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sábado, 9 de junio de 2012

EPIs, ¿el nuevo maná?


(PL 71) EDITORIAL. Edito71.doc. Manuel Domene. Palabras: 678

Los EPI (Equipos de Protección Individual) no sólo salvan vidas, también pueden salvar la economía de nuestro país, siempre que se acometan las políticas e inversiones necesarias; es decir, cambiemos la manera de pensar y actuar.

La inversión en PRL –y en el sector EPI- es un resorte económico. Son muchas las voces que proclaman el mismo mensaje. La directora de la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, Christa Sedlatschek, ha manifestado recientemente que la protección laboral es un factor “clave para la recuperación económica en España y en el resto de Europa”.

La Unión Europea promueve la prevención de riesgos laborales como uno de los factores de recuperación, ya que anualmente se pierden 450 millones de jornadas de trabajo, que representan un coste de más de 490.000 millones de euros para la economía del continente. A lo que hay que añadir la pérdida de vidas (y el talento humano), unas 5.500 víctimas mortales por accidente laborales al año.

Además, a estas ‘rentabilidades’ indirectas habría que añadir las directas, derivadas de la plusvalía generada por la PRL en tanto que modelo productivo alternativo a los existentes (y agotados). Y, entre las plusvalías derivadas, toda la ‘política de intenciones’ de lo políticamente correcto, que señala que “una de las aportaciones cruciales de la seguridad y la salud laboral se producen en el ‘crecimiento sostenible e inteligente’ a través de los ‘empleos verdes’ y la ‘mano de obra sana y motivada’.

Al margen de lo políticamente correcto, centrándonos en lo económico, basta señalar que una inversión de 1 euro en prevención puede generar un rendimiento económico de 2,20 euros, según diversas fuentes, entre las que se encuentra la Asociación Internacional de la Seguridad Social (AISS). Los resultados del estudio (retorno de 2,20 x 1) avalan el argumento microeconómico para incentivar la inversión empresarial en prevención. Y el término ‘empresarial’ tiene aquí una doble vertiente: pueden –o deberían- invertir en prevención las empresas consumidoras y, por supuesto, las empresas productoras.

Los gurús de la ‘nueva economía’ –que es tan vieja como el mundo- ofrecen unas fórmulas magistrales recurrentes: identificar nuevas propuestas de valor para clientes de un mundo globalizado, descubrir otros segmentos de consumidores, buscar el hecho diferencial, establecer nuevos canales de comunicación con el consumidor.

Por más que pudiéramos creer que estas soluciones constituyen la quintaesencia del pensamiento económico, no son más que buenas ideas que, con sentido común, ha aplicado la humanidad con el devenir de las civilizaciones. No es más que rectificar cuando un camino se agota: cuando nuestros antepasados, los homínidos, descubrieron que el nomadismo era una lata (el problema y no la solución de sus necesidades) se hicieron sedentarios y descubrieron la agricultura. ¿Qué consiguieron con aquel avance? Sencillamente, cambiaron el modelo productivo.

Del mismo modo, el sector español de los EPI debe aprender de los ciclos de la historia, e introducir los cambios que sean pertinentes, verdad de perogrullo que podemos resumir en dos ideas clave: encontrar nuevos clientes, y crear productos y soluciones inéditas. Encontrar nuevos clientes, ya es un avance. Si además creamos productos-soluciones inéditos, es más que probable que los nuevos clientes aparezcan solos. Una tendencia-demanda que crece sin cesar es la que pide EPI específicamente diseñados para la mujer. ¿No ofrece esta demanda una oportunidad para desarrollar soluciones inéditas para clientes nuevos? El diseño y las nuevas tecnologías pueden dar mucho de sí (app’s para controlar el estrés usando el móvil…). Hay otras aplicaciones y las que nos ‘lloverán’. El límite está en la imaginación.

España ha dado avances técnico-científicos históricos al mundo. De pretenderlo, ¿no nos podríamos convertir en los administradores y gestores del nuevo maná con el que hacer la travesía del ‘desierto económico’? Sin duda, capacidad y capital humano-económico no nos faltan. Pero, para forzar el cambio primero hemos de creer que éste es posible y de que el nuevo maná viene bajo la forma del modelo económico EPI, un nuevo estadio que se sumará a la edad del bronce, y otras que fueron. ¡Vivan los EPI!

© Manuel Domene. Periodista.

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