Cabría admitir que hay tantos
estilos de liderazgo como líderes (por aquello de que ‘cada maestrillo
tiene su librillo’). Ahora bien, es posible establecer unos patrones y, entre éstos, se incluirá
sin falta el ‘liderazgo
transformacional’. Básicamente este liderazgo hace posible un cambio valioso y positivo en los colaboradores.
Un líder transformacional se centra en ‘modificar’
a otros para fomentar la ayuda mutua, la empatía y el estímulo. En este contexto,
el líder aumenta la motivación, la moral
y el rendimiento de su grupo.
Los líderes transformacionales crean interrelaciones que conducen a cada individuo a dejar de lado sus
intereses particulares para buscar el interés
colectivo, aun cuando no tenga satisfechas sus necesidades vitales.
Los
expertos proponen el modelo de liderazgo
de rango completo (Full Range Leadership - FRL) de Bass y Avolio, que
combina aspectos transaccionales y transformacionales.
Manifestaciones del
liderazgo
Las ocho dimensiones de liderazgo que
conforman la base del modelo FRL, según Bass y Avolio, son:
-El que deja hacer.
Es el comportamiento del pseudo-líder,
que no aporta gran cosa en los aspectos de dirección y soporte. Esta figura evita tomar decisiones, algo que le
cuestiona radicalmente en su papel; es desordenado y no marca pautas, hecho que
deja paso a la improvisación, cuando no la anarquía.
-Líder por excepción.
Comparte los rasgos pasivos del
modelo anterior, con la diferencia de que pasa
a la acción cuando se presentan dificultades o errores que requieren su
atención. No obstante, evita cualquier cambio en el statu quo y se reserva para
cuando las circunstancias son excepcionales.
-Gestor activo por
excepción. El líder activo por excepción pone atención a algunos problemas y tiene sistemas de monitoreo y control que le suministran
alertas para la acción. Su estilo tiende a generar un desempeño moderado.
-Reconocimiento
contingente. Es el estilo clásico, en el que el líder establece objetivos y recompensas claras. No
obstante, peca de autocomplacencia fácil
en cuanto a los niveles de desempeño propio y de los colaboradores. Siempre
tendrá su coartada de justificación en que “los resultados fueron los esperados”.
Para la mayoría de organizaciones el personal es un recurso imprescindible y una inversión a largo plazo; para otras, un gasto contable, sin casi valor residual, del que se puede prescindir fácilmente en caso de “depreciación” o “rotura”
De las cuatro dimensiones anteriores, que tienen rasgos
abúlicos, pasamos a las cuatro que interactúan y modifican el entorno en las
organizaciones.
-Consideración
individual. Esta manifestación de liderazgo, primera de los estilos
transformacionales, prima el cuidado, la
empatía y el proveer retos y oportunidades para los otros. El líder cultiva
las cualidades de saber escuchar y saber
comunicar. Se interesa en que los colaboradores se desarrollen
profesionalmente y hagan carrera en la organización.
-Estímulo
intelectual. El líder permite –mediante el empoderamiento- que sus colaboradores hagan aportaciones al proyecto común, piensen acerca de los problemas y
desarrollen sus propias habilidades. Esta autonomía
auspiciada permite el afloramiento de las
iniciativas de los colaboradores, hecho que estimula a las personas y puede
ser un beneficio en la organización.
-Motivación e
inspiración. Este rango de líderes tiene la habilidad de motivar a sus
colaboradores para que obtengan un rendimiento
o desempeño superior. Es capaz de
obtener esfuerzos extras convenciendo a sus colaboradores de habilidades que poseen. Su actitud
mantiene una puerta abierta al cambio
dentro de una amplia horquilla de
intereses que son concomitantes para trabajadores y empresas.
-Influencia
idealizada o carisma. Este liderazgo
se orienta a un propósito. Se
sustancia en personas que son
percibidos por los colaboradores como carismáticos
y poseedores de un grado alto de moralidad, confianza e integridad. Saben
ponerse al frente de las crisis,
gestionarlas y, en última instancia, celebrar el éxito con quienes trabajan
junto a él. Este estilo es el resultado de la combinación de los atributos
o características personales del liderazgo y la propia conducta de esa persona-líder.
Cuidar el capital
humano
Podemos deducir que uno de los objetivos del liderazgo transformacional es potenciar el capital humano. El líder
transformacional nunca contemplará el capital humano como un ‘inmovilizado
amortizable’.
No siempre es así. Al respecto, el criminólogo y experto en
Wellness Laboral, Miquel A. Serrat,
dice que “asiduamente leemos y escuchamos que las personas trabajadoras son el
principal y más valioso activo de una
organización. Lamentablemente, demasiadas organizaciones empresariales manejan
este activo como un bien administrable
al que deben mantener como si de un inmovilizado
amortizable se tratara. Para la mayoría de organizaciones el personal es un
recurso imprescindible y una inversión a
largo plazo; para otras, un gasto contable, sin casi valor residual, del
que se puede prescindir fácilmente en caso de ‘depreciación’ o ‘rotura’.
Para que las decisiones
empresariales en las que el bienestar
y/o salud del personal de la organización se pueda ver afectado tengan la
máxima eficacia y solidez, la persona o líder
que las toma debe poseer cuatro características
determinantes: experiencia, buen juicio, habilidades cuantitativas y
creatividad”, concluye Serrat.
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