets’
Los móviles –y la parafernalia TIC-, además de crear dependencia,
provocan estrés y disminución de la productividad, dificultando además la
conciliación de la vida laboral con la privada.
Ya en 2011, Volkswagen decidió atajar este mal impidiendo que los
empleados recibieran correos electrónicos fuera del horario laboral. Garantizar
la seguridad y salud de los trabajadores en plantilla es una obligación legal
(Ley 31/1995) de toda empresa. Sin embargo, dicho precepto parece no regir para
el área psicológica, en general.
El coordinador técnico de Grupo Geseme, Salvador Tremps, explica que ya
hay empresas que han decidido prohibir el uso del teléfono móvil en los
despachos (compañías farmacéuticas). Aún así afirma que “las empresas no son
conscientes del aluvión de enfermedades generadas por las nuevas tecnologías”. Incluso,
existe el caso de multinacionales que obligan a contestar los correos
electrónicos laborales en un máximo de dos horas. Esta supuesta efectividad
acabará saldándose, a corto-medio plazo, con situaciones de estrés y depresión.
Un riesgo, que es general para los trabajadores, se convierte en un
desafío permanente para las llamadas ‘profesiones tecnológicas’, que incluye
gestores de comunidades web (community manager), programadores, redactores,
maquetadores, coordinadores… y, en general, todos los profesionales que se
pasan su jornada laboral frente a las ‘maquinitas’ (teclistas de introducción
de datos, tele-marketinianos, call-centers). En definitiva, la expansión de las
TIC convierte en legión a sus potenciales usuarios, que por el hecho de serlo
engrosan la lista de potenciales víctimas.
La conexión permanente es responsable del estrés y el malestar
psicológico (fatiga, insomnio, ansiedad...) En el entorno laboral se produce
aislamiento y disminución del rendimiento, déficit de comunicación
interpersonal, dificultades para el trabajo en equipo… A ello hay que añadir la
perniciosa dependencia, con efectos sobre la salud mental. Una vez que el
trabajo invade la vida privada, las personas son propensas a sufrir
enfermedades y accidentes, viendo disminuida así su calidad de vida. Entre los
factores de riesgo se cuentan la fatiga visual, trastornos musculo-esqueléticos,
afecciones cardio-vasculares, o problemas endocrinos. La literatura
divulgativo-científica se ha llenado de términos curiosos como e-trombosis,
pulgar de blackberry, síndrome del ojo seco, síndrome del mouse, epilepsia
fotosensible, o insomnio tecnológico. Son trastornos incompatibles con una vida
saludable, que se abordan en el resto de este artículo.
Nuevos estudios
añaden la “e-trombosis” a los peligros de pasar muchas horas sentado frente a
pantallas de visualización de datos (PVD’s). Las personas que pasan toda su
jornada laboral ante el ordenador pueden desarrollar coágulos de sangre debido
a la inmovilidad prolongada que ello supone, como recogen diversos estudios
médicos e informaciones diversas difundidas por algunas empresas informáticas.
Microsoft tiene varias páginas en Internet dedicadas al tema. Y Logitech, uno
de los principales fabricantes de teclados y ratones, incluye en sus productos
etiquetas con instrucciones y consejos prácticos para evitar incomodidades a
los usuarios.
A afecciones como
dolores de espalda, molestias en algunas articulaciones y problemas oculares se
añade, ahora, un problema circulatorio similar al que pueden sufrir los
pasajeros de largos vuelos en avión, el llamado “síndrome de la clase turista”,
y que ha venido a denominarse “e-trombosis”. Para evitar las nuevas dolencias
derivadas de las nuevas tecnologías, los médicos recomiendan pasear, estirar
las piernas, beber mucha agua y no consumir alcohol.
La dolencia ha sido
estudiada por especialistas de Nueva Zelanda y el Reino Unido, bajo la
dirección del doctor Richard Beasley, y su estudio ha sido publicado en el
“European Respiratory Journal”. Los autores señalan que esta enfermedad casa
con los síntomas de la “trombosis venosa profunda”, que fue diagnosticada por
primera vez durante la Segunda Guerra Mundial entre personas que permanecían
inmóviles muchas horas en los refugios antiaéreos de Londres.
Pulgar de Blackberry
El “pulgar de blackberry” es un trastorno que provoca sobrecarga de
huesos y tendones del pulgar, la mano (y que puede derivar al resto de la
extremidad superior, cuello, etc.). La causa no es otra que el movimiento
repetitivo y las tensiones que se ejercen sobre un dedo que, en absoluto, fue
pensado para escribir en mini-teclados.
Hace diez años, pocos usuarios escribían más de un mensaje sms al día.
En cambio con los smartphones y servicios como el Whatsapp, el tecleo se ha
convertido en una actividad incesante y, peor aún, invalidante, lo que llama la
atención de clínicos, ergónomos e investigadores.
En los teclados de ordenador, las teclas se han reservado para los
cuatro dedos dotados de mayor destreza en cada mano. Limitándose los dos
pulgares a la pulsación de la barra espaciadora, lo que no comporta grandes
solicitaciones mecánicas, justo lo contrario de lo que ocurre con los teclados
de las blackberry y los smartphones. Este síndrome se produce por un abuso
mecánico.
-Sobreuso de la articulación trapecio-metacarpiana (rizartrosis).
También se ha conocido en el pasado como ‘artrosis de la costurera’, y no es
más que un uso repetitivo de dicha articulación, cuya sobrecarga provoca la
inflamación y degeneración del tejido articular, lo que se manifiesta causando dolor
y limitación del movimiento.
-Tendinitis. Por otra parte, el problema implica una inflamación de los
tendones que van al pulgar, causándose una tendinosis / tendinitis, cuyo único
remedio es limitar –o eliminar- el factor estresor. De lo contrario, casi toda
la musculatura que interviene en el pulgar provoca dolor en la zona de la
articulación, el dedo y la muñeca. Es habitual la sensación de fatiga precoz así como dolor
al esfuerzo.
Para evitar estas dolencias (que también han sido etiquetadas como
‘Nintendonitis) los ergónomos recomiendan las pausas durante la escritura de
mensajes (preferentemente acortarlos), estirar los dedos y abrir la palma de la
mano cuanto sea posible, apoyar el brazo sobre una superficie al escribir y
evitar que los brazos queden suspendidos en el aire (no contestar mensajes
caminando).
-Utilizar el resto de los dedos al escribir, no únicamente los pulgares.
-Descansar y dejar a un lado el teléfono.
A propósito de responder los mensajes mientras se va caminando, la
costumbre, bautizada como ‘Texting’, está siendo sancionada con multas en New
Jersey (Texting
While Walking Banned in New Jersey Town). En este caso, no es por la
ergonomía, sino por la integridad física de los ‘texters’, que suelen sufrir
atropellos y otros accidentes por su falta de atención del entorno.
·¿Y el cuello de Blackberry?
También podríamos hablar del ‘cuello de blackberry’ o síndrome del
cuello tenso, resultado de hablar a través del móvil, una función que sería la
principal de los teléfonos, y que –paradójicamente- ya no es la más usada. Los
síntomas del cuello tenso (cuello tecnológico, según otras fuentes) incluyen: hombros
‘redondeados’ (hacia adentro), dolor entre los omóplatos, dolores de cabeza por
migraña, y la fatiga muscular, nudos en los hombros, el cuello apretado,
entumecimiento o el hormigueo (“pinchazos”) en el antebrazo hasta los dedos.
Ello es la consecuencia de ejecutar actividades con el cuello en flexión.
·El síndrome del ‘mouse’
No acabaremos el apartado de trastornos musculo-esqueléticos sin citar a
nuestro ‘amigo’ el ratón, cuyo uso –y los movimientos repetitivos que comporta-
provocan tendinitis (inflamación tendinosa), tenosinovitis (inflamación del
revestimiento del tendón), epicondilitis (inflamación de la inserción del
tendón con el hueso), y síndrome del túnel carpiano (compresión del nervio
mediano a la altura de la muñeca). Todo ello causa dolor, entumecimiento y
distrofia funcional.
Síndrome del ojo
seco (xeroftalmia)
Hacer un uso intensivo de la vista no es gratuito: los ojos se cansan y
se resecan. El ojo seco (xeroftalmia) también está propiciado por el
calentamiento que generan las microondas (radiación electromagnética que
acompaña a los dispositivos eléctricos y electrónicos). El ojo seco es un
síntoma habitual en usuarios y operadores de pantallas de visualización de
datos (PVDs).
La sequedad ocular es una alteración de la película lagrimal susceptible
de provocar molestias oculares. El principal síntoma de sequedad ocular es la
sensación de cuerpo extraño o de arenilla en los ojos, siendo también muy
frecuentes el picor, que puede ser intenso, y el enrojecimiento, la visión
borrosa o la sensibilidad a la luz. Los cuadros más graves presentan pequeños
derrames. La sintomatología se ve agravada por las condiciones ambientales y,
por supuesto, por el uso intensivo de pantallas de datos y equipo eléctrico. En
este sentido, conviene utilizar pantallas de baja radiación, hacer pausas y
descansos, o parpadear frecuentemente para forzar el humedecimiento del ojo.
También es muy recomendable recurrir a las lágrimas artificiales o soluciones
oftálmicas a base de carmelosa sódica, que lubrican, relajan y apaciguan el
picor ocular.
El ojo seco no es un problema menor, puede acarrear graves consecuencias
(queratitis, cicatrices, pérdida de la visión, úlceras de córnea), por lo que,
al margen de la prevención ya indicada, es recomendable efectuar periódicos
controles oftalmológicos específicos.
Insomnio
tecnológico
No se puede pasar de un estado de excitación sensorial al sueño
reparador en unos minutos. Nuestro cerebro necesita –utilizando un símil automovilístico-
ir ‘bajando de vueltas’ antes de ‘desconectarse’. Quienes siguen la nefasta
costumbre de usar un ordenador portátil en la cama (o incluso ven la tele en el
dormitorio) tienen casi todos los números de la rifa para padecer insomnio o,
como mínimo, no gozar de un sueño de calidad. El uso de ordenadores, tabletas o
smartphones (ocio digital) provoca vigilia, es decir, falta de sueño a la hora
de dormir, como lo pueden hacer la cafeína, nicotina, el alcohol o,
simplemente, las preocupaciones. La mala calidad del sueño será el inicio de
muchos problemas de salud, entre ellos –y nada desdeñable- la obesidad. Dormir
poco engorda: se reduce el gasto energético, aumentando paralelamente la
ansiedad y, como consecuencia, la ingesta calórica.
Son muchos los miles de víctimas del insomnio tecnológico. Según explica
Manel Salamero (Área de Psicología del Hospital Clínic de Barcelona), “la
exposición a la luz artificial de las pantallas de estos dispositivos antes de
dormir inhibe la liberación de melatonina, la hormona que fomenta el sueño,
provocando cambios en el ritmo cardíaco y dificultando así el sueño”.
El problema deriva de una mala conducta que afecta por igual a hombres y
mujeres desde la adolescencia. Según los estudios del Hospital Clínic, los
hombres usan más los videojuegos antes de ir a dormir, mientras que las mujeres
se comunican por Whatsapp y envían sms. Esta problemática no existía cuando la
humanidad no dominaba la iluminación artificial y estaba, por tanto, supeditada
a seguir y respetar los ciclos circadianos en función de la luz, un reloj
interno al que no solemos hacer caso por el ocio digital y la tecnología que
imperan en nuestros días.
“Un aspecto importante –afirma Salamero– es que para poder dormir
profundamente necesitamos disminuir la actividad cerebral una hora antes de
irnos a la cama”. Por ello recomienda una serie de rutinas que faciliten la
desconexión, primando el hecho que “los seres humanos son animales diurnos, y
es el cambio de rutinas el que lo vuelve nocturno”.
En palabras de la doctora Wyse (Universidad de Aberdeen. Reino Unido): “la
luz eléctrica permitió a los humanos infringir la antigua sincronización entre
el ritmo del reloj biológico humano y el entorno. Durante el último siglo, los
ritmos diarios en los horarios de comidas, sueño y trabajo han desaparecido
gradualmente de nuestra vida. El reloj biológico apenas puede seguir el patrón
de nuestro estilo de vida, muy irregular. Esto provoca problemas metabólicos y
de otros tipos en la salud, al tiempo que incrementa la probabilidad de padecer
obesidad”.
No se puede pasar de un estado de excitación sensorial al sueño reparador en unos minutos. Nuestro cerebro necesita –utilizando un símil automovilístico- ir ‘bajando de vueltas’ antes de ‘desconectarse’.
Epilepsia
fotosensible
Los expertos están relacionando las TIC con los desórdenes del sueño (insomnio),
epilepsia fotosensible, estrés y depresión. Los usuarios deben ser conscientes
que necesitan un tiempo de recuperación después de un uso intensivo de la
aparatología que usamos a diario, que excita nuestro cerebro y carga de
electricidad nuestro cuerpo.
El cerebro es un órgano sensible, bombardeado a diario por ‘bits’ de
información en formas diversas, una de ellas la luz. Las PVDs centellean o
parpadean de una forma imperceptible al ojo humano, aunque no al cerebro, que
se encarga de conectar los impulsos o parpadeos para crear una imagen fija.
¿Cuántos ‘inputs’ ha recibido un cerebro después de permanecer 8 horas frente a
una pantalla? Sin duda, muchos. Más estímulos visuales de los que son
convenientes para considerarnos a salvo (no agredidos por la tecnología).
Muchas personas tolerarán esta exposición sin problemas aparentes. Otras
no. Las personas con epilepsia fotosensible desarrollan ataques de epilepsia
tras ser expuestos a ciertos estímulos visuales que producen nuestros aparatos
tecnológicos. Luces intermitentes, alternancia o cambio de imágenes (como en
discotecas, vehículos de emergencia, películas de acción, programas de
televisión, videojuegos, etc.) pueden provocar la crisis epiléptica en personas
predispuestas, y agotamiento visual, en cualquiera.
El síndrome viene determinado por la sensibilidad a la intensidad de la
luz, frecuencia en el destello, nivel de iluminación, longitud de onda y nivel
de parpadeo de la persona afectada. El sentido común recomienda la prevención,
basada en sencillas pautas:
-Mantener una distancia de seguridad con respecto a la pantalla/monitor.
-Controlar el tiempo de exposición y hacer pausas regulares para descansar
la vista.
-Reducir el brillo de las pantallas, evitando parpadeos excesivos y exposiciones
a este tipo de estímulos en lugares poco iluminados.
La sociedad de la información y sus tecnologías generan adicción y dependencia |
Los culpables: ‘infobesidad’ y tecno-adicción
Estudiadas algunas de las consecuencias, conviene apuntar las causas:
encontramos una causa social (exógena a la persona, como es la sociedad de la
información y su carga de info-inflación, que suele ser info-basura), y otra causa
personal, relacionada con los hábitos y la conducta (la tecno-adicción).
·La sociedad de la infobesidad (o info-basura…)
Vivimos info-agobiados (mucha información que procesar en poco tiempo).
Así, la infobesidad sería la compulsión por responder a los estímulos que
llegan hasta nosotros vía TIC. Dicho en términos prácticos, la obsesión de
mirar –y gestionar- el correo electrónico.
Es obvio que el infobeso se ve saturado en su capacidad y lo que debiera
de ser un medio de trabajo, tristemente acaba convirtiéndose en un fin en sí
mismo, un círculo vicioso tan improductivo como pernicioso para la salud mental
y el llevar una vida equilibrada.
Entonces, ¿qué hacer ante la recepción masiva de e-mails? Pues actuar
con realismo: es imposible controlarlos. Por tanto, hay que saber cuándo mirar
el correo, que, según los expertos, no debe pasar de 2 o 3 veces al día. No hay
que obsesionarse, pues, en la mayoría de los casos, estar pendiente del correo
nos robaría todo el tiempo que necesitamos para nuestro trabajo productivo.
La info-inflación de info-basura no sabe de horarios. Por eso es triste
encontrar a personas que, sentadas a la mesa, deben ignorar la comida y al
resto de comensales, mientras deslizan presurosos pulgares sobre las pantallas
táctiles de sus dispositivos móviles. La infobesidad puede llegar a ser
extenuante y convertirse en un enemigo (te mata, si la trabajas; y si no la
trabajas, también te mata por el efecto ‘mono’. Hay quien siente frustración si
no recibe un mínimo de mensajes diarios…). No es exagerado comparar la
infobesidad con una epidemia que va dejando info-agobiados por doquier.
Thierry Venin, investigador del Centro Nacional de Investigación
Científica (CNRS), indica que “la urgencia sucede a la urgencia”. Y aclara que
“nada más recibir un email hay que responderlo, o el remitente nos llama para
preguntarnos si lo recibimos. Además, cuando tenemos un minuto libre vamos al
buzón de correo para ver si hay algo nuevo. Es como una adicción”.
Los infobesos se hallan prendidos en una espiral de ansia por leer,
abrir correos, categorizarlos, contestar… lo que acaba generando un caos
contrario a la intención de sus víctimas, que sería gestionar el correo con
eficiencia. Pero, hemos de conocer nuestros propios límites, sin sobrepasarlos.
Los que han desarrollado este padecimiento acusan elevado nivel de
estrés, angustia, ansiedad y frustración por la avalancha de información, es
decir su triste infobesidad que, poco a poco, adquiere tintes dramáticos.
La pérdida de talento y de tiempo es evidente: según ORSE, “más del 56%
de los usuarios de correo electrónico emplean dos horas al día como mínimo
administrando el buzón; y cerca del 38% recibe más de 100 emails”.
La infobesidad tiene solución: hay que poner límite a la entrada de
inputs. Seguramente el mundo no cambiará por leer –o dejar de leer- un correo.
·La tecno o TIC-adicción
Cuando una persona consulta su buzón continuamente, contesta de
inmediato, se estresa si la respuesta se demora, o consulta su móvil en todo
momento y lugar… puede decirse que ha caído en las garras de la sociedad de la
información, en la infobesidad. Se ha convertido en un tecno-adicto o
TIC-adicto.
Se le conoce también como síndrome de fatiga informativa. Surgido
en la era digital, inicialmente sólo afectaba a ejecutivos, profesionales y
personas que trabajaban habitualmente con estas herramientas y que sentían,
cada vez más, la carga excesiva de información.
Ahora la tecno-adicción se ha generalizado. Millones de usuarios
(incluso niños) tienen a su alcance smartphones y otros juguetes tecnológicos
sin los que ya no se atreven a concebir la vida (¡antes muertos que salir de
casa sin el móvil!). A estos dependientes hay que explicarles que la vida es
perfectamente posible fuera de internet, incluso más rica. Estamos asistiendo
al empobrecimiento palpable del lenguaje tanto escrito como hablado, que se
traduce en la creación de códigos de palabras sincopadas y jergas particulares;
o la utilización de la tecnología durante gran parte del día como sustitutivo
de las relaciones personales (sin máquina interpuesta). Internet no puede ser
nuestra única forma de comunicación, porque las relaciones virtuales, o dejan
de ser virtuales, o dejan de ser relaciones. No hay solución de continuidad en
esa materia. Hacerlo todo por internet supone el aislamiento y hasta la
auto-liquidación.
La tecno-adicción genera tecno-estrés, que convierte la multi-tarea
(multi-tasking o síndrome de las ventanas) en un hábito caótico, y las fobias
en una cruz del tecno-estresado. Entre los ‘demonios’ de los info-agobiados se
cuentan: la velocidad del software (61% de los casos), la velocidad de la
máquina (60%), que el sistema se cuelgue (54%), la pérdida de datos (46%), los
errores de programación (45%), recibir mensajes no deseados (44%) y la
dificultad para comprender el ‘interface’ o jerga informática (44%). No es
extraño que muchos usuarios desarrollen sentimientos contradictorios de
amor-odio por ciertos desarrolladores de software y hardware TIC.
Muy buen artículo, sobre todo para los más jóvenes!
ResponderEliminarGracias Teófila,
EliminarPrecisamente lo escribí teniendo a los jóvenes en mente.
Esta aparatología bate el triste récord de ser nociva para la biología humana mientras se usa, y nociva para el medio ambiente cuando cae en desuso y la desechamos. Y los pobres recicladores de Ghana, y otros países africanos, envenenados con los productos nocivos de placas, circuitos y cables, que intentan reciclar para ganarse miserablemente la vida. Lo dicho, tecnología nociva durante el uso y el desuso, además de amenaza medioambiental.