SECCIONES DE INTERÉS

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Motivarse en los momentos de bajonazo

La utopía humana es vivir sin problemas. Sin embargo, la experiencia demuestra que, por lo general para la mayoría de las personas, cada día tiene su nueva aflicción, con la que hay que cohabitar sin perder los papeles, y sin dilación (porque la vida es lo que ocurre también cuando atravesamos problemas y esperamos que llegue la ansiada bonanza). Además, la superación de las dificultades nos fortalecerá, como si de una ‘vacuna’ se tratase, promoviendo el crecimiento y la maduración personal. Recordemos que el oro se refina con el concurso imprescindible del fuego.



Lo dicho ya constituye una motivación para arrostrar las dificultades, pero hay más recursos, como:
-Autoconfianza. Los tropiezos forman parte de nuestro propio aprendizaje. Caemos, pero nos levantamos (siendo algo más sabios). No importa el número de ‘fracasos’ en tu camino hacia el éxito, sino que seas capaz de comenzar de nuevo habiendo aprendido de los errores.
-Redefinir estrategias/objetivos. Cuando una estrategia no funciona, hay que probar con otra. Después de todo intento fallido conviene analizar nuestros objetivos y estrategias por si necesitan algún ajuste. Ya sabemos que “rectificar es de sabios”.
-Tiempo y paciencia. La impaciencia es un mal compañero de viaje. Las metas no se conquistan inmediatamente, requieren tesón y constancia. En el camino buscaremos inspiración y motivación con el convencimiento de que “cuanto mayor sea la meta, mayor será nuestra victoria” (“The higher the goal, the bigger the victory”).
-El error es un gran ‘maestro’. Los errores son una vía necesaria de perfeccionamiento. Los reveses sufridos son experiencia y aprendizaje: después de cometer un error sabremos qué es lo que no hay que hacer y el porqué. Toda persona sabia deja un rico rastro de errores tras de sí.
Y, al margen de los ‘tips’ indicados, todos debemos considerar que hay tiempos de bonanza y tiempos críticos. Sin estos últimos no seríamos capaces de saborear debidamente las mieles del éxito.

El ‘cuarteto de la felicidad’: endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina
La felicidad, meta de los humanos, no deja de ser un ‘estado de ánimo’ bioquímico. La neuro-ciencia enfoca su investigación en descubrir qué sucede en el organismo cuando la alegría se activa y cómo “forzar” la aparición de tal sentimiento. En la bioquímica de los humanos cuatro sustancias naturales (endorfinas, serotonina, dopamina y oxitocina) parecen actuar como activadores y reguladores, siendo conocidos como el cuarteto de la felicidad. La investigadora Loretta G. Breuning, autora del libro ‘Habits of a happy brain’ (Hábitos de un cerebro feliz), explica que “cuando tu cerebro emite uno de estos químicos, te sientes bien”. Cada una de estas sustancias se ‘apaga’ cuando ha realizado su cometido. Pero hay formas de activarlas.
Es un error condicionar nuestra felicidad a factores externos a nosotros mismos. El primer trabajo en pos de la felicidad (meta universal) es modificar cuerpo/mente
-Endorfinas. Nuestra morfina natural, son la “breve euforia que enmascara el dolor físico", escribe Breuning. Ingerir comida extremadamente picante es una de las formas de liberar estos opiáceos naturales, lo cual induce una sensación de felicidad. Hay otras formas de activación/aumento de las endorfinas: ver películas tristes, tener unidad grupal (cantar, bailar o trabajar en equipo).

-Serotonina. Es nuestro antidepresivo natural. La farmacopea (benzodiacepinas) intenta manipular el sistema serotoninérgico para el tratamiento de la depresión, una pandemia mundial que causa discapacidad. “Podemos activarla evocando recuerdos felices”,  escribe el neurocientífico Alex Korb en el portal Psychology Today. Uno de los síntomas de la depresión es no recordar momentos felices. Además de las buenas evocaciones, podemos exponernos a la luz y hacer ejercicio físico aeróbico (running, bicicleta, etc.).

-Dopamina. Mediadora del placer, tiene que ver con la motivación y la relación de coste y beneficio. Podemos subirla estableciendo objetivos a corto plazo y celebrar su consecución (‘metas volante’ de la etapa completa).

-Oxitocina. Se la conoce como la “hormona de los vínculos emocionales” y “la hormona del abrazo”. Construye nuestra confianza. La exclusión social es su mayor enemigo. Abrazar es una forma sencilla de conseguir un aumento de oxitocina. Dar o recibir un regalo, ser solidario, amar... nos darán el subidón de oxitocina.


‘Dolce far niente’ (no pegar ni sello)
El ejercicio, como sabemos, activa nuestra neuro-química relacionada con el placer. De ahí su conveniencia. Sin embargo, no es contradictorio recomendar ejercicio y, al mismo tiempo, sugerir descanso. Ambas actividades son compatibles y deben ir alternándose para configurar una vida tan saludable como plena.
He aquí algunos consejos para cultivar el necesario ‘no-hacer-nada’, no dar palo al agua, en términos coloquiales:

-Apagar el teléfono de trabajo / desactivar el correo. Es la manera de asegurar y acelerar la desconexión. El mundo no se detendrá porque nosotros lo hicimos (para recuperar el aliento). Conviene silenciar cualquier grupo de Whatsapp que tenga relación con nuestro trabajo.

-Ejercicio físico. Nada mejor para enfocar nuestro ‘ego-cogitans’ (yo pensante) en lo inmediato, apartando otras pensamientos. Seguro que una sesión de buceo, o de bicicleta de montaña por una pista forestal, nos abstraerán de pensar en la confección del próximo catálogo general de nuestra empresa, etc.

-Networking sí, pero en familia. No podemos robar un tiempo de calidad a la familia estando físicamente con ellos pero mentalmente ausentes. La red familiar y de amistades tiene la preferencia durante las pausas del trabajo.

-Stop dictadura del reloj. Conviene relajarse en materia de horarios. Correr todo un año nos autoriza a olvidar el reloj un mes (el vacacional), o de vez en cuando. ¡Atrévete. Es mucho lo que ganarás! Hay que empezar a perder ese lastre de ansiedad que condiciona nuestras vidas sin aportar beneficio alguno.

Nota: Este post no pretende ser un ‘tratado sucinto de psicología’ barata de auto-consumo, sino ofrecer ideas básicas, que serán de utilidad cuando andamos espesos, malhumorados, aturdidos o con la moral baja, condiciones de las que nadie está exento. El texto combina varias informaciones elaboradas para Mape Seguridad Laboral.

Drones y ‘La-Drones’ gestionando el tráfico

El radar que más multa (y recauda, según parece) del mundo mundial está en una pequeña población de 120 habitantes y, según los datos, ha registrado picos de producción de hasta 58.000 multas en 2 semanas. La eficaz pieza (y la concentración de infractores) están en la localidad italiana de Pieve di Teco, donde diariamente se empapela a unos 4.000 contribuyentes.


En España, a respetuosa distancia de aquel titán de la expedición de ‘recetas’, tampoco vamos muy a la zaga en materia de exacciones fiscales por la vía del cinemómetro de carretera. Según la DGT, los radares fijos recaudaron el año pasado más de 75 millones de euros (que no es poco) sólo por exceso de velocidad. La recaudación por el total de sanciones de los radares se cifró en la nada desdeñable cifra de 241 millones de euros (más de 40.000 millones de pesetas).

Llegados a este punto, asalta inmediatamente la duda (razonable) de si la autoridad de tráfico (Ministerio del Interior y Gobierno de turno, subsidiariamente) concibe el uso de los radares como una función social de prevenir la siniestralidad vial o, por el contrario, concibe los radares como unas maquinitas incansables de recaudar dinero (a costa de la pésima disciplina de tráfico que domina en nuestro país).
La argumentación buenista y facilona es que los políticos (al final son ellos los que están ‘agazapados’ en la caja del cinemómetro) se preocupan por nuestra seguridad y vida en el asfalto. La realidad, no obstante, no es tan cándida ni bien intencionada: a los políticos les interesa su propia seguridad y la de los suyos; la seguridad ajena es un mantra tan políticamente correcto como falso. Lo que interesa a los políticos, sin distinción de color u orientación ideológica, es recaudar. Se ha de recaudar mucho para pagar sueldos y sueldazos a 470.000 individuos aferrados, mes tras mes, a la teta de mamá-Estado o mamá-Administraciones varias (autonómicas y locales).
Bueno, hecho está el alegato. Pero, ¿dónde se habla de los drones y los ‘la-drones’ que gestionan el tráfico? Vamos a ello.

Hace unas semanas, justo al inicio del mes de agosto, tiempo vacacional por excelencia, la DGT sacaba pecho a través de los medios de comunicación de masas para recordarnos que, desde el cielo, nos vigila Pegasus, el helicóptero con ojo de lince; y recordarnos que ahora también nos vigilan los drones, esas miniaturas voladoras que llegaron para quedarse, y lo mismo llevan una cámara de alta resolución que retransmite las imágenes en tiempo real, que entrega un paquete en un lugar remoto, o que suelta un salvavidas a alguien que corre riesgo de ahogamiento en una playa…
No es que le falte razón a la DGT: los drones son muy capaces y harán que el director general de tráfico pueda, un día, leer la portada de una revista que un automovilista pueda llevar a bordo de su vehículo. Eso llegará. De momento, la tecnología es más modesta y la DGT adolece de un exceso de propagandismo y auto-bombo, algo comprensible si tenemos en cuenta que la lideran personajes que se han formado en el activismo, la agitación, el ansia de prohibir y las ganas de meter el miedo en el cuerpo a justos y pecadores indiscriminadamente. Además, al final de cada ejercicio fiscal, luce mucho airear los logros de gestión en la doble vertiente de porcentaje de reducción de la siniestralidad y recaudación para el Estado por las sanciones.
No es lo mismo que te coja ‘in fraganti’ un agente a que lo haga el tele-objetivo de la cámara de un dron manejado a distancia por un técnico de la Dirección General de Tráfico
Sí, seguramente algunos drones han patrullado este verano, pero con una pobre autonomía de 20 minutos por aparato. Además, no está claro que sus sanciones (si las han impuesto) puedan considerarse legales (coercitivas en cuanto al pago). Fuentes de la Asociación Europea de Automovilistas no perdieron tiempo en señalar que dichas sanciones van a carecer de la presunción de verosimilitud (o veracidad) que tienen las denuncias efectuadas por los agentes de la autoridad de tráfico a pie de carretera. En otras palabras, no es lo mismo que te coja ‘in fraganti’ un agente a que lo haga el tele-objetivo  de la cámara de un dron manejado a distancia por un técnico de la DGT (o subcontratado), que no es agente de tráfico, sino piloto de dron o empleado técnico-administrativo.

Por tanto, el sueño de la maquinaria recaudadora del Estado de meter la mano en el bolsillo del ciudadano haciendo volar drones, con falsos agentes de tráfico, que mueven joysticks a distancia, todavía tiene que madurar algunos años hasta poder, finalmente, hacerse realidad. La DGT no desespera pues sabe que, a la postre, todo es una cuestión de tiempo.
A la espera de que los drones sean más eficaces, los controladores de tráfico cuentan con el socorrido recurso de los ‘la-drones’, una especie no voladora, que, a pie de carretera, expide sanciones a destajo, con motivo, pero también sin él. Obviamente no todas las sanciones impuestas por los agentes de tráfico son un robo. Hay conductores y actitudes que son sancionables, y deben ser sancionados por el bien común. Pero también sabemos que los agentes tienen unos baremos de productividad (número de multas) que, si no cubren, influyen negativamente en su sueldo final, su carrera profesional o promoción laboral.

Así, sea por el motivo que sea, siempre se expiden denuncias falsas (inventadas) por ‘la-drones’ empleados en las distintas Administraciones, y que pagamos entre todos con nuestros impuestos. Puede sonar duro, pero es así. Una denuncia falsa (inventada) es un delito, tipificado en el Código Penal Español, que habría de sancionar gravemente a quien expida un boletín de denuncia falsa, documento que tiene la consideración de documento oficial. En la práctica –mal que nos pese- se expiden documentos de falsas denuncias (es imposible cuantificar su número) que llegan a sus destinatarios y, por diversas circunstancias, acaban generando una exacción fiscal a favor del Estado.

Sí, pero nos ofrecen la posibilidad de formular alegaciones a la denuncia en caso de desacuerdo. Cierto. Pero son alegaciones que sólo dan una apariencia de garantía legal al asunto, alegaciones que los organismos concernidos se pasan siempre por el arco del triunfo. Conservo escritos varios en que he agotado la vía administrativa comunicando a la Jefatura correspondiente, una y otra vez (mientras te dejan), que la denuncia es falsa, que los datos que aporta el agente no se corresponden con la realidad, que únicamente pasaste por allí, que no te diste a la fuga (como dice el agente), ni hiciste caso omiso a las señales que dice que te hizo (porque no hizo ninguna señal). Además, si tal fue el comportamiento del conductor, ¿por qué no se le persiguió, o se le interceptó por una patrulla que le esperase por donde había de pasar? ¡Es muy grave no atender el alto de una patrulla de carreteras! Pero los señores denunciantes no persiguieron nada, se limitaron a apuntar una matrícula al más puro estilo ‘la-dron’. Son boletines de denuncia instruidos con el culo, y con afán de guindarte unos cientos de euros para las arcas públicas y cubrir el expediente del mes (en algunos casos, hoja de servicios brillante).

Se puede caer en la pamplina tramposa del recurso, pero la respuesta de la mamá Administración es siempre la misma (sea la DGT o tu ayuntamiento), y es ésta: “consultado el agente denunciante, éste se ratifica en la denuncia efectuada”. Y, claro, para acabar de sumirte en la frustración, la Administración correspondiente añade que “el agente tiene la presunción de veracidad”, y eso incluso aunque sea un auténtico facineroso.
Alegar y recurrir sólo sirve para perder el tiempo y llevarse un calentón comprobando que no estamos tan lejos como creemos de las ‘repúblicas bananeras’. Las Administraciones saben que la multa (real o falsa) siempre se convertirá en ‘cash’, porque muchos sancionados no la recurren, y los que la recurren lo hacen en vía administrativa. Todos acabamos desistiendo de ir a la vía contencioso-administrativa porque su coste es superior al beneficio. Cuesta más pleitear con una Administración tramposa que pagar una multa injusta (por falsedad) de 300 euros.
Las Administraciones saben que juegan con ventaja en materia de desacuerdo fiscal (si no pagas, te embargarán lo que sea, con el concurso de bancos y la Agencia Tributaria).

Lo de menos es la gestión del tráfico. Lo que prima para estos dechados de virtudes que nos pastorean es recaudar. La excusa-coartada, nuestra seguridad en la carretera. Y, mientras no puedan servirse de los drones para aligerarnos el bolsillo, se servirán de los ‘la-drones’ que, con presunción de veracidad, saldrán a saltear los caminos y, según se tercie, inventar denuncias (fuga incluida del presunto infractor) que –mire usted por donde- sólo cuestan 300 euros, con rebaja del 50% por pronto pago. Realmente sale barato darle morcilla a una patrulla. Y los pobrecitos se quedan allí resignados, porque no tienen vehículos potentes con los que interceptar al presunto infractor. ¡Qué vergüenza mentir con semejante descaro! ¡Qué vergüenza amparar a semejantes mentirosos!


Para consolarnos, pensemos que estamos ante un mal general: en Francia, ahora parece que colocan los radares camuflados con la forma de un mini-contenedor de basura. Las carreteras son una pura trampa para el automovilista europeo. El fin último es hacer ‘cash’, que –volviendo a España- 470.000 almas dedicadas a la política (‘arte’ de no hacer nada, fingiendo luchar a muerte por la sociedad) fagocitan cantidades ingentes de recursos.
Yo tengo una solución diferente y radical: pongamos a las 470.000 almas en el paro y enviémoslas, por un subsidio de 430 euros, a limpiar bosques y cauces ribereños (los incendios y las avenidas de la gota fría se previenen anticipadamente). Con los 470.000 bajo control daríamos un respiro a los drones y a los ‘la-drones’, obligados a recaudar a mansalva y a toda costa para el Estado, con la engañosa pretensión de que están gestionando el tráfico y nuestra seguridad vial.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Pelotas, ‘trepas’ y séniors en el trabajo

Las organizaciones emplean a personas, que constituyen su capital humano y su activo más valioso. La ‘bio-diversidad’ es una característica de cualquier plantilla de personal, o ‘fauna’ de empresa –dicho sea sin ánimo peyorativo. Conviene conocer las características de las especies que conviven en el micro-cosmos de cada organización. En unos casos, para estar prevenidos sobre sus comportamientos e intenciones (pelotas y trepas) y, en otros, porque posiblemente estemos ante especies valiosas, injustamente denostadas y muy probablemente en vías de extinción, circunstancia que es triste en sí misma, además de representar una pérdida colectiva.
Ahondemos en esa ‘jungla’ semi-controlada que es la empresa a través del conocimiento de sus moradores.



Cómo avistar a ‘pelotas’ y ‘trepas’
En el ámbito laboral siempre encontramos personas (‘pelotas’, ‘trepas’, en términos coloquiales) cuya mayor habilidad es emplear estrategias sutiles (o burdas), basadas en la adulación, para medrar y ganar poder, reconocimiento o recompensa. El pensador François de La Rochefoucauld debió conocer de algún ‘pelota’, por lo que decía que “la adulación es una moneda falsa que tiene curso gracias sólo a nuestra vanidad”. Los ‘pelotas’ tienen éxito con jefes inseguros o que necesitan auto-afirmación. Pelotear renta: un estudio de la Universidad de Georgetown dice que el 92% de los empleados son promocionados en las grandes corporaciones gracias al favoritismo de algún superior.

Según la consultora Frances Cole Jones, autora del libro ‘How to Wow’ (Cómo impresionar), hay unas claves para detectar al pelota. Estas personas, que empiezan siendo encantadoras, son reyes del marketing personal. Padecen el síndrome del superviviente, por lo que acudirán al trabajo aun estando enfermos para no perder influencia. Se ganan la confianza de sus superiores a base de adulación recordándoles constantemente sus cualidades, virtudes o atributos. Penetran en el núcleo de la empresa para obtener información que luego emplearán en su beneficio para promocionarse y desbancar a posibles rivales. Los ‘trepas’ más inteligentes no adulan directamente a sus jefes, sino acuden a ellos en busca de consejo para hacer mejor su trabajo, lo cual es una manera de hacer la pelota. También hacen cumplidos sobre sus compañeros, elogiando su trabajo, para ganarse su confianza y no tener contrincantes u oposición.

No obstante, el ‘oficio de pelota’ es peligroso, pues no faltarán los complots para desbancarlo o hacerle caer en desgracia, ya que los compañeros temen que acabe ocupando una posición que les correspondería a ellos. Del mismo modo, cuando llega el desastre, los pelotas son los primeros en ser despedidos sin que les den las gracias, como hizo John F. Kennedy en una crisis de gobierno.

Séniors? Sí, gracias
Sin duda, los millennials y sus sucesores, Generación Z, o post-millennials, son el futuro. Sin embargo, para matizar, diremos que no son el ‘futuro perfecto’; más bien entrañan un ‘futuro imperfecto’ (que muchas veces se reduce a poco más que la nada cuando falta internet, Siri, asistente virtual, o la aplicación x). Hoy Freddy Mercury incluso cambiaría una estrofa de su ‘Too much love’ para decir “Too much technology… will kill you in the end”.

Mi intención no es alegar contra la tecnología ni los millennials, pues ambos son necesarios, sino reivindicar el talento sénior (mayores de 55), que es imprescindible para la supervivencia de la empresa. Además, la tecnología no es privativa de los más jóvenes: la generación del baby-boom (esos ‘abuelones’ que afrontan la edad de jubilación actualmente, lleva justamente 3 décadas subida al tren de la tecnología. ¿Quién domina más, un nativo digital o un pionero digital de los tiempos heroicos del MS-DOS, cuando había que conocer una sintaxis inflexible para ‘hablarle’ a los equipos de hardware? ¿Cómo se manejaría hoy un millennial con aquella sintaxis pre-windows, tecleando órdenes de sistema operativo en monitores mono-cromo? ¿Admitiría el Sistema Operativo las abreviaturas, esa costumbre tan extendida entre los más jóvenes que consiste en descuartizar las palabras para ganar velocidad? 
Este post ha acabado convirtiéndose en una reivindicación del talento sénior, que –muchas veces- es descartado por CEOs, RRHH y miopes ‘Head-Hunters’
Los mayores de 55 años conocen la etapa pre-windows… En cambio, los jóvenes sólo la post-windows, android, etc. Por tanto, hay más riqueza y background en un mayor…, que ha participado de lo antiguo, y sigue participando de lo nuevo.
En definitiva, no es prudente descartar a una persona a priori y exclusivamente porque tiene 55 o más años. Después está la cuestión demográfica. Mientras el grupo de edad que rebasa los 55 años ha crecido un 19,8% en la última década en España, el de jóvenes de 16 a 29 años ha caído un 20,7% desde 2008. Los ostensibles cambios demográficos aventuran situaciones inesperadas. El envejecimiento de la población activa (española y europea) es imparable, como se ha constatado en la jornada ‘Ageing, el tsunami que nos viene’, organizada por la consultora de RRHH, PoepleMatters, a principios de junio 2019. Los problemas para el mercado laboral son acuciantes al tiempo que las empresas se ven forzadas a gestionar plantillas envejecidas por la falta de relevo generacional. Las personas de más de 55 años, que suponían menos de un tercio de la población adulta hace diez años, ya son en la actualidad el 37,7% (14,6 millones de los 38,8 millones que conforman la población adulta española). Y es que se está alargando la vida laboral del grupo de los séniors, circunstancia que no es mala, sino positiva para la empresa. 

Para explicar el fenómeno, Alfonso Jiménez, socio director de PeopleMatters, dice que “tenemos que acostumbrarnos a ver muchas canas (o calvas) en las empresas, pero parece que éstas aún no lo han asumido. No hay tantos jóvenes para seguir el ritmo de fichajes y jubilaciones de otros momentos. Ahora es la población del ‘baby boom’ la que está llegando a la edad de la jubilación, siendo una generación con experiencia y que tiene que ser productiva durante, al menos, 15 años más. Se impone buscar un equilibrio: profesionales con mucho que aportar y empresas que entienden cómo pueden cuidarles”.
Así que las empresas con ‘best practices’ han captado que los mayores de 55 años aportan valores necesarios, y que cuidar, atraer y retener el talento sénior es condición de su propia supervivencia.

Y sí –aunque no era mi intención- este post ha acabado convirtiéndose en una reivindicación del talento sénior, un talento que –muchas veces- es descartado por CEOs, RRHH y miopes ‘Head-Hunters’ –especialmente los de la generación millennial- por falsos prejuicios, desconocimiento o, incluso, miedo.
Así, puestos a ofrecer algún consejo final, recomendamos el ojo avizor: es vital catalogar debidamente a las especies de la ‘fauna’ empresarial, de modo que no sobrevaloremos y tampoco denostemos. La valía personal de un trabajador está siempre por encima de la edad y las ficciones engañosas, algo que el buen líder debe tener muy bien interiorizado, si quiere aprovechar el talento en extinción al tiempo que hace justicia.

Este artículo integra varias noticias elaboradas para Mape Seguridad Laboral