SECCIONES DE INTERÉS

martes, 1 de noviembre de 2011

¡Todo está por inventar!

(PL 68) EDITORIAL. Edito68.doc. Manuel Domene. Palabras: 584

Si los filósofos de lo inmutable (Parménides) y el cambio permanente (Heráclito) hubieran reflexionado sobre invención-innovación, el primero nos hubiera dicho que ‘todo está inventado’, mientras que el segundo hubiera concluido que ‘todo está por inventar’.
Nosotros nos quedaríamos con la hipótesis de Heráclito de Éfeso por encontrarla más sugerente. De hecho, el mundo científico ratifica a diario al pensador del ‘nada es, todo cambia’, por lo que también -cada día- nos sorprendemos con novedades, como el I+D+i en prevención de riesgos laborales. Estas novedades vienen a desmentir con su sucesión de eventos aquella quietud totémica que defendiera Parménides.
I+D+i es una sigla poli-usada (de la que se abusará hasta hacerle perder su prístino significado). Sin embargo, los prevencionistas la están usando en su campo con una justificación plena, porque las tres variables del trinomio tienen una presencia creciente en la cultura preventiva de nuestro país.
Foment del Treball, entidad que predica este concepto con el ejemplo, define la Investigación, el Desarrollo y la Innovación en PRL como “el trabajo creativo desarrollado para incrementar el volumen de conocimientos y el uso de esos conocimientos para derivar nuevas aplicaciones, productos y procesos que mejoren las condiciones de seguridad y salud laboral. En definitiva, la I+D+i en cualquier disciplina resulta ser el motor para la evolución de la misma, e imprescindible para lograr su supervivencia”.
Para no quedarnos sólo en las declaraciones, aportaremos ejemplos de I+D+i en prevención. Como se verá, innovar no quiere decir necesariamente ‘parir’ cosas de la nada (ex-nihilo). Innovar también es hacer las cosas de manera diferente a como se han estado haciendo. Así pues, innovadora es la campaña de prevención de riesgos laborales dirigida a los jóvenes y que ha sido etiquetada con la consigna “En prevención, da ejemplo”.
Hay varios motivos para aplaudir la iniciativa de esta campaña. Por un lado, existe constancia de que los jóvenes están expuestos a un riesgo de accidente laboral superior en un 50% al resto de los trabajadores (el grupo de edad de mayor riesgo es el de los 18-24 años). Por otro, educar a las nuevas generaciones supone contar con trabajadores sensibilizados cuando entren al mundo laboral.
Otra iniciativa loable –por innovadora- en PRL es el perfeccionamiento de las técnicas de comunicación para conseguir que el mensaje preventivo cale, eche raíz y fructifique en sus destinatarios. Esta nueva forma de comunicar es eficaz porque está consiguiendo transmitir emociones. Los expertos se decantan por una comunicación que incluye las fases hablar-escuchar (sistema clásico de formación) y añade la más importante, que es la del ‘acuse de recibo’, es decir, que el destinatario del mensaje comulgue con aquello que está percibiendo, que la emoción que le ha de transmitir el mensaje entre en su hipotálamo, que es el centro que rige las emociones humanas.
Hablar de prevención a los jóvenes, con técnicas de comunicación más participativas e inteligibles, utilizando incluso su lenguaje y los canales de comunicación en boga es un ejemplo de innovación preventiva.
En definitiva, con estos nuevos enfoques seguimos haciendo prevención, pero de otra manera y, lo que es más importante, con mejores resultados, que es el objetivo finalista que se persigue. Sí, la I+D+i ha llegado la prevención, no es una broma de la ingeniería social ni de los gurús de los conceptos ‘cool’ para auto-consumo de la sociedad tecnológica. Es una realidad constatable en algunas de nuestras empresas hoy ya, lo que nos demuestra que no todo está inventado, afortunadamente.

© Manuel Domene Cintas. Periodista

Favorecer el confort térmico, requisito de todo EPI

La confortabilidad del EPI tiene beneficios implícitos: se reduce la siniestralidad laboral y la consiguiente lacra; por otro lado, aumenta la eficacia del trabajador y la productividad-rentabilidad. Por ello, conviene subrayar que un trabajador cómodo trabajará mejor y será más productivo para la empresa, y a la inversa. El trabajador deberá testear el EPI y su opinión será tenida en cuenta.
En nuestro ‘Foro Confort Térmico’ contamos con las opiniones de 2Work4, la División Comercial de El Corte Inglés, FAL, Neri y Tomás Bodero.

La ergonomía, además de considerarse desde la perspectiva de la confortabilidad para el usuario, debe entenderse también como otro elemento de seguridad e incluso de productividad. Y, por la época en que estamos, al hablar de ergonomía, pensamos invariablemente en el confort térmico.
Nuestro cuerpo, que es homeotermo (temperatura estable), necesita un sistema de regulación para mantener la temperatura dentro de unos márgenes muy reducidos. La comodidad térmica (ISO 7730) se definiría como una ‘condición mental que expresa satisfacción’. Fisiológicamente, la comodidad obedece a la ecuación M – W ± R ± C ± RES – E = 0. Si el resultado de la ecuación no es igual a cero, nuestro cuerpo trabaja para cambiar el parámetro. La situación de no equilibrio se traduce en disconfort térmico.

Regulación térmica en ambientes calurosos
El ser humano desprende calor al medio ambiente principalmente mediante una combinación de vasodilatación periférica y sudoración. La vasodilatación periférica es la encargada de transferir calor del interior del cuerpo a la periferia, mientras que la evaporación de sudor constituye un medio extremadamente eficaz para enfriar la sangre antes de que regrese a los tejidos corporales profundos.
·Vasodilatación periférica
Cuando la temperatura corporal aumenta, este mecanismo interno hace que los vasos periféricos se dilaten y la sangre fluya en mayor cantidad hacia la periferia (la piel) para enfriarse. Por eso, después de un ejercicio la piel se enrojece, ya que está más irrigada.
·Sudoración
En el ser humano, el sudor es otro mecanismo interno que contribuye a la regulación térmica, a través de las glándulas sudoríparas (ecrinas), que están repartidas de manera no uniforme por la superficie del cuerpo. Las glándulas ecrinas secretan sudor directamente a la superficie de la piel. Es un sudor inodoro, incoloro y relativamente diluido, que posee un elevado calor latente de evaporación, siendo ideal para los fines de la termólisis.
Como ejemplo de la eficacia del sistema termolítico, un hombre que trabaje con un consumo de oxígeno de 2,3 l/min. producirá un calor metabólico neto de aproximadamente 640 W. Sin sudoración, la temperatura corporal aumentaría a un ritmo aproximado de 1° C cada 6 o 7 min. Con una evaporación eficiente de unos 16 gramos de sudor por minuto (una tasa razonable), la velocidad de la pérdida de calor puede igualar a la velocidad de acumulación del mismo, de manera que la temperatura interna del organismo se mantiene estable; es decir, en los valores de la ecuación del confort térmico.
También aprovechamos mecanismos externos de pérdida de calor
·Radiación
Los seres vivos irradian calor al ambiente por medio de ondas electromagnéticas. Es el proceso por el que se pierde más calor (alrededor del 60%).
·Conducción 
Es la transferencia de calor por contacto con el aire, la ropa, el agua, u otros objetos. Si la temperatura del medio circundante es inferior a la del cuerpo, la transferencia ocurre del cuerpo al ambiente (pérdida), si no, la transferencia se invierte (ganancia).
·Convección
El aire caliente asciende y es reemplazado por aire más frío (así se pierde el 12% del calor), siendo la ropa un freno a la pérdida de calor. Si existe una corriente de aire (viento o ventilador mecánico) se produce una convención forzada y la trasferencia de calor es mayor.
·Evaporación 
Se pierde así el 22% del calor corporal, mediante el sudor, que al evaporarse necesita absorber calor, y lo toma del cuerpo. Una corriente de aire que reemplace el aire húmedo por aire seco, aumenta la evaporación.

Ayudas artificiales a la termorregulación
La tecnología puede coadyuvar con nuestros mecanismos de termo-regulación.
Una opción para ayudar a mantener confortable al usuario es relativamente nueva y propone el uso de fibras y tejidos que incorporan tecnologías de adaptación térmica (termorregulación activa). Esta tecnología incluye tres etapas: absorción de calor, almacenamiento de calor y liberación de calor.
Uno de los desarrollos más importantes en este campo es el uso de materiales y tejidos que contienen componentes activos, como los materiales de cambio de fase (Phase Change Materials, o PCM’s). Los PCM’s tienen la cualidad de cambiar su estado físico de sólido a líquido y viceversa dentro de un determinado rango de temperaturas. Para su aplicación en tejidos, se encapsulan en diminutas micro-esferas, cuando se encuentran en fase líquida.
El componente activo utilizado en los PCM’s son las parafinas. Cuando el cuerpo se calienta, la parafina se funde y absorbe el exceso de calor corporal. Cuando el cuerpo se enfría, ésta cambia de líquido a sólido, liberando calor y manteniendo así al usuario caliente.

Foro Confort Térmico: la opinión de los expertos en EPI
Las cuestiones:
Ergonomía remedio contra la fatiga laboral
·2Work4
Sin duda, la ergonomía es necesaria para poder desempeñar el trabajo en las mejores condiciones y con el menor desgaste físico. El trabajo siempre plantea unas condiciones de exigencia física, que puede ser atenuada siguiendo las reglas de la ergonomía y la ergonometría.
La ergonomía tiene diversos ámbitos, siendo el confort térmico y ambiental uno de los que más pueden influir en el rendimiento, confort y seguridad del trabajo. Por eso, nuestra compañía siempre ha primado ofrecer productos confortables en un sentido amplio del término.

·División Comercial de El Corte Inglés
Efectivamente, la ergonomía reduce significativamente la fatiga del trabajador. En el aspecto térmico, se trata de buscar un equilibrio constante para evitar los cambios de temperatura bruscos, así como evitar que los difusores de aire incidan directamente sobre los trabajadores para evitar entre otros, problemas de adormecimiento de las extremidades. Además, al buscar una constante en la temperatura, se optimiza el consumo energético.

·FAL
El confort ergonómico del EPI no es ni más ni menos que la comodidad en conjunto con la protección.
La importancia de la comodidad del usuario se considera fundamental, y la proporciona tanto el confort ergonómico como el climático, igual o más importante que el primero. La combinación de ambos es lo que da como resultado un calzado seguro.
El calzado de trabajo y seguridad se utiliza en todas las épocas del año y bajo diferentes condiciones climáticas. Los pies se someten a temperaturas extremas tanto de frío y humedad debido a las inclemencias del tiempo, como a temperaturas extremas de calor, es por ello que el calzado debe proporcionar el confort climático necesario para realizar el trabajo con total seguridad y comodidad.

·Neri
Ciertamente, la ergonomía es la mejor profilaxis contra la fatiga laboral.
Ofrecer confort térmico es muy importante para nuestra empresa. Está comprobado que el trabajador que realiza su actividad en unas buenas condiciones térmicas, que dependen en buena parte de la ropa que lleva puesta, tiene una fatiga percibida inferior, lo que le permite desarrollar mayor actividad física. Esta condición ideal representa ventajas tanto para la productividad como para la seguridad de los trabajadores.

·Tomás Bodero
Por definición, la Ergonomía busca la mejor adaptación de los instrumentos y utillajes al factor humano. Así pues, es indudable que la Ergonomía persigue –y consigue- reducir la fatiga asociada al trabajo.
El confort térmico, junto con el nivel de protección del guante, forma parte de las preocupaciones constantes de nuestra firma. El confort, en general –y más particularmente, el confort térmico- no es un lujo superfluo, sino la condición necesaria para que se emplee un EPI. Es decir, los guantes que no se usan no sirven para nada. Para evitar que el usuario prescinda de la adecuada protección de sus manos, los guantes deben de ser cómodos (colaborar en la termo-regulación corporal). La ergonomía es uno de los caballos de batalla de los fabricantes y, consecuentemente, uno de los capítulos a los que mayor atención se presta.

Confort térmico. Factores determinantes
·2Work4
El confort térmico viene determinado por unas condiciones de temperatura y humedad ideales para el desempeño del trabajo. Si dichas condiciones se alejan de los valores óptimos se resiente el confort térmico en proporción directa a la desviación sobre los parámetros considerados como ideales.
Las circunstancias que influyen en el confort térmico del calzado son los ya citados –calor, humedad-, a lo que cabría añadir el tipo de trabajo y, por supuesto, los materiales empleados en la fabricación del calzado. Dichos materiales deben contribuir a crear el ambiente térmico adecuado, nunca a perjudicarlo.

·División Comercial de El Corte Inglés
Entendemos por confort térmico aquella temperatura ambiente que permita al trabajador desarrollar sus actividades de manera normal y eficiente, sin molestias tanto de temperatura como por incidencia de los difusores de aire. Aquí habría que pensar en los protectores solares para aquellas actividades expuestas a la incidencia directa de los rayos solares, tejidos para los uniformes, etc.

·FAL
Confort climático es mantener los pies en la temperatura ideal entre 28º y 32º, rango que se considera óptimo para no sentir incomodidad e incluso dolor.
Los trabajos al aire libre con tiempo caluroso, lluvioso o frío, o bien trabajos en interior y exterior donde el pie se somete a diferencias de temperatura, pueden producir incomodidad y molestias al trabajar, debido a una mala evacuación de la transpiración y penetración de humedad, así como una temperatura no adecuada para el trabajador.

·Neri
El confort térmico es una sensación de bienestar físico relacionada directamente con la percepción del mayor o menor calor corporal y sudoración. Esta sensación es inversamente proporcional al calor-sudoración. Así, teniendo en cuenta un contexto de calor estival, cuanto mayor es la sensación de frescura y de transpirabilidad que transmite la indumentaria, mayor es el nivel de confort percibido por el usuario de dicha vestimenta.
De hecho, la ropa tiene una importancia decisiva en la determinación de la sensación termo-higrométrica de las personas. Para nuestro surtido, hemos desarrollado algunas prendas de vestuario de protección que tienen, como característica básica, el confort térmico que deben proporcionar al usuario, debiendo ofrecer por encima de todo una elevada resistencia a la evaporación. Este aspecto se trabaja mediante un estudio exhaustivo de la composición de los materiales que se emplearán, los detalles relacionados con la portabilidad de la prenda, así como el uso que se le dará e, incluso, el posicionamiento que deberá tener la misma en el mercado.

·Tomás Bodero
El confort térmico depende de factores ambientales como son la temperatura y la humedad, se expresa mediante una ecuación, en la que el valor 0 indicaría ese estado ideal térmicamente hablando. Para explicarlo de forma sencilla, basta decir que una gran parte del calor que posee el cuerpo humano se disipa por evaporación a través de la piel. El funcionamiento de estos mecanismos termo-reguladores fisiológicos nos permite mantener una temperatura estable compatible con una actividad física normal y eficiente.
Cualquier factor que aumente la temperatura y la humedad corporal va en detrimento del confort térmico. En el caso de los guantes, la sensación térmica sería desfavorable a consecuencia de materiales que dificultasen la transpiración-ventilación de la piel.

Soluciones tecnológicas para optimizar el confort térmico
·2Work4
2Work4 ha desarrollado una línea para especialistas y profesionales que exigen calzado de alta fiabilidad y prestaciones. Por ese motivo, el calzado se ha concebido para ser ligero, flexible y confortable. Así, combina un diseño avanzado con la alta calidad de los materiales empleados (forros 3D para mejor ventilación y evacuación del sudor, suelas de poliuretano termoplástico o Vibram termoplástico o  punteras y entresuelas no metálicas). Dichos materiales no sólo aumentan la seguridad del pie, sino que también aportan importantes beneficios. Ligereza, buena ventilación y flexibilidad son las claves de nuestra producción.

·División Comercial de El Corte Inglés
La utilización de hilatura de Coolmax en diferentes tejidos, sobre todo para el tronco superior, como pueden ser los polos. Estos tejidos, realizados con una proporción muy elevada de tejido Coolmax, proporcionan al usuario mayor sensación de frescor, ya que el tejido expulsa desde su interior, en contacto con la piel, la sudoración hacia fuera, extendiendo y dispersando dicho sudor por todo el tejido, con lo que se consigue una evaporización rápida por principios termodinámicos (contraste de temperaturas).

·FAL
Para conseguir el confort de los trabajadores en los pies es fundamental en el calzado para uso profesional la incorporación de membranas impermeables y transpirables, que permitan las 3 condiciones fundamentales: primero, la evacuación del sudor y transpiración natural del ser humano, con la consiguiente comodidad para el trabajador; en segundo lugar que impidan la entrada de agua, según norma EN ISO 20344; y por último que proporcione a la vez una confortabilidad térmica tan necesaria en las épocas de calor.
En este caso, están indicados zapatos y botas o incluso sandalias de serraje afelpado, que son las que presentan una mejor transpirabilidad. Además, la utilización de la membrana Gore-Tex® también ayuda a la correcta transpiración del pie y a proporcionar el óptimo confort climático, ya que garantiza el mantenimiento de los pies secos, evacuando el sudor, y con una sensación térmica adecuada en todo momento.

·Neri
Nuestras prendas GB Dry se basan en género de punto con tejido termo-regulador de poliéster 100%, solución contra el sudor. Este tejido combina la comodidad del algodón y el toque seco del poliéster. Además, la composición multi-canal de la fibra reproduce la función transpirante y termo-reguladora de los capilares humanos. Las prendas confeccionadas con GB Dry absorben la humedad del cuerpo y la transportan al exterior del tejido, acelerando su evaporación, al tiempo que favorecen la ventilación. También protegen contra los rayos ultravioletas (UV).

·Tomás Bodero
A tenor de lo ya comentado sobre el confort térmico, los guantes que comercializa nuestra firma se han concebido con un escrupuloso respeto de las exigencias termo-fisiológicas del cuerpo humano, es decir que la piel ‘respire’ y no se macere dentro del guante. Esa premisa se obtiene por varios métodos, dependiendo del tipo de guante. El material más antiguo, empleado desde tiempos remotos, en la confección del guante es la piel, un producto natural, flexible y, sobre todo, transpirable. Puede combinarse con algodón (por ejemplo para los forros), pues es una fibra natural, muy absorbente, que permite la transpiración y evita las irritaciones.
En el caso de los guantes sintéticos, se reserva un área (normalmente el dorso de la mano) que permite la ventilación y equilibrio térmico. Es lo que conocemos como ‘panel de confort’. En otros casos, la solución técnica puede ser dejar el dorso abierto, o utilizar tejidos especiales en los forros cuya misión es absorber el sudor en contacto con la piel, transportarlo a las capas intermedias y superficiales del tejido y, desde allí, evacuarlo a la atmósfera.

Inconvenientes y consecuencias del déficit térmico
·2Work4
La falta de confort térmico puede ser por exceso o por defecto o, lo que es lo mismo, por calor o por frío. Ambas situaciones se traducen en disconfort o deficiencia ergonómica. En casos extremos, el frío podría ocasionar congelación de los dedos; y el calor, problemas de higiene cutánea.
Ahora bien, en nuestra opinión, el reto tecnológico se encuentra en obtener calzado equilibrado en términos de protección y ventilación, es decir, que proteja sin provocar calor.
La consecuencia final –y la más dramática- del disconfort térmico es la posibilidad de que ocurran accidentes, que pueden ser por la propia incomodidad o que, debido a ésta, el usuario del EPI ha dejado de usarlo. No hay pues necesidad de insistir en la importancia capital del confort de los equipos de protección en el trabajo.

·División Comercial de El Corte Inglés
La peor situación y más probable en caso de falta de confort térmico, es que el usuario opte por no usar el EPI durante el desempeño de su trabajo, quedando por lo tanto expuesto al riesgo.

·FAL
Uno de los riesgos principales en épocas de excesivo calor es el sobrecalentamiento y la sudoración del pie producido por altas temperaturas ambientales en el lugar de trabajo.
Uno de los puntos más importantes para el confort climático es la transpiración del pie ya que la falta de dicha transpiración hace que el pie esté mojado y provoca alteración en el confort climático. Por ello es muy importante escoger buenos materiales.
Y, al pensar en confort térmico, no se puede dejar de lado el frío, responsable –como el calor- de déficit ergonómico. Las causas son siempre las mismas, que resumimos en las condiciones de calor y humedad. A mayor frío y humedad relativa, mayor disconfort de los pies, lo que también plantea exigencias a los fabricantes de calzado de protección.

·Neri
El trabajador que desarrolla su actividad laboral con altas temperaturas y equipado con un vestuario de bajo confort térmico tendrá, sin duda, una mayor percepción de la sudoración, experimentará una sensación térmica negativa, seguida de una mayor pérdida de líquidos y de energía. La consecuencia es que se fatigará mucho, resintiéndose también su productividad. Por otra parte, el déficit de confort fisiológico se traducirá en una inevitable distracción, un peligro que puede saldarse con posibles accidentes en el puesto de trabajo.

·Tomás Bodero
Un guante que no permite la aireación suficiente de la mano acabará provocando problemas higiénicos como intolerancias o degradaciones cutáneas debidas al fenómeno de obstrucción (oclusión). Una mano sometida a su propio sudor acaba macerada, condición que propicia la aparición de problemas dermatológicos en piel y uñas (onico-micosis: hongos en las uñas). Simultáneamente, el rendimiento manual del trabajador se verá dramáticamente mermado, aumentando proporcionalmente la posibilidad de que se produzca un incidente o accidente (sobre las manos, o general).
Las consecuencias práctico-preventivas no son desdeñables: el operario que no se siente cómodo con sus guantes encontrará cualquier excusa para dejar de usarlos, quedando desprotegido frente al riesgo. En el orden económico, un guante mal ventilado padecerá una rápida degradación por efecto del sudor, obligando a una reposición anticipada del mismo. Así, el mejor guante es aquél que, cumpliendo con su cometido, menos se hace notar.

© Manuel Domene Cintas.
Periodista.

sábado, 9 de julio de 2011

El síndrome postvacacional y los riesgos laborales emergentes

(PL 49) TEMAS de ACTUALIDAD. T.A.SindPostvacacional.doc. Manuel Domene. Palabras: 3.692


La vuelta al trabajo y todo lo que comporta (prisas, cansancio, atascos, ruidos, rutina, presiones laborales, estrés, etc.) se hace especialmente difícil. Conocemos este síndrome emergente -que se va haciendo endémico en la población- como “depresión postvacacional”, La misma se caracteriza por una reactividad psicológica en la que son prevalentes las sensaciones de hastío y cansancio, desencanto, inhibición, anhedonia (incapacidad de experimentar placer), tristeza, malestar general, ansiedad, fobia social, etc. Es un problema transitorio, a decir de los psicólogos, que, sin embargo, puede convertirse en algo más preocupante.

El conocido como síndrome postvacacional afecta a un 40% de la población, pero puede sufrirlo cualquier persona al reincorporarse al trabajo. Los psicólogos caracterizan esta dolencia como el “cansancio que provoca la reincorporación al trabajo, cansancio -y cúmulo de sentimientos- que pueden llegar a provocar depresión”.

El trauma del cambio

Estamos hartos de oír aquello de que somos “animales de costumbres”. Quizás por eso, los cambios -especialmente si son a peor- son fuentes de conflicto y traumas.
Según la psicóloga Leonor Casalins, el síndrome postvacacional tiene su origen en el cambio de biorritmos de la vida cotidiana. El fin de las vacaciones supone una alteración del ritmo (supuestamente placentero) para recuperar nuevamente la rutina, más aburrida y con las dificultadas habituales. Para los psicólogos, este síndrome habría existido siempre, aunque ha sido ahora -coincidiendo con unas mayores aspiraciones hedonistas de la sociedad- cuando le hemos puesto nombre. “Ahora la vida va más deprisa, hay más estrés..., por ello se habla más de este tema. Los más propensos a sufrir este síndrome son aquellos que, de antemano, ya tienen algún tipo de problemática o depresión”, subrayan los psicólogos.

Perfil del afectado

El síndrome postvacacional suele afectar a personas jóvenes, menores de 40-45 años, que experimentan una ruptura brusca del ritmo vacacional cuando se incorporan al trabajo sin la adecuada transición (espacio físico-temporal de readaptación). También suele presentarse en aquellos que tienden a idealizar el periodo de vacaciones como la culminación de su bienestar personal. También son propensos los que presentan de forma habitual malestar o disconfort con su trabajo y en la actividad laboral cotidiana, así como los afectados por el síndrome de burn-out (“los quemados”), que tienen problemas de agotamiento psicológico o sienten desencanto con el trabajo que realizan. 
Asensio López Santiago, vicepresidente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), precisa que el síndrome postvacacional no es preocupante, aunque si el malestar no desaparece transcurridos los primeros 7-10 días, “es necesario que el afectado acuda a la consulta de su médico de familia para descartar problemas de otra naturaleza, que requerirían una atención diferente”.
Parece ser que existe disparidad de respuesta al síndrome entre hombres y mujeres. “El periodo de adaptación suele ser más corto para el hombre que para la mujer, ya que éste suele tener más facilidad para relacionarse con los compañeros que las mujeres, que suelen mostrarse más reservadas a la vuelta de las vacaciones”, señala Amable Cima, profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo. Asimismo, el tránsito a la rutina cotidiana afectaría especialmente a la “salud” de las parejas, ya que en este periodo se producen más rupturas sentimentales.

La adaptación laboral

Tras el paréntesis vacacional, volvemos a toparnos con las obligaciones laborales (¡y familiares!), con un estilo de vida muy peculiar (trabajo, casa, dormir, etc.) y con menos horas de sol. Esto conduce a alteraciones conductuales tales como irritabilidad, apatía, falta de atención, tristeza, cansancio físico y psíquico, anergia y adinamia. Estas perturbaciones que experimentamos tras el período vacacional pueden ser más intensas en individuos especialmente predispuestos o vulnerables. A esto hay que añadir que aproximadamente un 70% de las personas no se sienten cómodas en sus trabajos. En estos casos, la inadaptación crónica al puesto de trabajo es un terreno abonado para la aparición del síndrome postvacacional.
En cualquier caso, todos nos vemos obligados a digerir un cambio hacia rutinas menos gratas. Ello puede ser el motivo para la aparición del síndrome... u otros cuadros (más o menos clínicos) que se han gestado durante las vacaciones. Por puro tópico, asociamos este periodo del año con una atmósfera de paz y tranquilidad, algo que no siempre es cierto, como se ha apuntado en el hecho de las rupturas sentimentales. Las vacaciones pueden estar llenas de tensión dependiendo del contexto y la circunstancia particular de la familia. El mayor contacto con todos los miembros, la incapacidad de disfrutar o divertirse, el abuso del alcohol y el tabaco, los gastos económicos, los ruidos, el calor, la masificación en las carreteras y en las playas, los cambios alimentarios con posible déficit en los principales micro-nutrientes, las posibles intoxicaciones alimentarias, etc., son variables que se entrecruzan y llegan a producir paradójicamente el “distrés vacacional”. La bomba de relojería puede explotar -si no lo hizo antes- al chocar nuevamente con la triste y cruda realidad cotidiana que nos anuncian el despertador y las obligaciones laborales.

La adaptación psicológica

En realidad, siempre hay un problema de adaptación al cambio en uno u otro sentido, como nos recuerda el Síndrome General de Adaptación, (SGA), descrito por Hans Selye. La adaptación requiere un elemento esencial: el paso del tiempo, que no será el mismo para todas las situaciones ni para todas las personas.
Si difícil es volver, tampoco es fácil empezar el descanso vacacional: pasar de una situación de alta tensión laboral y de un esfuerzo sostenido a estar tumbado ocho horas en la playa exige una especial adaptación conductual y elevadas dosis de flexibilidad mental. Dicho con una expresión coloquial y muy conocida: “nos cuesta desconectar”. Hay quienes se preocupan por el statu quo de las cosas cuando vuelvan a su puesto (incertidumbre sobre el futuro). Asimismo, encontramos a aquellos lamentables “adictos al trabajo” que, gracias a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), siguen permanentemente conectados a su trabajo como si se tratara de una cuestión de vida o muerte.
Sin duda, en todas estas situaciones está aflorando un Síndrome General de Adaptación (SGA) provocado por el animal de costumbres que llevamos dentro.
Cuando empezábamos a aclimatarnos a nuestro estado vacacional, se acaba nuestro tiempo de asueto. Diferentes señales nos lo han anunciado a nuestro pesar: el cambio del tiempo, el acortamiento de los días, el disminuido saldo de la tarjeta de crédito...).
De nuevo, disipado el “elixir” vacacional, y como por arte de magia (negra), volvemos a enfrentarnos a la realidad menos festiva: la carretera, el tráfico, las facturas, los colegios (con todos los gastos adicionales), los niños, las comidas, las tareas del hogar, ... y ese etcétera particular que soporta cada hijo de vecina -y sólo él mismo conoce.
La vuelta será tanto más dura si desde el primer día deseamos obtener un pleno rendimiento socio-laboral. Es un error cargarse precipitadamente de trabajos, proyectos y programas. “Las vacaciones han de constituir una fuente de energía para el resto del año, pero siempre de forma positiva”, nos recuerdan los psicólogos. En definitiva, la vuelta al trabajo necesita un periodo de adaptación, un pre-calentamiento, tal y como si fuéramos motores, y motores que han de afrontar una larga prueba de resistencia. No interesa la prestación pura, sino la resistencia. Por supuesto, hemos de asumir que el cambio tiene su inercia, por lo que no puede ser radical: ayer en la playa y hoy en la oficina o el taller.

Síntomas físicos y psíquicos

Entre los síntomas, ya aludíamos al cansancio. La lista incluiría, además, falta de apetito, somnolencia, falta de concentración, taquicardia, dolores musculares, molestias en el estómago, sensación de falta de aire e insomnio, palpitaciones, mareos y sudaciones,  dificultades para pensar o concentrarse, pérdida de memoria, debilidad muscular... En el apartado psicológico, también pueden presentarse signos o trastornos como falta de interés, irritabilidad, nerviosismo, inquietud, indiferencia, apatía, abulia, melancolía, fobia social, angustia, síntomas depresivos, profunda sensación de vacío, etc.
Hay soluciones para los dos tipos de síntomas. Según el vicepresidente de semFYC, “para corregir las alteraciones de carácter físico, el paciente debe regular los horarios y el reloj biológico los días previos a iniciar el trabajo. Para ello es preciso acostarse en los horarios habituales y ser prudentes con el tiempo dedicado a la siesta. Es bueno dejarse al menos dos días del final de las vacaciones como periodo de adaptación. En el caso de que sea posible, es aconsejable regular progresivamente la intensidad de la actividad que se realiza en el trabajo. También es importante dormir más horas los primeros días de incorporación al trabajo, con un horario bien regulado”.
En el plano psicológico, el doctor López Santiago recomienda huir de los tópicos, es decir “desterrar la idea o sensación de que las vacaciones son un estado absolutamente opuesto al periodo de trabajo, y por tanto que uno es sinónimo de placer y el otro lo es de malestar y sufrimiento”. También conviene relativizar las cosas. Al respecto, López Santiago añade que “es necesario asumir que se trata de un malestar propio de los primeros días y evitar darle demasiada importancia; no se puede estar en una actitud de queja y malestar permanente. Por eso es aconsejable, por un lado, planificar actividades gratificantes para los días laborales, buscando un tiempo para el ocio, y por otro lado, afrontar la vuelta al trabajo como un nuevo periodo vital en el que se pueden desarrollar nuevas tareas para el desarrollo personal. Si la persona ya tiene los síntomas, debe tener en cuenta que no es el mejor momento para tomar decisiones importantes sobre su futuro laboral”.

El coste psicológico del síndrome postvacacional

Con lo que ya llevamos dicho sobre el síndrome postvacacional hemos podido desechar todos la idea de que dicho síndrome era un episodio más o menos anecdótico en la vida de algunos “inadaptados”, que aparecía periódicamente con la vuelta al trabajo.
El síndrome postvacacional es un fenómeno serio por su alcance, y puede vaticinarse, sin riesgo al equívoco, que pronto será incluido entre los riesgos emergentes en el mundo del trabajo. El “calvario” de la vuelta a la rutina laboral es la punta del iceberg: tensos y cansados, angustiados y desmotivados, los trabajadores rinden mal; la productividad baja, el absentismo laboral aumenta y, paralelamente, la frecuencia de ciertas enfermedades se eleva.
Un trabajo publicado en el Journal of the American Medical Association pone de relieve que casi un 25% de los trabajadores padecen un estrés muy importante, por lo que tienen el triple de posibilidades de sufrir hipertensión y cardiopatía. De hecho, numerosas sociedades científicas han comenzado a reconocer la importancia de este cuadro clínico que, si se cronifica, puede tener graves repercusiones cardíacas.
Sin la debida atención de los expertos en medicina laboral y el apoyo de programas de intervención psicoterapéutica, el empleado que trabaja en un ambiente tenso, rinde menos, enferma y, a largo plazo, cuesta mucho más (especialmente en lo relativo a su salud personal).
Mal gestionado, el problema añade el coste económico al ya inevitable coste psicológico.

Vacaciones partidas

Prevenir el síndrome postvacacional -aseguran los expertos- es tan sencillo como repartir las vacaciones en varios periodos. Tal es la tesis de la investigadora del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada (UGR), Humbelina Robles Ortega. La profesora Robles Ortega destaca que fraccionar las vacaciones por quincenas “nos servirá para evitar saturarnos; la sensación de estar de vacaciones se alargará, y además, los cambios en los hábitos no serán tan drásticos y permanentes, por lo que la incorporación no será tan traumática”.
Es difícil hablar de estrategias terapéuticas que no sean las de cuidar el “capital humano” de nuestras empresas contribuyendo a la auto-realización de las personas. En ese sentido, sería deseable el desarrollo, por parte de las empresas, de acciones preventivas específicas integradas en sus programas de salud laboral. Una excelente medida es hacer jornada intensiva la semana de la reincorporación laboral, una especie de balón de oxígeno para propiciar el tránsito ordenado del ocio veraniego al trabajo de todo el año. Ello puede moderar la respuesta psico-biológica del trabajador, un mecanismo de defensa y adaptación brusca que se exterioriza con los síntomas ya descritos.
Abundando en las estrategias terapéuticas, los expertos recomiendan que “las vacaciones estén bien diseñadas (adaptadas a las posibilidades e intereses individuales y familiares) de modo que podamos conseguir un descanso ‘activo’, que mantenga la mente despierta para disfrutar de las vacaciones sin que cueste tanto volver al trabajo”. Una lista de auto-ayuda incluirá las siguientes medidas:
-Procurar que los primeros días de la vuelta al trabajo sean muy agradables.
-Marcarse metas racionales huyendo de proyectos monumentales.
-Introducir cambios progresivos en el ritmo y rendimiento laboral, manteniendo una actitud fundamentalmente positiva.
-Evitar auto-diálogos negativos (comida de coco, en términos coloquiales).
-Potenciar hábitos positivos adquiridos durante las vacaciones (comunicación, diversión, ocio, sentido del humor, práctica deportiva, etc.).
-Huir del exceso de compromisos (“reunionitis”, comidas copiosas, abuso de café, alcohol y tabaco, etc.).
Se trata, en suma, de estrategias sencillas, aunque de probada eficacia -puedo dar fe de ello- para neutralizar el temido síndrome postvacacional. Si no capeamos bien el temporal, lejos de abandonarnos a nuestra suerte y convertirnos en sufridores del síntoma y sus consecuencias, deberemos buscar ayuda especializada. Siempre podremos recurrir al tratamiento individualizado psico-terapéutico, e incluso psico-farmacológico.
Como en cualquier otro conflicto psicológico, la actitud es determinante. El vicepresidente de la SemFYC, Asensio López Santiago, destaca la importancia de adoptar una actitud positiva ante el fin de las vacaciones y de evitar “centrarse en las molestias, porque se genera una preocupación desmedida”. Ya saben: ¡Al mal tiempo, buena cara!

*Manuel Domene. Periodista.

Frases destacadas
El síndrome postvacacional es frecuente entre personas jóvenes, que experimentan una ruptura brusca del ritmo vacacional y se incorporan al trabajo sin transición, y en aquellos que están desencantados con su trabajo

La Asociación Nacional de Entidades Preventivas Acreditadas (ANEPA) estima que el 35 por ciento de los trabajadores españoles de entre 25 y 40 años sufre los síntomas más graves de esta dolencia

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Riesgos emergentes

El trabajo es, en sí mismo, una fuente de conflictos para una buena parte de la población laboral. Un trabajo muchas veces impersonal, frustrante, rutinario, que impide el desarrollo personal, la auto-realización y un estilo de vida más armonioso, saludable y social, así como la incertidumbre en el puesto de trabajo, la frustración laboral y la falta de expectativas conducen a numerosos trastornos psico-somáticos. La vuelta de las vacaciones puede ser el momento para su eclosión.
Por otra parte, el síndrome postvacacional también puede ser, en determinados casos, mecanismo de defensa y señal de alarma frente a una situación de riesgo laboral. En ocasiones, dicho riesgo laboral ni siquiera estará tipificado como tal, ya que pertenece al grupo de los denominados riesgos emergentes. De hecho, el síndrome postvacacional es uno de ellos.
Abundamos un poco más en dichos riesgos, que pueden aportar luz sobre las conductas de personas que muestran fobia o miedo por la vuelta al trabajo.
Entre los riesgos emergentes, la Agencia para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (ASST), destaca los siguientes:

·         Falta de ejercicio físico
La falta de ejercicio físico se debe a una mayor utilización de pantallas de visualización de datos (PVD, en sus siglas en español) y de sistemas automáticos, lo que desemboca en un aumento del tiempo que se está sentado, y al hecho de que cada vez se pasa más tiempo sentado al realizar viajes de negocios. Según una reseña bibliográfica, los trabajos en que se desarrolla escaso ejercicio físico y se registra una alta prevalencia de trastornos músculo-esqueléticos (TME) implican por lo general estar sentado mucho tiempo. Por otro lado, también los puestos de trabajo donde se pasa largo tiempo de pie son fuente de preocupación. Los efectos que esto tiene para la salud son trastornos músculo-esqueléticos que afectan a las extremidades superiores y a la espalda, venas varicosas y trombosis venosa profunda, obesidad, así como determinados tipos de cáncer.
·         Exposición combinada a TME y a factores de riesgo psicosociales
Los aspectos psicosociales negativos acentúan los efectos de los factores de riesgo físicos y contribuyen a que los trastornos músculo-esqueléticos tengan una mayor incidencia. La bibliografía actual se centra en los puestos de trabajo en los que se utilizan unidades de visualización, en los centros de llamadas (los llamados “call-centers”) y en el sector de la sanidad. Los factores psicosociales contemplados son: una excesiva o una insuficiente demanda del trabajo, realización de tareas complejas, presión debida a los plazos, control bajo de las tareas, bajo nivel de decisión, escaso apoyo de los compañeros, inseguridad y acoso laboral.
La exposición combinada a trastornos músculo-esqueléticos y a factores de riesgo psico-social tiene unos efectos más graves sobre la salud de los trabajadores que la exposición a un único factor de riesgo.
·         La complejidad de las nuevas tecnologías y los interfaces hombre-máquina (tecnoestrés)
Las características físicas de los puestos de trabajo, tales como un mal
diseño ergonómico de los interfaces hombre-máquina, aumentan la tensión mental y emocional que sufren los trabajadores y, por lo tanto,
la incidencia de los errores humanos y el riesgo de accidentes. Los interfaces hombre-máquina “inteligentes” pero complejos se encuentran sobre todo en la industria aeronáutica, en el sector de la sanidad (cirugía asistida por ordenador), en camiones de gran tonelaje, en maquinaria de movimiento de tierras (por ejemplo, palancas de mando de cabina) y en la industria manufacturera altamente sofisticada.
·         Riesgos multifactoriales
En el estudio, los expertos hicieron especial hincapié en los riesgos multifactoriales. La bibliografía se centra en los centros de llamadas (Call-center), que últimamente se han multiplicado y que ofrecen nuevos tipos de trabajo con exposición múltiple: mucho tiempo sentado, ruido de fondo, auriculares inadecuados, mal diseño ergonómico, bajo control de las tareas, presión debida a los plazos, alta exigencia mental y emocional.
Las personas que trabajan en los centros de llamadas presentan trastornos músculo-esqueléticos, venas varicosas, enfermedades de la nariz y la garganta, trastornos de la voz, estrés y síndrome de estar quemado (Burn-Out).
·         Protección insuficiente para los grupos de alto riesgo contra los riesgos ergonómicos provenientes de estar mucho tiempo de pie
Este aspecto se aborda repetidas veces en la previsión. Los trabajadores con baja cualificación y malas condiciones de trabajo son quienes, paradójicamente, reciben menos formación y se benefician menos de las medidas de concienciación, por lo que quedan clasificados en un nivel de alto riesgo. Como ejemplo de esto, baste citar a los trabajadores de los sectores de la agricultura y la construcción, que no son conscientes de los riesgos térmicos que conlleva el trabajo en entornos de frío o de calor.
·         Incomodidad térmica
El estudio destaca la falta de medidas contra la incomodidad térmica en los puestos de trabajo industriales, donde, hasta el momento, sólo se ha actuado contra el estrés térmico. Asimismo, se pone de manifiesto que el impacto del confort térmico sobre el estrés y sobre el bienestar de los trabajadores todavía no se ha evaluado como corresponde. La incomodidad térmica puede llegar a disminuir el rendimiento y minar una conducta que respete los preceptos de seguridad, aumentando por lo tanto la probabilidad de que se produzcan accidentes laborales.
·         Aumento general de la exposición a la radiación ultravioleta
Los encuestados se muestran convencidos de que la radiación ultravioleta es un riesgo emergente. Habida cuenta de que la exposición a los rayos ultravioletas es acumulativa, cuanto más tiempo estén expuestos los trabajadores a los mismos durante el horario laboral y fuera del mismo, tanto más sensibles serán a la radiación ultravioleta en el trabajo. Esto implica, por lo tanto, que la necesidad de tomar medidas preventivas en el lugar de trabajo registra un aumento potencial.
·         Exposición combinada a las vibraciones, a las posturas forzadas y al trabajo muscular
Considerada normalmente riesgo “tradicional”, la vibración es ahora
objeto de una mayor atención gracias a la Directiva 2002/44/CE (2).

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Los “alcohólicos del trabajo”

Se dopan con el trabajo (su nombre procede del modismo inglés ‘work-aholic’). Los adictos al trabajo son la otra cara de la moneda del déficit de adaptación; son personas a las que les cuesta desengancharse de sus rutinas laborales.
La conducta de los adictos al trabajo que, por supuesto, no descansan y continúan durante sus vacaciones con el “chip” de su vida laboral, es preocupante y derivaría, en buen número de casos, del Síndrome General de Adaptación (SGA). Vía fax e internet están continuamente conectados a su trabajo; pasean por la playa con su móvil, obteniendo continuamente información como si estuvieran en la vorágine laboral de su despacho. Son “alcohólicos del trabajo”, impulsivos y compulsivos que necesitan trabajar en todo momento, extremadamente obsesionados y perfeccionistas que pueden ser considerados como el “ideal” para la empresa, pero que, a medio o largo plazo, pueden constituir un colapso para la organización empresarial y también para su propia salud.
Naturalmente, este colectivo, que vive por y para el trabajo, no sufre con el retorno de las vacaciones, sino con el inicio (síndrome prevacacional). Sin saberlo, viven en una situación crónica de estrés, por lo que tienen una gran vulnerabilidad a trastornos psiquiátricos, incluida la depresión, necesitando todo tipo de ayuda psicoterapéutica y médica.
Tanto el no saber desconectar del trabajo como el no saber conectar después del descanso son desórdenes de la conducta laboral que requieren la atención de los especialistas por ser unos serios riesgos emergentes.

Pie de Foto Riesgos Emergentes (Call Center)
La vuelta al trabajo puede provocar un síndrome postvacacional, especialmente en determinadas actividades, catalogadas entre los riesgos emergentes

Pie de Foto Riesgos Emergentes (Cuadro)
Entre los riesgos emergentes, encontramos tanto peligros físicos como psíquicos. El cuadro alude a los principales riesgos físicos emergentes para la seguridad y la salud laboral

Pie de Foto Riesgos Emergentes 0
Desembocar en las vacaciones y disfrutar de ellas desde el primer momento es un tópico ya que necesitamos un periodo de adaptación para asumir el cambio

Pie de Foto Riesgos Emergentes 1
La transición a la actividad laboral ha de ser suave y dilatada en el tiempo. No se puede pasar en un día del chiringuito playero a los compromisos laborales



© Manuel Domene Cintas. Periodista.

¿Trabajas o caducas?

(PL 26) EDITORIAL. Edito26.doc. Manuel Domene. Palabras: 558

Un viejo conocido solía bromear con la tajante cita de “El trabajo dignifica”, que reinterpretaba y transformaba jocosamente en “El trabajo damnifica”. Siempre que oía su inocente pero interesada tergiversación me entraba la risa floja. Ahora me doy cuenta de que el tema no carecía de sustancia. Por el camino profesional he encontrado otras tesis que no hacen sino reforzar la hipótesis de mi amigo. Un conocido médico sindicalista da una lectura similar al asunto, que formula  como “¿Trabajas o caducas?”. La frase se pronunciaba en el contexto de un seminario sobre lesiones musculo-esqueléticas, y ‘golpeaba’ al auditorio para cuestionarle si, en nuestras ocupaciones diarias, -incluyendo a los niños como futuros trabajadores- “estudiamos trabajamos, o estamos caducando, es decir, deteriorando nuestras condiciones físicas y, por ende, acortando nuestro periodo de validez, reduciendo nuestro tiempo útil por una simple desatención ergonómica”.
A la luz de esas reflexiones, no queda más remedio que aceptar como terriblemente seria la sentencia de que, mal planteado u organizado, “El trabajo damnifica”, y no sólo el cuerpo, sino también la mente. Hasta la fecha, las listas de enfermedades profesionales sólo han contemplado las de origen fisiológico y han hecho caso omiso de las psicológicas, por inespecíficas o poco evidentes. Es más, la administración sanitaria ha negado, siempre que ha podido, el origen laboral de algunas enfermedades profesionales fisiológicas.
Pero, de la mano de algunas sentencias judiciales avanzadas, inauguramos un nuevo escenario de catalogación y valoración de las enfermedades profesionales. Por citar algunos ejemplos que están muy recientes, nos referiremos a la ratificación de un caso de ‘burn-out’, en un trabajador social, como accidente laboral; el reconocimiento de que los trastornos psicológicos que padece un conductor del metro de Barcelona, que ha visto a doce suicidas lanzarse ante su máquina, es accidente laboral. Obviamente, el asesinato en Barcelona de un camionero en horario de trabajo fue estimado como accidente laboral. Incluso la agresión que sufrió el sacerdote Priscilo Ruiz Picazo a finales del año pasado podría tener la consideración de accidente laboral.
Como opinan los profesionales de la medicina, es difícil llegar a considerar el daño psicológico como un accidente laboral. Necesariamente se tendrá que demostrar que la raíz del daño está en el entorno laboral, y que al cesar la “exposición”, cesa o disminuye el efecto. Del mismo modo, cada caso de afección psicológica habrá de ser objeto de un profundo análisis, ya que no se puede generalizar y considerar que toda dolencia psíquica es laboral. No obstante, hemos de saludar con alegría estas primeras sentencias que marcan un punto de inflexión en la valoración de la enfermedad profesional, sea del cuerpo o esté solapada en la mente del trabajador. Se va despertando la sensibilidad social hacia las dolencias menos tangibles de los trabajadores, las del espíritu.
Sea como sea, aún queda un largo camino por recorrer. Según un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona basado en una encuesta, el 55% de los encuestados manifestó haber sufrido violencia psicológica en su trabajo. Cuando se generalicen las denuncias de estas situaciones -como va ocurriendo con el acoso sexual- la sociedad tendrá que dilucidar si el sujeto paciente ha sufrido un accidente laboral y, como mínimo, cuestionarse sobre si el trabajo dignifica o, por el contrario, damnifica a la persona.

© Manuel Domene Cintas. Periodista.

Enamorados de la vida

(PL 20) EDITORIAL. Edito20.doc. Manuel Domene. Palabras: 734

Asentimos con unos colegas que dicen que “enseñar seguridad es enseñar un valor, el valor vida”. Estos enseñantes son los “transmisores de las técnicas, métodos, procedimientos, actitudes, etc. que evitarán perder la salud al trabajar; por otra parte, son los encargados de decir que esto (la preservación del valor vida) sólo se consigue trabajando bien” (desde el punto de vista de la salud e higiene laboral).
Nuestro natural optimista, que evita, en la medida de lo posible, lo absoluto y las afirmaciones taxativas, nos impide decir que en España se trabaja “mal”, es decir, que no se protege la salud del trabajador. En cualquier caso, tampoco se trabaja bien. Vamos en pos de esa idílica y volátil cultura de la prevención que, en caso de conquistarse algún día, devendría automáticamente un logro parcial, ya que el camino de la seguridad siempre está por andar. En su estado de máxima perfección -algo que no es sino una quimera- la seguridad sería superflua (no es necesario enseñarle seguridad al individuo seguro, como no le enseñaríamos justicia al justo). Pero ese estado de seguridad perfecta no existe pues, como nos demuestra la práctica, la perfección es un intangible. Mejoraremos y, en la medida que lo hagamos, seremos conscientes de cuánto nos queda aún por mejorar.
Valga esta digresión previa para dejar patente el hecho de que los españoles no “trabajamos bien” nuestra seguridad, circunstancia que se da en la actividad productiva y, tristemente, en las aulas, el primer trabajo de individuos que después serán responsables de su seguridad y la de los demás a lo largo de su vida laboral.
Es ley de vida que desde la más tierna infancia empezamos a “caducar”, que el desarrollo de los potenciales de la vida implica su propia auto-extinción a medida que ésta avanza. Por eso, utilicemos la educación para retrasar ese proceso degenerativo natural. A tal fin, una de las misiones fundamentales de la escuela sería dar una formación integral en seguridad. Los individuos seguros no se han de hacer en el trabajo, sino que deben haber “mamado” la cultura de la prevención desde el ciclo inicial de su educación. Creemos que las escuelas no están impartiendo esta formación básica en seguridad de un modo sistemático y, lo que es peor, tampoco predican con el ejemplo: las circunstancias del medio escolar (mala iluminación o pupitres inadecuados) están provocando no pocos casos de miopías y vicios posturales que se acrecentarán con la edad del individuo y pasarán factura a lo largo de su vida laboral, o antes.
Y después de las aulas, el primer trabajo. ¿Para qué vamos a referirnos a las altas tasas de siniestralidad entre el colectivo de trabajadores jóvenes? Ya sabemos que son de todo punto inaceptables.
El trabajo en las aulas y el de los jóvenes que inician su etapa laboral son ejemplos indicativos de que no trabajamos bien desde el punto de vista de la seguridad, de que nos vamos castigando el cuerpo desde el mismo jardín de infancia.
En el plano laboral hay mucho camino por andar. Aunque, formalmente, todas las empresas cumpliesen en el apartado de protecciones individuales y colectivas -algo que está por ver todavía-, siempre quedan aquellos males ocultos a los que nadie pone coto. Desde un punto de vista de “seguridad miope” e interesada, sólo es dañino o perjudicial aquello cuyo efecto nocivo o traumático se manifiesta de inmediato. En consecuencia, no se le presta atención a males ocultos como el ruido, el estrés ergonómico, las atmósferas contaminadas, iluminaciones deficientes... agentes insidiosos en suma, que causan imperceptibles daños acumulativos, y que provocarán legiones de tarados por causa laboral.
A la luz de lo comentado, hemos de ratificarnos en que en España -quizás en ningún lugar del mundo- se trabaja bien. El día que valoremos la vida en su plenitud, sin mermas en su calidad, podremos decir que estamos practicando la cultura de la prevención, es decir, observando conductas respetuosas con la vida y su preservación.
Todos deberíamos, como un insigne cantaor flamenco desaparecido, declararnos “enamorados de la vida”. El apego al valor vida es el nudo gordiano de la cultura de la prevención. El valor vida es, pues, el concepto a primar.
¿Qué evolución registraría la tasa de siniestralidad laboral si nos mostrásemos más enamorados de la vida y menos “novios de la muerte”?

© Manuel Domene Cintas. Periodista

lunes, 4 de julio de 2011

¿Amor y pedagogía?

(PL 54) EDITORIAL. Edito54.doc. Manuel Domene. Palabras: 483

Amor y pedagogía, además de un referente en la novelística española, es un ‘mix’ de recursos para conseguir una moción de ánimo en las personas. Amor y pedagogía son los ingredientes para encauzar a un niño por los vericuetos de la vida. Pero, amor y pedagogía –que en este caso, es como un poco de mano izquierda- es lo que ha servido para promover, divulgar y amplificar en la última década el mensaje de la prevención en España, la tan cacareada cultura preventiva.
Aunque el ‘papá Estado’ y la ‘mamá Administración’ no hayan destacado especialmente por sus aptitudes psicopedagógicas, no es menos cierto que han tutelado, impulsado e impuesto la prevención en el tajo. En un panorama de claroscuros, ya podemos congratularnos de la obtención de resultados significativamente positivos. En noviembre de 2007, las estadísticas mostraban el mayor descenso del número de víctimas laborales de los últimos diez años. La situación no se debía a casualidad ni a infra-declaración de accidentes. Los sindicatos la atribuían a “la mayor persecución de los accidentes por parte de la Inspección de Trabajo y, sobre todo, a la labor de la Fiscalía especial contra la siniestralidad laboral, creada a mediados de 2006”. Los datos del fiscal, Juan Manuel de Oña, lo corroboran. En 2006, sólo la mitad de las muertes laborales llegaron a los tribunales, pero esa proporción supuso un avance espectacular respecto al año anterior. Acabar con la sensación de impunidad de los incumplidores está obrando ese buen efecto que refleja la estadística de siniestralidad.
Tras un largo periodo de paciencia, la autoridad laboral está cambiando la táctica. Va a seguir con la pedagogía, que es lo políticamente correcto, pero va a sustituir el ‘amor’, un amor relativamente tolerante con que se ha conducido en la última década, por la aplicación estricta de la ley, que es dura, pero es la ley. El empresario, en tanto que garante de la seguridad de sus empleados, hace frente a una batería de responsabilidades: administrativas, civiles y penales. Los magistrados, cada día más especializados en la persecución del delito relacionado con la seguridad laboral, proclaman en los foros de debate que “el empresario tiene que estar en condiciones de demostrar que cuenta con una organización preventiva excelente. No es de recibo exigir responsabilidad al trabajador si el patrón no cumple. La soledad está en todos, pero hay menos soledad cumpliendo la ley”.
Así pues, vemos que se ha acabado la incongruencia de la impunidad. En lo sucesivo nuestros referentes en PRL serán la pedagogía, porque nuestro deber es enseñar al que yerra, y la disciplina para evaluar el mérito o demérito. Con el tiempo se evidenciarán las proporciones en que se mezclan los ingredientes. De momento, una cosa puede quedarnos clara: el ‘mix’ de la nueva década para promover la seguridad en el trabajo se compone de disciplina y pedagogía.

© Manuel Domene Cintas. Periodista


La mano que retira la chatarra

Práctica de excarcelación (extraer ocupantes de vehículos siniestrados)
© Manuel Domene Cintas

Las manos son más frágiles que el cristal

(PL 53) TÉCNICAS DE PROTECCIÓN. Manos-vidrio.doc. Manuel Domene. Palabras: 3.667


El hombre ha utilizado el vidrio desde la prehistoria. Los primeros utensilios que conocemos de la edad de piedra son piedras de sílex, cuarzo y obsidiana, que no son otra cosa más que vidrios naturales. En todo caso, la primera industria incipiente del vidrio de la que tenemos noticia se sitúa en Egipto hace 3.500 años.
Técnicamente, el vidrio es un líquido sub-enfriado que adquiere consistencia sólida. Al romperse produce afiladas aristas vivas, capaces de rebanar la mano desprotegida y provocar gravísimas lesiones incapacitantes. Las manos, más frágiles que el cristal, deben protegerse, pues su integridad está en juego en las industrias de la fabricación, trabajo, colocación o reciclado del vidrio.

La industria del vidrio es una de las más antiguas creadas por el hombre. Apareció hace varios milenios en el Mediterráneo coincidiendo con la alfarería y la metalurgia, otras dos grandes industrias, posibles gracias al dominio de las altas temperaturas. La industria vidriera renacería en Roma hacia el año 20 de nuestra era, con el descubrimiento del vidrio soplado. En el siglo II, los romanos conocían el vidrio translúcido y fabricaban objetos diversos con este noble y singular material.

Impasible al tiempo
Utilizado constantemente desde la civilización egipcia, el vidrio es un material muy valorado, fácil de producir, que ha evolucionado y se ha hecho insustituible, siendo la materia prima de infinidad de aplicaciones. Existen gran variedad de vidrios y diversos procedimientos industriales o artesanales para su obtención. Según los usos a los que están destinados, se pueden distinguir seis tipos de productos de la industria vidriera: el cristal de vidrio ordinario; el cristal para ventanas, puertas, mobiliario, espejería e industria del automóvil; los “vidrios huecos” para la botellería y la cubiletería; los “vidrios técnicos”, para la óptica, las ampollas, los tubos del televisor, etc.; la fibra de vidrio, utilizada como textil o para el aislamiento térmico; y el vidrio trabajado a mano.
El vidrio, que no tiene contraindicación de uso, es el más universal de los envases. Se emplea en la práctica totalidad de los sectores (en algunos casos, en exclusiva).

Aplicaciones del vidrio
El vidrio da forma a enseres que utilizamos a diario, como botellas, recipientes o vajillas, pero también tiene aplicaciones técnicas que son menos conocidas (fibra de vidrio y fibra óptica) y que catapultan a este “mágico” material desde tiempos pretéritos hasta el futuro de nuestra civilización.
Las botellas, tarros y otros recipientes de vidrio se fabrican mediante un proceso automático que combina el prensado (para formar el extremo abierto) y el soplado (para formar el cuerpo hueco del recipiente). Se trata de una producción industrial a gran escala.
La mayoría de las lentes que se utilizan en óptica, microscopios, telescopios, cámaras y otros instrumentos ópticos se fabrican con vidrio óptico, en un proceso delicado y exigente. El vidrio aventaja al plástico en este campo de aplicaciones gracias a su resistencia al rayado, entre otras cosas.
Pero este veterano material sigue proyectándose hacia el futuro a través de nuevas aplicaciones técnicas. ¡Qué decir si no de la fibra de vidrio!, una fibra que puede tejerse como las textiles. La misma se consigue estirando vidrio fundido hasta dejarlo en diámetros inferiores a una centésima de milímetro. Tejida, la fibra de vidrio presenta solidez, estabilidad química, resistencia al fuego y al agua. Puede utilizarse como aislante o, combinado con resinas, formar compuestos de resistencia plástica.
Otras fibras de vidrio muy útiles son las empleadas para transmitir señales ópticas en comunicaciones informáticas y telefónicas, de ahí el nombre de fibra óptica, una tecnología en rápido crecimiento que ha revolucionado las telecomunicaciones gracias a las sorprendentes y elevadas prestaciones de los cableados, inalcanzables con los convencionales de cobre. Las fibras ópticas no son más que hilos de vidrio, finos como un cabello, diseñados para transmitir los rayos de luz a lo largo de su eje.
En la construcción, el vidrio ofrece numerosas e interesantes soluciones desde el punto de vista estético, arquitectónico, económico y de sostenibilidad. El vidrio es, en definitiva, consustancial a la actividad humana.

Trabajos del vidrio
La dureza y fragilidad del vidrio hacen que su manufactura sea especialmente difícil y laboriosa. Por supuesto, no está exenta de riesgos: el vidrio es un arma de doble filo, un arma cortante de la que hay que proteger las manos y, por añadidura, el resto del cuerpo. De hecho, el vidrio presenta una dualidad intrínseca como para no dejar indiferente a nadie. El vidrio es, a la vez, noble y plebeyo (puede envasar los mejores caldos exclusivos o un vino joven e industrializado), el vidrio es antiguo y postmoderno, artesano e industrial, frágil pero resistente y duradero, útil aunque peligroso. Y éste es el tema de nuestro artículo: las manos son más frágiles que el cristal; su integridad pasa, pues, por el empleo de los guantes. Además, las manos trabajadoras se ven expuestas a muchos otros riesgos laborales que se añaden a los que entraña el cristal en sí mismo. Los conoceremos mejor si repasamos previamente algunos de los trabajos que se desarrollan en torno al vidrio.
·Fusión
Para fabricar el vidrio es necesario fundir sus componentes. La fusión tiene lugar en unos hornos especiales de formas diversas, donde se alcanzan temperaturas muy elevadas (en torno a los 1.500 grados, aproximadamente). En la elaboración del vidrio artístico, el artesano (soplador) coge con el extremo de la caña de soplar una pequeña parte fluida y viscosa (flama) de los crisoles; sopla a continuación en ella y, con la ayuda de muy pocos instrumentos, se inicia el modelado del vidrio, que se comporta como una masa flexible, elástica y voluble mientras va pasando del estado líquido al sólido. Como en otros tiempos, el trabajo artístico del vidrio sigue dependiendo exclusivamente de la obra de la mano del hombre.
·Soplado
Procedimiento de elaboración del vidrio por medio de una caña de vidriero, técnica utilizada desde el siglo I. Se puede soplar el vidrio manteniendo la bola en el aire, o bien situándola en un molde de dos piezas, o varias piezas con motivos en relieve.
·Canteado (pulido de los cantos)
En el proceso de corte, los cantos quedan vivos, con aristas agudas y cortantes que se deben rectificar cuando el vidrio se ha de montar al aire, como en el caso de los sobres de mesa u otro mobiliario. Actualmente, el canteado se realiza con máquinas de muelas múltiples y distintos materiales, que realizan el trabajo por fases: desbaste (con diamante), afinado (con corindón), abrillantado (cerámica y corcho).
·Biselado
Para conseguir el canto con bisel o biselado se emplean máquinas similares a las de canteado en las que tanto las muelas como su posición son las adecuadas para conseguir el efecto deseado.
·Espejado
Consiste en convertir en opaco un vidrio que era traslúcido, así, al no dejar pasar la luz, refleja la imagen que tiene delante.
·Templado
Mediante el enfriamiento controlado se consigue mejorar las características físicas y resistencia mecánica del vidrio, así como la seguridad en caso de rotura. La pieza se convierte así en un bloque, cuya rotura siempre se hará en partes pequeñas, mucho menos peligrosas que los trozos grandes. El ejemplo más cotidiano es el vaso de Duralex o el parabrisas de un coche.
·Curvado
A propósito de los parabrisas, la evolución del diseño de los coches ha hecho que casi todos los parabrisas sean curvos. Dicha curvatura se obtiene calentando la pieza de vidrio hasta conseguir la deformación deseada.
·Tallado
Técnica de decoración del vidrio, inspirada en la talla de la piedra, que se hace mediante la rotación de muelas de diferentes formas, tamaños y materiales. El material abrasivo suele ser arena húmeda, esmeril, etc.
·Grabado con ácido
Se trata de otra técnica de decoración que emplea el ácido fluorhídrico para rebajar aquellas partes del objeto no recubiertas previamente con un barniz resistente y protector (cera, laca o aceite). Como es obvio, el vidrio también puede decorarse con pintura, etc.
Podemos convenir que en todas las operaciones descritas existiría un doble riesgo: el inherente a la operación específica que se lleva a cabo (pintado, grabado al ácido, tallado, etc.) y el que proviene del vidrio en caso de rotura.

Manipulación del vidrio plano
El vidrio plano es un complemento indispensable de la construcción, ya que resuelve desde las ventanas hasta la fachada entera. Son, por lo general, vidrios pesados que habrá que manejar con prevención para evitar accidentes que repercutan sobre las manos u otras partes del cuerpo. Los vidrios de obra, se almacenarán verticalmente en lugares debidamente protegidos, de manera ordenada y libre de cualquier material ajeno a ellos. Una vez colocados, se señalizarán de manera que sean visibles en toda su superficie. La manipulación del vidrio se efectuará manteniéndolo en posición vertical y con la utilización de guantes o manoplas que protejan hasta las muñecas. Para mejorar la prensión de todo tipo de piezas pueden utilizarse ventosas, que proporcionan un eficaz sistema de agarre y reducen la abrasión que ha de soportar el guante.
La fibra de vidrio es un excelente aislante, que suele colocarse en las cavidades de los muros o para optimizar las instalaciones de calefacción y aire acondicionado, pero supone una amenaza para la salud de las manos. La fibra de vidrio puede bombearse o vaporizarse directamente sobre la cavidad, lo que evitaría la manipulación directa. En este caso, la inhalación constituye un serio problema respiratorio, aunque no es ése nuestro campo.
El riesgo principal para las manos sin protección proviene de las puntas y aristas extremadamente cortantes de las fibras de vidrio, que pueden provocar unas micro-incisiones que dejarán pasar las bacterias u otras sustancias nocivas para el organismo, que a su vez entrañan una infección o, en el mejor de los casos, una irritación de la mano. Quien haya tocado la fibra de vidrio entenderá perfectamente cuanto decimos y evitará el contacto directo con la piel.

Riesgos al trabajar con vidrio
·Cortes e incisiones
Después de los problemas ergonómicos, que suelen cursar con sobreesfuerzos o lesiones musculo-esqueléticas, encontramos que los cortes e incisiones ocupan el segundo lugar en frecuencia, representando en torno al 10% de las lesiones o patologías incapacitantes en la industria del vidrio. Otras categorías importantes son las contusiones (9%), las fracturas (7%) y el dolor de espalda o de otra parte del cuerpo (5%). Las quemaduras, por calor o por sustancias químicas, y las amputaciones son más raras (1% o menos).
Los cortes o heridas se producen por rotura del material debido a su fragilidad mecánica, térmica, cambios bruscos de temperatura o presión interna. También pueden ser consecuencia de la apertura de ampollas selladas, frascos con tapón esmerilado, llaves de paso, conectores que se hayan obturado (laboratorios).
Los cortes también pueden ser provocados por herramientas manuales (cuchillas, etc.), que se usan en las zonas de producción, embalaje y almacenamiento, o durante las operaciones de mantenimiento de las instalaciones, apartado que entraña una extensa lista de riesgos que obviaremos en esta ocasión.
Para protegerse de este tipo de riesgos, recomendamos guantes elaborados con soportes como el Kevlar®, Dyneema® o Spectra®.
·Laceraciones-abrasiones
Los trozos de vidrio proyectados por el aire pueden provocar heridas incisas. Especialmente existe riesgo cuando el vidrio templado “explota” durante la fabricación. Otra fuente de exposición a los riesgos es el contacto directo con filamentos de vidrio, particularmente durante la elaboración en caliente. Los efectos potenciales son heridas incisas, laceraciones o abrasión de la piel o los tejidos blandos. Por otra parte, existe el riesgo de infección secundaria grave y de exposición dérmica a materiales corrosivos o tóxicos.
El uso de medios mecánicos y automatismos para eliminar el movimiento manual del material desempeña un papel importante en la prevención de las lesiones ergonómicas. “Los automatismos han reducido los esfuerzos ergonómicos y las graves lesiones con desgarro que históricamente se han asociado a la manipulación del material (por ejemplo, vidrio plano) por el personal de producción. Sin embargo, la mayor utilización de robots y la automatización de procesos introduce los riesgos propios de la maquinaria móvil y la energía eléctrica, lo cual transforma los tipos de peligros o los desplaza a otros operarios (de los trabajadores de producción a los de mantenimiento)”, nos recuerda la Enciclopedia de Salud y Seguridad en el Trabajo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
·Riesgos térmicos
La fabricación del vidrio implica operaciones de secado, fusión o cocción en estufas u hornos eléctricos o de gas. La colada de vidrio fundido sale del horno a una temperatura de 1.100° C y se desparrama sobre el sistema de transporte, que lo llevará por las diferentes fases de fabricación. En el proceso de flotado, el vidrio fundido (a aproximadamente 1.000° C) se vierte continuamente de un horno a un baño de estaño fundido, poco profundo. Los trabajadores pueden quemarse cuando están expuestos a las altas temperaturas del horno de fusión y de la pasta de vidrio. Además, conviene tener muy presente que alrededor del 60% de las heridas se produce debajo del codo. Es obvio que, en tales circunstancias, se impone respetar rigurosos procedimientos de seguridad y utilizar el equipo de protección individual (EPI) adecuado. Desde hace unos diez años, las mangas y los guantes de protección de alto rendimiento, fabricados con Kevlar®, han reemplazado los guantes de cuero o metálicos que usaban los operarios para manipular el vidrio. Los guantes de Kevlar® ofrecen una mayor resistencia al corte y el calor, además de ser muy ligeros y flexibles para una mayor destreza manual. Tampoco nos podemos olvidar del Nomex®, que es uno de los mejores aislantes térmicos del mercado.
La exposición a radiación infrarroja procedente del material fundido aumenta el riesgo de cataratas o quemaduras en la piel. Además, el estrés térmico puede suponer un auténtico problema de salud laboral en operaciones –por lo demás, frecuentes- de mantenimiento rutinario o reparaciones de emergencia que, por razones obvias, han de realizarse en los lugares de cocción o de fusión o cerca de ellos. Recomendamos el uso de guantes con acabados aluminizados que reflejen el calor radiante y que eviten, por tanto, la transmisión del calor al trabajador.
El contacto directo de la piel con superficies calientes o materiales fundidos da lugar a quemaduras graves.
·Explosión, implosión o incendio
Estas condiciones pueden darse por la rotura de material en operaciones realizadas a presión o al vacío. En las plantas de embotellado pueden sobrevenir accidentes por la explosión frecuente de envases. El fuego o explosión también puede ir asociado a los sistemas de combustión utilizados.
·Riesgos de la energía eléctrica
El contacto directo con la energía eléctrica de alta tensión usada, por ejemplo, para encender resistencias que complementan la cocción con combustibles presenta el riesgo de electrocución y posibles problemas para la salud por exposición a campos electromagnéticos. Como siempre recomendamos en esta serie de artículos, la manipulación de los circuitos en tensión sólo deberá hacerse por parte de personal especializado. No olvidemos que el accidente eléctrico (paso de la corriente a través del cuerpo) es un evento que no ofrece segundas oportunidades, pudiendo conducir a la muerte por electrocución, habida cuenta de los elevados voltajes e intensidades con que se trabaja en las instalaciones industriales de fabricación del vidrio.
Dependiendo del voltaje alcanzado, existen diferentes guantes de protección para riesgos eléctricos, desde un uso de 1.000 V hasta 36.000 V.
·Riesgo químico
El vidrio también es química, como casi todo. Desde el punto de vista físico-químico, se comporta como un líquido enfriado a temperatura ambiente, que debido a su cohesión intra-molecular presenta una consistencia sólida. El vidrio se compone de una mezcla de silicatos. Pero, además, en ese extraño líquido-sólido que cierra nuestras ventanas podemos encontrar una extensa amalgama de minerales y materias primas, como la cal, álcalis, minio, compuestos de aluminio, óxido de zinc, compuestos de cadmio, carbonato de bario, ácido bórico, ácido fosfórico, dióxido de manganeso, anhídrido arsenioso, y pigmentos (óxidos de hierro, manganeso, cobalto, uranio, níquel, antimonio, cobre, etc). Por si fuera poco, en el proceso de fabricación y transformación también intervienen diversas sustancias químicas, haciendo que la exposición sea inevitable.
La combinación de estos materiales tiene unos indudables efectos toxicológicos –ya explicados en otros artículos- y que penetran en el organismo por distintas vías, incluida la piel y, por supuesto, las manos. Algunas de estas sustancias podrán causar un daño dérmico evidente (ácido fluorhídrico), lo que puede remediarse porque se verifica un daño de inmediato. Lo peor es el daño insidioso que causan muchos productos químicos (revueltos en un cóctel), daño que no se descubre hasta años después de la exposición. Las manos protegidas impedirán que los tóxicos entren al organismo por esta vía.
Nuevamente llamamos la atención sobre la nocividad de los aceites minerales y taladrinas, utilizadas para lubricar las máquinas destinadas al moldeo del vidrio (dermatitis de contacto y botón de aceite, dolencias que se pueden cronificar y otras que pueden ser tumorales). También debe evitarse el contacto directo con el formaldehido, empleado en la fabricación de la fibra de vidrio. Y la lista sería una letanía: epóxidos, acrilatos y uretanos, que pueden contener disolventes como xileno o tolueno, estireno, xilanos, látex, catalizadores y aceleradores, disolventes hidrocarbonados o clorados... Por lo que se refiere a las manos, la protección pasará necesariamente por el empleo de guantes y manguitos aptos para la manipulación de sustancias químicas.
Materiales como el Norfoil, butilo o vitón, aseguran la protección contra una gran parte de los componentes químicos usados en este sector.

Gestión de residuos
El vidrio puede tener muchas vidas porque es reutilizable. Su reciclaje cierra el ciclo de vida del material y supone aprovechamiento de unos recursos existentes, al tiempo que no se generan residuos. Así pues, una gestión sostenible de la industria del vidrio pasa por su reutilización una y otra vez.
Desde el punto de vista de la seguridad, la manipulación del vidrio en la fase de reciclaje conlleva riesgos más que ostensibles. En las fases previas del ciclo del vidrio, éste se encontraba, normalmente, sin rotura. En cambio, durante el reciclado lo encontramos partido y formando esquirlas que pueden sajar una mano como la más afilada de las navajas albaceteñas. Los guantes y la prudencia son imprescindibles para evitar graves accidentes en manos y brazos.
El proceso de reciclaje implica, en líneas generales, la recepción, descarga y almacenamiento inicial del vidrio, cribado por tamaños, molido de la fracción más gruesa, lavado del conjunto del vidrio, selección por colores y, finalmente, almacenamiento por tipos de vidrio hasta su envío a un fabricante de materiales de vidrio. A lo largo del proceso se efectúa la separación de la cerámica y materiales férricos y no férricos, así como del plástico y papel que puedan contener los residuos de vidrio. Algunas de estas operaciones se efectúan automáticamente y otras de forma manual.
La protección de las manos para este tipo de trabajos, requiere un guante multicapa que asegure la no penetración de los pequeños filamentos del vidrio en toda la mano. Los materiales pueden ser muy variados, desde un guante de piel hasta uno elaborado con la revolucionaria tecnología Superfabric®

Los traumas de las manos

La piel es la primera línea de defensa del cuerpo. Sin ella no se puede vivir. Es elástica y resistente, pero no indestructible. La mejor prevención es la profilaxis del que es el órgano más extenso de nuestro cuerpo (varios metros cuadrados). La negligencia supondrá el desarrollo de enfermedades dérmicas u otras enfermedades somáticas dependiendo de los tóxicos que atraviesen nuestra barrera dérmica.
Veamos las consecuencias de una mala gestión de los riesgos que afrontan las manos:
-Dermatitis. La piel sólo puede soportar un grado limitado de abuso. Si hay un daño repetido, perderá la capacidad de protegerse a sí misma y reaccionar. Se vuelve roja y se inflama, pica y se abre, a veces incluso se llaga. Estos son los síntomas de una dermatitis de contacto irritante, un término “abanico” que abarca una multitud de enfermedades de la piel (trauma oculto). La forma en que el cuerpo responda dependerá de si la piel se ha irritado o de si se está produciendo una reacción alérgica. Es una diferencia importante, que precisa acotación médica, para conocer el tipo de lesiones de las manos y su alcance.
Básicamente, el descuido de las manos conduce a dos situaciones:
-Reacciones irritantes. La mayoría de estados de la piel ocasionados por el trabajo, más que alergias, son reacciones irritantes. Las reacciones irritantes son provocadas por el contacto prolongado y frecuente con sustancias tales como detergentes, desengrasantes o disolventes. Cuando la piel se ha visto dañada, hay que tomar medidas para reconstituirla.
Esto implica proteger las manos con el tipo adecuado de guantes, asegurándose de que su estado no empeore durante el proceso de curación. Generalmente, estas reacciones son menores y se pueden controlar fácilmente llevando los guantes adecuados.
-Reacciones alérgicas. Una alergia es una reacción de defensa del sistema inmunológico del cuerpo. Una vez desencadenada la alergia, todo contacto con la misma sustancia provocará una reacción. Las reacciones alérgicas tienen diferentes grados de severidad, que van desde erupciones de la piel y llagas hasta asma con dificultad para respirar. En casos extremos, pueden provocar un choque anafiláctico, que puede ser fatal. La evolución habitual de las reacciones alérgicas en el medio laboral tiende siempre a un empeoramiento de éstas tras el contacto continuado con el alérgeno. Las enfermedades alérgicas de la piel y de las vías respiratorias se agravan con el tiempo y cuestan más en resolverse si no instauramos las medidas de evitación desde el principio. De ahí lo primordial que resulta la protección de las manos. La solución es obvia: empleo de guantes, observando, claro está, prácticas de sentido común como no intercambiarlos con otros trabajadores y mantener una estricta higiene de la mano.

© Manuel Domene Cintas. Periodista.


Artículo elaborado para  Tomás Bodero S. A. con la colaboración de Gaceta de la Protección Laboral y Manuel Domene. Supervisado por el alergólogo Pedro Carretero.