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martes, 10 de octubre de 2017

Salud mental, ¿prioridad marginada?

El discurso teórico es bien conocido: la salud mental es vital para el bienestar del trabajador y la productividad de la empresa. Nadie se atrevería en nuestros días a negar que la salud es un concepto transversal e integral que abarca cuerpo y mente. Sin embargo, los prejuicios sociales han llevado tradicionalmente a estigmatizar a las personas con problemas de salud mental, como si no tuvieran la misma legitimidad que la diabetes o la 
hipertensión.

Los trastornos mentales son una de las principales causas de incapacidad laboral en países desarrollados y, según un estudio de la Asociación Europea para la Depresión (EDA), 1 de cada 10 empleados ha causado baja laboral por depresión. Esta dolencia afecta actualmente a 300 millones de personas en el mundo y es la primera causa de discapacidad, según la OMS. Por tanto, gestionar los riesgos psicosociales y promocionar la salud mental en el trabajo (o a pesar del trabajo) son dos de los retos más importantes a la hora de alcanzar una empresa saludable.
Desde la Unidad de Psicología de Mutua Universal advierten que “las empresas tienen un papel fundamental en la prevención y cuidado de la salud mental de los trabajadores a través de la promoción de ambientes de trabajo saludables. Aún existen prejuicios acerca de lo que puede representar la depresión, lo que provoca que muchos casos no se diagnostiquen ni reciban un tratamiento adecuado y se estigmatice, además, a las personas que la padecen. Entre todos debemos contribuir a crear una cultura que entienda que la mayoría de las enfermedades mentales que existen en la población trabajadora son tratables y en muchos casos pueden prevenirse”.

A vueltas con la salud mental
Ya hemos visto que el discurso teórico anterior (o de lo políticamente correcto) se queda en una mera declaración de intenciones. La realidad en la empresa es más dura: o no se hace nada por la salud mental, o –peor aún- es la propia empresa la que atenta contra la salud mental de sus trabajadores.
Dicen que los diamantes se hacen bajo presión; el oro limpia sus impurezas con el fuego. Y, por analogía, la empresa tensiona la salud mental del activo humano sin que sepamos bien en aras a qué proceso de mejora (si lo hubiere). Con las honrosas excepciones de siempre, lo general es que las organizaciones que no atajan el desgaste profesional acaben afectando a la salud física y mental de su personal.

En la empresa, o no se hace nada por la salud mental, o –peor aún- es la propia organización la que atenta contra la salud mental de sus trabajadores

 “Todas las formas de acoso laboral son consideradas como uno de los principales riesgos físicos y psicosociales a los que puede enfrentarse una persona trabajadora durante su vida laboral. Se considera, por tanto, toda acción de violencia laboral como un riesgo psicosocial en el que las personas trabajadoras, directivos incluidos, tras sufrir desgastes, abusos, intimidaciones, agresiones y ataques psíquicos dentro del entorno laboral, desembocan en una situación en la que peligra su bienestar, su seguridad y su salud”, dice Miquel Àngel Serrat, criminólogo y experto en bienestar laboral.
Las nuevas condiciones de productividad y competitividad empresarial están reñidas con la salud mental porque son generadoras de inseguridad, presión laboral-carga mental, estrés y burnout (síndrome de estar quemado). Tanto es así que el Pleno del Senado aprobó en marzo una Declaración Institucional proponiendo que el 2017 sea declarado Año de la Salud Mental en España. Justifican tal declaración en el aserto de que “la salud mental es un componente integral y esencial de la salud, y es uno de los principales problemas que afectan a nuestro sistema sanitario, tanto a la economía en general como al bienestar en particular”.
No podemos pronosticar el desarrollo y alcance de tal posicionamiento, pero un detalle es evidente: las declaraciones de intenciones nos delatan, indicando que concebimos la salud mental como una prioridad, aunque reconocemos que es una de nuestras múltiples asignaturas pendientes, una actividad que casi siempre queda postergada.

La Promoción de la Salud en el Lugar de Trabajo (PSLT) debe atender cuerpo y mente, consiguiendo, como propone la OMS que la salud mental sea “un estado de bienestar en el que la persona desarrolla sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad”. Restar visibilidad al problema de la salud mental laboral es insolidario, pero, además, un desperdicio del talento humano.

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