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martes, 4 de septiembre de 2018

El Dúo Sacatumbas


En la década de los 80 se dio a conocer una pareja cómica que adoptó el nombre de Dúo Sacapuntas. Uno era alto, el otro bajito. El primero iba de sabihondo. Su compañero adoptaba el papel de simplón de luces escasas, actitud que tenía más que ver con una pose de conveniencia que con la largura intelectual del sujeto. La pareja humorística estuvo unida hasta la muerte prematura del ‘simplón’.

El humor patrio que circula por las redes sociales ha querido rescatar el nombre del Dúo y, adaptándolo a las circunstancias de la coyuntura, ha dado vida a una nueva pareja que trapichea en el serio negocio del humor (y la política). Su nombre “artístico” es Dúo Sacatumbas, y apuntan muy buenas maneras en el cuestionable arte del humor negro. Por tanto, no hay duda de que estamos ante dos “artistas” que prometen generar momentos de decadencia esplendorosa en el circo de la política española.





El Dúo Sacatumbas condensa la psicología aviesa de dos personajes ambiciosos, que no confían excesivamente en su arte ni sus tablas, pero que saben crearse oportunidades para su brillo y notoriedad personal. Y, sobre todo, destacan en que, descubierta la oportunidad de provecho personal, se fajan a tope en su ambición de convertir el sueño en realidad. Se diría que son muestras vivientes de la ambición primaria de todo ser humano, según describe la Pirámide de Maslow. En fin, esa clase de personas que no reparan en precio, siendo capaces de vender su alma con tal de alcanzar sus quimeras y dar tangibilidad a sus sueños. Pero no sólo se venden a sí mismos, también están dispuestos a despejar el camino de obstáculos, aunque estos obstáculos sean varios millones de personas que no les votaron (ni les votarían) y que representan, por lo menos, a la mitad numérica del país.

La obsesión del Dúo –que es lo que les ha dado su nombre- es hacer aflorar las tumbas, que yacen bajo el polvo y las criptas de un país que derramó su sangre décadas atrás. Sacar las tumbas es justo. Ningún cadáver debe estar en una fosa común en una cuneta perdida de una carretera infame; ni el techo de un golpista prevaricador puede ser una basílica o lugar consagrado. Humanamente, el agravio comparativo expuesto (tumbas de primera e infra-tumbas) atenta contra la decencia, la equidad y la dignidad humana. Pero convendría pensar más en los vivos que en los muertos. En términos trascendentales, los restos mortales (depositados en fosas comunes perdidas, o en fosos basilicales) han vuelto al polvo del que un día se formaron.

Hecha la precisión sobre la importancia de preservar la dignidad humana, retomo lo de sacar las tumbas para meterlas de lleno en el circo mediático. Poner a los muertos en el primer plano de la actualidad demuestra un dudoso gusto por el humor negro, o que se carece de mejores ideas para ejercer la política de la España del 2018. Y es que el Dúo Sacatumbas se ha percatado de que andan muy escasos de inspiración, que el auditorio (país) está cansado, expectante, crítico y hasta exasperado con el espectáculo y panorama nacional. Así, carentes de mejores y más inspiradas ideas, han optado por el circo, un circo sin pan, deslucido y patético que no satisface a nadie. Y ya que he mencionado el pan (eran los ciudadanos romanos los que reclamaban a sus gobernantes pan y circo), conviene apuntar aquí que el circo del Dúo Sacatumbas lo único que va a conseguir es que suba el pan, simbolismo de un empeoramiento de las condiciones económicas del país. Una crisis cerrada en falso, que arrastra más de tres millones de parados, puede provocar un enfriamiento de la economía española, un dañino repunte del paro. De hecho, estos días el humor – sorna – cabreo patrio ha puesto en circulación una especie de eslogan que dice: “No se trata de sacar muertos de las tumbas, sino vivos del paro”.

No le falta razón a la criatura que ha acuñado la frase. Quizás habría que priorizar las vidas de los vivos por delante de las muertes de los muertos. El sentido común pide que no nos hipotequemos más a cuenta de un pasado que no tiene remedio. Sin embargo, el Dúo Sacatumbas se debe a su quimérica función y a su público, compuesto por los correligionarios de sus respectivos partidos y la adhesión temporal y condicionada de algunos colectivos de vascos, nacionalistas e independentistas catalanes. Todos se caracterizan por un gusto en materia humorística más que censurable. De ahí que el espectáculo que nos han preparado tenga poco de humor y mucho de entraña negra y visceralidad.

El Dúo Sacatumbas no tiene la capacidad humorística a la altura de su ambición. Confían en obtener un beneplácito efímero de su público y jaleadores. No están en política para redimir a sus compatriotas dolientes. Están en política porque se han hecho devotos del “Ande yo caliente, y ríase la gente”. Tanto es así que el alto cambió su coche –con el que iba a recorrer toda España buscando concordia- por una ‘okupación’ interina de la Moncloa y el uso a hurtadillas del avión oficial. El bajito, comedido por el momento, cambió una tienda de campaña de “indignado” por un chalet de alto standing al más puro estilo “casta”.

Sin duda, este par de bromistas –que no humoristas- se han asegurado el confort temporal, dentro de un espectáculo triste y patético que pretendería el contento y la risa de la gente con algo tan poco chistoso como son las tumbas. El circo de las tumbas  es algo macabro, deprimente, un paripé de humor negro que no busca tanto la paz de los muertos como el goce de dos vivos. El alto y el bajo, el listillo y el corto (en apariencia), humoristas de saldo, temen el fracaso de su ‘performance’. Ellos saben que están torturando con un ‘espectáculo’ bronco a todo un país, gentes sufridas que casi nunca nos hemos desternillado de risa con políticos o con payasos, ni con la síntesis de ambos. Lejos de hacernos reír, el Dúo Sacatumbas induce el llanto de un país que ve cómo lo introducen y  pierden en nuevos laberintos. Este país no necesita más oportunistas que instrumentalicen causas dolorosas. Hemos pasado página. Ahora nos conviene un poquito de buen humor y risa, que es el amortiguador de la vida.

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