SECCIONES DE INTERÉS

viernes, 20 de diciembre de 2019

Libertad de expresión: ¡Maurice puede cantar!



En la canción ‘Al alba’, su cantautor decía: “Quiero que no me abandones, amor mío, al alba”. En ningún caso se decía “no me despiertes”. El despertar temprano (involuntario) incomoda a algunas personas. Este texto se va a ocupar, con ánimo reivindicativo y festivo, de algunos ruidos naturales (y connaturales a la propia humanidad) que pueden hacernos despertar cuando se insinúa el lucero pero domina aún la negrura. Sustanciaremos estas tesis en el derecho de un gallo francés, de nombre Maurice, a seguir anunciando las primeras luces del alba porque nació gallo, en su naturaleza está el quiquiriquí como una seña de identidad genuina y, mal que nos pese, la civilización urbanita (distanciada de todo lo natural por definición) no puede permitirse la tiranía de amordazar a los gallos porque cantan, domesticar (o castrar) la naturaleza o poner puertas al campo para hacerlo más ‘amistoso’.

Se da la curiosa circunstancia de que nuestro gallo comparte el nombre con su compatriota, Maurice Chevalier, quien cantó –como nadie- a la lluvia (The rythm of the rain), a los gatos (Aristogatos) y a una gallina (Si vous connaissiez ma ‘poule’); si bien esta ‘gallina’ no era ave sino un mamífero del género humano. Lo cierto es que el gallo responde al nombre de Maurice, aunque ignoro si la coincidencia onomástica con el cantante fue intencionada o casual. Tanto Chevalier como el gallo Maurice nacieron para cantar.

No hace falta ser del partido animalista para reconocer a los gallos el derecho a cantar cuando deseen, especialmente cuando el canto cuestionado es ese ancestral prolegómeno del día que despunta, que convierte al gallo en el despertador por excelencia.
Tenemos un patrimonio sonoro en el mundo rural que debe ser protegido. Ya hemos citado el canto del gallo, al que podemos agregar las manifestaciones sonoras de otras aves (gallinas, patos, ocas), el canto o trino de los pájaros, cada uno con su singularidad acústica. Hay quien denigrará sin duda por cansina a la tórtola, pero esa avecilla canora (sin t) hace lo que la naturaleza le ha encomendado, que es poner banda sonora al campo con su zureo. Pero hay más ruidos rurales que integran nuestro patrimonio sonoro en franca decadencia. Tenemos el ruido de las cigarras o chirrido, metáfora del éxtasis estival, la auto-complacencia y el carpe diem, el canto de los grillos en las primeras horas de la noche (cuando el jazmín empieza a embriagar el aire), imagen de solaz al concluir la jornada. No podemos olvidar las reminiscencias bucólicas que hay detrás del mugido de las vacas, el rebuzno de los burros, el balido de las ovejas o el ladrido de los perros. 
Y todavía hay más elementos sonoros que reivindicar en el entorno rural, por ejemplo, el ruido del viento (a veces tenue y, otras, amenazador), el ruido de la lluvia que repiquetea estridente en suelos de piedra y contraventanas, el eco de las aguas cantarinas en los cursos altos de los ríos. Tenemos también los sonidos del silencio. Toda una paradoja pero, por lógica, el no-ruido es un ruido (inexistente), que no puede ser excluido del mundo de los sonidos. 

Tradicionalmente asociamos el silencio con los cementerios, también con la caída de la nieve. Sin embargo, aguzando el oído, es posible escuchar la sinfonía discreta que crean los copos de nieve cuando van depositándose sobre el suelo ya cubierto con un manto blanco. Incluso el natural envaramiento de los cementerios se ve quebrado en la noche por la manifestación vital, el ululato (derivado de ulular) de los búhos, mochuelos, autillos, lechuzas y otras pequeñas rapaces que, en su vida nocturna por camposantos, bancales de cuatro esquinas y sus aledaños, crean una ambientación sonora de chirridos (lechuza), chucheos y graznidos (búho). Y es más que evidente que ningún morador de cementerio se ha quejado jamás de las aves canoras, que seguramente han encontrado entre los muertos la paz que les negamos los vivos.

La animalidad emerge
Y, por seguir reivindicando la libertad de expresión de los animales, recordemos el derecho de las abejas a emitir su zumbido, la potestad de los cerdos de gruñir, o la prerrogativa de los gatos de despachar sus maullidos y bufidos; las gaviotas sus graznidos; los pavos sus gugluteos; y las ranas su croar. Estamos ante un mundo sonoro desconocido por olvidado, que nos indica que el planeta azul que habitamos es una casa compartida con otras especies animales, capaces todas ellas de emitir sonidos naturales más cultivados, originales y hermosos que los que generamos los herederos del supuesto ‘homo sapiens’. 
Maurice, protagonista involuntario de un circo mediático, fue llevado a juicio por cantar. Finalmente, el gallo ha visto reconocidos sus derechos naturales por un juez
¿Qué pensará el gallo Maurice de los ruidos que hacemos los humanos cuando él se entrega a su descanso nocturno en el gallinero? Sin duda, molestamos a los animales con nuestros gritos, diversiones, música, los motores de explosión, la actividad frenética, etc. Eso sí que constituye un auténtico perjuicio sonoro, que es fuente de tensión y enfermedad para nosotros mismos. El ruido es un auténtico contaminante físico, razón por la cual se entiende que los mochuelos se vuelvan ‘góticos’ y busquen la paz de los cementerios, huyendo del mundanal ruido, el descomunal ruido que acompaña a los humanos (añádele a eso la contaminación lumínica).

Si el caso del gallo Maurice ha llegado a la prensa y, posteriormente, a la opinión pública, es por la proliferación de los turistas rurales de pacotilla, esos que buscan entornos de ‘campo’ pero sin campo, un campo descafeinado y sucedáneo, de decorado de attrezzo y cartón piedra, en el que no pueden faltar el internet de alta velocidad (¡por favor!), TV por satélite con tropecientos canales, sala multi-cines y espacio de ocio cercana (con centro comercial anexo). Son estos pseudo-turistas rurales desnaturalizados e info-tecnificados, que sólo conciben un modelo de campo urbanizado, los que quieren imponer el toque de queda en el entorno rural: que las campanas no repiquen, las abejas no zumben y los gatos enmudezcan. Eso en el aspecto acústico, porque a los urbanitas ‘perdidos’ en el campo también les molestan los olores campestres, o los suelos carentes de asfalto, entre otras cosas. Este es un despropósito más del ser humano, el mayor depredador del planeta, el peor escollo y estorbo para el resto de insuperables habitantes de la nave tierra. Todos los animales expresamos lo que llevamos dentro.

Por lo dicho, hay que aplaudir la sabia decisión del juez francés que falló a favor de que Maurice, un gallo genuino, de pro e inmutable en su naturaleza aviar, cante sin restricción siempre que le venga en gana, y sin responsabilidad penal alguna por despertar a urbanitas que olvidaron que la naturaleza tiene sus propias reglas. Justa es la sentencia, pues los animales tienen derechos, y el de expresión es uno de ellos. Maurice, con la actuación consecuente de su dueña, los hizo valer en el Palacio de Justicia.
En lo sucesivo, el urbanita que experimente molestia por el mugido de unas vacas que vuelva a su entorno urbano, donde la leche no mana de ubres poderosas y calientes, sino de asépticos y aburridos envases de cartón; donde no se oye el canto del gallo sino el runrún insufrible del ‘homo sapiens’ bajo mil formas.

martes, 3 de diciembre de 2019

Clima, cambio climático y salud laboral

Un estudio efectuado recientemente en Estados Unidos (“U.S. Global Change Research Program Climate and Health Assessment”) llama la atención sobre la relación entre clima (cambio climático) y salud. El cambio climático tiene un doble efecto: cambia la gravedad y frecuencia de los problemas de salud asociados y, en segundo lugar, causa problemas de salud sin precedente o nuevas amenazas donde no existían previamente.



Las conclusiones del estudio norteamericano pueden extrapolarse a la población laboral de todo el mundo, especialmente a los trabajadores de exteriores o aquéllos que se ven expuestos a entornos climáticos extremos. En estas categorías hay que incluir a agricultores, pescadores, trabajadores de la construcción y del sector del transporte, así como brigadas de lucha contra el fuego-emergencias, etc. Según el informe, por efecto del cambio climático, estos trabajadores pueden ver incrementada la gravedad y prevalencia de sus riesgos laborales habituales, así como verse enfrentados a nuevos peligros.

Tándem clima-salud
La salud humana ha estado siempre condicionada por el clima y el tiempo atmosférico. Los cambios del clima y la variabilidad meteorológica, especialmente cuando se dan en climas extremos, afectan al entorno, que es el responsable de suministrarnos aire limpio, comida, agua, refugio y seguridad. El cambio climático, junto con otros estresores de la salud naturales o artificiales, amenaza la salud y el bienestar laboral de múltiples maneras, que se dejan sentir por doquier.
El cuadro adjunto recoge una lista no exhaustiva de factores climáticos y su impacto sobre la salud.

Cambio climático y salud laboral
Efecto
Factor
desencadenante
Exposición
Repercusión salud
Impacto
Calor extremo
Episodios de calor más frecuentes
y prolongados
Temperaturas elevadas
Enfermedad
y muerte por calor
La subida de temperaturas provoca un aumento de las enfermedades y muertes por calor
Calidad aire exterior
Aumento
de temperaturas
y cambio de las precipitaciones
Peor calidad del aire (alto contenido
de ozono y partículas
Muerte prematura, enfermedades respiratorias y cardiovasculares aguas y crónicas
El aumento de la temperatura, fuegos y la merma de la precipitación aumenta el ozono y partículas en suspensión, con mayor riesgo cardiovascular
y respiratorio
Inundaciones
Aumento del nivel del mar y la frecuencia de lluvias intensas extremas, huracanes y temporales
Contaminación
del agua, contaminación o interrupción de la red de suministro
Ahogamiento, lesiones, deterioro de la salud mental, gastroenteritis y otras dolencias
La creciente inmersión de las franjas costeras expone a la población a riesgos de salud antes, durante y después  de cada desastre natural
Vectores (agentes) infecciosos
(Enfermedad
de Lyme)
Cambios extremos de las temperaturas y los patrones estacionales del tiempo
Actividad de la garrapata más temprana
y extendida geográficamente
Enfermedad de Lyme
Las garrapatas muestran un adelanto de su actividad estacional con expansión simultánea a las áreas septentrionales, aumentando el riesgo de exposición humana a la bacteria  causante de la enfermedad de Lyme
Infección
de las aguas
(Vibrio Vulnificus)
El aumento de la temperatura de la superficie marina, cambios de la pluviometría y la escorrentía que afecta a la salinidad costera
El contacto con el mar o el marisco contaminado con Vibrio Vulnificus
Diarrea y enfermedades intestinales provocadas por Vibrio Vulnificus, lesiones e infecciones del torrente sanguíneo, muerte
Los aumentos de la temperatura del agua alteran el ciclo y la localización del crecimiento del Vibrio Vulnificus, aumentando la exposición y el riesgo de enfermedad transmitida por el agua
Infecciones alimentarias
(Salmonella)
Aumentos de temperatura, humedad y duración de la estación
Fuerte crecimiento de patógenos, cambios estacionales en la incidencia de la exposición a salmonella
Infección por salmonella, brotes gastrointestinales
La elevación de las temperaturas aumenta la prevalencia de la salmonella en la comida, el alargamiento de las estaciones y los inviernos más cálidos aumentan el riesgo de exposición a la infección
Salud mental
y bienestar
Impactos del cambio climático, especialmente de la climatología extrema
Exposición a acontecimientos traumáticos, como desastres naturales
Angustia, aflicción, trastornos del comportamiento, afectación social, resiliencia
Los cambios en la exposición al clima o los desastres asociados con factores climáticos causan o exacerban el estrés y las consecuencias para la salud mental, con mayor riesgo para poblaciones específicas.

Calidad del aire
El cambio climático afecta al aire respirable en interiores y exteriores. Se están modificando los niveles y localización de los contaminantes del aire, como el ozono al nivel del suelo (O3) y la materia en forma de partículas finas. El aumento de los niveles de dióxido de carbono (CO2) también estimula el crecimiento de plantas que liberan alérgenos aerotransportados (aero-alérgenos). Finalmente, estos cambios de la calidad del aire exterior y los alérgenos acaban afectando a la calidad del aire interior, pues ambos contaminantes entran en las casas, escuelas, centros de trabajo, etc.

El cambio climático agrava enfermedades de base del trabajador, por ejemplo las del aparato respiratorio
Una mala calidad del aire, ya sea interior o exterior, puede afectar negativamente los sistemas respiratorio y cardiovascular. Las altas concentraciones de polen y el alargamiento de las estaciones del polen pueden aumentar la sensibilización alérgica y los episodios de asma y, por tanto, limitar la productividad laboral. 
Se espera que los cambios en el clima, el aumento de temperaturas en concreto, los patrones de precipitación alterados, y el aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera provoquen un incremento de los niveles de algunos alérgenos en el aire y los incrementos correspondientes en los episodios de asma y otras enfermedades alérgicas.

Salud mental y bienestar
Por último –y no menos importante- cabe recordar el daño colateral que provoca el cambio climático en la salud mental. Los efectos van desde un estrés mínimo –aceptable- y síntomas de distrés –cuando el estrés empieza a ser nocivo- a los desórdenes clínicos, como ansiedad, depresión, estrés post-traumático y tendencias suicidas. Dichos efectos raramente se dan solos, sino que se recombinan con otros estresores ambientales y sociales. La interacción y efecto acumulativo son factores críticos para la salud mental. Algunos individuos se recuperan, pero otros entran en una espiral de disfunción psicológica crónica, especialmente si viven en zonas donde se hace más palpable el efecto del cambio climático o sus episodios puntuales en forma de desastres naturales. El tratamiento farmacológico de ciertas dolencias mentales aumenta la vulnerabilidad de los pacientes al estrés térmico (algunas medicaciones inhiben la función de termo-regulación corporal).

Tropicalización de la salud en España
“Las variaciones del clima junto con el movimiento de las poblaciones y los productos tropicales están produciendo una tropicalización de la salud en España”, afirma Adolfo de Grado, investigador del Centre de Seguretat i Salut Laboral de Barcelona, organismo dependiente de la Generalitat de Catalunya. 
El fenómeno que cita De Grado comporta un protagonismo creciente para una enfermedad como la malaria (vieja conocida en la mitad sur de la península ibérica y responsable de las ‘calenturas’, que fueron endémicas durante el primer tercio del siglo XX). La erradicación oficial de esta enfermedad en España se produciría a principio de la década de los sesenta (oficialmente, 1964). Como una pesadilla del pasado, en 2010 se produjo un nuevo caso de malaria autóctona (transmitida localmente) y cuyo responsable es el mosquito anófeles (plasmodium vivax). Huelga recordar que es una enfermedad con alta prevalencia en actividades como la agricultura, ganadería o la explotación forestal. 
Refiriéndose a otro ‘invitado’ no querido, De Grado cita el mosquito tigre, del que dice que es un “causante no autóctono, pero que ha venido para quedarse, habiéndose detectado por vez primera en Sant Cugat (Barcelona), y con una rápida expansión a través de cualquier reservorio de agua”. Este agente infeccioso, además de las molestias de la picadura, puede transmitir hasta 26 enfermedades víricas de carácter tropical. La propagación de estas enfermedades se debe a los movimientos de personas (normalmente hacia España, pero también de españoles en tránsito de ida y vuelta por motivos laborales, u otros, y al cambio climático.

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lunes, 25 de noviembre de 2019

¿Por qué agredimos? (Teorías de la violencia)

Son muchas las teorías sobre la agresión (sustanciación de la violencia). Como rasgo común podemos establecer la existencia de una pulsión innata en los humanos, que puede estar inducida por diversos factores, y ante la cual no todos los individuos reaccionan de la misma manera. Nos referiremos en este ‘post’ a las teorías más invocadas sobre el fenómeno de la violencia, un problema que afecta especialmente a las mujeres, tanto en el ámbito laboral como en la esfera privada.
Hoy, 25 de noviembre, la red está incendiada con proclamas contra la violencia de género. Yo me quedé con ésta: “el amor deja huella en el corazón, nunca en la piel”.




Causas de la violencia
-Teoría de la frustración-agresión (Dollard & Miller)
Sus postulados básicos, que no escapan a la influencia freudiana según diversos autores, plantean que la agresión es siempre consecuencia directa de una frustración previa, la existencia de una frustración siempre conduce a alguna forma de agresión (Dollard y col. 1939). En 1941, Miller modifica la hipótesis original al reconocer que muchas personas han aprendido a responder a sus frustraciones de forma no agresiva; es decir, reprimen una respuesta violenta automática ante la frustración.
-Teoría de la transferencia de excitación (Zillmann)
Una situación emocional previa (una discusión de tráfico, por ejemplo) puede transferirse a una nueva situación (castigo del niño al llegar a casa) por una activación inespecífica (el niño no ha hecho los deberes). Cuanto más excitados estamos, más agresivamente respondemos, transfiriendo la excitación de unas situaciones a otras.
Hay otras hipótesis sobre la agresión:
-Teoría de los instintos. Antigua y polémica, sostiene que la agresión es una conducta heredada más que aprendida. Freud concluyó que los humanos nacen con el instinto de la agresión, impulso que no es posible erradicar. En esta línea dialéctica, Konrad Lorenz (1968) concebía la agresión como un recurso de adaptación esencial para la supervivencia.
-Teoría del aprendizaje social. El comportamiento agresivo tendría un importante componente biológico, cuyos moduladores (forma, momento, intensidad, circunstancias de la agresión) dependen de conductas aprendidas a través de vivencias previas.
-Hipótesis temperatura-agresión. Existen varias hipótesis sobre este particular, que vinculan la temperatura y la agresión, siendo el disconfort térmico o un déficit termo-regulador los resortes capaces de desencadenar respuestas violentas. El aumento de la temperatura basal no sólo tiene repercusiones fisiológicas sino también conductuales.

Hoy día, la violencia no sería una condición necesaria para sobrevivir sino más bien “el recurso de los incompetentes, el miedo a las ideas de los demás, y la poca fe en las propias”

El hombre, lobo para el hombre
Sea por la causa que fuere, vivimos inmersos en la violencia, que parece ser un rasgo muy humano. ¿Cuántas veces hemos oído aquella sentencia de los clásicos del pensamiento político moderno de que “el hombre es un lobo para el hombre”? Este concepto ya no necesita demostración, basta con observar lo que ocurre a nuestro alrededor.

Haciendo un ejercicio de antropología recreativa, algunos pensadores intentan localizar el origen de la violencia humana. Dicen que nuestra especie nació en la barbarie y aprendió a sobrevivir con el uso de la fuerza, tanto bruta como racional. La violencia en los albores de la humanidad sería como una respuesta de adaptación a ultranza a un medio muy hostil. Sin embargo, conquistadas cotas de seguridad razonables, el hombre persistió en el ejercicio de la violencia. Esta vez no contra las fuerzas de la naturaleza o las fieras, sino contra el propio hombre. El ejercicio de la violencia sería, para quienes formulan estas teorías, una reminiscencia ancestral, cultural o ‘lúdica’ que no se ha erradicado del comportamiento humano, y cuya manifestación más civilizada sería nuestra afición a la competición deportiva, por ejemplo. El enfrentamiento deportivo es una concesión regulada a nuestro ánimo belicoso. Ya sabemos que más de una competición exacerbada en el terreno deportivo ha acabado saldándose como batalla campal, con heridos, contusionados y hasta muertos. Pese a la evolución de la especie –quizás habría que decir involución-, la fiera “dormita” en nuestro interior y tiene abruptos despertares en los lugares de trabajo, la cola del supermercado, una gasolinera o la oficina de empleo (antiguo INEM), basta con que el agresor sienta frustración y no controle sus impulsos más primarios.

Afortunadamente existen alegatos brillantes contra la violencia, entre éstos proponemos el que dice: “la violencia es el recurso de los incompetentes, el miedo a las ideas de los demás, y la poca fe en las propias”.
Con independencia de sus causas, la sociedad actual debe neutralizar la violencia y promover la prevención y erradicación de las conductas violentas, en el trabajo y en otros ámbitos de nuestras vidas.
Son muchas las instancias que promueven el pacifismo (religiones y otros movimientos), pero en días en los que reflexionamos sobre la violencia, justo es reivindicar la figura de Mahatma Gandhi, que no en vano se ganó el sobrenombre de ‘Apóstol de la No Violencia’.

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lunes, 18 de noviembre de 2019

El orgasmo frustrado que acabó en accidente laboral

Hay sentencias pioneras que sientan jurisprudencia. Éste es el caso que nos ocupa: ya nadie discute que un infarto-derrame cerebral ‘in missio’ (actividad y jornada laboral) es un accidente laboral. Ahora los supuestos de accidente laboral por causas vasculares se amplían. Desde septiembre de 2019, en Francia, sufrir un infarto mientras se mantienen relaciones sexuales durante un viaje de trabajo (missio) también tiene la consideración de accidente laboral. Y, por supuesto, no estamos hablando del hipotético infarto que pudiera sufrir cualquier trabajadora del sexo. La decisión del Tribunal de Apelaciones de París ha causado cierta sorpresa en un país que encabeza la nómina de los Estados más garantistas en materia de protección de los derechos de los trabajadores.

Las circunstancias que han dado origen a esta singular sentencia se remontan a febrero de 2013, día en que un técnico de seguridad de la empresa TSO, especialista en construcción y renovación de vías férreas y catenarias, se hallaba desplazado en viaje de trabajo en la población de Meuret-sur-Loire. A primeras horas de la noche, el trabajador murió a consecuencias de un infarto. Ésa es una contingencia ordinaria que afecta a cientos de trabajadores. Lo que resultó extraordinario fue el escenario del hecho: el empleado fallecía mientras mantenía relaciones sexuales con una mujer que había conocido horas antes.

Un tribunal de primera instancia consideró el fallecimiento un accidente laboral, aunque la empresa apeló por considerar que el desenlace “no fue causa del trabajo sino del acto sexual”. No obstante, el Tribunal de Apelaciones ha considerado que todo empleado que se encuentra en un desplazamiento de trabajo tiene derecho a la protección prevista por el artículo L411-1 del código de la seguridad social. Para el Tribunal, poco importa que el accidente se hubiera producido durante la ejecución de un acto profesional o un acto de la vida cotidiana.
TSO, considerada responsable, deberá abonar el 80% del salario a la viuda del fallecido hasta la fecha en que éste se hubiera jubilado.
Todo trabajador que se encuentra desplazado de su lugar de residencia por motivos laborales tiene derecho a la protección tanto en actos profesionales como de la vida ordinaria
¿Combatir el aburrimiento ‘in missio’?
Es obvio que un trabajador desplazado de su hogar por causas laborales puede sentirse aburrido o solo, y buscar compañía como hizo el protagonista del texto precedente. ¿Es responsable la empresa de la conducta del trabajador? Seguramente no. ¿Pueden hacer algo las empresas para aliviar la soledad de sus empleados desplazados? Definitivamente sí: pueden sugerir opciones de ocupación del tiempo libre (algunos pensarán que es una intrusión en la vida privada del empleado), o pueden desarrollar políticas de entrenamiento en felicidad, de manera que los empleados sean capaces de gestionar, con dominio propio, sus emociones cuando están, por ejemplo, desplazados ‘in missio’, así como en cualquier otra circunstancia laboral.
El cerebro humano puede entrenarse para la felicidad de forma lúdica, y el “Juego de la Felicidad” es una opción.

Entrenar en felicidad
¿Hay alguien que no anhele la felicidad? Como pregunta retórica, su respuesta es obvia. La ciencia nos revela que la felicidad (estado mental), como cualquier otra conquista o logro personal, requiere entrenamiento. Podemos entrenar nuestras neuronas para ser más receptivas a la felicidad gracias a la neuroplasticidad de nuestro cerebro. La felicidad, al igual que la musculatura corporal, se trabaja (y entrena) para desarrollarla. No hace falta acudir a un laboratorio, podemos entrenarnos, modificando el área del pensamiento, con un modesto juego de mesa.
Los comentarios de algunos usuarios son elocuentes: “El Juego de la Felicidad va más allá de un simple juego o libro. Es una especie de guía o maestro que te enseña a ser feliz. Y lo hace de forma lúdica y amena. Mientras te diviertes, aprendes 52 maneras de aumentar tu felicidad que puedes incorporar fácilmente a tu vida”.

No te impacientes. Te lo explicamos. Basado en los últimos avances científicos, el Juego de la Felicidad consta de un tablero y de una baraja de 52 cartas para jugar en grupo. Es una especie de ‘roll play’ en el que los participantes interactúan, a través de un sistema de preguntas y respuestas, que les harán enfrentarse a retos con el fin de conocerse mejor a sí mismos y  profundizar en los aspectos que deben modificar para alcanzar la felicidad y mejorar en todos los aspectos de su vida (la actitud mental positiva es determinante).
En un contexto lúdico tan sencillo como el Juego de la Oca, el Juego de la Felicidad nos permite integrar y entrenar las actitudes, hábitos y principios que sientan las bases de una vida feliz a partir de criterios científicos. Por ello, se incluye un libro que resume los 52 aspectos que más influyen en una vida feliz, mostrándolos de manera clara y práctica. Los jugadores tendrán hasta 7 formas distintas de jugar (y entrenar) su felicidad.
A buen seguro que una mente entrenada en los secretos de la felicidad no buscará soluciones de corto recorrido para situaciones de soledad o aburrimiento puntuales.

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miércoles, 16 de octubre de 2019

Las dificultades de ser jefe

La leyenda de los malos jefes no es gratuita. Más del 36% de los jefes españoles son ‘tóxicos’ para sus empleados, y solo el 16% son ‘saludables’, según una ETT dedicada a reclutar talento. Los defectos que lucen comúnmente son incapacidad de comunicación (no escuchan ni consiguen que les escuchen). Los jefes incompetentes se involucran poco con su equipo, son distantes, faltos de empatía (sintonía con su personal), o desconocen el trabajo de sus colaboradores, a quienes someten a presión.




No todas las jefaturas están ejercidas por incompetentes. El jefe-líder, con visión a largo plazo, vive con coherencia aquello que predica, enseña, delega funciones y crea oportunidades. Sus habilidades se manifiestan en el autocontrol y las decisiones eficientes en coyunturas críticas. Valora el factor humano per se (y porque sabe que no hay barco sin tripulantes). Está motivado y, por encima de todo, transmite motivación, el mayor activo de cualquier empresa.
El clima laboral ideal es definido por algunos expertos como un estado óptimo de las relaciones entre las personas. El fracaso de la gestión conduce a la desmotivación del personal. Las causas más frecuentes son:
-Autoritarismo de los mandos intermedios o superiores. El estilo de dirección es determinante, pudiendo detectarse sus errores mediante encuestas de clima laboral.
-Déficit o errores de comunicación. Los empleados necesitan conocer sin ambigüedad sus funciones, autonomía (si la tienen), a quién pueden recurrir cuando surge un problema y a quién dar las explicaciones, llegado el caso.
-Falta de reconocimiento. El trabajador necesita verse valorado, sentir la empresa como un equipo al que pertenece y le necesita (compensación o retribución emocional).

La desmotivación puede acabar hundiendo el clima laboral, con elevado coste para la empresa por pérdida de productividad, absentismo, rotación de personal, errores en el trabajo, o fuga de talento.
La desmotivación puede revertirse ejerciendo un liderazgo positivo, un concepto en boga, pero difícil de convertir en realidad. Desafortunadamente, uno de los factores con mayor peso en la desmotivación de los trabajadores es el jefe y sus habilidades directivas. El psicólogo Robert Hogan (Universidad de Tulsa) es rotundo al asegurar que “siete de cada diez directores o gerentes son incompetentes, irritables, dominantes, explotadores o indignos de confianza, tienen pocas habilidades de toma de decisiones y se niegan a delegar su autoridad”.

El mal jefe es tóxico para el trabajador y su familia
Existe una correlación, probada por los investigadores, entre el estrés de los padres y el de sus hijos. Los gerentes y los supervisores son una fuente importante de apoyo en el trabajo… pero también de estrés para los trabajadores y sus familias. Según la psicóloga Leslie Hammer (Universidad Estatal de Portland, Oregón), “la falta de respaldo o las conductas abusivas por parte del supervisor pueden afectar a la vida en el hogar, tanto en términos del tiempo y la energía que roba a las personas, como por su efecto sobre el estado de ánimo”.
Siete de cada diez directores o gerentes son incompetentes, irritables, dominantes, explotadores o indignos de confianza, tienen pocas habilidades directivas y no saben delegar 
“Cuando las personas están estresadas en el trabajo el equilibrio en el matrimonio se resiente. La calidad de la relación se reduce, también aumentan la incidencia de la depresión, las enfermedades cardiovasculares, así como los problemas de obesidad y salud en general. La psicóloga entrena a directivos para que sepan apoyar y empatizar con sus empleados, creando atmósferas laborales saludables, que no ‘exporten’ problemas al ámbito familiar

El check-list del líder ideal ha de incluir competencias como:
-Comunicación. Un directivo debe saber transmitir la estrategia de la compañía, por lo que debe ser claro y conciso. El flujo informativo no puede ser unilateral, también ha de admitir el retorno.
-Predicar con el ejemplo. Siendo objeto de observación, el directivo es considerado frecuentemente como un modelo a seguir, lo que exige mucha coherencia.
-Espíritu de equipo. El trabajo es colaborativo: un buen jefe sabe cuándo delegar ciertas responsabilidades.
-Motivación. El líder espolea a su “tropa”, inspira y fomenta el entusiasmo.
-Reconocer e incentivar el talento. Supone valorar las aptitudes de los colaboradores, capitalizándolas y reteniéndolas para la empresa.
-Capacidad de empatía. El líder no puede ser distante, sino ‘ponerse en la piel’ de sus colaboradores y conectar.
-Tolerar errores. Errar es humano. No es líder quien no es capaz de aceptar el error y mostrar capacidad de reacción.
-Establecer metas y expectativas (realistas). Los objetivos inalcanzables sólo provocan desmotivación en los colaboradores.
-Auto-reflexión. Antes de juzgar a terceros, el líder debe conocer sus fortalezas y debilidades (Conócete a ti mismo). Además, el líder que juzga, también se verá sometido al juicio de las personas de su entorno.
-Autenticidad. No valen las imposturas ni la ocultación de la personalidad, que generan desconfianza. El directivo debe hallar su estilo de liderazgo y ser consecuente con el mismo. Los ‘veletas’ no tienen capacidad para liderar personas y equipos.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Motivarse en los momentos de bajonazo

La utopía humana es vivir sin problemas. Sin embargo, la experiencia demuestra que, por lo general para la mayoría de las personas, cada día tiene su nueva aflicción, con la que hay que cohabitar sin perder los papeles, y sin dilación (porque la vida es lo que ocurre también cuando atravesamos problemas y esperamos que llegue la ansiada bonanza). Además, la superación de las dificultades nos fortalecerá, como si de una ‘vacuna’ se tratase, promoviendo el crecimiento y la maduración personal. Recordemos que el oro se refina con el concurso imprescindible del fuego.



Lo dicho ya constituye una motivación para arrostrar las dificultades, pero hay más recursos, como:
-Autoconfianza. Los tropiezos forman parte de nuestro propio aprendizaje. Caemos, pero nos levantamos (siendo algo más sabios). No importa el número de ‘fracasos’ en tu camino hacia el éxito, sino que seas capaz de comenzar de nuevo habiendo aprendido de los errores.
-Redefinir estrategias/objetivos. Cuando una estrategia no funciona, hay que probar con otra. Después de todo intento fallido conviene analizar nuestros objetivos y estrategias por si necesitan algún ajuste. Ya sabemos que “rectificar es de sabios”.
-Tiempo y paciencia. La impaciencia es un mal compañero de viaje. Las metas no se conquistan inmediatamente, requieren tesón y constancia. En el camino buscaremos inspiración y motivación con el convencimiento de que “cuanto mayor sea la meta, mayor será nuestra victoria” (“The higher the goal, the bigger the victory”).
-El error es un gran ‘maestro’. Los errores son una vía necesaria de perfeccionamiento. Los reveses sufridos son experiencia y aprendizaje: después de cometer un error sabremos qué es lo que no hay que hacer y el porqué. Toda persona sabia deja un rico rastro de errores tras de sí.
Y, al margen de los ‘tips’ indicados, todos debemos considerar que hay tiempos de bonanza y tiempos críticos. Sin estos últimos no seríamos capaces de saborear debidamente las mieles del éxito.

El ‘cuarteto de la felicidad’: endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina
La felicidad, meta de los humanos, no deja de ser un ‘estado de ánimo’ bioquímico. La neuro-ciencia enfoca su investigación en descubrir qué sucede en el organismo cuando la alegría se activa y cómo “forzar” la aparición de tal sentimiento. En la bioquímica de los humanos cuatro sustancias naturales (endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina) parecen actuar como activadores y reguladores, siendo conocidos como el cuarteto de la felicidad. La investigadora Loretta G. Breuning, autora del libro ‘Habits of a happy brain’ (Hábitos de un cerebro feliz), explica que “cuando tu cerebro emite uno de estos químicos, te sientes bien”. Cada una de estas sustancias se ‘apaga’ cuando ha realizado su cometido. Pero hay formas de activarlas.
Es un error condicionar nuestra felicidad a factores externos a nosotros mismos. El primer trabajo en pos de la felicidad (meta universal) es modificar cuerpo/mente
-Endorfinas. Nuestra morfina natural, son la “breve euforia que enmascara el dolor físico", escribe Breuning. Ingerir comida extremadamente picante es una de las formas de liberar estos opiáceos naturales, lo cual induce una sensación de felicidad. Hay otras formas de activación/aumento de las endorfinas: ver películas tristes, tener unidad grupal (cantar, bailar o trabajar en equipo).

-Serotonina. Es nuestro antidepresivo natural. La farmacopea (benzodiacepinas) intenta manipular el sistema serotoninérgico para el tratamiento de la depresión, una pandemia mundial que causa discapacidad. “Podemos activarla evocando recuerdos felices”,  escribe el neurocientífico Alex Korb en el portal Psychology Today. Uno de los síntomas de la depresión es no recordar momentos felices. Además de las buenas evocaciones, podemos exponernos a la luz y hacer ejercicio físico aeróbico (running, bicicleta, etc.).

-Dopamina. Mediadora del placer, tiene que ver con la motivación y la relación de coste y beneficio. Podemos subirla estableciendo objetivos a corto plazo y celebrar su consecución (‘metas volante’ de la etapa completa).

-Oxitocina. Se la conoce como la “hormona de los vínculos emocionales” y “la hormona del abrazo”. Construye nuestra confianza. La exclusión social es su mayor enemigo. Abrazar es una forma sencilla de conseguir un aumento de oxitocina. Dar o recibir un regalo, ser solidario, amar... nos darán el subidón de oxitocina.


‘Dolce far niente’ (no pegar ni sello)
El ejercicio, como sabemos, activa nuestra neuro-química relacionada con el placer. De ahí su conveniencia. Sin embargo, no es contradictorio recomendar ejercicio y, al mismo tiempo, sugerir descanso. Ambas actividades son compatibles y deben ir alternándose para configurar una vida tan saludable como plena.
He aquí algunos consejos para cultivar el necesario ‘no-hacer-nada’, no dar palo al agua, en términos coloquiales:

-Apagar el teléfono de trabajo / desactivar el correo. Es la manera de asegurar y acelerar la desconexión. El mundo no se detendrá porque nosotros lo hicimos (para recuperar el aliento). Conviene silenciar cualquier grupo de Whatsapp que tenga relación con nuestro trabajo.

-Ejercicio físico. Nada mejor para enfocar nuestro ‘ego-cogitans’ (yo pensante) en lo inmediato, apartando otras pensamientos. Seguro que una sesión de buceo, o de bicicleta de montaña por una pista forestal, nos abstraerán de pensar en la confección del próximo catálogo general de nuestra empresa, etc.

-Networking sí, pero en familia. No podemos robar un tiempo de calidad a la familia estando físicamente con ellos pero mentalmente ausentes. La red familiar y de amistades tiene la preferencia durante las pausas del trabajo.

-Stop dictadura del reloj. Conviene relajarse en materia de horarios. Correr todo un año nos autoriza a olvidar el reloj un mes (el vacacional), o de vez en cuando. ¡Atrévete. Es mucho lo que ganarás! Hay que empezar a perder ese lastre de ansiedad que condiciona nuestras vidas sin aportar beneficio alguno.

Nota: Este post no pretende ser un ‘tratado sucinto de psicología’ barata de auto-consumo, sino ofrecer ideas básicas, que serán de utilidad cuando andamos espesos, malhumorados, aturdidos o con la moral baja, condiciones de las que nadie está exento. El texto combina varias informaciones elaboradas para Mape Seguridad Laboral.