Los trabajadores de los laboratorios y los profesionales de la sanidad afrontan diversos riesgos laborales de origen biológico. Se trata, en suma, de la exposición a virus y otros micro-organismos, fármacos agresivos, y del riesgo de pinchazos o cortes con material quirúrgico.
Las manos, nuestra
primera herramienta de trabajo, son el principal órgano diana de los peligros
biológicos. Sólo la prevención y el uso de guantes pueden evitar consecuencias de
efecto y alcance indeseables.
Por “agente biológico” se entiende cualquier microorganismo –en su estado natural o modificado genéticamente-, cultivos celulares y endoparásitos humanos susceptibles de originar cualquier tipo de infección, alergia o toxicidad en seres humanos. Así, en la lista debemos incluir los virus, bacterias, protozoos, hongos y helmintos.
Vías de entrada de
los agentes biológicos
A los efectos de Tomás Bodero, en tanto que fabricante de guantes, nos
limitaremos a hablar de la piel (vía dérmica o vía parenteral, según sea el
quebrantamiento de dicha barrera). Por supuesto, la exposición también puede
darse por vía respiratoria y digestiva.
La entrada de los agentes biológicos por vía dérmica puede ser a consecuencia
del contacto directo, pinchazos, mordeduras, cortes, erosiones, salpicaduras, etc.
La contaminación de los trabajadores de laboratorios y hospitales suele
darse por el contacto –a través del quebrantamiento de la capa dérmica- con
fluidos biológicos, siendo el más universal de los mismos la sangre.
Seguramente también sea, con diferencia, el que más accidentes biológicos o
infestaciones produzca entre los trabajadores del sector.
La sangre como riesgo
laboral
Los trabajadores de la salud y los de los laboratorios corren el riesgo
de exposición ocupacional a patógenos de la sangre, como el virus de la
hepatitis B (VHB), el de la hepatitis C (VHC), y el virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH), que puede provocar el SIDA. Las exposiciones
ocurren por pinchazos accidentales con agujas u otros objetos afilados o
punzantes que están contaminados con sangre infectada, o por contacto dérmico
con la sangre del paciente infectado.
Si bien es cierto que la mayoría de exposiciones no ocasionan una
infección, no conviene tentar a la ‘suerte’, que depende de hechos objetivos
como son el tipo de patógeno implicado, el tipo de exposición, la cantidad de
sangre en la exposición, la concentración del virus en la sangre del paciente en
el momento de la exposición...
El riesgo promedio de infección por VIH después de una exposición (por
un pinchazo de aguja o corte) a sangre infectada es aproximadamente del 0,3%, o
3 casos de cada 1.000. La exposición a través de la piel provocaría infección
en el 0,1% de los casos. El riesgo es mayor si la piel del “receptor” se
encuentra dañada, si el contacto es en un área grande o se prolonga en el
tiempo.
De todos modos, estas cifras sólo son especulaciones estadísticas.
Ningún profesional querrá padecer la incertidumbre de un posible contagio por
más que la estadística indique que sólo se da en un 0,3% de los casos de
punciones accidentales. El mejor remedio es la prevención, y ésta pasa por el
empleo del sentido común, medidas de auto-protección y, naturalmente, el empleo
de guantes adecuados que neutralicen la acción de agujas, escalpelos, lancetas
y otro instrumental cortante empleado en hospitales y laboratorios que puede
convertirse en nuestro enemigo biológico.
Las técnicas de seguridad empleadas generalmente son: no volver a tapar
a mano las agujas, desechar agujas usadas en recipientes apropiados de eliminación
de objetos punzantes o cortantes, y usar instrumental con mecanismos de
seguridad que previenen lesiones.
Los temidos
pinchazos
Se constata que el mayor número de accidentes laborales con material
biológico se producen en el colectivo de Enfermería y más concretamente en las
áreas quirúrgicas y médicas, seguido de los laboratorios y servicios de
extracciones. Según datos del Sindicato mayoritario de Enfermería, un 89% de
las exposiciones accidentales serían inoculaciones percutáneas, de las cuales
el 87% son pinchazos. Como se ve, es el accidente más frecuente, debido quizás a
la costumbre de re-encapsular las agujas o por no disponer de un sistema de
eliminación de residuos adecuado con el suficiente número de contenedores
rígidos.
Las actividades con mayor riesgo de accidente son la administración de
medicación IM/IV (intramuscular-intravenosa), la recogida de material usado, la
manipulación de sangre, el re-encapsulado, suturar, las agujas abandonadas y la
recogida de basura o desechos. Hay que tener en cuenta que existe una clara
infra-declaración de este tipo de accidentes, por lo que las estadísticas –caso
de estar bien hechas- podrían mostrar una situación harto alarmante sobre la
siniestralidad de raíz biológica del sector.
Animales de
experimentación
Los conocidos como animales de laboratorio contribuyen –sin saberlo- a
mejorar la salud de los humanos, aunque también representan un riesgo biológico
para el personal que está en contacto con los mismos. Las cobayas, los ratones
–y, en general, cualquier animal de laboratorio- es una fuente potencial de
riesgo biológico en sus vertientes activa (un posible ataque) como pasiva
(transmisión de parásitos o enfermedades).
A propósito de enfermedades infecciosas, no podemos dejar de referirnos
a la siempre recurrente gripe aviar, que ha hecho correr los ríos de tinta por
suponer un riesgo biológico para los trabajadores y la población en
general.
La gripe aviar es, básicamente, una enfermedad que puede
afectar a las aves y, ocasionalmente, transmitirse al hombre. Esta enfermedad,
que fue identificada en el sur de Italia hace cien años, es por tanto conocida
en los ambientes avícolas y ganaderos. Es una enfermedad muy contagiosa; los
microorganismos se encuentran principalmente en gallinas y aves ubicados dentro
de zonas de corral, aunque no es descartable la transmisión de la epidemia por
aves migratorias en libertad.
La transmisión se realiza por contacto directo con las heces
infectadas y otras secreciones. Para colmo de males, se han encontrado
evidencias de que la enfermedad estaría mutando y, con ello, diversificando sus
cepas. En este sentido, cabe destacar que el Servicio de Investigación Agrícola
estadounidense (ARS, en sus siglas inglesas) ha identificado recientemente una
nueva cepa de la gripe porcina con una particularidad molecular: su composición
incluye genes tanto de la gripe aviar como de la porcina. De hecho, el hallazgo
no es nuevo, sino una confirmación de una evidencia anterior. En 2003, expertos
chinos confirmaban por primera vez la identificación del virus de la gripe
aviar H5N1 en cerdos. Existiría pues una cadena de contagio de aves a
mamíferos, que se convertirían en el “hábitat” idóneo para la mezcla de un
virus mutante. Sin ánimo de especular, sólo recordaremos que el ser humano está
incluido en la lista de los mamíferos.
Manejo de fármacos
citostáticos
Por desgracia, los riesgos biológicos que afrontan el personal sanitario
y los empleados de laboratorios no se limitan a los fluidos y los pinchazos.
Existe otro riesgo biológico que procede de algunos fármacos, como los
citostáticos. Ello es normal pues las sustancias no son inocuas, no ya en su
fase de medicamento de síntesis, tampoco suele darse la inocuidad en la forma
más natural, que estaría representada por la materia prima primigenia o el
principio activo.
Los citostáticos son fármacos capaces de inhibir el crecimiento desordenado de las células tumorales, alterando la división celular y destruyendo las células que se multiplican más rápidamente. Por estos motivos este tipo de fármacos se usan en el tratamiento farmacológico (quimioterapia) de enfermedades neoplásicas (cáncer). Por alterar el funcionamiento celular, los citostáticos son fármacos citotóxicos (tóxicos a nivel celular) aunque no son los únicos. Sus efectos pueden ser locales e inmediatos asociados a exposiciones accidentales (cutáneas), o sistémicos (a largo plazo) producidos por exposiciones continuas y repetidas a bajas dosis por vía cutánea.
Los citostáticos son fármacos capaces de inhibir el crecimiento desordenado de las células tumorales, alterando la división celular y destruyendo las células que se multiplican más rápidamente. Por estos motivos este tipo de fármacos se usan en el tratamiento farmacológico (quimioterapia) de enfermedades neoplásicas (cáncer). Por alterar el funcionamiento celular, los citostáticos son fármacos citotóxicos (tóxicos a nivel celular) aunque no son los únicos. Sus efectos pueden ser locales e inmediatos asociados a exposiciones accidentales (cutáneas), o sistémicos (a largo plazo) producidos por exposiciones continuas y repetidas a bajas dosis por vía cutánea.
·Efectos locales
Se producen como consecuencia de vertidos, cortes con material
contaminado o accidentes que ponen en contacto la piel o mucosa con el
citostático. En función del fármaco utilizado pueden producirse irritación
local o ulceración y posterior necrosis en la zona. Otros pueden provocar
alergias (citotóxicos alergénicos).
·Vías de entrada
La exposición se produce por contacto directo con la piel. Las
reacciones adversas más frecuentes son irritación, dermatitis, etc, aunque
también pueden producirse efectos sistémicos.
La vía parenteral implica la entrada directa del medicamento a través de
pinchazos o cortes producidos por rotura de ampollas y viales.
El personal con mayor riesgo de exposición son los profesionales de
enfermería, auxiliares de enfermería, personal de limpieza y farmacéuticos,
aunque se considera personal expuesto a todo aquél que interviene en los
procesos de preparación, transporte, administración y eliminación de
citotóxicos.
·Tratamiento de las excreciones
Los excrementos y los fluidos biológicos de los pacientes tratados con
citotóxicos pueden tener un elevado contenido de estos medicamentos o de sus
metabolitos. El personal que tenga que estar en contacto con excretas o
productos biológicos debe adoptar las correspondientes medidas de precaución
(guantes dobles de látex).
Cuando se utilice la orina para analíticas, su recogida y manipulación
debe realizarse con especial precaución (guantes y bata). También deberá
existir una identificación en la muestra de modo que el personal del
laboratorio pueda adoptar las medidas de precaución oportunas.
Residuos
hospitalarios y de los laboratorios
La recogida, gestión y eliminación de los residuos supone un auténtico
problema, problema con riesgos colaterales para la salud laboral de los
trabajadores del sector.
Los residuos representan un riesgo biológico para el personal no
sanitario por el contacto directo con enseres como la ropa de cama o prendas
que se envían al servicio de lavandería. En los hospitales conocen muy bien la
casuística de que las agujas hipodérmicas acaben apareciendo en las
dependencias de la lavandería o dentro de las propias lavadoras. También está
expuesto el personal del servicio de limpieza y el de mantenimiento, etc.
Es
vital que existan los pertinentes protocolos de recogida, almacenamiento y
evacuación de los residuos que puedan contener agentes biológicos. Por otra
parte, el transporte, tratamiento y disposición del residuo se debe gestionar a
través de profesionales debidamente acreditados, formados y conocedores del
riesgo que llevan entre manos –nunca mejor dicho. ¡Y las manos deben estar
protegidas!
Contra el riesgo
biológico, barreras de prevención
Hace ya muchos siglos que los humanos desarrollamos el escudo para
protegernos de ciertas agresiones. Ésta es, ni más ni menos, la solución
preventiva: establecer un escudo o barrera física entre el instrumental
portador de fluidos contaminados y las manos del personal que lo maneja, entre
el animal de experimentación y el técnico de laboratorio, entre el dispensador
de fármacos y el paciente, entre los residuos peligrosos y sus gestores. No hay
otra solución. La barrera para las manos consiste en un par de guantes... sean
éstos anti-pinchazos, anti-mordeduras, anti-fármacos agresivos o anti-detritus
peligrosos. El resto del cuerpo se protege con mascarillas, gafas y batas. Ni
que decir tiene que todo ello se ha de complementar con una higiene metódica y
rigurosa, que es la madre de todas las batallas contra el riesgo biológico.
El uso de guantes está indicado por los servicios de prevención para
todos los riesgos que hemos descrito previamente:
-Manejar sangre o fluidos corporales, objetos potencialmente infectados
o al realizar procedimientos invasivos en pacientes de riesgo.
-Manejar animales de experimentación en el laboratorio.
-Manipular-gestionar excreciones de pacientes infecciosos y los residuos
de laboratorios y hospitales.
-Administrar a los pacientes fármacos que implican un riesgo biológico
para el personal sanitario. En relación con los citotóxicos, se recomienda la
utilización de guantes quirúrgicos de látex y, en algunos casos, también de PVC
(sin talco en el interior). Los guantes deben colocarse por debajo de los puños
de la bata, y se aconseja cambiarlos frecuentemente (cada media hora), y
siempre que se contaminen con algún citostático, cuando sufran alguna rotura y
al finalizar cada sesión de trabajo. El uso de doble guante es recomendable
siempre que no dificulte la técnica de manipulación.
Blindaje
contra cortes, laceraciones y punción
Tomás Bodero cuenta en su amplia oferta con
guantes basados en
tejidos de altas prestaciones reforzados con
un “escudo” o “armadura” de diminutas corazas que se encuentran adheridas al
tejido. Así se obtiene una inigualable protección frente a objetos punzantes.
Además, la propia arquitectura del material barrera confiere una protección
superior contra la punción (agujas en el sector sanitario, por ejemplo). Ello
se debe al mínimo espacio existente entre cada una de las corazas protectoras y
al uso de diferentes capas. Si un objeto punzante interesa la superficie del
tejido, queda detenido entre sus capas cuando entra en contacto con la armadura
interna.
En los centros asistenciales se desechan
miles de jeringuillas contaminadas diariamente. No por extraño es menos cierto
que muchas de estas jeringuillas, potencialmente peligrosas, no acaban en la
basura hospitalaria, sino en la lavandería del hospital. Los guantes para la
protección contra los pinchazos ayudan a prevenir millones de accidentes de los
trabajadores de estos servicios.
Asimismo, los guantes con la tecnología descrita
anteriormente aseguran una excelente protección contra mordeduras, arañazos u
otras lesiones provocadas por los animales de experimentación.
Existen referencias que cuentan con tres
capas de protección frente al corte y la punción (nivel 5) tanto en la palma
como en el dorso de la mano. Su diseño pre-curvado y el forro de rejilla
aumentan el confort durante usos prolongados, disponen de una gran superficie
de agarre y manguito extensible para proteger hasta el codo cuando ello es
necesario. Pueden usarse con un sobre-guante de nitrilo como barrera contra el
líquido.
©
Manuel Domene Cintas. Periodista.
Artículo
elaborado para el departamento de Marketing de Tomás Bodero, S. A. Supervisión
por el alergólogo Pedro Carretero.