Las ‘tecnologías
verdes’ para el medio ambiente no están exentas de peligros para la seguridad y
salud de los trabajadores
La etiqueta
‘verde’ se asocia con ecología y ‘viste’ mucho. Sin embargo, siguiendo la
analogía de un refrán, no es verde todo lo que se anuncia como tal, como no es
oro todo lo que reluce.
La recogida y
separación de residuos se considera empleo verde. Quizás sea así en el primer
mundo si se dispone de los medios adecuados. Definitivamente, no es un empleo
verde cuando se desenvuelve en condiciones de pobreza e insalubridad,
normalmente en lugares del tercer mundo.
De hecho, la gestión y el reciclado de residuos podría ser
uno de los sectores emergentes de la economía verde con más riesgos para la
salud laboral, según un informe de la Agencia Europea de Salud y Seguridad en
el Trabajo (OSHA).
Aunque ciertos trabajos tengan la consideración de “verdes”, las
tecnologías que se emplean en los mismos no lo son en absoluto. Las tecnologías
verdes son, por lo general beneficiosas, aunque debe hacerse un análisis
profundo antes de su aplicación si no queremos resultados adversos o, incluso,
contrarios a los perseguidos. Por ejemplo, la sustitución de algunas sustancias
dañinas para el medio ambiente por otras ‘amistosas’ con el medio ha resultado
ser peligrosa para la salud de los trabajadores. Así, el cambio de pinturas con
disolvente a pinturas de base acuosa ha comportado la adición de biocidas.
Análogamente, sustituir los hidro-clorofluorocarbonos por los
clorofluorocarbonos aumenta el riesgo de exposición a carcinógenos y la
probabilidad de incendios.
¿Cegados por las
buenas intenciones?...
Parece obvio, pues, que lo que es bueno para el medio
ambiente, no siempre es bueno para las personas. Haremos breve cita de algunos
otros ejemplos:
-Fabricación de paneles fotovoltaicos. Esta actividad, uno
de los paradigmas de la sostenibilidad y el ecologismo, emplea más 15
materiales peligrosos. Entre otros riesgos, los trabajadores pueden verse
expuestos al teluro de cadmio, cuya manipulación es peligrosa al ser altamente
cancerígeno. También afrontan riesgos convencionales: caídas, trabajo a las
elevadas temperaturas, en espacios reducidos, electrocución, etc.
-Fabricación de aerogeneradores eólicos. Los trabajadores
pueden verse expuestos a riesgos químicos derivados de la exposición a
gases, vapores y polvos nocivos.
Cualquier actividad económica implica un equilibrio entre el
riesgo y el beneficio, en el que, dependiendo de la actividad, el riesgo puede
variar desde la mera pérdida material al daño a la salud o la pérdida de la
vida. Sea verde o no, el trabajo siempre genera el riesgo de accidentes y
enfermedades, cuya reducción o eliminación constituye uno de los principios
fundamentales de la seguridad laboral.
La evaluación de los peligros laborales asociados a las
tecnologías verdes y actividades conexas deviene así un tema de importancia
capital que, en consecuencia, no puede dejarse al azar. No tiene sentido que
estos nuevos trabajos, llamados no sólo a mejorar el entorno, sino también a
revitalizar la economía y generar empleo, se creen con prisa y desorden sin
atender a su calidad e ignorando su incidencia en la salud laboral, máxime
cuando pueden degenerar en una lacra social antes de que se tomen las adecuadas
medidas de protección. En otras palabras, la razón de fondo de la ‘filosofía’
verde no puede cegarnos ni nublarnos el entendimiento: hay que relativizar el
valor de la etiqueta ‘verde’, que, a priori, tiene mucho ‘glamour’.
Seguidamente, abordamos los empleos verdes con el foco
puesto en la seguridad y salud laboral.
Energía solar
El grupo de las energías renovables, que atrae el interés de
los inversores, está creciendo rápidamente y, según las previsiones, acelerará
el ritmo en los próximos años. Estimaciones conservadoras establecen que este
sector estaría empleando globalmente más de cuatro millones de trabajadores (la
mitad en el segmento de los bio-combustibles). El interés por las energías
alternativas puede hacer el sector de las energías renovables crezca hasta
generar veinte millones de empleos hacia 2030.
La energía solar se transforma en electricidad mediante
paneles fotovoltaicos. Los riesgos laborales están presentes en la fabricación,
instalación y al final del ciclo de vida de los paneles, cuando se convierten
en un residuo. Al fabricarlas, se emplean más de 15 sustancias peligrosas: los
peligros se derivan de los productos químicos usados conjuntamente con las
obleas de silicio, componente principal de las placas. La fabricación de las
células solares, componente de las placas supone el uso de productos de
limpieza que pueden ser tóxicos. Por tanto, los trabajadores que fabrican los
módulos fotovoltaicos y sus componentes deben protegerse de la exposición a las
sustancias que manejan.
Los paneles solares se convierten en un residuo electrónico
al final de su vida útil (20-25 años). Contienen materiales nuevos, como teluro
de cadmio y arseniuro de galio, cuyo reciclaje es complejo, presentado un reto
tecnológico para la seguridad, la salud y la protección del medio ambiente.
Algunos peligros físicos que afrontan los trabajadores al
instalar paneles solares son similares a los de la construcción, como las
caídas de altura, manejo manual de cargas, temperaturas extremas (altas o
bajas), trabajo en espacios confinados y electrocución durante construcción y
mantenimiento. Existe un peligro adicional, que afecta en este caso a la salud
de los bomberos y los residentes, derivado de los humos que se liberan de la
combustión módulos fotovoltaicos en caso de incendio en un edificio que los
tenga instalados.
Reciclar es verde. No así las condiciones de trabajo de muchos recicladores. El trabajo de reciclado puede ser sucio, contaminante, poco atractivo o peligroso, además de mal pagado, incluso en países desarrollados
Energía eólica
La fuerza del dios Eolo ha experimentado un gran auge de uso
en la última década, esperándose que prosiga su expansión. Laboralmente, este
sector industrial abarca el desarrollo de proyectos, fabricación de turbinas
(aerogeneradores) y componentes, construcción, instalación, explotación y mantenimiento
de los cada vez más presentes molinillos. Los riesgos en la fabricación son
similares a los de la industria del automóvil o la construcción aeroespacial,
mientras que los riesgos derivados de la instalación y el mantenimiento son
asimilables a los de la construcción. Los trabajadores pueden quedar expuestos
a sustancias químicas como las resinas epoxy, estireno y disolventes, gases
nocivos, polvos, nieblas y vapores, humos de fibra de vidrio, endurecedores,
aerosoles y fibras de carbono. También corren peligros físicos por la
existencia de partes en movimiento, así como el trabajo manual en la
fabricación y el mantenimiento de las palas o aspas. Son problemas de salud
comunes las dermatitis, mareos, somnolencia, daños hepático y renal, ampollas,
quemaduras químicas o causticaciones, así como insidiosos efectos
(presuntamente mutagénicos) en la reproducción sexual.
Durante el mantenimiento no pueden obviarse peligros físicos
como las caídas de altura, trastornos musculo-esqueléticos (TME) y posturas
forzadas al trabajar en espacios confinados, carga física para subir a las
torres, electrocución y lesiones ocasionadas por la maquinaria rotante o la
caída de objetos. No es posible la estimación numérica de los accidentes por la
falta de datos estadísticos.
Energía hidráulica
Genera electricidad sin la quema de combustibles fósiles,
por lo que no produce las emisiones asociadas al carbón, petróleo o gas. El
impacto ambiental proviene del embalsamiento del agua, reducción del nivel de
agua y cambios en sus flujos, así como la construcción de pantanos, carreteras
o líneas de alta tensión. La energía hidráulica proporciona más del 17% de la
electricidad mundial, convirtiéndose, con diferencia, en la energía renovable
más importante de las usadas en la generación de electricidad.
Los peligros y riesgos asociados con la construcción,
explotación y mantenimiento de grandes plantas hidráulicas son los mismos que
encontramos en la construcción y en el transporte y distribución de energía
eléctrica. Incluye las lesiones que provocan equipos mecánicos y el manejo de
materiales, los riesgos por accidente eléctrico durante la instalación o
construcción de líneas aéreas o soterradas, la exposición química al gas de
hexafluoruro sulfúrico, y al bifenilo policlorado.
Los trabajadores deben estar provistos con equipo de
protección que incluya los cinturones de seguridad y equipo de protección
contra las caídas de altura, protección respiratoria y protección eléctrica.
Asimismo dispondrán de protocolos de respuesta a emergencias in situ, ya que
muy frecuentemente los accidentes más graves se producen durante la
construcción de las grandes presas. Estas instalaciones también pueden tener un
impacto social grave si provoca el desplazamiento de las comunidades y los
pueblos indígenas locales.
Bio-energía
El sector de las bio-energías está teniendo un rápido
desarrollo, incluye bio-combustibles, bio-gas y bio-masa para generar calor y
electricidad. El desarrollo futuro de esta tecnología se hará empleando
materias primas como las algas, monocultivos y grasas animales/aceites de
cocina usados. Una de las preocupaciones medioambientales es el empleo de suelo
agrícola para cultivar las ‘cosechas energéticas’. Los bio-combustibles están
en el punto de mira de los investigadores y medioambientalistas por su efecto
sobre el alza del precio de los alimentos o la pérdida de biodiversidad,
dependiendo el alcance de su efecto del cuidado que se ponga en la gestión del
recurso.
En forma líquida, sólida o gaseosa, la bio-energía también
despierta preocupaciones medioambientales y las relativas a la seguridad y la
salud de los trabajadores. Los peligros, que surgen principalmente de la
producción de materia prima, son similares a los de la agricultura y el sector
forestal. La producción de cultivos tradicionales como caña de azúcar o soja se
asocia con la exposición a los fitosanitarios. La recolección manual de la caña
de azúcar también implica la carga física en lugares típicamente húmedos y
calurosos. En casos extremos, puede producirse la muerte del trabajador por
agotamiento (golpes de calor). Durante los procesos térmicos, se produce la
exposición a sustancias carcinógenas, gases, monóxido de carbono, óxidos de
azufre, plomo, compuestos orgánicos volátiles (COVs), trazas de mercurio (se evapora
a partir de los 40º C), metales pesados y dioxinas procedentes de la combustión
de materia. La polución emitida por unidad de energía generada dependerá del
refinamiento de la tecnología empleada.
Almacenada, la biomasa supone un peligro de fuego, y que el
material usado para los procesos no siempre es fácil de almacenar. También
existe el riesgo de explosión cuando se dispersan pequeñas partículas en el
aire. Por otra parte, la biomasa puede causar polución del aire, dispersión de
esporas y líquidos residuales con potencial para afectar a la salud, lo que
implica una manipulación y almacenaje muy cuidadosos.
Los problemas de seguridad de los aspectos citados son muy
similares a procesos análogos en el sector de los recursos fósiles: operación
de turbinas de gas, almacenaje seguro, manipulación y transporte de líquidos
inflamables. Es vital disponer de códigos de buenas prácticas para la
anticipación, identificación, evaluación y control de peligros y riesgos, sean
conocidos o no.
Gestión de residuos y
reciclaje
Reciclar es ‘verde’, no así las condiciones de trabajo de
muchos recicladores debido, principalmente, al empleo de prácticas no
apropiadas: por ejemplo, quemar cableado con aislante de plástico para
recuperar el cobre produce humos tóxicos y dioxinas que contaminan el medio
ambiente y a los recicladores.
Reciclar se está convirtiendo en parte integral del diseño
de producto y la gestión de residuos. Sin embargo, las nuevas tecnologías de
reciclado pueden desatar nuevos riesgos dada la presión para preservar las
cualidades y prestaciones de los productos. Asimismo, la recogida de productos
de desecho puede conllevar la manipulación de sustancias peligrosas, desde
nanomateriales y nuevos tipos de químicos hasta el continuo crecimiento de
residuos electrónicos (cargados de sustancias tóxicas). Igualmente, los
procesos de reciclado y valorización energética de los residuos pueden generar
peligros como la producción de gases o explosiones.
La futura minería-vertedero de recursos hará que aumenten
las exposiciones a sustancias nocivas. Los perjudicados serán los países
pobres, destino habitual de las exportaciones de residuos de las primeras
economías mundiales. En la guía jerárquica de la gestión de los residuos, la
prevención es la primera opción, y la eliminación (o reciclado) el último
recurso. En la práctica, no es así. El trabajo de reciclado puede ser sucio,
contaminante, poco atractivo o, incluso, peligroso, además de mal pagado,
incluso en países desarrollados. Un estudio sobre las condiciones de trabajo en
los centros de reciclado de Suecia señalaba la necesidad de acciones
preventivas, como mejora de la maquinaria y el equipo, además de mayor
formación, especialmente en el manejo de residuos peligrosos.
En el Reino Unido, trabajadores de una estación de reciclado
de residuos eléctricos sufrieron envenenamiento por mercurio debido a su
trabajo de reciclaje de las ‘eco-bombillas’ (bajo consumo) debido a
procedimientos inadecuados de trabajo. Otro ejemplo es el reciclaje de
chatarra, que ocupa a muchos trabajadores. En Estados Unidos, las causas más
comunes de enfermedad en esta industria son el envenenamiento con metales
pesados, trastornos musculo-esqueléticos por movimientos repetitivos,
enfermedades o desórdenes dermatológicos o respiratorios.
En la mayoría de países en vías de desarrollo, el creciente
volumen de residuos ha desbordado a los gobiernos. Con frecuencia, los residuos
médicos infecciosos y los desechos tóxicos de la industria no son separados de
la basura doméstica antes de ir a parar a los vertederos. En este panorama
sombrío encontramos que la actividad de reciclado es ejercida principalmente
por trabajadores de la economía llamada ‘informal’. Las estimaciones cifran el
número de recicladores mundiales entre 15 o 25 millones. China, el mayor
generador de residuos del mundo, emplea una cifra estimada de 10 millones de
personas en el reciclaje. Los recogedores de residuos son, por lo general,
personas vulnerables, pobres, normalmente mujeres y niños, que se encuentran
continuamente expuestos a sustancias peligrosas, materiales agresivos y todo
tipo de patógenos. Por si fuera poco, carecen de reconocimiento social o
económico. La situación se agrava con la irrupción en los vertederos de nuevos
desechos electrónicos de nocividad tan poderosa como desconocida.
·Desguace de buques
En la
medida que reduce la necesidad de explotación minera para obtener materia
prima, el desmantelamiento y reciclaje de barcos puede clasificarse como una
fuente potencial de ‘empleo verde’. Sin embargo, las características de los
barcos y los materiales altamente contaminantes que llevan convierten el
desguace en una fuente de peligros para la salud laboral y medioambiental
debido a condiciones de trabajo inadecuadas. Los peligros incluyen la
exposición a sustancias peligrosas como amianto, aceites y combustibles,
pinturas tóxicas, PCBs, isocianidas, ácido sulfúrico, plomo y mercurio. Hay que
contar también los riesgos físicos, mecánicos, biológicos, ergonómicos y
psicosociales.
Riesgos ‘verdes’ en sectores tradicionales
·Minería
La
minería, a cielo abierto o subterránea, es uno de los sectores más peligrosos.
Entre los riesgos, encontramos fuego y explosiones, electrocuciones, exposición
al polvo de sílice, mercurio, otros productos químicos y calor. La silicosis es
una de las enfermedades profesionales más graves, que provoca una progresiva
discapacidad física, que se hace permanente por el deterioro de la capacidad
pulmonar.
Por
otra parte, es bien conocido el impacto medioambiental de la minería a través
de sus distintos contaminantes. El impacto medioambiental y sobre la salud que
tiene el mercurio se hace evidente en muchas zonas mineras, además de liberarse
a la atmósfera y contribuir así a la propagación y globalización de la toxina.
La minería informal del oro, que emplea el mercurio para extraer el metal
precioso, supone otro daño a la salud de las personas y del medio natural.
·Agricultura
y silvicultura
El uso
de fertilizantes químicos y fitosanitarios representa un problema de salud en
esta actividad, que se ve minimizado en la llamada agricultura ecológica al
utilizar sólo fertilizantes orgánicos. Pese a los evidentes beneficios de la
biotecnología agrícola, no se ha desarrollado una gran investigación sobre las
implicaciones que pueden derivarse para la salud y la seguridad de los
trabajadores, o las consecuencias para el medio ambiente.
Los
peligros derivan de los procedimientos de producción, así como de las
habilidades y conocimientos de los trabajadores para manejar los productos de
la agricultura biotecnológica. Se necesitan nuevos sistemas de manipulación
para evitar la contaminación cruzada y asegurar el almacenaje aséptico. Hay que
prevenir el daño que puede inducir la inhalación del polvo generado por
productos modificados genéticamente, etc.
La
actividad forestal también genera empleos verdes, cuyos riesgos laborales son
muy similares a los de la explotación forestal convencional. La única
diferencia estriba en que la gestión sostenible se apoya en trabajadores
competentes, lo que mejora las condiciones de seguridad laboral. El desarrollo
de los empleos verdes en este sector depende de la puesta en práctica de
condiciones de ‘empleo decente’, a partir de los ‘Decent Work Standards’ y las
recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
·Construcción
y rehabilitación
La
construcción es un contribuyente típico de los gases de efecto invernadero. Por
tanto, las nuevas construcciones que son eficientes energéticamente y la
rehabilitación sostenible tienen un gran potencial para la creación de empleos
verdes que, en contrapartida, exigen habilidades y conocimientos que no son
necesarios en la construcción convencional.
Los
riesgos de la construcción verde no difieren de los de la construcción
convencional (moverse en el espacio de trabajo, trabajar en altura, uso de
herramientas manuales y eléctricas, riesgos eléctricos, espacios confinados,
almacenamiento y manipulación de productos químicos). La instalación de fuentes
de energías renovables en los tejados, nuevos materiales de construcción,
aislantes y pinturas conteniendo nanomateriales pueden convertirse en fuentes
de riesgos laborales.
En la
rehabilitación, la exposición al amianto es un riesgo frecuente y de difícil
cuantificación, que requiere trabajadores y equipos de protección
especializados.
Despiece 1
Empleo ‘verde’
Según
la definición más citada, procedente del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA, 2008), el empleo verde es “el trabajo en la
agricultura, el sector manufacturero, las actividades de investigación y
desarrollo (I+D), administrativas y de
servicios, que contribuye de forma importante a la conservación o la
restauración de la calidad ambiental. En concreto, pero no de manera exclusiva,
esto incluye puestos de trabajo que ayudan a proteger los ecosistemas y la
biodiversidad; a reducir el consumo de energía, materiales y agua mediante
estrategias de alta eficacia; a ‘descarbonizar’ (quema de fuentes de energía
contaminantes) la economía, y a reducir al mínimo o totalmente la generación de
todas las formas de residuos y contaminación”.
La
Comisión Europea (2012) entiende por empleos verdes “los que cubren todos los
puestos de trabajo que dependen del medio ambiente o que se crean, se
sustituyen o se redefinen (en términos de dotación de un carácter ecológico a
los conjuntos de capacidades, métodos de trabajo, perfiles, etc.) en el proceso
de transición hacia una economía más verde”, y añade que “esta definición
amplia es complementaria y no se opone a la del PNUMA”, mencionada
anteriormente.
Los
empleos verdes también pueden abarcar no sólo el puesto de trabajo “ecológico”
directo, sino llegar a la cadena de suministro. Los empleos verdes pueden ser
directos, indirectos o inducidos.
Despiece 2
Tecnologías verdes,
empleos ‘negros’
Aquí nos lavamos las manos frente a los residuos. La exportación de
residuos peligrosos desde la UE a países no pertenecientes a la OCDE está
prohibida desde 1998, aunque existe una triste constancia en las instancias
comunitarias (CE) de que “esta legislación se elude casi sistemáticamente”.
Europa se ‘lava las manos’ y –cuando puede- exporta el trabajo sucio.
Paradigmático es el caso del portaviones francés Clemenceau (contaminado con
amianto) que ha errado por los mares hasta que, finalmente, entrara para el
desguace en un puerto británico. India y España (Gijón) fueron otros posibles
destinos.
El desguace mundial de buques se ha multiplicado por seis entre 2007 y
2009 (pasando de los 4,2 millones de toneladas brutas a los 24,9 millones de
toneladas brutas). Ello está motivado, entre otros motivos, por “la retirada de
los petroleros monocasco, la crisis económica y el aumento de la flota
mundial”, señalan fuentes de la Euro-Cámara.
Se estima que más de 5 millones de toneladas de materiales
potencialmente nocivos procedentes de los buques que se desguacen entre 2006 y
2015 terminarán en astilleros de desmantelamiento. Por este motivo, los
eurodiputados proponen que sólo los astilleros o instalaciones que se acrediten
ante la UE puedan manejar materiales peligrosos sobre suelos impermeables o
poseer instalaciones de tratamiento de residuos aguas abajo y que operen
conforme a las normas de la UE en materia de protección de la salud humana y
del medio ambiente. Asimismo, estos desguaces deberían quedar sometidos a
auditorías periódicas de salud ambiental y laboral.