Acuerdo de Minamata, una oportunidad de oro
para afrontar los riesgos del mercurio
El 19 de enero de 2013, los esfuerzos internacionales para hacer frente al mercurio, un metal pesado con un significativo y dramático impacto sobre la salud y el medio ambiente, recibieron un espaldarazo. Los gobiernos firmantes consensuaron un tratado global de restricciones legales para prevenir las emisiones y fugas.
Como los firmantes acordaron, “es el tiempo de pasar a la
acción”. Si el compromiso de Minamata se queda en una declaración de
intenciones estaríamos ante un fracaso –global- en materia preventiva. Las posibilidades
de que así sea son elevadas: existirá entonces una norma de referencia, que
muchos países –en vías de desarrollo, algunos- se negarán a cumplir.
La amenaza de un
metal pesado
Después de negociar en Ginebra durante una semana, más 140 países llegaron
el pasado enero a un acuerdo para reducir las emisiones mundiales de mercurio.
El acuerdo de Minamata, primer tratado internacional en su género, que tiene
por objetivo reducir la contaminación medioambiental por mercurio, será
suscrito por los gobiernos en octubre próximo, en una conferencia que se
celebrará en Japón.
A finales de la década de los 70 sonó una tecno-canción (Kraftwerk) que
sentenciaba: “radioactivity is on the air
for you and me” (la radiactividad está en el aire para ti y para mi). Inopinadamente,
hoy somos contaminados por otras sustancias. Y, mientras es probable que la
radiactividad no nos pase factura, afrontamos un riesgo potencial elevado de
contaminarnos con mercurio simplemente caminando bajo la lluvia, bañándonos en
un río, o consumiendo productos del mar, que actúan –para nuestra desazón- como
bio-acumuladores y bio-magnificadores (acumulan y hacen más letal aún su carga
nociva de mercurio y otros contaminantes).
Un nombre para el
recuerdo
El Convenio debe su nombre a la población japonesa de
Minamata. En 1956 se detectó el brote de un envenenamiento por mercurio que
afectó masivamente a sus habitantes. Los síntomas más comunes fueron la
alteración sensorial de manos y pies, de los sentidos de la vista y el oído,
así como acusada debilidad física. Nueve años más tarde, el incidente se había
cobrado la vida de unas 110 personas, estando registrados más de 400 casos de
afectados que padecían graves secuelas neurológicas, debidas, según reveló el
propio gobierno nipón en 1968, al consumo de pescado contaminado con mercurio.
El Acuerdo de Minamata establece controles y restricciones
en un segmento de productos, procesos e industrias en torno al mercurio. Éstos
abarcan desde el equipo sanitario (termómetros, tensiómetros) y las bombillas
ahorradoras de energía a la minería extractiva, industria del cemento y de la
energía alimentada con la quema de carbón.
El tratado, cuya negociación se ha dilatado durante cuatro
años, y será ratificado oficialmente en Japón el mes de octubre, también
contempla en sus medidas cautelares la minería directa del mercurio,
importación y exportación del metal, así como el almacenamiento seguro del los
residuos de mercurio. También forman parte del nuevo Acuerdo la determinación
de las poblaciones en riesgo, el impulso del cuidado sanitario y una formación
específica de los profesionales de la salud para la mejor identificación y
tratamiento de las consecuencias del mercurio, entre las que deben considerarse
con especial preocupación el daño neurológico y cerebral, a los que son
especialmente sensibles los más jóvenes.
El azogue, o mercurio, es la antinomia de la biosfera (ese planeta cada día menos azul), pues ataca los ecosistemas terrestre, atmosférico e hídrico
Combatir las
emisiones de mercurio
Datos recientes de Naciones Unidas apuntan que las emisiones de mercurio
están aumentando en algunos países en desarrollo, por lo que deberán afrontar
acuciantes problemas de salud y riesgos ambientales derivados de la exposición al
metal plateado.
·Emisores de contaminación mercurial
Las emisiones de mercurio de la minería de oro artesanal en Bolivia,
Colombia, Ecuador y Perú están entre las más elevadas del mundo, según un
análisis de “Mercury Watch” (Observatorio del Mercurio). Mientras que este
organismo fija un nivel máximo de emisiones comprendido entre las 50 y las 500
toneladas/año, existen indicios de que sólo las actividades de la minería
informal del oro en Colombia emiten hasta 180 toneladas de mercurio anualmente.
El envenenamiento puede ser local, y afectar únicamente al suelo. Pero
también puede infectar las aguas y distribuirse con ellas. Otra parte de la
emisión, que se evapora fácilmente, pasará inextricablemente a la atmósfera,
donde puede permanecer durante años, desplazándose con los vientos, para
depositarse en otros lugares por efecto de las lluvias. Este problema hace que
la eco-toxicología se convierta –de repente- en una materia de harto interés
para cualquier ciudadano de este planeta. Estamos globalizados en la economía,
pero también en la eco-toxicología. Que nuestros con-vecinos contaminen,
importa y mucho, pero es que aquí en España también somos contribuyentes netos
de la toxina global.
El mercurio es un metal pesado que contamina los ecosistemas, intoxicando toda la cadena trófica. Aunque lo ignoremos, el mercurio está en la biosfera para ti y para mi |
En Asia, China es, con diferencia, el mayor emisor en lo que concierne a la minería del oro artesanal, cifrándose sus emisiones en 444,5 toneladas anuales. Sudán y Ghana figuran como los principales emisores de mercurio en África, con 60 y 70 toneladas, respectivamente.
El mercurio se utiliza en la minería artesanal para decantar y
concentrar el oro, al que se adhiere formando una combinación o amalgama que es
fácil de deshacer a posteriori. Es un procedimiento barato, simple y rápido
para los mineros informales que, por añadidura, suelen ignorar los graves
efectos de la manipulación. Mercury Watch enfatiza que las medidas de
protección de los mineros “no existen debido a las exclusivas peculiaridades químicas
del mercurio, que hacen que se adhiera al cabello, la piel y la ropa durante
días, lo que produce niveles de exposición muy elevados”. Mientras el oro
continúe teniendo valor, será difícil evitar la intoxicación del planeta, el
ecosistema y sus criaturas –sean mineros precarios o medio-pensionistas de
Alabama- por culpa del hidrargirio (Hg), o mercurio.
La Unidad Ambiental de Naciones Unidas también nos recuerda que “las pequeñas explotaciones mineras de oro son
responsables del 35% de las emisiones mundiales de mercurio, lo que equivale a
unas 727 toneladas al año, mientras que la segunda fuente es la quema de carbón
para la producción de electricidad”.
Efectos sobre la
salud y el ecosistema
También conocido como hidrargirio (agua y plata, literalmente), argento
vivo, o azogue, el mercurio (Hg) es insoluble en agua. Cuando aumenta su temperatura-por
encima del los 40º C produce vapores tóxicos y corrosivos. Los efectos nocivos
del mercurio están científicamente corroborados y, entre ellos, figuran graves
daños neurológicos, además de causar malformación fetal cuando la víctima de la
intoxicación es una mujer embarazada.
El mercurio puede ser inhalado y absorbido a través de la
piel y las mucosas. La exposición puede dañar permanentemente los riñones, o el
cerebro, pudiendo ocasionar irritabilidad, temblores, o alteraciones de visión,
audición y la memoria. También está detrás de síndromes de tristeza, ansiedad,
insomnio, temor, excesiva timidez, debilidad muscular, sueño agitado,
susceptibilidad emocional, hiper-excitabilidad o depresión.
El cuadro clínico descrito, que no es exhaustivo, puede
etiquetarse como hidrargirismo (o mercurialismo, si atendemos a la otra
denominación del metal). En España, con poca documentación al respecto, también
lo hemos conocido como el ‘mal de azogue’. Los mineros de Almadén (Ciudad Real)
‘subieron’ al diccionario de nuestra lengua la triste expresión “temblar como
un azogado”, que condensa claramente la etiología de un padecimiento de origen
laboral.
El azogue es, asimismo, la antinomia de la biosfera (ese
planeta cada día menos azul), al atacar los ecosistemas terrestre, atmosférico
e hídrico, y concentrarse en el organismo de algunas especies (los túnidos, en
el mar). En la biosfera, el mercurio –o cualquier sustancia tóxica y sus
metabolitos- pueden persistir, causando un daño al medioambiente que conocemos
por bio-magnificación. La eco-toxicidad desatada va así retro-alimentándose y
dando cuerpo a la antinomia de la vida misma.
DESPIECE 1
Mercurio, presente
tanto hoy como ayer
“Sabemos que es muy tóxico”, comenta el investigador Emilio Castejón,
refiriéndose al mercurio, y nos cita algunos ejemplos: los azogados (aquejados
del mal de azogue) y los sombrereros, que detallamos brevemente.
En 1778, José Parés Franqués, médico de las Minas Reales de Azogue
(mercurio) de Almadén (Ciudad Real) escribió una carta al monarca Carlos III
describiendo la catástrofe morbosa de las minas mercuriales de Almadén y su
secuela de personas trémulas (temblores por intoxicación con mercurio). Por
supuesto, en la España del siglo XVIII no se hizo nada, entre otras cosas, por
codicia. Entonces el mercurio tenía un valor geo-económico pues se empleaba
como amalgama alquimista en la aleación para obtener plata.
El mal no fue exclusivo de España, como lo prueba el dicho “As mad as a hatter” (tan loco como un
sombrerero). Los desvaríos mentales de los sombrereros no eran un patrimonio
endógeno del gremio cuya génesis fuese desconocida. Bien al contrario, la razón
de que muchos sombrereros perdieran sus facultades mentales se debía a la intoxicación
por mercurio, metal que se empleaba en la manufactura de los sombreros desde
fechas remotas.
DESPIECE 2
Víctimas del
mercurio en la España del 2013
El mercurio no es una amenaza remota. Asturias investiga la mayor
intoxicación por este metal pesado ocurrida en España en marzo de 2013. Cerca
de un centenar de obreros de la fábrica Asturiana de Zinc, en Avilés,
resultaron afectados.
Un obrero especializado en tareas de mantenimiento durante las paradas
de grandes complejos fabriles confesó que “pese a la mascarilla, aquel aire se
mascaba”. Tras dos semanas de trabajo, ingresó en el hospital con una intoxicación
aguda por mercurio y zinc.
La intoxicación afectó a una cincuentena de trabajadores, aunque los análisis
posteriores detectaron otros afectados, algunos con puestos alejados del foco
(zona cero de la intoxicación). Cuando el límite está establecido en 10-15
microgramos de mercurio/litro en sangre, hubo personas que dieron lecturas de hasta
632 microgramos.
Una intoxicación aguda como la de Asturias se manifiesta en forma de úlceras
en la boca, diarrea, colitis, sangrado de encías, etc. También aparecen
síntomas neuronales irreversibles y, aunque la exposición sea corta, puede verse
gravemente dañada la función renal.
© Manuel Domene Cintas. Periodista
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