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viernes, 2 de noviembre de 2012

Electro-smog (niebla eléctrica), una pandemia invisible

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(PL 72) RIESGOS EMERGENTES. RIEM-ElectroSensibilidad.doc. Manuel Domene. Palabras: 3.197

La polución electromagnética provoca electro-sensibilidad, una especie de “alergia” a los campos electro-magnéticos

Las antenas wi-fi ganan posiciones en el entorno urbano

Después de una jornada laboral, usted vuelve a su casa y se dispone a ‘relajarse’ empleando sus ‘gadgets’ o dispositivos electrónicos (ver la tele, contestar el correo electrónico, hablar por teléfono…).
Su cuerpo se va ‘cargando’ de radiación electromagnética, que se suma a la que adquirió en su puesto de trabajo. Llegado el momento, usted se va a dormir: unos días duerme, otros no, o se despierta súbitamente a horas intempestivas. Usted lo achaca al estrés, fatiga y sobre-carga mental. Su psiquiatra también. Es probable que el diagnóstico sea acertado. También es posible que su problema sea meramente físico, derivado de que vive usted –por supuesto, sin saberlo- en una ‘cloaca’ CEM (abreviatura de campos electromagnéticos). La polución electromagnética, o electrosmog, está mermando su calidad de vida, como si viviera en una cloaca real del subsuelo urbano.

Su problema lo padecen otros millares de ciudadanos que, como usted, consultan con el neumólogo (¿podría ser apnea del sueño?), consultan con el psiquiatra (¿podría ser estrés crónico?).
Podrían ser muchas las causas, incluyendo las apneas y los síndromes de estrés. Lo que no sospechamos ni remotamente es que la causa principal de nuestros múltiples desarreglos está en nuestra propia casa, en nuestros aparatejos, mis Wi-Fi’s, los Wi-Fi’s de los vecinos… nuestros generadores domésticos de micro-ondas y electricidad sucia, que han convertido nuestras casas en edificios tan enfermos como tóxicos, cargados de energía radiante. Es decir, en una ‘cloaca’ CEM.
Para colmo de males, la exposición es sensibilizante (efecto alérgico). Esto quiere decir que, una vez que su cuerpo ha generado un mecanismo de defensa (reacción alérgica), lo seguirá haciendo cada vez que se vea expuesto al alérgeno (elemento desencadenante). En pocas palabras, no se puede ‘cohabitar’ con el electrosmog cuando se ha desarrollado una alergia al mismo, del mismo modo que los alérgicos a los gatos, viven lejos de estos felinos.

Viviendo en una ‘cloaca’ electromagnética
Cuando vemos la contaminación tangible huimos de ella. En cambio, permanecemos inermes ante la electro-niebla que habita en nuestros hogares, como un huésped invisible.
La suprema aberración la encontramos en el router wi-fi colocado sobre la cabecera de la cama, emitiendo radiación sin parar. La proliferación hertziana de nuestro edificio no sólo machaca nuestros cerebros también ha creado un caos de radiofrecuencia que se manifiesta en forma de interrupciones e interferencias en algunos dispositivos. ¡No hay problema! El vecino ha instalado un sistema de amplificación de su señal wi-fi, que descubrió en Internet. Y, poco a poco los con-vecinos, deciden aumentar la potencia de su señal particular con amplificadores, con lo cual el electrosmog no se soluciona, sino que se incrementa… y las comunicaciones inalámbricas de la finca van fatal. Nadie sabe qué fenómeno para-normal ocurre (¿poltergeists?). Por cierto, la cigüeña trajo un bebé a la finca. ¿Qué le pasará a ese niño que llora a rabiar con tanta frecuencia y a horas tan intempestivas? ¡Pobre bebé, no podrá dormir!
Quizás los problemas de su casa-finca tengan el origen en un poltergeist desafortunado. Ahora bien, es un poltergeist fácil de desenmascarar, basta para ello un medidor de radiofrecuencia. Llame a un especialista que le haga la oportuna medición. Sin duda, le tranquilizará sobre el poltergeist, al tiempo que le alarmará al manifestarle que vive usted en una ‘cloaca’ CEM, rodeado –y a merced- de ‘electricidad sucia’, electrosmog.
Utilice la tecnología generadora de polución electro-magnética con sensatez y prevención. A buen seguro que su edifico, y el bebé de su vecino obtendrán grandes beneficios a cambio.

Niebla eléctrica o electrosmog
‘Electrosmog’ puede traducirse como la electro-polución derivada de la radiación electromagnética, un tipo de radiación no ionizante (no tiene la suficiente energía para alterar la materia, al menos de un modo rápidamente constatable). Actualmente, en nuestro trabajo y fuera de él vivimos rodeados por esta niebla eléctrica, que no vemos.
Electrosmog es una expresión coloquial que hace referencia a la menos visible de todas las contaminaciones, la electromagnética. La visión infra-roja permite ver cómo los aparatos electrónicos de uso cotidiano (tabletas, pda’s, móviles, teléfonos inalámbricos u ordenadores) irradian una niebla –smog- que no es más que un campo electromagnético que interfiere con la biología de los humanos.
El electrosmog es una amalgama de radiaciones que contienen energía (determinada por la frecuencia de la onda). Por tanto, produce calentamiento y, en el peor de los casos quemaduras. Por ejemplo, usar el teléfono móvil ocasiona un calentamiento de los tejidos corporales próximos o en contacto con el dispositivo.
Los humanos nos hemos acostumbrado evolutivamente al electromagnetismo terrestre (los polos magnéticos). Sin embargo, la revolución industrial (electrotecnia y electrónica) ha elevado el nivel de radiación a cotas inéditas en el último siglo. Así, convivimos –en aparente armonía- con ‘perturbadores’ físicos como son las líneas eléctricas de alta y media tensión, transformadores, instalaciones eléctricas de la casa y el lugar de trabajo, aparatos de iluminación y los aparatos electrónicos ya citados.

‘Electricidad sucia’
La electricidad sucia (polución electromagnética) proviene de cinco fuentes principales de radiación no ionizante: campos eléctricos (alternos), campos magnéticos (alternos), radiación RF (radiofrecuencia), campos eléctricos (estáticos) y campos magnéticos (estáticos).
En muchos puestos de trabajo se usa equipo eléctrico y aparatos electrónicos, al margen de las archi-necesarias pantallas de visualización de datos (PVD’s), más comúnmente denominadas monitores. Cada equipo tiene un patrón de emisión electromagnética que, generalmente, disminuye al aumentar la distancia de la fuente. Unos emiten básicamente en una frecuencia, y algunos en diversas frecuencias. Además, muchas fuentes potenciales de emisión electromagnética quedan fuera de la vista, ocultas en paredes o cuartos eléctricos.
Cada año se añaden más equipos, especialmente los dotados de conectividad “wireless” (sin cables). Así el volumen de radiación RF continúa creciendo, aunque algunos componentes hayan reducido sus emisiones, como es el caso de los monitores (nada que ver entre los antiguos CRT y los modernos LCD o LED). Veamos las fuentes de electrosmog:
·Campos eléctricos alternos (muy baja o baja frecuencia)
Es la energía de la red eléctrica, que en Europa oscila a razón de 50 ciclos (Hz) por segundo, de ahí el nombre de electricidad alterna. La potencia del campo eléctrico se mide en voltios por metro (V/m). Cuando un aparato eléctrico está enchufado, aunque esté apagado, genera campos eléctricos alternos.
Los niveles típicos de exposición en el ámbito laboral van de los 10 a los 50 V/m. A menos de 30 cm. de un cable, el nivel de exposición puede situarse en el rango de los 50-100 V/m, especialmente si carece de toma de tierra (clavija bipolar). Cuando se usa un ordenador portátil conectado a la red (especialmente si no tiene toma de tierra) la exposición del usuario al campo eléctrico puede llegar a varios cientos de voltios por metro; y en las manos el campo eléctrico puede ser de hasta 2.000 V/m. Cables, monitores, lámparas, líneas de distribución de fluido eléctrico son algunas fuentes de exposición.
·Campos magnéticos alternos (muy baja o baja frecuencia)
Se generan cuando los electrones saltan de átomo en átomo creando un flujo de corriente. La magnitud del campo magnético se mide en amperios por metro (A/m), y la densidad del flujo magnético derivado se mide en nanoteslas (nT) o miligauss (mG). Cuando activamos un equipo eléctrico y la corriente fluye por el cable se emiten campos magnéticos alternos.
Los niveles de exposición típicos a campos magnéticos en entornos laborales (oficinas) se sitúan entre 30 y 250 nT. Aunque malos cableados o la proximidad de transformadores pueden elevar esta magnitud de un modo descomunal (hasta 19.000 nT). Los picos de exposición ocurren en la proximidad de la maquinaria, cuyas emisiones varían mucho dependiendo del equipo. La exposición no viene necesariamente determinada por el número de equipos conectados, ya que también influye el tipo de equipo, la distancia y el tiempo de uso del mismo por el trabajador. Las PVD’s (monitores) ya no suelen ser los mayores generadores de campos magnéticos. Los dispositivos portátiles y usados en contacto con el cuerpo  (tabletas, PDA’s y teléfonos móviles) frecuentemente emiten mayores niveles de magnetismo, que van desde varios miles de nanoteslas hasta los 75.000 nT. Entre estos generadores de electro-polución no hay que olvidar las máquinas copiadoras y las omnipresentes regletas de conexión múltiple.
·Radiación RF (ondas de radio y microondas)
La radiofrecuencia incluye ondas de radio y micro-ondas, así como todos los dispositivos inalámbricos (wireless) en el rango de frecuencias comprendido entre 3 kHz y 300 GHz. En estas frecuencias, los electrones libres de las antenas oscilan muy rápidamente (desde 3.000 hasta 300 millones de veces por segundo) y pequeñas porciones de energía o fotones liberados transportan la energía de radiofrecuencia por el espacio, de casa en casa, por ejemplo. La magnitud de la radiofrecuencia se mide en microwatios por metro cuadrado (µW/m2) Allí donde una antena de RF (móvil, estación base, dispositivo inalámbrico, punto de acceso a la red) transmite señal se produce exposición a su radiación. En entornos de oficina, ésta se encuentra en unos valores entre 10 y 50 µW/m2. Sin embargo, la exposición en exteriores puede oscilar entre los 50 y los 500 µW/m2. Con una antena de telefonía móvil cerca los niveles de exposición se sitúan en una horquilla entre varios miles y una decena de miles de microwatios por metros cuadrado.


El electrosmog es una amalgama de radiaciones que contienen energía (determinada por la frecuencia de la onda). Por tanto, a corto plazo, produce calentamiento y, en el peor de los casos quemaduras.

Los entornos laborales que disponen de redes de área local inalámbricas (Wireless LAN o Wi-Fi) los niveles de radiación RF medioambiental pueden situarse entre los 100 y los 2.500 µW/m2. Pero, en la proximidad de un punto de acceso o donde haya un ordenador en red, la radiación RF puede ser muy superior, hablamos de un término medio de 4.000 µW/m2, que, en el peor de los casos puede llegar a multiplicarse por 10.
Otras fuentes de radiación por RF son los dispositivos inalámbricos empleados para la entrada de datos, como los teclados y los ratones, cuya radiación a 10 cm de distancia alcanza valores de unos 6.000 µW/m2; aunque la radiación que reciben las manos y los dedos puede situarse en magnitudes que van de los 10.000 a los 90.000 µW/m2.
Especialmente peliagudo es el tema de los teléfonos inalámbricos de interior con tecnología DECT –abreviatura de Digital Enhanced Cordless Telecomunication- (2,4 / 5,8 GHz), que ‘electro-poluciona’ (radia) las 24 horas del día. Allí donde descansa la estación base del ‘inofensivo’ teléfono inalámbrico la exposición permanente a radiación RF puede variar entre los 20.000 µW/m2 (1 metro de distancia) y los 350.000 µW/m2 (20 cm de distancia). Por supuesto, al sujetar el aparato contra la oreja durante una llamada, la radiación RF será mucho mayor. En el caso de sus ‘parientes’ los teléfonos móviles, la exposición en el área de la cabeza puede superar tranquilamente el millón (1M) de microwatios por metro cuadrado.

Al margen de las citadas, otras fuentes de radiación por radiofrecuencia (RF) son los ‘Personal Digital Assistant’ (PDA’s), tabletas, y fuentes externas como las antenas de telefonía móvil, torres de comunicaciones de radio y televisión, estaciones de radar…

Otras formas no inocuas de niebla eléctrica
Nos queda ahora por referirnos a la electricidad estática en sus diversas formas: campos eléctricos (estáticos) y campos magnéticos (estáticos).
·Campos eléctricos estáticos
En los campos eléctricos estáticos la corriente está en reposo (estacionaria). La magnitud se mide en voltios por metro (V/m). El potencial de superficie eléctrica de un material se mide en voltios (V) y su resistencia (ESD) en megaohmios (MΩ). El fregamiento entre superficies produce la acumulación de cargas (negativas: atraen electrones) o positivas (transfieren electrones). A menor humedad ambiental, mayor acumulación de electricidad estática. La exposición laboral (en una oficina) va de unos cientos a varios miles de voltios. Cerca de un antiguo monitor (CRT) sin apantallar, la electricidad estática puede llegar a 25.000 V/m. A esto habrá que añadir las condiciones de la mesa (mejor madera que metal), el tipo de pavimento (mejor conductor para facilitar la descarga, que aislante). Por ejemplo, una superficie sintética (moqueta) no conductora puede generar campos electrostáticos de hasta 500.000 V/m, según la OIT.
·Campos magnéticos estáticos.
El espacio que envuelve a un metal magnetizado crea, a su vez, un campo magnético. La mayoría de los metales (hierro, cobalto, níquel y sus aleaciones) pueden magnetizarse. El mobiliario de aluminio es no-magnético. Los campos magnéticos también emanan de los circuitos y fuentes de alimentación de corriente continua (DC) cuando hay un flujo de corriente. La densidad del flujo magnético se mide en microteslas (µ/T). El campo de fuerza magnética en interiores alcanza los 30-50 cm (el auricular de un teléfono) y hasta un metro o más (caso de los muebles). Los niveles de exposición dependen del tipo de edificio, siendo más alta en aquéllos de estructura metálica (7 a 14 µ/T), a lo que habrá que añadir el geomagnetismo (campo magnético terrestre), y el derivado de cualquier aparato eléctrico-electrónico, con lo que nuestra exposición al campo magnético estático puede alcanzar valores de entre 100 y 1.000 µ/T, incrementables al viajar en medios de transporte (especialmente metro o tranvía). En definitiva, estamos expuestos a unos niveles de ‘electricidad sucia’ que jamás padecieron nuestros antepasados antes de T. A. Edison. Nuestra exposición incluye la natural (no vivimos bajo una campana de cristal en sentido estricto sobre la tierra) y la artificial añadida, que no es poca. Y ahí reside el problema, un problema que tiene que ver con nuestro estilo de vida…

La maraña de cableado puede ser tan problemática como su sustitución
indiscriminada por sistemas inalámbricos
Con cables o sin cables
Como se dice en el párrafo anterior, es una cuestión de estilo de vida. ¿Quién está dispuesto a llenar sus oficinas y sus casas de antiestéticos cables que lo cruzan todo, afeando paredes y creando una telaraña visible? Para evitar esas marañas de cables físicos, la tecnología recurrió a los sistemas inalámbricos (wireless), sustituyendo un problema antiestético por otro peor, de salud. Es bien sabido que la tecnología avanza, y en su avance siempre tiene una parte oscura, para la que no encuentra soluciones inmediatas, ni a largo plazo (a veces). Son los consumidores de dichas tecnologías –bien informados- los que deben moderar los impulsos de la industria. El automóvil ha sido un gran avance. Sin embargo, hemos tardado demasiadas décadas en descubrir que contamina y que, cada vez, resulta menos sostenible.
Ser o no ser inalámbrico, ésa es la cuestión trascendente, escribiría hoy Shakespeare (to be or not to be wireless). La mayor preocupación en torno al electrosmog actualmente son los productos inalámbricos. La revolución inalámbrica lo ha invadido todo: escuelas, bibliotecas, hogares, aeropuertos, hoteles y negocios. Encontramos “zonas Wi-Fi” (¡como servicio de cortesía!) en lugares públicos. Se extinguen los dispositivos con cables, dando origen a nuevas generaciones de teclados, ratones y otros dispositivos inalámbricos (Bluetooth), además de variados dispositivos de sensor remoto y etiquetas de identificación mediante radiofrecuencia (RFID), que se insertan en productos de consumo, pasaportes, pacientes hospitalizados, mascotas, y bebés en unidades neonatales. La gente se pone pendientes Bluetooth con radiofrecuencia, que lanzan microondas pulsantes directamente a su cerebro.
En esta ‘orgía’ de lo inalámbrico el rey ya es el WiMax, la red de redes inalámbrica (por supuesto) que permite a los usuarios canalizar todos sus servicios de telecomunicaciones. Algo parecido a lo que haría una mazo de cable de una sección considerable, pero (¡ah!) con el gran adelanto: sin cable. Es wireless.
Nuestra pasión-adicción (y falta de criterio) respecto de las nuevas tecnologías produce muchos otros cuadros patéticos
Los ‘nasciturus’ (en el vientre materno) ya sufren graves exposiciones pre-natales porque sus ‘amantes’ progenitores tuvieron la feliz idea de colocar radio-monitores de bebé que –wireless, que te quiero wireless- transmiten radiofrecuencias para certificar que sus hijos estén “a salvo” de todo mal (antes de venir a este mundo radioeléctrico).
En España mismo, los pre-adolescentes pueden tener que ir al psicólogo si sus padres les niegan el teléfono móvil (normalmente, de alta gama o ‘smartphone’). Es tal la presión del entorno, que un pre-adolescente, que se siente inseguro por definición, se ve marginado. “Mis compañeros me hacen el vacío porque no tengo un Smartphone” es una queja demasiado frecuente. Lo que no saben estos pre-adolescentes consumistas de tecnología electro-basura es que en su edad adulta pueden padecer las consecuencias de su temprana adicción a los ‘aparatejos’.
Algunos estudios han encontrado que la radiofrecuencia aumenta los niveles de endorfinas y estimula los centros de placer del cerebro. Sin embargo, también interactúan con nuestro sistema inmune, pudiendo desajustarlo. Y el riesgo va en proporción inversa a la edad, por lo que los menores son los más indefensos.
La ‘cloaca’ CEM ya no se circunscribe a nuestra casa-edificio-oficina: ahora se amplía a toda la ciudad, que es como un ser-wifi palpitante y en constante expansión. Los grupos de antenas se montan en torres, cubiertas de edificios altos y puntos prominentes, adosadas a edificios de apartamentos, o disimuladas en huecos de ascensores, silos, farolas y hasta campanarios. Así, disfrutamos de una exposición omnipresente y omnidireccional, que nos irradia directamente las 24 horas, todos los días.
Un operador de telefonía ha encontrado un argumento publicitario impecable: “¿Está bien comunicado?” (el pisito, se supone). “¡Claro, 100 Mb!”. Antes entendíamos otro concepto por “comunicado”.
Volviendo a la disyuntiva del cable o el inalámbrico, por supuesto que hubo vida (comunicativa) antes del wi-fi, la habrá después del wi-fi y, sobre todo, tenemos alternativas a los sistemas inalámbricos. Son alternativas basadas en el cable. En el hogar, la tecnología PLC nos permite convertir la red eléctrica de la casa en una red informática de cable (‘wired’, con las mismas ventajas de los wi-fi, y algún inconveniente menos).
El gobierno alemán advirtió en 2007 a sus ciudadanos que no usaran la tecnología Wi-Fi de routers inalámbricos, especialmente en los colegios.

Ya es difícil encontrar periféricos que se conecten mediante el cable, como este 'mouse'
Espectro electromagnético
Está constituido por el conjunto de todas las frecuencias o longitudes de onda. Ordenados por potencia (de menor a mayor), existen  diferentes tipos de ondas electromagnéticas:
-Campos eléctricos y magnéticos estáticos (imanes, conductores eléctricos de corriente continua, etc.).
-Ondas electromagnéticas de Extremadamente Baja Frecuencia (EBF). Llega a 3 kilohercios (líneas eléctricas de corriente alterna).
-Ondas electromagnéticas de Muy Baja Frecuencia (MBF). Su intervalo de frecuencias es de 3 a 30 Kilohercios (algunas máquinas de soldadura por inducción).
-Ondas electromagnéticas de Radio Frecuencia (RF). Intervalo de frecuencias de 30 Kilohercios a 1 Gigahercio (1.000 millones de hercios -ondas de radio y televisión, soldadura de plásticos, etc.).
-Microondas (MO). Ondas electromagnéticas entre 1 y 300 Gigahercios (hornos de microondas, telefonía móvil, etc...).
Por encima de éstos se encuentran la radiación infrarroja (IR), la luz visible y la ultravioleta (UV) no ionizante.
Las radiaciones de ondas electromagnéticas de mayores frecuencias a las mencionadas tienen la capacidad de ionizar, es decir, de variar la estructura atómica de la materia, dada su alta energía (Rayos X), pudiendo ocasionar graves daños a la salud si no se adoptan las medidas de protección adecuadas.

© Manuel Domene Cintas. Periodista.

Elogio de la mujer (trabajadora)

Elogio de la mujer fue un artículo de opinión, que tuvo en mente a las mujeres trabajadoras, y se publicó mucho tiempo atrás en este blog (el artículo está al pie). Hoy se complementa dicho artículo de opinión con unos breves apuntes sobre conciliación y techo de cristal que no son opinión, sino la constatación de una realidad tozuda que se resiste a cambiar mientras se nos llena la boca de proclamas vacías y declaraciones de intenciones carentes de sustancia.

Conciliación y ‘techo de cristal’
En las sociedades occidentales gran parte de la población femenina trabaja fuera y dentro del hogar, lo que provoca frustración y dificultades para conseguir la conciliación laboral-familiar. Compatibilizar el trabajo remunerado, fuera de casa, y el trabajo doméstico es una tarea difícil, que exige no poco esfuerzo por parte de las mujeres. Normalmente, la situación se salda con el problema conocido como la “doble presencia”. La conciliación laboral-familiar aporta a la mujer algo tan satisfactorio como un ‘salario emocional’ o compensación moral, que premia su dedicación natural al cuidado de la familia.
Por otra parte, las mujeres deben enfrentarse a lo que se denomina “el techo de cristal”. Está demostrado que, pese a tener la misma formación y el mismo tipo de trabajo, las mujeres siguen ganando menos que sus compañeros masculinos y sus posibilidades de promoción y ascenso son inferiores.
En efemérides reivindicativas como el 8 de marzo, conviene seguir insistiendo en la necesidad –que tienen tanto las mujeres como los hombres- de compatibilizar trabajo y vida cotidiana dentro de una nueva cultura organizativa del trabajo. Por ello, es necesario vencer prejuicios y mitos anticuados, pues conciliar no es una cosa de mujeres para mujeres, sino de trabajadores en general. Otro mito a desterrar es el del trabajo productivo (supuestamente lo ejecutan los hombres) y el trabajo reproductivo (lo ejecutan las mujeres). La modernidad de los tiempos reclama la corresponsabilidad en el intercambio de roles, hasta donde sea posible. 











Artículo de Opinión. Manuel Domene. Palabras: 733

Elogio de la mujer trabajadora

El concepto de los tiempos modernos sobre la “incorporación de la mujer al mundo del trabajo” adolece de miopía histórica. La mujer ha trabajado desde la noche de los tiempos: mientras el hombre cazaba, la mujer recolectaba frutos silvestres y, a lo largo de la historia, su trabajo ha complementado al del hombre, o ha sido aún más importante que el de éste.

Cuando el hombre se ha dedicado a sus veleidades personales, sus ‘obligaciones sociales’ o devociones de género, la mujer ha sido el pilar de la familia educando a los hijos y dando cohesión al grupo doméstico. ¡Cuántos seres humanos no han aprendido sus primeras canciones, cuentos, o a garabatear las primeras letras conducidos por una mujer –su madre, su abuela, o una hermana mayor! Es absurdo tener que pedir que la mujer sea aceptada en el mundo del trabajo –y reconocida su especificidad de género-, cuando la mujer ha trabajado siempre, y ha sido el engranaje imprescindible para el avance de las civilizaciones.

Todo elogio de la mujer es una pretensión vana, pues siempre nos quedaremos cortos en el reconocimiento. La mujer es un ser frugífero (literalmente, significa que da fruto). Da el fruto de sus entrañas, crea la vida, y la trae al mundo pariendo con dolor, pero con valentía y entereza.

Nacer y, sobre todo, crecer sano (física y espiritualmente) depende de una madre que, cuando se ve desbordada en su ingente labor, echa mano de la abuela, esa especie de ‘super-madre’ decana y con expertise’ 

En cambio, no es extraño el caso de hombres (colaboradores necesarios en el hecho de procrear) que acompañan a sus mujeres en el trance melodramático del parto, y acaban por perder el conocimiento en el paritorio. Bajo su apariencia de fragilidad, la mujer derrocha fuerza, coraje y amor, porque no es sino amor el hecho de perpetuar la vida aun con riesgo de la propia, adquiriendo una carga vitalicia como es la crianza y posterior cuidado de los hijos.

Tal es la importancia de la mujer en la civilización que ya en el libro de libros un proverbio afirma literalmente: “la mujer sabia edifica su casa, mas la necia con sus manos la derriba”. No toca aquí valorar la necedad porque, como seres humanos, las mujeres también están sujetas al error. Sin embargo, cuando compiten, las mujeres se convierten en campeonas (medallero olímpico), eruditas, heroínas o pioneras. El tesón y la tenacidad las lleva a la excelencia, a derribar los muros que les ha impuesto la sociedad a lo largo de los siglos para convertirlos en meros peldaños.

Volviendo a la frase con que iniciábamos este artículo, creemos que lo correcto es hablar de la ‘incorporación de la mujer al mundo laboral retribuido y con el correspondiente reconocimiento social’. Claramente, este aspecto poliédrico tiene muchos vértices mejorables. Compatibilizar el trabajo remunerado, fuera de casa, y el trabajo doméstico es una tarea difícil, que exige no poco esfuerzo por parte de las mujeres. Normalmente la situación se salda con el problema conocido como la “doble jornada”.

La sociedad es un agregado de familias, cada una de las cuales orbita en torno a una mujer. Y, contra lo que el lector pudiera pensar, este artículo no lo ha escrito una mujer auto-reivindicando al género, sino un hombre que lo ha tenido muy fácil. Bastándole con rememorar la vida de su propia madre. ¿Acaso no es la madre el ser más importante, la condición sine qua non de la existencia de todo sujeto? Nacer y, sobre todo, crecer sano (física y espiritualmente) depende de una madre que, cuando se ve desbordada en su ingente labor, echa mano de la abuela, esa especie de ‘super-madre’, igualmente sabia y solícita.

Así pues, ¿qué sería del mundo sin la mujer? No es justo que se las ignore o margine. Por eso, más que elogios, las mujeres se merecen el reconocimiento de su papel como pilares imprescindibles de la sociedad (en el pasado, en el presente y en el futuro). Justo es también que se ‘feminice la ergonomía’, contemplando la especificidad de la mujeres insertas en el mundo laboral, esos seres del mal llamado ‘sexo débil’ que, cada día, nos regalan las pruebas diáfanas de su fortaleza. El mundo orbita en torno a la mujer, no puede haber mejor elogio.

EPIs, ¿el nuevo maná?

(PL 71) EDITORIAL. Edito71.doc. Manuel Domene. Palabras: 678

Los EPI no sólo salvan vidas, también pueden salvar la economía de nuestro país, siempre que se acometan las políticas e inversiones necesarias; es decir, cambiemos la manera de pensar y actuar.
La inversión en PRL –y en el sector EPI- es un resorte económico. Son muchas las voces que proclaman el mismo mensaje. La directora de la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, Christa Sedlatschek, ha manifestado recientemente que la protección laboral es un factor “clave para la recuperación económica en España y en el resto de Europa”.
La Unión Europea promueve la prevención de riesgos laborales como uno de los factores de recuperación, ya que anualmente se pierden 450 millones de jornadas de trabajo, que representan un coste de más de 490.000 millones de euros para la economía del continente. A lo que hay que añadir la pérdida de vidas (y el talento humano), unas 5.500 víctimas mortales por accidente laborales al año.
Además, a estas ‘rentabilidades’ indirectas habría que añadir las directas, derivadas de la plusvalía generada por la PRL en tanto que modelo productivo alternativo a los existentes (y agotados). Y, entre las plusvalías derivadas, toda la ‘política de intenciones’ de lo políticamente correcto, que señala que “una de las aportaciones cruciales de la seguridad y la salud laboral se producen en el ‘crecimiento sostenible e inteligente’ a través de los ‘empleos verdes’ y la ‘mano de obra sana y motivada’.
Al margen de lo políticamente correcto, centrándonos en lo económico, basta señalar que una inversión de 1 euro en prevención puede generar un rendimiento económico de 2,20 euros, según diversas fuentes, entre las que se encuentra la Asociación Internacional de la Seguridad Social (AISS). Los resultados del estudio (retorno de 2,20 x 1) avalan el argumento microeconómico para incentivar la inversión empresarial en prevención. Y el término ‘empresarial’ tiene aquí una doble vertiente: pueden –o deberían- invertir en prevención las empresas consumidoras y, por supuesto, las empresas productoras.
Los gurús de la ‘nueva economía’ –que es tan vieja como el mundo- ofrecen unas fórmulas magistrales recurrentes: identificar nuevas propuestas de valor para clientes de un mundo globalizado, descubrir otros segmentos de consumidores, buscar el hecho diferencial, establecer nuevos canales de comunicación con el consumidor.
Por más que pudiéramos creer que estas soluciones constituyen la quintaesencia del pensamiento económico, no son más que buenas ideas que, con sentido común, ha aplicado la humanidad con el devenir de las civilizaciones. No es más que rectificar cuando un camino se agota: cuando nuestros antepasados, los homínidos, descubrieron que el nomadismo era una lata (el problema y no la solución de sus necesidades) se hicieron sedentarios y descubrieron la agricultura. ¿Qué consiguieron con aquel avance? Sencillamente, cambiaron el modelo productivo.
Del mismo modo, el sector español de los EPI debe aprender de los ciclos de la historia, e introducir los cambios que sean pertinentes, verdad de perogrullo que podemos resumir en dos ideas clave: encontrar nuevos clientes, y crear productos y soluciones inéditas. Encontrar nuevos clientes, ya es un avance. Si además creamos productos-soluciones inéditos, es más que probable que los nuevos clientes aparezcan solos. Una tendencia-demanda que crece sin cesar es la que pide EPI específicamente diseñados para la mujer. ¿No ofrece esta demanda una oportunidad para desarrollar soluciones inéditas para clientes nuevos? El diseño y las nuevas tecnologías pueden dar mucho de sí (app’s para controlar el estrés usando el móvil…). Hay otras aplicaciones y las que nos ‘lloverán’. El límite está en la imaginación.
España ha dado avances técnico-científicos históricos al mundo. De pretenderlo, ¿no nos podríamos convertir en los administradores y gestores del nuevo maná con el que hacer la travesía del ‘desierto económico’? Sin duda, capacidad y capital humano-económico no nos faltan. Pero, para forzar el cambio primero hemos de creer que éste es posible y de que el nuevo maná viene bajo la forma del modelo económico EPI, un nuevo estadio que se sumará a la edad del bronce, y otras que fueron. ¡Vivan los EPI!

© Manuel Domene Cintas. Periodista.