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(PL 72) RIESGOS EMERGENTES. RIEM-ElectroSensibilidad.doc. Manuel Domene. Palabras: 3.197
La polución
electromagnética provoca electro-sensibilidad, una especie de “alergia” a los
campos electro-magnéticos
Las antenas wi-fi ganan posiciones en el entorno urbano |
Después de una jornada laboral, usted vuelve a su casa y se dispone a ‘relajarse’ empleando sus ‘gadgets’ o dispositivos electrónicos (ver la tele, contestar el correo electrónico, hablar por teléfono…).
Su cuerpo se va
‘cargando’ de radiación electromagnética, que se suma a la que adquirió en su
puesto de trabajo. Llegado el momento, usted se va a dormir: unos días duerme,
otros no, o se despierta súbitamente a horas intempestivas. Usted lo achaca al
estrés, fatiga y sobre-carga mental. Su psiquiatra también. Es probable que el
diagnóstico sea acertado. También es posible que su problema sea meramente
físico, derivado de que vive usted –por supuesto, sin saberlo- en una ‘cloaca’
CEM (abreviatura de campos electromagnéticos). La polución electromagnética, o
electrosmog, está mermando su calidad de vida, como si viviera en una cloaca
real del subsuelo urbano.
Su problema lo padecen otros millares de ciudadanos que, como usted, consultan
con el neumólogo (¿podría ser apnea del sueño?), consultan con el psiquiatra
(¿podría ser estrés crónico?).
Podrían ser muchas las causas, incluyendo las apneas y los síndromes de
estrés. Lo que no sospechamos ni remotamente es que la causa principal de
nuestros múltiples desarreglos está en nuestra propia casa, en nuestros
aparatejos, mis Wi-Fi’s, los Wi-Fi’s de los vecinos… nuestros generadores
domésticos de micro-ondas y electricidad sucia, que han convertido nuestras
casas en edificios tan enfermos como tóxicos, cargados de energía radiante. Es
decir, en una ‘cloaca’ CEM.
Para colmo de males, la exposición es sensibilizante (efecto alérgico).
Esto quiere decir que, una vez que su cuerpo ha generado un mecanismo de
defensa (reacción alérgica), lo seguirá haciendo cada vez que se vea expuesto
al alérgeno (elemento desencadenante). En pocas palabras, no se puede
‘cohabitar’ con el electrosmog cuando se ha desarrollado una alergia al mismo,
del mismo modo que los alérgicos a los gatos, viven lejos de estos felinos.
Viviendo en una
‘cloaca’ electromagnética
Cuando vemos la contaminación tangible huimos de ella. En cambio,
permanecemos inermes ante la electro-niebla que habita en nuestros hogares,
como un huésped invisible.
La suprema aberración la encontramos en el router wi-fi colocado sobre
la cabecera de la cama, emitiendo radiación sin parar. La proliferación
hertziana de nuestro edificio no sólo machaca nuestros cerebros también ha
creado un caos de radiofrecuencia que se manifiesta en forma de interrupciones
e interferencias en algunos dispositivos. ¡No hay problema! El vecino ha
instalado un sistema de amplificación de su señal wi-fi, que descubrió en
Internet. Y, poco a poco los con-vecinos, deciden aumentar la potencia de su
señal particular con amplificadores, con lo cual el electrosmog no se
soluciona, sino que se incrementa… y las comunicaciones inalámbricas de la
finca van fatal. Nadie sabe qué fenómeno para-normal ocurre (¿poltergeists?).
Por cierto, la cigüeña trajo un bebé a la finca. ¿Qué le pasará a ese niño que
llora a rabiar con tanta frecuencia y a horas tan intempestivas? ¡Pobre bebé,
no podrá dormir!
Quizás los problemas de su casa-finca tengan el origen en un poltergeist
desafortunado. Ahora bien, es un poltergeist fácil de desenmascarar, basta para
ello un medidor de radiofrecuencia. Llame a un especialista que le haga la
oportuna medición. Sin duda, le tranquilizará sobre el poltergeist, al tiempo
que le alarmará al manifestarle que vive usted en una ‘cloaca’ CEM, rodeado –y
a merced- de ‘electricidad sucia’, electrosmog.
Utilice la tecnología generadora de polución electro-magnética con
sensatez y prevención. A buen seguro que su edifico, y el bebé de su vecino
obtendrán grandes beneficios a cambio.
‘Electrosmog’ puede traducirse como la electro-polución derivada de la
radiación electromagnética, un tipo de radiación no ionizante (no tiene la
suficiente energía para alterar la materia, al menos de un modo rápidamente
constatable). Actualmente, en nuestro trabajo y fuera de él vivimos rodeados
por esta niebla eléctrica, que no vemos.
Electrosmog es una expresión coloquial que hace referencia a la menos
visible de todas las contaminaciones, la electromagnética. La visión infra-roja
permite ver cómo los aparatos electrónicos de uso cotidiano (tabletas, pda’s,
móviles, teléfonos inalámbricos u ordenadores) irradian una niebla –smog- que
no es más que un campo electromagnético que interfiere con la biología de los
humanos.
El electrosmog es una amalgama de radiaciones que contienen energía
(determinada por la frecuencia de la onda). Por tanto, produce calentamiento y,
en el peor de los casos quemaduras. Por ejemplo, usar el teléfono móvil
ocasiona un calentamiento de los tejidos corporales próximos o en contacto con
el dispositivo.
Los humanos nos hemos acostumbrado evolutivamente al electromagnetismo
terrestre (los polos magnéticos). Sin embargo, la revolución industrial
(electrotecnia y electrónica) ha elevado el nivel de radiación a cotas inéditas
en el último siglo. Así, convivimos –en aparente armonía- con ‘perturbadores’
físicos como son las líneas eléctricas de alta y media tensión,
transformadores, instalaciones eléctricas de la casa y el lugar de trabajo,
aparatos de iluminación y los aparatos electrónicos ya citados.
‘Electricidad
sucia’
La electricidad sucia (polución electromagnética) proviene de cinco
fuentes principales de radiación no ionizante: campos eléctricos (alternos),
campos magnéticos (alternos), radiación RF (radiofrecuencia), campos eléctricos
(estáticos) y campos magnéticos (estáticos).
En muchos puestos de trabajo se usa equipo eléctrico y aparatos
electrónicos, al margen de las archi-necesarias pantallas de visualización de
datos (PVD’s), más comúnmente denominadas monitores. Cada equipo tiene un
patrón de emisión electromagnética que, generalmente, disminuye al aumentar la
distancia de la fuente. Unos emiten básicamente en una frecuencia, y algunos en
diversas frecuencias. Además, muchas fuentes potenciales de emisión
electromagnética quedan fuera de la vista, ocultas en paredes o cuartos
eléctricos.
Cada año se añaden más equipos, especialmente los dotados de
conectividad “wireless” (sin cables). Así el volumen de radiación RF continúa
creciendo, aunque algunos componentes hayan reducido sus emisiones, como es el
caso de los monitores (nada que ver entre los antiguos CRT y los modernos LCD o
LED). Veamos las fuentes de electrosmog:
·Campos eléctricos alternos (muy baja o baja frecuencia)
Es la energía de la red eléctrica, que en Europa oscila a razón de 50
ciclos (Hz) por segundo, de ahí el nombre de electricidad alterna. La potencia
del campo eléctrico se mide en voltios por metro (V/m). Cuando un aparato
eléctrico está enchufado, aunque esté apagado, genera campos eléctricos alternos.
Los niveles típicos de exposición en el ámbito laboral van de los 10 a
los 50 V/m. A menos de 30 cm. de un cable, el nivel de exposición puede
situarse en el rango de los 50-100 V/m, especialmente si carece de toma de
tierra (clavija bipolar). Cuando se usa un ordenador portátil conectado a la
red (especialmente si no tiene toma de tierra) la exposición del usuario al
campo eléctrico puede llegar a varios cientos de voltios por metro; y en las
manos el campo eléctrico puede ser de hasta 2.000 V/m. Cables, monitores,
lámparas, líneas de distribución de fluido eléctrico son algunas fuentes de
exposición.
·Campos magnéticos alternos (muy baja o baja frecuencia)
Se generan cuando los electrones saltan de átomo en átomo creando un
flujo de corriente. La magnitud del campo magnético se mide en amperios por
metro (A/m), y la densidad del flujo magnético derivado se mide en nanoteslas
(nT) o miligauss (mG). Cuando activamos un equipo eléctrico y la corriente
fluye por el cable se emiten campos magnéticos alternos.
Los niveles de exposición típicos a campos magnéticos en entornos
laborales (oficinas) se sitúan entre 30 y 250 nT. Aunque malos cableados o la
proximidad de transformadores pueden elevar esta magnitud de un modo descomunal
(hasta 19.000 nT). Los picos de exposición ocurren en la proximidad de la
maquinaria, cuyas emisiones varían mucho dependiendo del equipo. La exposición
no viene necesariamente determinada por el número de equipos conectados, ya que
también influye el tipo de equipo, la distancia y el tiempo de uso del mismo
por el trabajador. Las PVD’s (monitores) ya no suelen ser los mayores
generadores de campos magnéticos. Los dispositivos portátiles y usados en
contacto con el cuerpo (tabletas, PDA’s
y teléfonos móviles) frecuentemente emiten mayores niveles de magnetismo, que
van desde varios miles de nanoteslas hasta los 75.000 nT. Entre estos
generadores de electro-polución no hay que olvidar las máquinas copiadoras y
las omnipresentes regletas de conexión múltiple.
·Radiación RF (ondas de radio y microondas)
La radiofrecuencia incluye ondas de radio y micro-ondas, así como todos
los dispositivos inalámbricos (wireless) en el rango de frecuencias comprendido
entre 3 kHz y 300 GHz. En estas frecuencias, los electrones libres de las
antenas oscilan muy rápidamente (desde 3.000 hasta 300 millones de veces por
segundo) y pequeñas porciones de energía o fotones liberados transportan la
energía de radiofrecuencia por el espacio, de casa en casa, por ejemplo. La
magnitud de la radiofrecuencia se mide en microwatios por metro cuadrado (µW/m2)
Allí donde una antena de RF (móvil, estación base, dispositivo inalámbrico,
punto de acceso a la red) transmite señal se produce exposición a su radiación.
En entornos de oficina, ésta se encuentra en unos valores entre 10 y 50 µW/m2.
Sin embargo, la exposición en exteriores puede oscilar entre los 50 y los
500 µW/m2. Con una antena de telefonía móvil cerca los niveles de
exposición se sitúan en una horquilla entre varios miles y una decena de miles
de microwatios por metros cuadrado.
El electrosmog es una amalgama de radiaciones que contienen energía (determinada por la frecuencia de la onda). Por tanto, a corto plazo, produce calentamiento y, en el peor de los casos quemaduras.
Los entornos laborales que disponen de redes de área local inalámbricas (Wireless LAN o Wi-Fi) los niveles de radiación RF medioambiental pueden situarse entre los 100 y los 2.500 µW/m2. Pero, en la proximidad de un punto de acceso o donde haya un ordenador en red, la radiación RF puede ser muy superior, hablamos de un término medio de 4.000 µW/m2, que, en el peor de los casos puede llegar a multiplicarse por 10.
Otras fuentes de radiación por RF son los dispositivos inalámbricos
empleados para la entrada de datos, como los teclados y los ratones, cuya
radiación a 10 cm de distancia alcanza valores de unos 6.000 µW/m2;
aunque la radiación que reciben las manos y los dedos puede situarse en
magnitudes que van de los 10.000 a los 90.000 µW/m2.
Especialmente peliagudo es el tema de los teléfonos inalámbricos de
interior con tecnología DECT –abreviatura de Digital Enhanced Cordless
Telecomunication- (2,4 / 5,8 GHz), que ‘electro-poluciona’ (radia) las 24 horas
del día. Allí donde descansa la estación base del ‘inofensivo’ teléfono
inalámbrico la exposición permanente a radiación RF puede variar entre los
20.000 µW/m2 (1 metro de distancia) y los 350.000 µW/m2
(20 cm de distancia). Por supuesto, al sujetar el aparato contra la oreja
durante una llamada, la radiación RF será mucho mayor. En el caso de sus
‘parientes’ los teléfonos móviles, la exposición en el área de la cabeza puede
superar tranquilamente el millón (1M) de microwatios por metro cuadrado.
Al margen de las citadas, otras fuentes de radiación por radiofrecuencia
(RF) son los ‘Personal Digital Assistant’ (PDA’s), tabletas, y fuentes externas
como las antenas de telefonía móvil, torres de comunicaciones de radio y
televisión, estaciones de radar…
Otras formas no
inocuas de niebla eléctrica
Nos queda ahora por referirnos a la electricidad estática en sus
diversas formas: campos eléctricos (estáticos) y campos magnéticos (estáticos).
·Campos eléctricos estáticos
En los campos eléctricos estáticos la corriente está en reposo
(estacionaria). La magnitud se mide en voltios por metro (V/m). El potencial de
superficie eléctrica de un material se mide en voltios (V) y su resistencia
(ESD) en megaohmios (MΩ). El fregamiento entre superficies produce la
acumulación de cargas (negativas: atraen electrones) o positivas (transfieren
electrones). A menor humedad ambiental, mayor acumulación de electricidad
estática. La exposición laboral (en una oficina) va de unos cientos a varios
miles de voltios. Cerca de un antiguo monitor (CRT) sin apantallar, la electricidad
estática puede llegar a 25.000 V/m. A esto habrá que añadir las condiciones de
la mesa (mejor madera que metal), el tipo de pavimento (mejor conductor para
facilitar la descarga, que aislante). Por ejemplo, una superficie sintética
(moqueta) no conductora puede generar campos electrostáticos de hasta 500.000
V/m, según la OIT.
·Campos magnéticos estáticos.
El espacio que envuelve a un metal magnetizado crea, a su vez, un campo
magnético. La mayoría de los metales (hierro, cobalto, níquel y sus aleaciones)
pueden magnetizarse. El mobiliario de aluminio es no-magnético. Los campos
magnéticos también emanan de los circuitos y fuentes de alimentación de
corriente continua (DC) cuando hay un flujo de corriente. La densidad del flujo
magnético se mide en microteslas (µ/T). El campo de fuerza magnética en
interiores alcanza los 30-50 cm (el auricular de un teléfono) y hasta un metro
o más (caso de los muebles). Los niveles de exposición dependen del tipo de
edificio, siendo más alta en aquéllos de estructura metálica (7 a 14 µ/T), a lo
que habrá que añadir el geomagnetismo (campo magnético terrestre), y el
derivado de cualquier aparato eléctrico-electrónico, con lo que nuestra
exposición al campo magnético estático puede alcanzar valores de entre 100 y
1.000 µ/T, incrementables al viajar en medios de transporte (especialmente
metro o tranvía). En definitiva, estamos expuestos a unos niveles de
‘electricidad sucia’ que jamás padecieron nuestros antepasados antes de T. A. Edison.
Nuestra exposición incluye la natural (no vivimos bajo una campana de cristal
en sentido estricto sobre la tierra) y la artificial añadida, que no es poca. Y
ahí reside el problema, un problema que tiene que ver con nuestro estilo de
vida…
La maraña de cableado puede ser tan problemática como su sustitución indiscriminada por sistemas inalámbricos |
Como se dice en el párrafo anterior, es una cuestión de estilo de vida. ¿Quién
está dispuesto a llenar sus oficinas y sus casas de antiestéticos cables que lo
cruzan todo, afeando paredes y creando una telaraña visible? Para evitar esas
marañas de cables físicos, la tecnología recurrió a los sistemas inalámbricos
(wireless), sustituyendo un problema antiestético por otro peor, de salud. Es
bien sabido que la tecnología avanza, y en su avance siempre tiene una parte
oscura, para la que no encuentra soluciones inmediatas, ni a largo plazo (a
veces). Son los consumidores de dichas tecnologías –bien informados- los que
deben moderar los impulsos de la industria. El automóvil ha sido un gran
avance. Sin embargo, hemos tardado demasiadas décadas en descubrir que
contamina y que, cada vez, resulta menos sostenible.
Ser o no ser inalámbrico, ésa es la cuestión trascendente, escribiría
hoy Shakespeare (to be or not to be
wireless). La mayor preocupación en torno al electrosmog actualmente son
los productos inalámbricos. La revolución inalámbrica lo ha invadido todo: escuelas,
bibliotecas, hogares, aeropuertos, hoteles y negocios. Encontramos “zonas
Wi-Fi” (¡como servicio de cortesía!) en lugares públicos. Se extinguen los
dispositivos con cables, dando origen a nuevas generaciones de teclados,
ratones y otros dispositivos inalámbricos (Bluetooth), además de variados
dispositivos de sensor remoto y etiquetas de identificación mediante
radiofrecuencia (RFID), que se insertan en productos de consumo, pasaportes, pacientes
hospitalizados, mascotas, y bebés en unidades neonatales. La gente se pone
pendientes Bluetooth con radiofrecuencia, que lanzan microondas pulsantes
directamente a su cerebro.
En esta ‘orgía’ de lo inalámbrico el rey ya es el WiMax, la red de redes
inalámbrica (por supuesto) que permite a los usuarios canalizar todos sus
servicios de telecomunicaciones. Algo parecido a lo que haría una mazo de cable
de una sección considerable, pero (¡ah!) con el gran adelanto: sin cable. Es
wireless.
Nuestra pasión-adicción (y falta de criterio) respecto de las nuevas
tecnologías produce muchos otros cuadros patéticos
Los ‘nasciturus’ (en el vientre materno) ya sufren graves exposiciones
pre-natales porque sus ‘amantes’ progenitores tuvieron la feliz idea de colocar
radio-monitores de bebé que –wireless, que te quiero wireless- transmiten
radiofrecuencias para certificar que sus hijos estén “a salvo” de todo mal
(antes de venir a este mundo radioeléctrico).
En España mismo, los pre-adolescentes pueden tener que ir al psicólogo
si sus padres les niegan el teléfono móvil (normalmente, de alta gama o
‘smartphone’). Es tal la presión del entorno, que un pre-adolescente, que se
siente inseguro por definición, se ve marginado. “Mis compañeros me hacen el
vacío porque no tengo un Smartphone” es una queja demasiado frecuente. Lo que
no saben estos pre-adolescentes consumistas de tecnología electro-basura es que
en su edad adulta pueden padecer las consecuencias de su temprana adicción a
los ‘aparatejos’.
Algunos estudios han encontrado que la radiofrecuencia aumenta los
niveles de endorfinas y estimula los centros de placer del cerebro. Sin
embargo, también interactúan con nuestro sistema inmune, pudiendo desajustarlo.
Y el riesgo va en proporción inversa a la edad, por lo que los menores son los
más indefensos.
La ‘cloaca’ CEM ya no se circunscribe a nuestra casa-edificio-oficina:
ahora se amplía a toda la ciudad, que es como un ser-wifi palpitante y en
constante expansión. Los grupos de antenas se montan en torres, cubiertas de
edificios altos y puntos prominentes, adosadas a edificios de apartamentos, o disimuladas
en huecos de ascensores, silos, farolas y hasta campanarios. Así, disfrutamos
de una exposición omnipresente y omnidireccional, que nos irradia directamente
las 24 horas, todos los días.
Un operador de telefonía ha encontrado un argumento publicitario
impecable: “¿Está bien comunicado?”
(el pisito, se supone). “¡Claro, 100
Mb!”. Antes entendíamos otro concepto por “comunicado”.
Volviendo a la disyuntiva del cable o el inalámbrico, por supuesto que
hubo vida (comunicativa) antes del wi-fi, la habrá después del wi-fi y, sobre
todo, tenemos alternativas a los sistemas inalámbricos. Son alternativas
basadas en el cable. En el hogar, la tecnología PLC nos permite convertir la
red eléctrica de la casa en una red informática de cable (‘wired’, con las
mismas ventajas de los wi-fi, y algún inconveniente menos).
El gobierno alemán advirtió en 2007 a sus ciudadanos que no usaran la
tecnología Wi-Fi de routers inalámbricos, especialmente en los colegios.
Ya es difícil encontrar periféricos que se conecten mediante el cable, como este 'mouse' |
Espectro
electromagnético
Está constituido por el conjunto de todas las frecuencias o longitudes
de onda. Ordenados por potencia (de menor a mayor), existen diferentes tipos de ondas electromagnéticas:
-Campos eléctricos y magnéticos estáticos (imanes, conductores
eléctricos de corriente continua, etc.).
-Ondas electromagnéticas de Extremadamente Baja Frecuencia (EBF). Llega
a 3 kilohercios (líneas eléctricas de corriente alterna).
-Ondas electromagnéticas de Muy Baja Frecuencia (MBF). Su intervalo de
frecuencias es de 3 a 30 Kilohercios (algunas máquinas de soldadura por
inducción).
-Ondas electromagnéticas de Radio Frecuencia (RF). Intervalo de
frecuencias de 30 Kilohercios a 1 Gigahercio (1.000 millones de hercios -ondas
de radio y televisión, soldadura de plásticos, etc.).
-Microondas (MO). Ondas electromagnéticas entre 1 y
300 Gigahercios (hornos de microondas, telefonía móvil, etc...).
Por encima de éstos se encuentran la radiación
infrarroja (IR), la luz visible y la ultravioleta (UV) no ionizante.
Las radiaciones de ondas electromagnéticas de mayores frecuencias a las
mencionadas tienen la capacidad de ionizar, es decir, de variar la estructura
atómica de la materia, dada su alta energía (Rayos X), pudiendo ocasionar
graves daños a la salud si no se adoptan las medidas de protección adecuadas.
© Manuel Domene Cintas. Periodista.